Editoriales Antiguos

NÚMERO 174. El contencioso eurogriego pone de relieve no la fortaleza de la UE, sino todas sus debilidades

Elespiadigital | Domingo 12 de julio de 2015

La derecha europea en masa insiste en que Grecia sea la gran derrotada en el contencioso que mantiene con la Unión Europea, en que ‘pase por el aro’ de la austeridad total impuesta básicamente por los intereses económicos de Alemania y sus seguidores más conspicuos (con Mariano Rajoy a la cabeza), tratando de demostrar que el primer ministro Alexis Tsipras y Syriza como partido que le respalda han quedado doblegados, aceptando incluso condiciones para el tercer rescates peores -dicen- que las ofrecidas antes del referéndum del 5 de julio…

Para constatar esta realidad absurda y nociva en la consolidación del proyecto europeo, construido en su momento empezando por el tejado y sin los debidos cimientos financieros, monetarios ni fiscales, sólo hay que ver las caras endemoniadas de sus halcones políticos. O escuchar los agresivos discursos que lanzan en el Parlamento de Estrasburgo para encubrir su retahíla de errores más flagrantes.

Llegar a un acuerdo sin vencedores ni vencidos, se muestra, pues, como una misión imposible. Porque lo perseguido por los neoliberales europeos es que Tispras y Syriza (y el conjunto del pueblo griego que ha avalado sus propuestas negociadoras) paguen con la humillación de la derrota final, bien que ésta sea cierta o falsa: presentar los hechos ante la opinión pública de forma torticera es cosa de los mass media afines al establishment.

Pero, quiérase o no, al final habrá más ayuda financiera para Grecia y una reestructuración y quita de su deuda, que serán llamadas de otra forma y subordinadas temporalmente a los nuevos recortes y reformas ofrecidas por el Gobierno heleno, pero presentándose con un éxito previo europeo del ‘lo toma o lo deja’… Y será así porque no hay más remedio que sea así, si se quiere mantener a los griegos en Europa, o siquiera en la zona euro.

Algo que en el fondo es forzoso (y que en todo caso sería impuesto por Estados Unidos), porque la alternativa del ‘Grexit’ (una salida de Grecia del euro que aceleraría su acercamiento a Rusia) sería sin la menor duda como apagar el fuego latente en la UE con gasolina de alto octanaje…

Así lo ven Obama y Putin, yendo cada uno a lo suyo. Como lo ven todos los expertos en geoestrategia política, sin olvidar el contencioso ucraniano, que en el fondo se ha mostrado como otro gran error del avasallamiento europeo, como un intento encubierto de ir instaurando en Europa una especie de IV Reich alemán, con las armas de la economía por delante, que son las más letales y productivas (Europa de nuevo para los alemanes pero sin pegar un solo tiro).

 

Obama y Putin tienen, por razones obvias, una visión macro de la situación más acertada y reconocen que Grecia tiene una posición estratégica fundamental en el Mediterráneo, que hoy por hoy es un teatro de operaciones clave en el juego de la política mundial.

Entre otras cosas, Grecia es una zona de filtro y contención entre Europa y el Medio Oriente (recuérdese la experiencia de Chipre y las amenazas latentes en la ribera sur del Mare Nostrum, con Libia y Egipto a un tiro de misiles de medio y corto alcance desde la isla de Creta) y con una posición de control insoslayable en las rutas de acceso al Mar Negro, que sortean casi 1.400 islas. Y, sobre todo, conforma una plataforma otanista no de retaguardia -como puede ser España- sino de intervención rápida o de reacción operativa en un entorno neurálgico del poder mundial, justo en su filo equilibrador.

Grecia no deja de ser la chica guapa del baile mediterráneo pretendida por rusos y estadounidenses. Pero despreciada por una Europa miope, carente de una política exterior y de defensa y seguridad propia (algo que terminará costándole muy caro), y sin el menor interés en el nuevo juego del poder multipolar. Si ante el torpe juego de ‘planes B’ que los alemanes y los funcionarios europeos esgrimen contra Grecia, a ésta le dé por echarse en brazos de los rusos y alinearse con los BRICS, la Europa política comenzaría a disolverse como un azucarillo en un vaso de agua: la historia nos recuerda de vez en cuando que todo parece imposible hasta que sucede…

Europa desprecia el mapa griego. Y basta observarlo a vista de pájaro para darse cuenta de su valor estratégico y del papel que puede jugar en el equilibrio del poder mundial. Basta ver el emplazamiento y la naturaleza que tiene la base aeronaval de Souda Bay, en el centro del Mediterráneo ocupado por la isla más meridional de Creta, y que fue la base esencial en el último ataque aliado a Libia, para comprender su importancia en el plano militar y estratégico de la OTAN.

En Souda Bay se concentran las fuerzas aeronavales griegas (las que con tanta torpeza quieren ahogar económicamente los tecnócratas de la UE) y las destacadas de la OTAN, conformando un centro de coordinación esencial para las operaciones militares sobre todo en el norte de África; sin olvidar que en su momento también fue un baluarte insustituible contra la antigua Unión Soviética. Al norte de la bahía de Souda se dispone, además, de otra estructura militar NAMFI (Nato Missile Firing Installation), utilizada entre otras cosas como lanzadera de misiles y para poner a prueba los escudos y sistemas de defensa ‘Patriot’ y ‘Hawk’ de los países OTAN.

Y también hay que considerar la posición escalonada en el eje norte-sur griego de las bases de Larisa y Tesalónica (con capacidad de respuesta nuclear táctica) y la base más occidental de Prevenza especializada en tareas de vigilancia, todas asociadas a la OTAN.

 

¿Preferirán los griegos la ‘bota’ rusa antes que la europea…?

En un artículo de opinión titulado ‘EEUU, Grecia, las bases OTAN’ (El Mundo 09/07/2015), Luis María Anson recuerda -y recuerda bien- que “una Grecia sin ataduras europeas, disfrutando del apoyo político de la Rusia de Putin y de las reservas en dólares de China, es lo último que el Pentágono querría contemplar”. Y añade -también con acierto- que las bases griegas de la OTAN “forman parte de la estrategia de los Estados Unidos de América, sobre todo ahora cuando arde el Mediterráneo oriental, con los Balcanes inquietos, Siria en llamas y el Estado Islámico en la vanguardia de la atrocidad”.

Y puestas las contrapartes (la UE y Grecia) a optar por ‘planes B’, hay que  recordar que, tras ganar las elecciones del pasado 25 de enero, Syriza dejó que se hablara de un plan secreto para salir de la OTAN y cerrar todos sus bases militares, lo que cambiaría absolutamente el juego geopolítico internacional dada su condición de ‘socio clave’ en el Mediterráneo. Los medios informativos italianos que alertaron del tema, hablaron de “una bomba a punto de estallar en la UE”.

Las mismas fuentes informativas (entre otras el diario Il Giornale), no veían imposible que Grecia pasara a convertirse  en una nueva  Cuba “en las puertas de nuestra casa”. Añadiendo que el ‘plan B’ de Syriza incluiría también otras medidas “aún más arriesgadas”, como la retirada de las tropas griegas de Afganistán y los Balcanes, la abolición de los acuerdos de cooperación militar con Israel o apoyar la creación de un Estado palestino respetando las fronteras de 1967…

Todo ello demostraría el deseo de Atenas (respaldado mayoritariamente por la población según algunos sondeos demoscópicos) de desmarcarse de las políticas de Occidente y establecer un nuevo eje de cooperación con Rusia y el entorno de los BRICS. Sus beneficios en los terrenos turístico, energético, del transporte marítimo o del abastecimiento agroalimentario, por poner algunos ejemplos obvios, serían definitivos para la economía griega.

 

Por su parte, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, afirmó en su momento la disposición de Moscú para conceder ayudas a Grecia si el Gobierno heleno la solicitaba. “Si se producen peticiones por parte del Gobierno griego, desde luego, serán estudiadas”, señaló en una rueda de prensa conjunta con el ministro griego de Exteriores, Nikos Kotziás.

“Nuestra situación tampoco es muy sencilla debido a la política unilateral e ilegítima de nuestros socios occidentales”, sostuvo Lavrov en alusión a las sanciones que Estados Unidos, la Unión Europea y otros países habían adoptado contra Rusia por su postura frente a la crisis en Ucrania. Pero, no obstante, valoró la “posición constructiva” de Grecia en lo que se refiere a las relaciones entre Rusia y la Unión Europea.

Además, Lavrov destacó que los vínculos de Moscú y Atenas son de larga trayectoria en todas las esferas, incluida la cooperación militar. Añadiendo: “Partimos de la base de que estos nexos se mantienen y estamos preparando acuerdos adicionales que fortalecerán el marco jurídico en ese campo”.

De hecho, los ministros de Energía de Grecia y Rusia, Panayotis Lafazanis y Aleksandr Nóvak, firmaron el pasado 19 de junio un memorándum de cooperación para construir en territorio griego la prolongación del gasoducto ‘Turkish Stream’, destinado a llevar el gas ruso a Turquía y a ser parte de la alternativa a otro gasoducto (‘South Stream’) al que Moscú renunció en diciembre de 2014.

Ese fue el primer documento de la colaboración energética bilateral iniciada tras la visita que el jefe del Gobierno griego, Alexis Tsipras, realizó a Moscú el precedente mes de abril. La firma se produjo en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, donde el 19 de junio Tsipras volvió a reunirse con Putin, desde luego no sólo para tomar café.

Está claro que el trasfondo de la colaboración entre Rusia y Grecia apunta, nada más y nada menos, que a la salida de Grecia de la Alianza Atlántica (hay que recordar que el país heleno ya retiró sus tropas de la estructura militar de la OTAN en 1974 y hasta 1980 a causa de sus tensiones con Turquía). Una idea que, por otra parte, ya estaba incluida en el programa electoral de Syriza.

Rusia, por tanto, se cobraría sus ayudas y préstamos a Grecia a través de una alianza militar con Atenas. Y la clave para ello es que la mayoría de los griegos prefieren la ‘bota’ de Moscú antes que la de Bruselas.

Mientras la UE ha de confiar en recuperar los créditos concedidos a base de ajustes y reformas para que Grecia pueda devolverlos, los rusos -al igual que harían los chinos- se las cobrarían por anticipado, bien en forma de activos públicos, con recursos naturales o con alianzas geoestratégicas.

En los círculos de opinión informada y en la Comunidad de Inteligencia ya se habla de una ‘guerra sin bombas’ por la ubicación política de Grecia. Por supuesto, acercándonos los malos recuerdos de la pasada Guerra Fría.

Fernando J. Muniesa