Redacción
La cúpula Runit en las Islas Marshall, que guarda miles de metros cúbicos de desechos radioactivos, es un legado de las pruebas nucleares realizadas por EE.UU. en el pasado. Ahora, los residentes locales y científicos advierten de un posible derrame de estos desechos en el océano debido a la subida del nivel del mar.
Hace más de tres décadas, el enorme cráter situado en la isla Runit, en el atolón Enewetak de las Islas Marshall, en el océano Pacífico, fue utilizado por EE.UU. para enterrar toneladas de desechos radioactivos que fueron el resultado de ejercicios nucleares realizados entre 1946 y 1958. La cúpula de enterramiento se llama Runit Dome, aunque los locales la llaman 'La Tumba', informa 'The Guardian'.
Se trata de una cápsula hecha de 358 paneles de hormigón de 45 centímetros de espesor, que esconde unos 85.000 metros cúbicos de desechos radioactivos. El agua se acumula alrededor de los bordes de la cúpula, donde partes del hormigón ya han comenzado a agrietarse. Bajo tierra, los desechos radioactivos ya han empezado a fugarse del cráter, lo cual ha sido confirmado por un informe de 2013 del Departamento de Energía de EE.UU.
Residentes locales, científicos y activistas medioambientales temen que un desastre natural pueda romper el hormigón dejando que su contenido se vierta en el océano Pacífico, y estos temores están fundamentados. Según un estudio sobre la integridad estructural del Runit Dome realizado por el Departamento de Energía, existe la posibilidad de que tifones puedan destruir o dañar los paneles de hormigón o inundar la isla.
La cúpula nunca fue una solución permanente. Según la OMS, el proyecto de 218 millones de dólares fue diseñado como un arreglo temporal, una manera de almacenar material contaminado hasta que se elaborara un plan de descontaminación permanente. Mientras tanto, el gobierno estadounidense insiste ahora en que ha cumplido con todas sus obligaciones y que la jurisdicción de la cúpula y sus contenidos reside en las Islas Marshall.
Por su parte, los habitantes de la isla sostienen que una nación con una población de 53.000 personas y un PIB de 190 millones de dólares, cuya mayoría proviene de programas de ayuda de EE.UU., simplemente es incapaz de afrontar la posible catástrofe radioactiva que han dejado los estadounidenses.