Cuando a principios de noviembre hablábamos de las últimas razones por las que Rajoy y el PP iban a perder el Gobierno, advertíamos que su torpe inmovilismo político aún se podría culminar, más a más, con la presentación de unas listas electorales para el 20-D de verdadera ‘traca’. Aquel apunte era una mera premonición -alimentada por el desprestigio del partido y por la forma en la que los populares se gobiernan internamente-, que ahora se ha convertido en otra evidencia lamentable.
Es cierto que, excluyendo a Ciudadanos -cuya etiqueta de ser un partido limpio y reformista parece gozar por sí misma del favor de los votantes-, las demás formaciones políticas tampoco ofrecen candidaturas electorales atractivas. Una realidad derivada del sistema partitocrático vigente -sin listas abiertas-, del error de suponer que el arrastre de los votos se debe sobre todo a las siglas -sin importar quienes las representan- y de la mala imagen social de la política, aspectos que perjudican la participación activa de los ciudadanos mejor preparados para el servicio público.
Pero, aun así, dentro del PP, partido que presume de contar nada menos que con 865.000 afiliados (cuatro veces más que el PSOE), hay suficiente gente preparada, bastante conocida y dispuesta para conformar unas listas electorales de recibo. Y más todavía si se invitara a participar en ellas a simpatizantes no afiliados de prestigio profesional y palpable relevancia social con mucho que aportar en el ámbito parlamentario: eso es lo que el marketing electoral más primario aconsejaría entreverar junto a sus líderes políticos o núcleo duro de la organización, sin excluir el pre-test de candidatos, al igual que se testan, por ejemplo, los slogans, envases o productos comerciales en el ámbito más ordinario del marketing intensivo.
En sentido contrario, lo impropio es incluir en los puestos más destacados de las candidaturas a personas ya quemadas o súper amortizadas, e incluso fracasadas o que se han comportado como simples ‘floreros’ allí donde han tenido algún cargo o responsabilidad política. Y esta inclusión de gente con una imagen pública desfavorable, o simplemente desconocida y sin valores objetivos contrastados, es la que caracteriza las listas electorales del PP para el 20-D, justo en un momento crítico en términos de futuro y tras continuos tropiezos en todos los comicios celebrados a partir del 20-N (europeos, municipales y autonómicos).
Para las listas electorales no debería valer cualquiera, ni su mejor mérito debe ser tampoco el de la amistad personal con el Dedo Divino que las sanciona o el de formar parte de las camarillas que le rodean. Y en las candidaturas para el 20-D del PP, que además de ser el partido que puede perder el Gobierno también puede caer en una crisis de demolición sin precedentes, hay mucho ‘número uno’ sin la menor justificación razonable, junto a otros verdaderos ‘espanta-votos’ enmascarados en puestos menos relevantes pero con el mismo efecto de rechazo social. Puestos a elegir los candidatos electorales a dedo, que es como de verdad se eligen en el PP, óptese entonces por quienes verdaderamente lo merezcan y sean más útiles en su función de representación parlamentaria.
Puede ser de mala educación señalar abiertamente a este tipo de personas convertidas en contumaces chupa-escaños incapaces de reconocer su poca categoría política y su escasa capacidad de liderazgo social, amparadas sólo en que las siglas del partido tiren de lo suyo. Pero ahí están bien visibles como cabeceras de listas provinciales después de haber sido los ministros peor valorados por los españoles desde la Transición. Veámoslos:
Jorge Fernández Díaz, número uno por Barcelona
Un auténtico ministro ‘pisacharcos’ y con una imagen pública de vergüenza ajena, que comenzó su vida política nada menos que en 1978 como delegado provincial de Trabajo con UCD, siendo después gobernador civil de Asturias y de Barcelona y abandonando su partido deprisa y corriendo cuando se anunciaba su derrumbamiento para instalarse en el CDS sin éxito alguno y desembarcar a continuación en Alianza Popular, desde donde colaboró oscuramente con el ‘pujolismo’, como desveló en su momento Javier de la Rosa.
Durante las cinco legislaturas que ocupó escaño de opositor en el Ayuntamiento de Barcelona, en el Parlamento de Cataluña y en el Congreso de los Diputados, nunca hizo nada digno de mención. Como tampoco brilló lo más mínimo como secretario de Estado para las Administraciones Públicas (1996-1999), de Educación, Universidades, Investigación y Desarrollo (1999-2000) y de Relaciones con las Cortes (2000-2004). Eso sí, es el padre espiritual del atropello democrático que supone la llamada ‘Ley Mordaza’, de las concertinas salvajes instaladas en la frontera con Marruecos para impedir la entrada de inmigrantes y de sus devoluciones ‘en caliente’, e incansable látigo de las mujeres pro-abortistas. ¿Quién puede votar hoy en día a este personaje para que siga abrumando a medio mundo con su carcunda política…?
José Manuel García-Margallo, número uno por Alicante
Este es otro ejemplo de político lamentablemente imperecedero que en 1974 ya colaboró con el Ministerio de Hacienda franquista antes de pertenecer de forma sucesiva a UCD, al PDP y al PP. Nacido en Madrid, y con 71 años cumpliditos, no se sabe por qué razón encabeza la lista de Alicante, donde no hay razón alguna para votarle, máxime cuando el ministro Montoro, le acaba de acusar en público de ser un “rehén de su arrogancia intelectual”.
Claro está que el hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores también se despachó a gusto tildando a su compañero del alma poco menos que de analfabeto… Todo un espectáculo -sin entrar en más detalles- ideal para dar votos a la competencia.
Fátima Báñez, número uno por Huelva
Además de ser una ministra muy mal valorada por los electores, como el conjunto del Gobierno de Rajoy, es sin duda alguna la más odiada en los medios laborales. Quizás esa fue la causa de que en las pasadas elecciones andaluzas el PP perdiera en su circunscripción de Huelva dos de los cinco escaños autonómicos que tenía. Un batacazo que con Fátima Báñez todavía más visible, será lógico que vaya a más.
Cuando al inicio de la legislatura Báñez asumió la cartera de Trabajo y Seguridad Social, el paro constituía el primer problema para los españoles y hoy sigue siéndolo, pero tras cuatro años de un intenso sufrimiento social centrado en las clases más desfavorecidas contra las que se ha cargado la gestión de la crisis. No es presumible que esos españoles tan perjudicados vayan a votar precisamente -en Huelva ni en ningún otro sitio- a la principal responsable de la reforma laboral que les está consumiendo.
José Manuel Soria, número uno por Las Palmas
Si hay alguien culpable de la decadencia del PP en Canarias, no es otra persona que José Manuel Soria. Su última torpeza en la política local fue romper en 2010 el Gobierno PP-CC, tan solo porque Coalición Canaria apoyó razonablemente en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno del PSOE, calculando de forma errónea que eso hundiría a los nacionalistas canarios, que hoy, y desde hace muchos, años siguen gobernando en la Comunidad Autónoma.
Peor todavía es que, como titular de Industria, Energía y Turismo, el ahora cabeza de lista del PP por Las Palmas haya sido incapaz de prestar la más mínima atención a los problemas canarios en las materias que han sido de su incumbencia ministerial. Bien al contrario, sus paisanos tuvieron que reaccionar con dureza a la amenaza que suponía para su modelo de desarrollo económico las prospecciones petrolíferas que forzó en sus aguas territoriales.
Rafael Catalá, número uno por Cuenca
Nacido en Madrid y totalmente desconocido en España hasta que en septiembre de 2014 fue nombrado ministro de Justicia, nada le vincula a Cuenca ni por lo más remoto, ni -por lo desconocido- nadie le tiene allí el menor aprecio personal. Si lo que pretende Rajoy al designar a Catalá como cabeza de lista por Cuenca es que el PP pierda al menos uno de los dos escaños conseguidos en las elecciones de 2011 (de tres en juego), puede darlo por conseguido.
Ana Pastor, número uno por Pontevedra
La lealtad personal de Ana Pastor hacia Rajoy (su mentor político) y su capacidad de trabajo, hacen comprensible su designación como cabeza de lista por Pontevedra, provincia de la que es natural (al igual que Rajoy). Pero esa vinculación tan directa con el presidente del Gobierno (que es el peor valorado socialmente desde la Transición), puede ser también la que haga imposible mantener los actuales cuatro escaños del PP en Pontevedra, territorio que no ha disfrutado de la menor atención por parte de la Presidencia del Gobierno ni del Ministerio de Fomento.
El caso de Soraya Sáenz de Santamaría, colocada de número dos por Madrid, es igual de entendible en términos personales y de coherencia política. Pero eso no obsta para recordar que, como todos los miembros del Gobierno, también ha sido desaprobada de forma radical por los votantes.
Cristóbal Montoro es otro ejemplo de ministro chupa-escaños dado su total desprestigio a nivel nacional y su incapacidad manifiesta para evitar la fuga de votos del PP. En Jaén, su provincia de origen, no le han admitido en las listas de ninguna de las maneras (al igual que ha sucedido en Sevilla), aunque ha logrado lastrar las de Madrid en una posición destacada.
Poco hay que objetar a la nominación del ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, como número uno por Vizcaya, ni a la del ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, por Palencia, aunque éste podía haber encajado mejor por Madrid que como diputado lanzado en paracaídas donde no le conoce nadie. Ambos políticos, desembarcados a última hora en el fracasado Gobierno de Rajoy, siguen siendo valores de futuro para el PP.
Por razones personales distintas, dos ministros de Rajoy, Luis de Guindos y Pedro Morenés, han decidido apearse de los carteles electorales: serán los menos dolidos tras el previsible fracaso electoral del partido. Mientras la última titular del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, ha sido metida a empujones en la candidatura de Madrid, donde a pesar de su rango político es una perfecta desconocida…
En cuanto a otras cabezas electorales, también merece la pena destacar la colocación de María Dolores de Cospedal como número uno por Toledo. Habiendo decidido abandonar el Parlamento de Castilla-La Mancha tras perder el Gobierno de la Autonomía, el hecho de que encabece esa lista provincial y no tenga un hueco digno en la de Madrid, poco dice sobre su función como secretaria general del PP. No obstante, está claro que no quiere perder pie en la política nacional para titular un ministerio si vuelve a gobernar Rajoy o para disputar por su sucesión si no lo hace (el dar o no dar previamente votos al partido parece cosa de menor importancia).
Colocados, pues, los incondicionales de Rajoy con la canonjía parlamentaria asegurada, pero con un gran perjuicio a efectos de eficacia electoral, el resto de los primeros puestos provinciales ofrecen poca renovación -salvo casos muy contados- y menos capacidad todavía para entusiasmar a los votantes en un escenario de tanto rechazo social al Gobierno y al partido.
Ahora, el PP sufre el error táctico de no haber sustituido con mayor decisión y acierto a los líderes que se desmoronaron en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo (y en las anteriores de Andalucía), cuando todavía se contaba con siete meses para acreditar a los nuevos titulares que pudieran frenar la pérdida de votos. Y demostrando, además, que no tiene banquillo, sino más bien una colección de corchos políticos flotantes que taponan la renovación del partido y que lastran su necesaria conexión con la sociedad real.
Ahí están, también como cabezas de listas provinciales, Jesús Posada en Soria, Teófila Martínez en Cádiz, Juan Ignacio Zoido en Sevilla, Carlos Floriano en Cáceres, Rafael Hernando en Almería, Tomás Burgos en Valladolid, José Antonio Bermúdez de Castro en Salamanca, Leopoldo Barreda en Vizcaya, Pablo Matos en Tenerife… O posiciones algo menos relevantes como las de Celia Villalobos en Málaga y Jorge Moragas o Alicia Sánchez-Camacho en Barcelona, Ramón Aguirre en Guadalajara…
Con esta curiosa renovación ‘inmovilista’ (en realidad una falsa renovación), y con los pocos nombres que están donde deben estar de forma razonable (por ejemplo, Fernando Martínez-Maillo de número uno por Zamora o Pablo Casado por Ávila, circunscripciones ambas en todo caso de menor entidad), va a ser muy difícil que el PP no se pegue otro batacazo electoral mortal. Claro está que su principal problema es el número uno del partido por Madrid: Mariano Rajoy.
En 2011, el PP obtuvo 19 escaños de diputados en Madrid de un total de 36. El 20-D no parece fácil que pueda alcanzar 10, entre otras cosas porque la lista es de verdadera traca. Fíjénse quienes son las figuras que pretenden abortar la debacle del partido en la capital del Reino:
Realmente decepcionante. ¿Quién se va a molestar en ir a votar a esta tropa de recalcitrantes fracasados políticos…? Con listas electorales tan poco atractivas, tanto en Madrid como en el resto de las circunscripciones, es fácil prever que muchos votantes conservadores se pasarán fácilmente a Ciudadanos, mientras otros no se molestarán siquiera en ir a votar.
El todopoderoso presidente del PP ha asegurado un cómodo puesto como ‘padres de la Patria’ a todo su equipo del Gobierno, mientras otros barones populares expresamente fracasados en las urnas (como Rita Barberá, Luisa Fernanda Rudi, Alberto Fabra o José Ramón Bauzá), o fósiles andantes que se incorporaron a la política en la prehistoria de la UCD como Juan José Lucas, se fuman un puro ante el 20-D como orondos senadores por designación de sus respectivas comunidades autónomas. Su papel como ‘decorado’ de fondo del aggiornamento popular, es deplorable.
Grave error político el de creer que, en la actual situación crítica del PP, sus siglas van a poderlo todo en la batalla electoral. La foto de Rajoy en Madrid escoltado por sus particulares ‘ayudantes de tuberías’ (Soraya, Cristóbal, Isabel…), que increíblemente parecer ser lo más solvente que puede ofrecer Génova, y sin nadie que se identifique con una nueva forma de comprender la realidad social, se va a pagar muy cara.
Nadie duda que el PP perderá muchos escaños, y con ello el Gobierno (ya veremos si la aritmética parlamentaria impide o no una coalición de corte ‘populista’). Aunque lo peor de todo es que los diputados populares que se mantengan en la poltrona serán precisamente los responsables más directos del fracaso electoral. Con su pan se lo coman.
Fernando J. Muniesa