Editoriales Antiguos

NÚMERO 191. Elecciones del 20-D: Ciudadanos ya supera al PSOE, el PP puede quedar por debajo de los 100 escaños y Rivera se afianza como presidenciable

Elespiadigital | Lunes 09 de noviembre de 2015

Dejando aparte la forma en la que Rajoy ha gestionado la crisis económica y sus efectos sobre la gran masa electoral, no hay que ser muy perspicaz para entender que, como candidato presidencial para la próxima legislatura, nunca podría resolver los graves problemas políticos de España porque ni siquiera ha sido capaz de reconocerlos durante los cuatro años en los queha dispuesto de una mayoría parlamentaria absoluta.

Mientras el PP sigue tratando de colocar en las listas electorales del 20-D a los marianitos y marianitas culpables de su progresiva caída electoral y de su ciego enfrentamiento a las reformas políticas esenciales demandadas por la sociedad española, el partido de Albert Rivera continúa creciendo en las expectativas de voto. Una progresión lenta pero segura en la carrera hacia La Moncloa que ya anunciamos el pasado 25 de octubre cuando, a la luz del análisis demoscópico, nos preguntábamos anticipadamente si el joven líder de Ciudadanos no podría ser el próximo presidente de Gobierno.

Entonces, el barómetro electoral de Metroscopia ya había señalado que las expectativas del resultado electoral del próximo 20-D colocaban en un puño al PSOE, al PP y a Ciudadanos (respectivamente con el 23,6%, el 23,4% y el 21,5% de los votos). Y eso quería decir que con un leve crecimiento, bien a costa de los dos partidos tradicionalmente mayoritarios o por un trasvase desde Podemos y desde los restos de UPyD, Ciudadanos podía ser incluso el partido más votado.

Un mes más tarde, exactamente el 1 de noviembre, una nueva edición del mismo estudio barométrico de Metroscopia publicada en El País reajustaba aquella estimación de votos con los siguientes porcentajes: un 23,5 para el PP (perdía una décima de punto respecto a la medición anterior), un 22,5 para Ciudadanos (ganaba un punto) y un 21,0 para el PSOE (perdía 2,4 puntos), que en estos momentos es el partido más acosado en la batalla electoral. Es decir, de momento se confirma el crecimiento de Ciudadanos hasta colocarse ya en segunda posición a tan solo un punto del PP y con un punto y medio de votos más que el PSOE, que queda en tercera posición y seguido a cuatro puntos por Podemos.

Y si bien esa distribución tan apretada de votos no se correlaciona con igual justeza en cuanto a la posible obtención de escaños, al aplicarse la Ley d’Hont por circunscripciones provinciales con una recogida de votos no homogénea para cada partido, sí que define un escenario muy volátil en el que pequeños cambios de última hora pueden acarrear grandes sorpresas.

Así, las diferencias de escaños previstas por Metroscopia para cada uno de los partidos en liza, no son tan apretadas como el porcentaje total de los votos obtenidos. El PP conseguiría entre 93 y 100 escaños (una debacle de magnitud impensable hasta ahora), Ciudadanos sólo entre 72 y 84 escaños (siendo el segundo partido en votos)y el PSOE entre 88 y 98 escaños a pesar de ser el tercero (lo que supondría un batacazocuando menos similar al del PP).

 

¿Y qué pasará si la tendencia ascendente de Ciudadanos sigue su curso…? Simplemente con conseguir un escaño en cada una de las 17 provincias que otorgan entre 3 y 4, a costa claro está de que lo pierdan PP y/o PSOE, el partido de Rivera ya se podría situar por encima de ambas formaciones ygobernar España en la próxima legislatura. Así de simple.

Para ello, Rivera cuenta con una ayuda definitiva en estos momentos: la de ser el líder político y candidato presidencial mejor valorado por los votantes, según todos los estudios demoscópicos al uso. De hecho, su saldo de aprobación en el que estamos comentando de Metroscopia es de un +17, frente al -9 de Alberto Garzón, el -24 de Pedro Sánchez, el -37 de Pablo Iglesias y el -42 de Mariano Rajoy. Es decir, Albert Rivera es el único que tiene un saldo evaluativo positivo al integrar los porcentajes de aprobación y desaprobación correspondientes.

Dato ciertamente llamativo cuando, además, tan sólo es conocido por un 90% de los electores, porcentaje menor que el de los líderes del PSOE, de Podemos y del PP. Lo que también quiere decir que si de aquí al 20-D Rivera llega a ser conocido por el 10% restante (las cadenas de televisión se lo facilitarán a lo largo de la campaña), su saldo de aprobación y su captación de votos deberíancreceralgo más casi de forma automática.

En cualquier caso, y como señala igualmente el estudio de Metroscopia, ya son más los españoles que prefieren a Rivera como próximo presidente del Gobierno (el 22%) antes que a Rajoy (el 17%), a Sánchez (el 16%) o a Iglesias (el 14%). Una preferencia que encaja a la perfección con la imagen que tienen del líder de Ciudadanos, siendomuchos más los electores que aprueban su labor política que quienes la desaprueban, cosa que no sucede con ningún otro de los políticos evaluados.

 

Otro aspecto diferencial entre Rivera y sus competidores es su condición de catalán y españolista, lo que podría influir en el comportamiento electoral de muchos votantes, dentro y fuera de Cataluña. En uno y otro caso se podría apreciar en torno a su persona una posibilidad mayor de reconducir el problema del secesionismo y de integrar más al pueblo catalán en la gobernación del Estado.

En su caso, bajo esta perspectivaRivera podría compararse nada menos que con Juan Prim y Prats, militar y político de innegable talla que en el convulso siglo XIX se reveló como un gran demócrata, un gran catalán y un gran español. De hecho, la figura de Rivera ya alarma sobremanera dentro del PP, hasta el punto de pasar a ser el objetivo a batir políticamente de aquí al 20-D.

Según ha desvelado el digital OKDiario (03/11/2015), “el Partido Popular maneja una consulta sobre intención de voto directo realizada en octubre, pocas semanas después de las elecciones catalanas, que sitúa al partido de Albert Rivera por encima de la formación liderada por Mariano Rajoy”.

Se trata, según dicho medio informativo, de un sondeo de intención de voto directo sobre 2.600 entrevistados a los que se les preguntó a quién iban a votar, sin preámbulos ni conducciones previas, para evitar respuestas viciadas o distorsionadas, con el trabajo de campo realizado entre el 12 y el 18 de octubre. Su resultado, que circuló por Génova 13 como la pólvora encendida, fue tan inesperado como desmoralizador: “Ciudadanos sería a día de hoy la fuerza política más votada por delante del Partido Popular, y en tercer posición quedaría el desinflado PSOE de Pedro Sánchez”.

La empresa encargada de realizar ese sondeo, Metroscopia, sería la misma que elabora el barómetro electoral publicado habitualmente porEl País, cuya‘estimación de votos’ en su última edición del 1 de noviembre (no ‘votos directos’ ya decididos), dando un poco más de aire al PP, ya hemos comentado.

Lo cierto y nítidamente reflejado en la dinámica tendencial de las encuestas electorales, es que, hoy por hoy, la inmensa mayoría de la sociedad rechaza volver a ser gobernada por el PP o por el PSOE, en contra de loque ha venido sucediendo desde la caída de UCD en 1982. De esta realidad dan fe el triple empate registrado entre PP, Ciudadanos y el PSOE; el hecho de que la suma de votos de las fuerzas que integraban el sistema bipartidista ya se sitúe muy por debajo del 50% y, finalmente,elque los partidos emergentes sigan ganando posiciones y forzando la reubicación de populares y socialistasen el espacio ideológico del centro.

Durante muchos años, los electores se han visto atados por la imposición teoría del ‘mal menor’. Es decir, obligados a votar al PP si no querían ser gobernados por el PSOE o votar al PSOE si no querían ser gobernados por el PP; soportando además al mismo tiempo el altísimo coste de las ‘bisagras nacionalistas’ necesarias para garantizar la estabilidad de una u otra opción bipartidista. Ahora hay otras posibilidades de formar gobierno conjugando acuerdos al menos entre cuatro formaciones de ámbito nacional, sin necesidad de someterse al chantaje del pragmatismo periférico.

Y por eso, el mes y medio que queda hasta las elecciones del 20-D va a ser decisivo para fijar la última posición de los votantes. Cada acierto o cada error, cada propuesta, decisión o declaración pública de los partidos y líderes en liza (o sus silencios y su falta de transparencias en relación con temas tan escabrosos como el de la corrupción política o el de la politización de la justicia), van a repercutir de forma muy decisiva en la obtención de escaños parlamentarios y en el posterior juego de pactos para la investidura presidencial.

Es la hora de la verdad y el tiempo de analizar con lupa a cada candidato y cada programa, sin olvidar las frustraciones pretéritas. Ahora hay más partidos jugando en la política nacional y, por tanto, más que exigir también a quienes aspiran a gobernar el país, con la posibilidad de premiarles o castigarles en función de sus propuestas concretas,que hasta ahora eran simples vaguedades y farfolla electoralista sometida al ‘lo tomas o lo dejas’ de las dos únicas opciones con posibilidad de ganarlas elecciones: el PP y el PSOE.

Hoy hay un escenario electoral multipartidista, con posiciones mucho más claras de derecha, de izquierda y de centro, e incluso de radicalismos en cada uno de los extremos del espectro político. Así, cada ciudadano puede identificar mejor su opción de voto y, en consecuencia, obrar con más responsabilidad personal y en un ejercicio más libre y democrático. Esta es la realidad.

Sin ir más lejos, los centristas de verdad tendrán, por fin, una opción propia para fomentar el entendimiento político y social. Durante la Transición, este espacio se mostró trascendente y puede que vuelva a ser esencialpara afrontar con mesura y verdadera inteligencia las reformas necesarias de un sistema político hoy, degenerado por los excesos de la partitocracia y la corrupción.

De momento, sigamos mirando con esperanza a Albert Rivera. Cada vez se parece más al Adolfo Suárez que lideró el cambio del régimen franquista al democrático. Y se le parecerá más en la medida que también crea más en sí mismo y se rodee de gente cualificada, apreciada públicamente en todos las áreas de la acción de gobierno, y no en compinches de camarilla como suelen hacer otros líderes políticos, sin olvidar que a Suárez se lo cargó la ‘derechona’ del momento emboscada en su propio partido.

Quizás él pueda ser quien acabe ahora con la España de los políticos delincuentes y los despropósitos autonómicos: tampoco hace mala pareja con Felipe VI, como Adolfo no la hizo en su momento con Juan Carlos I.

Fernando J. Muniesa