Ahora no solamente existen “dos Españas”, sino también “dos Cataluñas”. Así que Cataluña está hoy, sólo un poco más fracturada que el resto del Estado. Ayer estaba con un grupo de amigos desde las 14:00 hasta las 18:00 en la terraza de un bar. Al otro lado del vidrio la televisión desgranaba en directo la sesión del parlament. Hablaban. Nadie entre la clientela del bar prestaba atención a lo que decían diputados, tertulianos o simples enteraos, ni siquiera nuestro grupo formado por “unitaristas” y “españoles de bien”. En lo personal, reconozco que me importa una mierda –y digo, una “mierda”, yo que abomino del mal gusto y del lenguaje soez, pero es que no se me ocurre nada mejor para calificar este tema machacón y obsesivo que sólo interesa a los independentistas– toda esta fiesta del 1–O.
Ayer, uno de los amigos presentes comentaba que unos amigos suyos, vascos y nacionalistas le preguntaban que cuándo iban a dejar de “dar la brasa” en Cataluña con este tema que repercute en la televisión vasca a modo de “precedente”. Otro se iba a una manifestación delante de la delegación del gobierno. Miramos los balcones de Barcelona, cerca de la “derecha del Ensanche” y, francamente, apenas vimos banderas independentistas.
Si hay urnas –que las habrá– el 1–O, dudo mucho que tengan más participación que en el anterior esperpento. Hoy, cuando veo las fotos del Parlament me resulta conmovedor la sala medio vacía. Estos lilas (sinónimo de tontorrones o fatuos) que hablan en nombre de Cataluña, estaban aplaudiendo al terminar la sesión como si hubieran logrado algo más que partir visualmente a Cataluña en dos. Tal ha sido el único logro de la banda de mediocridades que gestionan el gobierno autonómico.
LA ALTERNATIVA AL REFERENDUM DEL SIOSI, EL “PATRIOTISMO CONSTITUCIONAL”
Esta mediocridad autonómica tiene como contrapartida la simétrica mediocridad de la que hace gala el gobierno español. La estrategia de Rajoy, se sabe, consiste en dejar pudrir los problemas y, una vez podridos, “aplicar la ley”. El problema es que la “ley” es una constitución desgastada, avejentada y superada, que nació como producto de unos consensos hace 40 años, y que se pretende seguir aplicando hoy con una realidad muy diferente. Hoy ya no existen las mismas fuerzas políticas, económicas y sociales de 1978. Para abogadas del Estado como la Sáenz de Santamaría y Rajoy, todo se reduce a una visión leguleya del problema: “aplíquese lo previsto en la ley”… Nada más. Y esa “ley” (la constitución) no suscita entusiasmos, ni en torno a ella se pueden realizar movilizaciones. El “patriotismo constitucional” del que hablara Aznar, que durante casi cuarenta años ha consistido en cambalachear con los nacionalistas catalanes, es la más inicua de todas las formas de patriotismo.
Los “padres de la constitución” se creyeron que el nacionalismo moderado catalán colaboraría con España, a cambio de ser el fulcro central para la gobernación del Estado. Se olvidaban de lo que era Pujol y su partido: “nacionalistas”. El nacionalismo presupone la creencia en que se es partícipe de una “nación” y toda nación aspira a la independencia: así pues, resultaba evidente que nacionalistas catalanes y vascos (y luego gallegos, y más tarde andaluces) iban a pedir, tarde o temprano la independencia de su “nación”. Era cuestión de tiempo. Declaraciones como aquella de Aznar de que “hablo catalán en la intimidad” con la subsiguiente liquidación de Vidal Quadras contribuyeron a debilitar el “españolismo” en Cataluña y a decepcionar a los pepetillos que el día antes habían gritado bajo el balcón triunfal de Génova: “Pujol enano, habla castellano”. En la comida de ayer todos coincidimos en que, efectivamente, a un sujeto como Puigdemont se le va la tontería con dos sopapos legales. Basta con una citación ante el juzgado de guardia. El miedo no lo da Pelomocho y sus mariachis, sino Rajoy con su política de Don Tancredo, que ha sido el Red Bull para los independentistas: el “no pasa nada”, simplemente, les ha dado alas.
17 AÑOS DE POLÍTICA CATALANA: TRAGEDIAS ENCADENADAS
Hay que hacer historia sobre cómo se ha llegado hasta aquí y recordar la responsabilidad de Maragall, que llegó a la presidencia con el cerebro desbaratado por la enfermedad. Y nunca hay que insistir suficientemente en esto: todos los que veíamos a Maragall, lo conocíamos o sabíamos de él, nos constaba ya en 1998 que estaba enfermo y que había momentos en los que le faltaba lucidez. Es triste pero es real. Sus discursos eran erráticos, se perdía en los temas, se quedaba en blanco, su aspecto exterior era el de un enfermo y en el PSC lo sabían ¡pero no tenían otro candidato que enfrentar a Pujol primero y luego a Mas! Su esperanza era que llegara al poder el tándem Maragall como presidente y Montilla como vice, para al cabo de un año, que dimitiera el primero y se hiciera cargo de la Generalitat el segundo. Fue solo tras la dimisión de Maragall cuando se empezó a reconocer que estaba afectado de Alzheimer. Pero este drama personal fue un drama autonómico cuando un partido, sabiéndolo, lo presentó como presidente de la Generalitat y se demostró errático, incontrolable, sombra de sí mismo, manipulable (especialmente por ERC) ¿el resultado? El “nou Estatut”.
Fue el PSC el que insistió en el “nou Estatut” que todos sabían que no iba a progresar porque el PP en el gobierno del Estado lo hubiera rechazado. Pero Maragall quería superar a los nacionalistas mostrándose como más nacionalista que ellos. Y ocurrieron las tragedias encadenadas: las bombas del 11–M (primera tragedia) colocaron a ZP en la presidencia (segunda tragedia). El “nou Estatut” que llegaba sin ningún tipo de demanda social, podía tramitarse (tercera tragedia). El peor presidente de la democracia estimó que cualquier cosa que aprobara el parlament, sería aceptada por él… Y Carod Rovira vio el cielo abierto: “2014 será el año de la independencia de Cataluña”, dijo (aunque permaneció mudo cuando le preguntaron qué vendría después: sólo le importaba la independencia; luego podía sobrevenir el Apocalipsis…).
A un Maragall enfermo, le sustituyó un Montilla gris, deslucido, sin perfil propio (cuarta tragedia) y con gobiernos en los que estuvo presente ICV y ERC (quinta tragedia). Y a éste un Mas ansioso por pasar a la historia justo en el momento en el que se había desencadenado la gran crisis económica (sexta tragedia). Las investigaciones judiciales hacían peligrar todo el entramado de comisiones e intereses construido en torno a la Generalitat y con ello peligraban los patrimonios de muchos. Otro con más seso hubiera “negociado”, a fin de cuentas, en Cataluña no ocurría nada diferente a lo que en cualquier otro lugar del Estado, solo que el festín era mayor porque mayor era el presupuesto público que se movía en Cataluña. Mas jugó con la amenaza, especialmente cuando el Constitucional tiró atrás los artículos más extremos del “nou Estatut” (séptima tragedia). A partir de ahí, en plena crisis, la política catalana se convirtió en un sainete: llegó el reino de los menos que mediocres. Eran los hijos de la LOGSE aplicada en Cataluña. El mapa político catalán se fragmentó hasta la exasperación (octava tragedia).
Y lo que era peor: las viejas ambigüedades del PSC y de IUV fueron heredadas por la nueva izquierda de la Colau y los podemitas catalanes. “Somos soberanistas, no independentistas”… con lo que quería decir que el pueblo catalán es “soberano” y, en tanto que soberano puede pronunciarse sobre si quiere o no la independencia o que cultiven champiñones en los túneles del metro. Y luego, cuando les preguntabas: “¿Pero tú que votarías?”. Ah, eso depende de la campaña decían unos; otros decían que sí que votarían por la independencia; otros que no; otros que eso no les interesaba que lo importante es que el pueblo catalán se pronunciara…
LA NACIÓN DEL 50’1%
En cualquier caso, si en 2010 se hubiera convocado un referéndum, el independentismo no habría tenido más de un 25–30% de votos, calculando por todo lo alto. Después de siete años, quizás hoy llegara al 35% que es su límite, ¿y eso por qué? Porque es el porcentaje de catalanes que solamente utilizan la lengua catalana en su vida cotidiana; por eso. Contando con que sectores de la izquierda obtusa–abstrusa–y–difusa podrían votar a favor de la independencia, a la vista de la ambigüedad de las particularidades del podemismo y del partido de la Colgau, difícilmente en un referéndum obtendrían la independencia. No vencería el “españolismo”, ni el “patriotismo constitucional”, sino que vencería la indiferencia, que es muy diferente.
Por otra parte, hay que pensar que para modificar una ley constitucional hace falta cierto consenso que se expresa en dos tercios de los diputados favorables. En la creación de una nueva nación el consenso debería de ser incluso superior… y no el miserable 50’1% al que aspiran los independentistas sobre el 49’9%, sobre una participación fuera del 45%. Ayer, los diez amigos reunidos bromeábamos con que a partir del 1–O tendremos “doble nacionalidad”. Sea lo que sea que ocurra el 1–O (y en nuestra opinión no ocurrirá apenas nada), ninguno de nosotros, se sentía ciudadano de una nación que se llamara República Nacional de Cataluña. Y hay miles que piensan lo mismo.
No es “resistencia” lo que pediría la “nueva entidad nacional”, sino desprecio e indiferencia. Una nación surgida de un referéndum será sólo la nación de quienes han votado en ese referéndum (inútil decir que en un referéndum como el del 1–O, la casi totalidad de los votantes votará SI… porque al resto ni nos interesa la cita en las urnas de cartón, o está en contra o simplemente tiene la convicción de que es ilegal. O las tres cosas. Sin olvidar que lo que nace de una situación ilegal no puede aspirar a que se respete su legalidad.
Pero lo cierto es que, cada vez más, aumenta el número de catalanes que exigimos que termine esta fiesta. Que cambien el disco del “soberanismo”, del “referéndum” y de la “independencia” que está tan rayado y deslucido como las banderas compradas en los chinos que cuelgan de los mismos balcones desde hace siete años. Cansa, aburre, es machacón y termina hastiando a segmentos cada vez mayores de población.
LOS LILAS (PARDILLOS, TONTILLOS, GILILILAS) FRENTE A LA YIHAD
Para colmo, está el yihadismo. Vale la pena dedicar un par de párrafos al tema. En toda Europa la consigna es “cuando haya atentados, sobre todo, que no se extienda la islamofobia”. Eso está bien porque el paquistaní que me vende refrescos hasta las tantas es un tipo enrollado, con el marroquí al que le compro frutas los viernes con el que he desarrollado una muy buena relación; y no hay que confundir justos con pecadores. Pero una cosa es eso y otra caer en la cursilería, el ridículo, la estupidez y hacer el lila: había que protestar contra el terrorismo yihadista, no contra los musulmanes, bien, pero lo que no podía hacerse después de que 16 cuerpos hubieran quedado fríos en las Ramblas y 140 personas más estuvieran heridas, era una manifestación contra la islamofobia y por la independencia… ignorando que no hubo precisamente aciertos por parte de la Conselleria de Interior y permaneciendo mudos ante el islamismo yihadista. Y sin olvidar el peripatético espectáculo del padre de una víctima infantil abrazando a un imán (¿era verdaderamente el padre de la víctima? ¿Estaba en sus cabales o todavía bajo el impacto de la pérdida? ¿Lo hizo de motu proprio o inducido por alguien? ¿Había hablado antes con el imán y le había preguntado su opinión sobre la yihad? ¿El imán, era imán verdaderamente? Vivimos en una sociedad del espectáculo y el gesto del padre (o el que interpretaba el rol de padre) enroscado al imán (o al que había de imán) formó parte del espectáculo más lila y tontorrón que ha podido verse en toda la historia del terrorismo internacional (salvo, claro está cuando aquel socialista “perdonó” a los etarras que le habían arrancado una pierna de un bombazo en lugar de exigir que esos matarifes sedientos de sangre fueran encerrados ipso facto)… y que, junto a la manifestación, sirvió para demostrar que Cataluña tenía la mandíbula blanda ante el yihadismo.
Afortunadamente, los yihadistas se afilian al ISIS por Internet como quien se hace de un club de vinos, carecen de dirección estratégica y carecen de un centro que elabore estrategias y emita órdenes de atentar… Si lo hubiera, Cataluña sería el principal objetivo yihadista en el mundo: autoridades blandurrías centradas en lo suyo (“el referéndum”), nexo con el Estado reducido a unos párrafos de la constitución, policía autonómica con poca experiencia, una Generalitat que compra la paz étnico–religiosa mediante subsidios, subvenciones, prebendas y gabelas a la comunidad islámica (pensando que su apoyo será decisivo para desequilibrar a su favor el empate técnico independentismo–españolismo), una sociedad que no termina de entender lo que ocurre y con tendencias esquizoides (“no tenemos miedo”… cuando Barcelona estaba literalmente escagarrinada por el atentado con un bajón posterior del turismo que se percibe en las calles). Afortunadamente no hay un “centro estratégico yihadista” capaz de evaluar la situación y bastante tienen los del ISIS con estar refugiados en las cloacas de Deir Ezzor soportando los bombardeos de la aviación rusa (¡Hurra por los pilotos de los Mig! ¡Apunta a la barba, Iván!) y los cañonazos del ejército Sirio (¡Tres Hurras por el presidente El Assad y por el baasismo sirio, honor y gloria del mundo panarabista!), para preocuparse de la yihad en la tierra Pelomocho y la Colgau.
EL ISLAM Y EL INDEPENDENTISMO
Siempre hemos dicho: “Cataluña no puede ser independiente en 2017 porque se la comen los islamistas”. Y hemos añadido: “Cataluña no pudo ser independiente en 1909 porque se la comía el proletariado”. En 1909 el ejército español salvó los papeles a la alta burguesía catalana propulsora del nacionalismo. El 2017 el independentismo ya no lo dirige la alta burguesía, sino sectores sociales muy diferentes (borrokas, marginados y ocupas de la CUP, honestas gentes de zonas rurales de ERC, clases funcionariales dependientes de la Generalitat…). A diferencia de la alta burguesía catalana que después de 1909 entendió cuál era el problema (que el proletariado “español” no iba a apoyar los devaneos nacionalistas de la nueva burguesía industrial que, por lo demás, actuó en consecuencia habilitando pistoleros y “sindicatos libres”)…
Los soberanistas de hoy creen, con una pasmosa ingenuidad rayana en lo suicida, que el millón y medio de musulmanes “catalanes” se van a integrar con la misma facilidad con que lo hicieron en los 50–70 los inmigrantes llegados de otras partes del Estado. De hecho, creen que subsidiándolos hacen como Pujol con Justo Molinero, convirtiéndoles en “bons nous catalans”. No sé que me repele más del independentismo, si su cobardía congénita, su estupidez demostrada en el análisis de la presencia del islam en Cataluña o su ignorancia (la integración que no ha funcionado en ningún país europeo por democrático que fuera… no va a funcionar en Cataluña–española ni en el pastelazo de la República Catalana).
EL TIEMPO DEL EXILIO INTERIOR YA ESTÁ AQUÍ
Pelomocho y sus mariachis han completado la tarea de Mas: partir a Cataluña en dos. En tres, si tenemos en cuenta que buena parte de la población no se identifica ni con el independentismo, ni con el patriotismo constitucional. En cuatro si tenemos en cuenta a la comunidad islámica. Cataluña no es una nación, es un ente territorial cada vez más atomizado. Y esa es la triste realidad a la que la han abocado unos y otros. No pasará gran cosa el 1–O. Y eso es lo peor que la fiesta corre el riesgo de proseguir ad infinitum. E incluso aunque hubiera el malhadado referéndum con las garantías democráticas mínimas, lo presumible es que no saliera adelante el proyecto independentista… pero eso no indicaría que aquí terminaba la historia, sino que los independentistas insistirían en un nuevo referéndum de aquí a unos años y así sucesivamente hasta que ocurriera como en Quebec que la población ha terminado por hartarse del nacionalismo (en un país que apenas tiene 150 años y en el que antes dos comunidades de lenguas de distintas raíz, estuvieron enzarzados en guerras) y darle la espalda.
Cataluña languidece, Cataluña preocupa, Cataluña va a la deriva y el independentismo se victimiza… y esto que ocurre hoy, no parará, seguirá por tiempo indefinido. Así que iros habituando. No os recomiendo ni que os exaltéis (el “procés” es una tormenta en el vaso de agua sucia del 3%), ni os desesperéis. La causa no vale la pena. Preocuparos más bien de que todo un país y si me apuráis, todo un continente que va a la deriva y cuya sociedad no reacciona aunque maten a 16 de los suyos y envíen al hospital a otros 140.
Es el tiempo de la carcajada ante las soplapolleces de unos y la mediocridades de otros. Es el tiempo del exilio interior. No busquéis soluciones porque el problema no lo tiene: ni el 1-O, ni en las décadas que seguirán. Exilio interior y gran negación: tales serían las consignas. Exilio interior porque "fuera" no hay nada que ganar, ni causa por la que luchar.
Gran Negación porque ya no existen propuestas que se puedan asumir sin reservas mentales, y lo único que puede decirse es un inmenso, gigantesco y absoluto NO. “Patriotismo constitucional”, “República catalana” ¡Vale ya de pamplinas! ¡Hay que decir bien alto que todo esto no va ni contigo ni conmigo! Va con los que tienen algo que ganar y que luchan por administrar la caja… No es política, es lucha entre contables con visera y manguito. No el PATRIA, es defensa de intereses de unos o de otros amparados unos por el “patriotismo constitucional” y los otros por el “derecho a decidir”.
Ernesto Milá