A la vista de todo lo que ha ido ocurriendo en los últimos días, incluso los independentistas más inconscientes situados en las bases, a ras de suelo, van percatándose de la envergadura de su derrota y de lo que ha ido ocurriendo desde el 1-O. Simplemente: NADA.
Que estén en la cárcel unos “consellers” y algunos aventureros políticos a los que durante años el gobierno del Estado les advirtió que lo que estaban haciendo era ilegal, es el único remanente de la crisis. Y, como todo lo que tiene que ver con la justicia, va lento pero avanzará de manera inexorable con un dramático final para los encausados: penas de prisión, multas, inhabilitaciones a perpetuidad, patrimonio incautado… Todo este berenjenal murió el mismo día en el que fue concebido. Los independentistas, simplemente, pedían lo imposible. Ahora cuando ya no cabe la menor duda de que los que tenían que bailar el mambo se conformaron con detener el AVE en la grotesca “huelga general” que no fue más que la guinda a todo el cúmulo de despropósitos que ha vivido Cataluña en los últimos diez años, es hora de preguntarse qué ha sucedido y cuáles son los problemas reales de Cataluña. Y lo vamos a hacer esquemáticamente.
1. EL FRACASO INDEPENDENTISTA TUVO UNA RAZÓN “OBJETIVA”: NO HABÍA GRUPOS SOCIALES COHERENTES QUE APOYARAN LA SECESIÓN
Mientras el nacionalismo estuvo en manos de la alta burguesía catalana y de sus validos, la cosa no fue del todo mal para Cataluña. Este período duró la primera mitad del gobierno de Pujol. Pero ya en ese momento empezaba a estar claro que los dirigentes nacionalistas cometían el mismo error que ya había caracterizado esa misma corriente antes de la guerra civil: considerar a Cataluña un huerto privado. Su huerto. Y, lo que era aún peor, callar ante la corrupción del clan Pujol (del dominio público desde mediados de los 80). Los cambios en la propia burguesía catalana producidos después del final de la Guerra Fría y con el inicio globalizador, hicieron que este grupo social perdiera coherencia, y abandonara la gencat en manos de segundones, cuñadísimos, funcionarios de partido, mientras –salvo en el sector hostelero- retiraban sus inversiones de Cataluña y se precipitaban a invertir en bolsas internacionales y en cualquier lugar del mundo que ofreciera rendimientos superiores al 5%. Durante el período de los “tripartitos” en la primera década del milenio, se percibió claramente que el poder político en Cataluña estaba cambiando de manos: el ascenso de un partido irrelevante hasta ese momento, ERC, y el que ocupara un lugar motor especialmente en el primer tripartito (con Maragall), así como los errores del PSC, generaron una nueva realidad caracterizada por:
a. declive del nacionalismo moderado, ascenso del independentismo.
b. atomización progresiva del mapa político catalán.
c. irrupción de una extrema-izquierda independentista hasta entonces minúscula.
d. sustitución del discurso nacionalista por el discurso independentista hecho indiscutible.
Cuando un fenómeno político está controlado, dirigido y tutelado por un grupo social homogéneo y coherente, con intereses muy claros, suele funcionar y consolidarse. Por el contrario, cuando distintos grupos sociales, poco representativos, se identifican con una consigna nacida de la crisis económica de 2007 (el “Espanya ens roba”), estamos ante un fenómeno que:
a. resulta incontrolable y en el que las bases arrastran y empujan a las cúpulas.
b. está basado en la ensoñación y el delirio, mucho más que imaginativo y revolucionario
c. es inestable y en el que siempre tienen las de ganar los más radicales.
d. es fugaz en el tiempo y que dura tanto como el sueño del antes o después se despierta
Esto es lo que ha ocurrido: los grupos que apoyan al independentismo (funcionarios del PDcat que creían poder beneficiarse de aumentos salariales en un marco independentista, poblaciones rurales y de la “Cataluña profunda” que siempre han desconfiado de cualquier centro de decisión situado más allá de la alcaldía del pueblo que han entregado su voto a ERC, jóvenes ni-nis y maestrillos de escuela, borrokas y alucinados de la CUP) carecen de coherencia, de voluntad y de proyecto común como para aspirar a obtener FUERZA SOCIAL suficiente para desencadenar un proceso secesionista digno de tal nombre.
2. EL FRACASO INDEPENDENTISTA TUVO UNA RAZÓN “SUBJETIVA”: LOS INDEPENDENTISTAS CARECÍAN DE UNA CLASE POLÍTICA CAPAZ DE LIDERAR UN PROYECTO COMO EL QUE PROPONÍAN
El valor de las clases políticas no se demuestra ni en discursos parlamentarios, ni en campañas electores, ni en debates en los medios de comunicación. Se demuestra agitando en la calle, poniéndose al frente de insurrecciones populares, asumiendo responsabilidades, y dando ejemplo a las masas de cuál es el camino a seguir, insertando su acción en un discurso lúcido, actual y atractivo no solo para los propios partidarios sino para toda la sociedad. En el independentismo catalán nada de todo existe: los líderes son de poca envergadura, sus declaraciones meras respuestas de catecismo, en los debates que aceptaban han hecho, simplemente, el ridículo. Se trata de líderes poco preparados, sin apenas historial profesional, o con curriculums disfrazados en tanto que modestos, o bien, simplemente, que denotan el carácter de pobres aprovechados, panxas contentas, paletos, paniaguados o, simplemente, inútiles de pocas luces… Han cumplido su papel durante unos años, cuando se trataba simplemente de aprovechar los casi ilimitados recursos de la gencat para amamantar todo el proceso independentista, pero cuando se ha tratado de dar el do de pecho, rematar la faena, hacerse valer y desencadenar el proceso independentista contra viento y marea si era preciso, simplemente se han achantado, unos han optado por desaparecer, otros por tratar de eludir responsabilidad, excusarse, dar las razones más ridículas y miserables o, simplemente, salir a escape para evitar asumir responsabilidades. La historia es, ciertamente, la crónica de las acciones de los hombres, pero éstos son lo que son sus líderes: si el proceso independentista ha fracasado es porque sus líderes no han estado a la altura del proyecto que se habían forjado. Proyecto –dicho sea de paso- que resultaba inviable en la práctica en el siglo XXI y que se realizaba según los cánones de los años 30.
3. EL FRACASO INDEPENDENTISTA TUVO UNA RAZÓN “VOLUNTARISTA”: NO HABÍA INDEPENDENTISTAS DISPUESTOS A INMOLARSE
De la misma forma que cuando el gobierno del Estado prohibió la organización abertzale vasca vinculada a ETA, Herri Batasuna, se tenía que la sociedad vasca estallara y se produjeran motines, atentados encadenados y huelgas indefinidas y no ocurrió absolutamente nada, en Cataluña, con una combatividad independentista mucho menor y reducida solamente al fino estilismo en las páginas de La vanguardia, los platós de TV3%, los estudios de CatRadio y el RAC y en webs no menos financiadas por la gencat, las soflamas hacían pensar en que estábamos al borde de una insurrección. Pero quien conocía medianamente a la sociedad catalana, al independentismo y a lo que estaba dispuesto a poner en el asador, todo esto no pasaba de ser manifiestos voluntaristas propias de un “tigre de papel”. Ni en la CUP, ni en los sectores extremos de la CUP, existían ni siquiera pequeñas fracciones de activistas que estuvieran dispuestos a hacer algo más que abollar unas cacerolas, cambiar cada dos meses del balcón la bandera indepe comprada en los chinos y acudir a un par de manifestaciones al año, o saturar los grupos de whatsapp y las propias redes sociales con mensajes independentistas y soflamas amenazadoras que inhibían a los oponentes para evitar romper el círculo de amigos o no generar tensiones familiares. Nadie, absolutamente nadie, estaba dispuesto en el independentismo a ir más allá de lo que es mera gesticulación. Después del 1-O todo se deshinchó a velocidad de vértigo. Nadie empezó a bailar el mambo prometido y el problema para muchos –empezando por la Forcadell o del propio Mas- fue enfrentarse a la cruda realidad judicial que tienen por delante.
4. EL FUTURO DEL INDEPENDENTISMO: ABANDONAR SUEÑOS – DESPERTAR A LAS REALIDADES
Hasta ahora, las instancias dirigentes del independentismo no han sido capaces de hacer una autocrítica sobre su actuación en los últimos años. No importa: el mismo devenir político está haciendo esta autocrítica innecesaria. Les cuesta reconocer el fracaso, pero el fracaso está ahí. La independencia prometida por Carod-Rovira de manera insensata para 2014 ni se ha producido en 2017, ni se le espera. Podemos entenderles: ¿quién no dudaría antes de confesar a sus huestes: “la independencia que os prometimos no era posible, nos calentamos demasiado, perdimos el sentido de la realidad y el proyecto es irrealizable”? Y menos en período electoral. Falta saber si las cúpulas independentistas han aprendido la lección:
- si se han enterado que existe una legislación para todo el Estado que prohíbe determinadas actuaciones.
- si se han enterado de que detrás carecen de mayoría social suficiente para desencadenar un proceso independentista.
- si se han enterado de que en Cataluña no existen condiciones objetivas, subjetivas, ni voluntaristas para la independencia… e, incluso, precedentes históricos para justificarla.
- si se han enterado que, en definitiva, Cataluña tiene otros problemas que no son la independencia.
Ahora bien, todo “nacionalista”, por definición aspira a que su “nación” sea independiente, así que un nacionalismo que no concluya en un independentismo es un contrasentido. Lo que ocurre es que la independencia catalana es –se ha visto suficientemente- inviable, así pues ¿qué sentido va a tener a partir de ahora ser nacionalista? A fin de cuentas, lo que ha ocurrido es que el independentismo ha matado al nacionalismo. Y ahora toca, o bien regresar a un nacionalismo amputado de su deriva independentista, lo que supone, en la práctica, dar la razón a Prat de la Riba, Cambó e, incluso, en cierto sentido a Companys (el menos independentista de los dirigentes nacionalistas de ERC en la república).
En Europa existen precedentes: tras la efervescencia inicial de la Lega Nord en los años 90, lo cierto es que hoy, si el partido ha subsistido no ha sido gracias al “Roma ladrona!”, sino a que ha rectificado sus objetivos: de la independencia a la antiinmigración. El problema para ERC es cómo lograr, a partir de ahora, rectificar sus propuestas y transmitir a las bases lo que algunos dirigentes empiezan a entender: que otro proceso independentista llevaría a una vía tan muerta como la del 1-O y a unas responsabilidades jurídicas, graves, especialmente en un país en el que, constitucionalmente, no existe la posibilidad de una amnistía.
Estamos seguros de que en la próxima campaña electoral, el independentismo se centrará en la “represión” y en la “libertad de los presos” o en la “violencia policial” el 1-O. E incluso con esos argumentos, es difícil que vuelvan a revalidar las posiciones que tuvieron en las elecciones de hace dos años. Rectificar o morir: tal es la alternativa para ERC y, por extensión para el nacionalismo independentista. Y sólo existe un camino: disminuir la carga nacionalista, volver a planteamientos regionalistas, comprometerse en la gobernabilidad del Estado, todo lo cual significa desandar lo andado desde los años 80. El que sea la única vía no quiere decir que sea la que vayan a seguir necesariamente.
5. EL GRAN PROBLEMA DE CATALUÑA: LA ISLAMIZACIÓN Y DESINDUSTRIALIZACIÓN
Desde septiembre los medios de comunicación, el gobierno de la gencat y el del Estado, parecen haber olvidado lo esencial: que hay un terrorismo islámico operativo en España y, concretamente, en Cataluña. Los muertos de las Ramblas y el silencio del Ministerio del Interior ha hecho que pasaran desapercibidos algunos detalles de aquel atentado: ¿es asumible que un imán de Ripoll (norte de Cataluña), se instale en una urbanización del sur de Cataluña, para realizar un atentado a 200 km de distancia, en el centro de Cataluña, en Barcelona y se arriesgue a transportar en una zona infestada de tráfico y con controles policiales unas furgonetas cargadas con un explosivo inestable? Respuesta: NO. El hecho de que solamente sobreviviera a la explosión un recién llegado al grupo terrorista que estaba haciendo la comida cuando se produjo la explosión hace imposible demostrar algo que, sin embargo, sospechan determinados medios de la seguridad del Estado, a saber: que las furgonetas cargadas con los explosivos que estaban fabricando los yihadistas, no tenían como destino final Barcelona, sino la central nuclear de Vandellós, situada a pocos kilómetros de distancia de la urbanización en la que se produjo la explosión accidental y a la que se podía acceder por una carretera secundaria tranquila, sin apenas tráfico, sin controles y completamente lineal. Y no es lo mismo matar a 18 ciudadanos en las Ramblas que lanzar cuatro furgonetas con un explosivos obtenidos a partir de un centenar de bombonas de butano contra una central nuclear que abastece a toda Cataluña e incluso a una parte del Estado…
El que el yihadismo en toda Europa actúe de manera anárquica y desorganizada, sin un centro de decisión y con el Estado Islámico a la desbandada, no quiere decir que algunos de sus líderes no hayan realizado una planificación consciente y maquiavélica de dónde golpear. El “No tenemos miedo” de la manifestación que siguió, apenas conseguía enmascarar el pavor que tienen las autoridades catalanas (y no digamos la población) al yihadismo. Porque, gracias al pujolato, Cataluña se acostó sin inmigración y poco después amaneció con casi millón y medio de inmigrantes, en su mayoría islamistas. Durante estos últimos 15 años, la gencat ha comprado la paz étnico-social-religiosa subsidiando a todo este colectivos hasta más allá de lo razonable, pero ¿hasta cuándo se podrá mantener este régimen de “discriminación ultrapositiva sin generar reacciones en la sociedad catalana?
El nacionalismo, difícilmente puede integrar este problema. De la misma forma que carece de respuesta para la segunda cuestión: la economía. El resultado más visible del “procés” y de su debacle final, ha sido la marcha de 2.000 empresas domiciliadas en Cataluña a otras partes del Estado. Una verdadera sangría que no está claro que haya concluido. Parece lógico que a la vista de lo que ha ocurrido en los últimos meses a Cataluña le sea muy difícil recuperar lo que se ha ido, captar inversionistas y competir con otras regiones del Estado, menos dadas a sobresaltos y “flamaradas”. A esto se une el proceso de desindustrialización propio del sesgo globalizador y que ha hecho perder el 30% de tejido industrial a Cataluña desde el inicio del milenio. Si existió nacionalismo catalán fue porque existía una alta burguesía pujante que quería imponer sus condiciones al Estado Español. Pero hoy Cataluña solamente atrae más turismo que otras zonas del Estado por su situación fronteriza, pero no por su vitalidad industrial, ni siquiera por su riqueza cultural. Y no nos engañemos: ha sido el nacionalismo el que ha generado esta perspectiva (no en vano, como hemos dicho, la alta burguesía catalana solamente mantiene inversiones multimillonarias en el sector de hostelería…
Falta saber ahora el impacto que tendrá el boicot a los productos catalanes en las semanas de Navidad. De momento, parece que las ventas al resto del Estado se han reducido un 30-35%. Es como para darse un canto en los dientes si tenemos en cuenta que, de haber progresado el proceso soberanista, hubieran podido colapsarse. Lo que no quita el hecho de que el futuro económico de Cataluña, después de quince años de borrachera soberanista y de abandono de las tareas de planificación económica para el futuro de la región en la que han incurrido los sucesivos gobiernos de la gencat, sitúe a toda la región en una zona expuesta, con un polvorín yihadista-islamista que supera el millón de jóvenes airados y beligerantes a favor de “lo suyo”.
6. CATALUÑA ES ESPAÑA… EN LO MEJOR, EN LO PEOR Y EN LO INFAME
Estamos hablando de Cataluña y de su clase política. Pero no olvidemos que uno de los factores que hacen imposible el independentismo es que el “factor diferencial” entre Cataluña y el resto del Estado es mínimo y reducido, hoy por hoy, a la cuestión lingüística. Por lo demás, siempre hemos afirmado que Cataluña es, con Andalucía, las zonas “más españolas” del Estado y esto debido a que en ambas están presentes los mismos problemas: paro, clases políticas parasitarias y clientelares, niveles de corrupción endémica en las administraciones autonómicas, estancamiento político, bajo nivel de las clases políticas regionales, niveles de inmigración superiores a lo tolerable, niveles de consumo de drogas superiores a otras zonas del Estado, existencia de clases funcionariales hipertróficas, etc, etc, etc.
Nos equivocaríamos si atribuyéramos todo esto a “desajustes regionales”: lo son, pero también están presentes en mayor o menos medida en la misma administración central del Estado. Se puede acusar a algunos dirigentes independentistas de corruptos y a otros de ineptos, a casi todos de oportunistas y a todos de bajo perfil… pero esta misma acusación es trasladable y extrapolable a los de cualquier otra autonomía y a los del mismo Estado.
Por eso decimos que Cataluña es España… en lo mejor, en lo peor y en lo infame. Aquí no se salva ni dios y el hecho de que la salvaguardia de la unidad del Estado se haya encomendado a la constitución de 1978, no quita el hecho de que esa constitución era deficiente (quizás necesaria, pero, al mismo tiempo, deficiente) cuando se puso a votación y hoy no sirve para gran cosa (aparte de aportar tranquilidad en lo que a la unidad del Estado se refiere y a garantizar un régimen de libertades formales) y especialmente cuando esta misma crisis independentista, ha sido el resultado de la crisis política desencadenada a partir de la crisis económica de 2007. El verdadero drama hoy es que, la constitución está obsoleta pero no existe absolutamente ninguna posibilidad de variarla más allá de donde acuerden PP, PSOE y Cs. Y podéis estar seguros de que cualquier reforma será para garantizar que las cosas siguen igual.
7. SIEMPRE HAY VENCEDORES Y DERROTADOS
No resisto a realizar un último comentario que me parece necesario pero que no merece ser tratado más que como apéndice de lo dicho hasta hora. Que el independentismo haya sido derrotado es una cosa. Siempre hay “niveles de derrota”. Quien desde luego no ha ganado ha sido el “patriotismo identitario”. Éste volverá a estar fuera de las elecciones del 21-D y, por tanto, seguirá sin encontrar su carta de naturaleza: en democracia, si no estás presente en las elecciones, simplemente, no existes.
Después de debacle de PxC hace unos años a raíz del conflicto que se dio en el interior del partido, lo cierto es que los intentos por resucitar la sigla han experimentado una crisis de liderazgo que sigue sin resolverse: no existe ningún líder lo suficientemente enérgico, provocador y carismático para levantar el partido, ni a lo que parece existen ideas suficientemente claras de cómo hacerlo. Así pues, PxC optará de nuevo por tratar de probar suerte presentado unas cuentas candidaturas en las próximas elecciones locales. Por otra parte, la federación Respeto tampoco parece haber estimulado una presencia en Cataluña y optará por hacer lo mismo que PxC en las elecciones locales: pero pasar de 8 concejales y ¿16? A ¿12? ¿a 20?, ni parece la estrategia más prometedora ni la más convincente.
Claro está que PxC puede considerarse del lado “unionista”, es decir, ha estado del lado de los vencedores en el triste desafío secesionista. El problema para esta formación es cómo recuperar el terreno perdido en el “cinturón industrial” de Barcelona, cómo hacer oír su voz a la vista de lo limitado de sus medios actuales. Quizás el descenso de la tensión unionismo-independentismo libere espacios que esta formación pueda utilizar como plataformas, pero esto solamente lo conseguirá mediante un análisis político y la redacción de un nuevo programa estratégico que presentar a la sociedad y con el que contra-atacar.
Si PxC no puede alardear de una “victoria”, sí en cambio puede hacer valer el estar “del lado de los que han vencido”. Peor le ha ido a otros sectores surgidos de este ambiente. Por increíble que pueda parecer, un sector salido del estallido de PxC –minúsculo, ciertamente- se sitúa hoy en el terreno “independentista identitario”. Si lo recordamos es porque es el “enlace” entre la “realidad catalana” y el único partido belga que ha apoyado activamente la presencia de Puigdemont en Bélgica, el Vlaams Belang. Este extremo resulta particularmente triste: la situación en Flandes y en Cataluña son completamente diferentes y no hay absolutamente ningún paralelismo. Simplemente, el corresponsal “español” del VB ha realizado una lectura sesgada de todo lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos quince años y ha concluido que el independentismo identitario flamenco realmente existen puede prestar un apoyo al independentismo identitario catalán absolutamente virtual.
Quien ha informado a los dirigentes del VB se le ha olvidado destacar el hecho más importante y que, sin duda, hubiera recomendado una actitud más prudente para los independentistas flamencos: Puigdemont, Mas, sus apoyos son todos, absolutamente todos, no solamente favorables a la inmigración islámica en Europa, sino los que la han traído a Cataluña y los que incluso hoy la siguen subsidiando. El VB, ignorante de esta realidad, ha caído en el más absoluto de los ridículos apoyando a un pobre paleto exiliado en Bélgica y perdido en su desvarío que sigue pensando que es el “president” de una ficticia “república catalana independiente”, como el chalado que se cree Napoleón en cualquier frenopático.
Es, en cualquier caso, irónico que el único partido europeo que apoya decididamente a Puigdemont sea… el Vlaams Belang y gracias a una información incorrecta facilitadas por su corresponsal español. Y puedo dar fe de que los flamencos son razonablemente dialogantes siempre que se les ponen sobre la mesa argumentos y razones sólidas. Copio y pego de la web del VB: “La señal más clara que puede enviar Bélgica para rechazar este loco proceso político es, además de garantizar un proceso legal correcto, el reconocimiento inmediato de la república catalana y su gobierno democráticamente elegido". O este otro texto igualmente imperdible: “El 90 por ciento de los catalanes votaron el 1 de octubre por la independencia. La elección de un pueblo para su propio destino no es un crimen" (Tom van Grieken, presidente del VB). Explícales a estos que el mismo Puigdemont al que apoyan entusiásticamente es el mismo que elogia al “islam catalán”… basta leer los twits de los dirigentes del VB y los post que colocan en la web oficial del partido para darse cuenta de que quien debía informarles, no lo ha hecho en función de la realidad, sino de su construcción fantasiosa de que existe una “nacionalismo identitario catalán”, lo que a fin de cuentas abunda en la certidumbre de todo lo que se ha motivo en el terreno independentistas lo ha hecho víctima de ensoñaciones y fantasías delirantes…
ÚLTIMAS ¿NOVEDADES?
La tensión generada por la cuestión catalana, poco a poco, va descendiendo de intensidad. La semana del 5 al 12 de noviembre supuso otro duro golpe para las cúpulas independentistas y un premio de consolación para el independentismo de a pie con la manifestación “de las antorchas” del sábado que sirvió solamente para demostrar que los medios de comunicación van perdiendo cada vez más el interés por este tipo de convocatorias que, dadas las circunstancias, no aportan nada nuevo. Lo cierto es que Puigdemont lleva ya quince días en Bélgica, que Junqueras y los consellers andan una semana en la cárcel, que “los dos jordis” van a cumplir el mes, que la huelga general se quedó en embotellamiento y que los partidos indepes, incluidos los más radicales, han decidido pasar por las “horcas caudinas” y apuntarse a las elecciones del 21-D, no fuera que. Vamos a intentar dar algunas claves de la situación.
1. 21-D: “HORCAS CAUDINAS” PARA EL INDEPENDENTISMO
Se dice (o se decía antes) que “pasar bajo las horcas caudinas” suponía una gran afrenta o humillación para quien tenía que hacerlo, o bien era sinónimo de hacer algo que no se deseaba. La frase procedía del paso de las legiones romanas por los Apeninos en el 321 a.JC por el llamado “paso de las Horcas Caudinas”, un difícil desfiladero. Los lugareños atacaron y las legiones debieron soportar condiciones humillantes (entre otras pasar bajo una lanza horizontal, lo que les obligaba a agacharse o bien salir del trance vestidos solo con túnica). La frase, como todo lo que se refiere a la historia, ha caído en desuso… pero es, justamente, lo que han tenido que hacer todos los partidos independentistas: PDcat, ERC y CUP.
Fijémonos lo que supone:
- el reconocimiento tácito de que la “república catalana” es una ficción y que carece de capacidad para convocar elecciones por iniciativa propia.
- el reconocimiento, por tanto, de que el “procés” ha fracasado y que el lustro perdido en alcanzar ese fin se ha saldado con un fracaso.
- el reconocimiento, igualmente tácito, de que la “Generalitat de Cataluña” es un organismo “colaborador del Estado Español” en la gobernabilidad de una región y no una estructura que pueda hablar de igual a igual con el Estado sino que está subordinado a éste.
- el intento de no quedar fuera del sistema de subvenciones que mantiene con vida al independentismo y que se produciría si estos partidos no acudieran a las elecciones.
Esto es particularmente dramático en el caso de la CUP que ayer se enfrentó a un dilema que hace prácticamente imposible su existencia en el futuro: porque, éste partido, el único animador de los “comités de defensa de la república” va a tener dificultades en explicar cómo sigue sosteniendo que el proceso independentista ha concluido con el DUI y que, a partir de ahora, se trata de “vivir independientes” (como “ha decidido el pueblo catalán” por votación de su parlamento electo… o al menos de los diputados que se quedaron en la sesión) y al mismo tiempo, reconoce la autoridad del Estado Español para convocar unas elecciones en virtud del artículo 155.
Puede decirse que la CUP y el propio Puigdemont han caído víctimas de su maximalismo. Éste les ha cortado la retirada y, sobre todo, ha hecho muy difícil toda marcha atrás tratando de diluir la frustración y la sensación de derrota que están experimentando.
2. JUNQUERAS, PRÓXIMO PRESIDENTE DE LA GENERALITAT
Cuando alguien pasa por las “horcas caudinas” es que ha sido derrotado. Lo que ocurre es que existen “dulces derrotas” y “amargas derrotas”. La que se le viene encima a Puigdemont y a exCiU, hoy PDcat, va a ser una muy amarga derrota. La victoria presumible de ERC que contará con votos llegados de exCiU e incluso de desengañados por el ultrarradicalismo extraterrestre de la CUP (único responsable de los “embotellamientos” que tuvieron lugar en la jornada de protesta por las detenciones de miembros del govern) llevará a Oriol Junqueras a la presidencia de la Generalitat. Será, sin duda, el partido mayoritario.
Ahora bien, eso no quiere decir que todo va a seguir igual. Por muy bajo que sea el sentido de la realidad de Junqueras y de la dirección de ERC, los días de prisión y el calvario judicial que tienen por delante, les debe de inducir –si queda en ellos alguna neurona que no se haya contagiado por cinco años de triunfalismo y de negarse a reconocer la realidad–, a reflexionar. La única consecuencia a la que pueden llegar era aquella a la que muchos habíamos llegado ya hace quince años: la independencia es imposible porque ni existe “mayoría social” a su favor, ni existe una situación internacional en Europa favorable para ella. Así que obstinarse en seguir esa línea es seguir por la vía muerta en la que se encarriló ERC desde finales de los 80. La única salida para ERC es configurarse como un partido de “izquierda nacionalista catalana” en lugar del partido “radicalmente independentista” que es ahora. Eso implicaría renunciar a su pasado. Pero la otra alternativa es la desaparición a largo plazo por incapacidad para alcanzar sus fines.
Estas elecciones conllevarán la desaparición completa del “nacionalismo moderado” que, en este momento está únicamente encarnado por Santi Vila (veremos lo que tarda en abandonar el PDcat). Así pues, sean cuales sean las simetrías electorales, ERC tratará de gobernar con lo que quede del partido de la Colau, algún diputado de PDcat y con el apoyo exterior de lo que quede de la CUP. La ruptura entre la Colau y el PSC indica a las claras cuál que el portento de oportunismo cambiochaquetista de la alcaldesa de Barcelona ha optado por apuntar a la Generalitat, sustituyendo al PSC en el gobierno de coalición que se anuncia para fin de año.
Cualquier otra vía está cerrada: si Junqueras, hombre que actúa más por los empellones que recibe por detrás que por iniciativa propia, persiste en la vía independentista, el artículo 155 seguirá siendo la “espada de Damocles” que impedirá un normal gobierno de la comunidad autónoma catalana. Su alternativa personal es: o seguir avanzando a empujones de los de atrás (y sufrir las consecuencias judiciales), ser un líder con iniciativa propia, o abandonar la política.
3. EL BOLSILLO Y LA EDUCACIÓN ES DONDE LES DUELE
Han pasado apenas dos semanas desde que se aprobó la aplicación del artículo 155. Sería inútil decir que Cataluña está como si no hubiera pasado nada: han pasado muchas cosas. La primera de todas es que los distintos sectores nacionalistas empiezan a ver que ya no disponen de la liquidez suficiente para seguir adelante con su faraónico ritmo de publicidad. La primera víctima es el diario Avui, deficitario desde el inicio de su andadura en los 70 (allí se quemaron buena parte de los fondos de Banca Catalana; en eso y en el apoyo al Omnium Cultural) y que al ver cortados los subsidios ha tenido que despedir a la mitad de su plantilla (49 trabajadores). Cabría preguntarse cómo un medio que en la actualidad es residual, puede contar con un centenar de trabajadores… La respuesta es clara: la teta de la gencat proveía, así que… El problema es que ahora ya no va a ser tan sencilla –mientras Montoro controle los gastos de la Generalitat- entregar subsidios como los que han beneficiado al Avui desde el inicio de su andadura.
La falta cada vez más acuciante falta de fondos se ha manifestado también en el “caso Artur Mas”, cada vez más airado por la falta de colaboración que registra en el pago a la multa de ¡5.000.000 de euros! a la que fue condenado por los hechos del 9-N. Artur Mas creía que podría pagar la multa mediante suscripción pública, a través de la póliza de responsabilidad civil suscrita por la Generalitat o mediante algún “fondo de reptiles” que le costa que existen en poder de Puigdemont… Pero nadie parece dispuesto a dar más allá de un billete de 20 euracos por el iniciador del “procés”. Los fondos que la gencat ha logrado eludir (se habla de 800 millones de euros lo que parece excesivo) no durarán eternamente, especialmente porque
- las campañas electorales son costosas,
- todavía quedan por pagar las fianzas de Junqueras y de los consellers.
- se prevén multas y obligación del retorno de los dineros “desviados” durante el “procés” para eludir la acusación de malversación de fondos.
- los bancos no están muy predispuestos a conceder pólizas de crédito a los partidos indepes por múltiples razones, es más: cuando se serenen los ánimos, lo más probable es que empiecen a apremiar a ERC y al PDcat para que pongan sus pólizas a cero.
No es raro que los más conscientes de ERC no se hagan muchas ilusiones sobre el futuro; les quedan los “premios de consolación”: alguna manifestación como la del sábado que deslumbre por la presencia de antorchas, el ser el partido mayoritario en las próximas elecciones y… poco más. Pero lo cierto es que, en Cataluña, los problemas económicos se viven con singular intensidad y son el único contacto que todavía mantienen los independentistas con la realidad.
En cuanto a la educación, el otro factor que el independentismo considera “intocable”, seguramente lo es. El Estado no parece muy interesado en este momento en atacar en esa dirección, pero tampoco parece que el poder judicial vaya a dejar pasar la utilización de menores como argumento de propaganda. Lo que va a ocurrir –posiblemente en los próximos días- es que se sustanciarán muchas de las denuncias formuladas por padres de familia por “adoctrinamiento” y se investigarán las iniciativas de maestros (buena parte de los miembros de la CUP son maestros de escuela) para utilizar a sus alumnos en acciones de propaganda independentista. Y, al igual que con los mozos de escuadra, alguien tendrá que “pagar el pato”.
4. LA CATALUÑA NO INDEPENDENTISTA
Uno de los efectos colaterales de la crisis independentista ha sido el reconocimiento de que en Cataluña un sector de la sociedad (véase nuestro artículo La Cataluña de los cuatro cuartos), no solamente no es independentista, ni siquiera nacionalista, sino que se siente mucho más apegado al Estado y a la Nación española. Era el pequeño detalle que se le había escapado a los independentistas y que la colocación de Gabriel Rufián en las listas de ERC no bastaba ni remotamente para contrapesar. ¿Cómo queda el “mundo unionista” en Cataluña?
Hay que reconocer que el éxito de la estrategia del Estado en la crisis independentista se ha debido a la flema de Rajoy, pero todo induce a pensar que no será el PP, sino Cs, quien se beneficie del fracaso del intento secesionista. Las encuestan dan a Cs un espectacular ascenso en Cataluña. Se verá recargado con votos procedentes del PSC y por decepcionados de la izquierda podemita y de la Colau (la izquierda catalana todavía no ha comprobado que el situarse en medio, entre indepes y unionistas, no da resultado especialmente en períodos de mucha tensión y de decantación de las posiciones). En cuanto al PP posiblemente se lleve algunos votos del viejo nacionalismo moderado, pero, en cualquier caso, su ascenso será menor que el de Cs.
El PSC es un caso aparte: en esta ocasión comprobaremos lo que queda del partido y si logra recuperar algunos votos fugados a la galaxia podemita. Si lo hace será a condición de realizar una campaña fuerte, agresiva y con propuestas netas… La del “federalismo” en la que se enroca regularmente y que parece que será el leit-motiv en esta ocasión, le augura malas perspectivas. No puede proponerse algo en lo que casi todos convienen que genera más problemas que soluciones.
La campaña del mosaico independentista será victimista y lacrimógena, propia de derrotados que solamente aspiran a que sus líderes no salgan muy malparados de la aventura judicial que tenían al final de la vía muerta independentista. La campaña “unionista” exigirá reconocer las realidades y “gobernar Cataluña”. Hay que permanecer muy cauto ante lo que dicen las encuestas: el “voto oculto” sigue presente especialmente en el sector unionista, pero todo parece indicar que los independentistas tocaron techo en las anteriores elecciones y que presentarse divididos les va a perjudicar. No olvidemos, además, que los márgenes del independentismo están ahora convertidos en un sumidero de decepcionados y confusos, muchos de los cuales se sienten engañados, sino traicionados, por quienes les convencieron de que la independencia era posible y, a la hora de la verdad, han huido a Bélgica y cada día tratan de desandar lo andado.
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Esto es lo que se refleja desde el más absoluto desapasionamiento, mirando las calles, hablando con las gentes y valorando cada noticia según el medio que la emite.
Ernest Milá