Militares

José María Bourgón López-Dóriga

Elespiadigital | Miércoles 22 de febrero de 2012

 

La genética militar y cristiano-falangista original del CESID

(...) Aunque había ocupado destino como agregado militar en la Embajada de Roma, la escasa preparación de Bourgón en el campo específico de la Información/Inteligencia y su vinculación al grupo falangista y ultra-católico de “Forja”, hizo imposible que cumpliera las expectativas en él depositadas por el Gobierno de UCD para controlar los movimientos involucionistas dentro de las Fuerzas Armadas. De hecho, como director del CESID (1977-1979) dio prioridad a la lucha contra el terrorismo y al control de la red de espías desplegada en España por los países del Este, exceptuando la desarticulación de la “Operación Galaxia” meritada gracias a un “chivatazo” insoslayable...

 




La genética militar y cristiano-falangista original del CESID

JOSÉ MARÍA BOURGÓN nació el 20 de agosto de 1917 en Santander, ciudad en la que falleció en 1985, aquejado de cáncer.

Integrado en el seno de una familia burguesa vinculada al comercio de la capital cántabra, su vida quedó marcada al iniciarse la guerra civil española y ser encarcelado junto a otros familiares a bordo del barco-prisión republicano “Alfonso Pérez”, atracado en la bahía de Santander. Con apenas 19 años y después de trece meses de cautiverio, Bourgón salvó la vida casi de forma milagrosa tras ser objeto de fusilamiento y recibir un tiro de gracia que le atravesó la cara. El suceso se produjo durante el dramático asalto al buque de los milicianos republicanos en represalia por el bombardeo de un barrio obrero, realizado poco antes por la aviación franquista, y que aparejó la ejecución de más de un centenar de presos.

Una vez repuesto de sus graves heridas, José María Bourgón se alistó en las tropas nacionales como soldado voluntario de Infantería en la Columna “Sagardía”, incorporándose más tarde a la oficialidad, primero como alférez provisional del Arma de Artillería y después, a partir del 1 de diciembre de 1938, como teniente del mismo encuadramiento.

En 1941, y tras realizar el Curso de Transformación en la Academia de Artillería de Segovia, fue promovido al empleo de teniente efectivo de dicha Arma, siendo destinado a la Agrupación de Iluminación del Estrecho. Un año después, en 1942, ascendió a capitán, recibiendo el mando de una batería en el Regimiento de Artillería de Montaña nº 25, acuartelado en Vitoria. Completó su formación militar realizando los cursos de esquiador-escalador y cazador paracaidista.

En 1951, y ya siendo comandante, obtuvo el diploma de Estado Mayor del Ejército, compaginando sus ocupaciones profesionales con la de profesor de “Forja”, el colegio preparatorio militar de corte cristiano-falangista creado en 1948 por el capitán Luis Pinilla con el auspicio del Frente de Juventudes. También obtuvo los diplomas de Estado Mayor y de Estados Mayores Conjuntos del Ejército italiano. En ese mismo empleo de comandante prestó servicio en el Regimiento de Costas de Algeciras, en la Escuela Militar de Montaña y en el Estado Mayor Central.

Con el empleo de teniente coronel ostentó la jefatura de Estado Mayor de la División de Montaña “Navarra” nº 62. El 21 de marzo de 1970 ascendió a coronel, siendo designado entonces para el mando del Regimiento Mixto de Artillería nº 95, con base en El Aaiún, y dos años más tarde, en 1972, para el cargo de jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Militares destacadas en el Sector del Sahara, destino en el que permaneció hasta su total evacuación del territorio en febrero de 1976.

José María Bourgón ascendió a general de brigada aquel mismo año, empleo con el que fue nombrado jefe de Artillería de la División Mecanizada “Guzmán el Bueno” nº 2, con sede en Sevilla. A continuación ostentó el cargo de jefe de Artillería de la VI Región Militar, con cabecera en la ciudad de Burgos.

El 7 de noviembre de 1977 fue nombrado primer director general del recién creado CESID, gracias a su relación de amistad con el teniente general Gutiérrez Mellado, artillero como él, ciertamente aficionado a fomentar el amiguismo dentro del Ejército y artífice de la primera reforma de los Servicios de Inteligencia. Ésta se realizó al amparo del Real Decreto 1.558/1977, de 4 de julio, por el que se creaba el Ministerio de Defensa, integrando conjuntamente en un nuevo organismo, el CESID, a su precedente el SECED, entonces dependiente de la Presidencia del Gobierno, y a la Tercera Sección del antiguo Alto Estado Mayor, que en aquellos momentos se transformó en el Estado Mayor de la Defensa.

Aunque había ocupado destino como agregado militar en la Embajada de Roma, la escasa preparación de Bourgón en el campo específico de la Información/Inteligencia y su vinculación al grupo falangista y ultra-católico de "Forja", hizo imposible que cumpliera las expectativas en él depositadas por el Gobierno de UCD para controlar los movimientos involucionistas dentro de las Fuerzas Armadas. De hecho, como director del CESID (1977-1979) dio prioridad a la lucha contra el terrorismo y al control de la red de espías desplegada en España por los países del Este, exceptuando la desarticulación de la "Operación Galaxia" meritada gracias a un "chivatazo" insoslayable.

Quizás el asunto más controvertido de su gestión fue el relacionado con la muerte del dirigente de ETA José Miguel Beñaran Ordeñana ("Argala"), producida el 21 de noviembre de 1978 en la localidad francesa de Anglet, cerca de Bayona, por la explosión de una bomba colocada en su coche y atribuida por el entorno etarra a mercenarios contratados por el CESID y dirigidos por Jean Pierre Cherid. Esas mismas fuentes afirmaron que en aquel atentado subyacía la venganza contra "Argala" por haber sido quien accionó la carga explosiva que el 20 de diciembre de 1973 acabó con la vida del almirante Carrero Blanco, entonces Presidente del Gobierno.
El cese de Bourgón al frente del CESID se produjo al negarse a "traicionar" con informes y fotografías delatoras a los compañeros que el 4 de enero de 1979 abuchearon y zarandearon al propio vicepresidente para Asuntos de la Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, durante el entierro del general Constantino Ortín, asesinado por ETA el día anterior, que partió del Cuartel General del Ejército tras celebrarse en él un funeral corpore insepulto. "Yo soy el jefe de los servicios secretos, no de los chivatos", fue su lapidaria respuesta a la airada petición de represalias recibida del mismo teniente general al que debía el puesto.

Las graves desavenencias habidas finalmente entre ambos compañeros de armas, se disimularon, no obstante, con el ascenso de Bourgón a general de división el 18 de mayo de 1979, asignándole un nuevo y prestigioso destino como comandante general de la guarnición militar y delegado del Gobierno en Melilla, en el que culminó su carrera militar, pasando a la reserva el 11 de agosto de 1983.

Sobre la época del general Bourgón al frente del CESID, en la que tuvo como subordinados de máxima confianza a sus correligionarios de "Forja" traspasados desde el antiguo Alto Estado Mayor (Javier Calderón, Florentino Ruiz Platero, José Luis Cortina...), la periodista Pilar Urbano deslizó algunas indiscreciones y medias verdades en su libro ya citado "Yo entré en el Cesid", patrocinado a mesa y mantel por aquellos mismos militares "forjados". Unas eran intrascendentes, pero otras estaban cargadas con la malicia de desprestigiar al posterior equipo de dirección de la "era Manglano", para lo que se incluyeron, además, en las entregas de promoción editorial facilitadas a los medios informativos.

Entre las primeras, destaca el novelesco y absurdo montaje con el que se rodeó la "visita memorial" realizada por el Rey a la sede de la unidad operativa del CESID:

... El director del Cesid, José María Bourgón López-Dóriga, quiere demostrar al Rey que, en un caso de emergencia, los operativos de la Aome podrían prestarle un blindaje de seguridad similar al que la CIA proporciona al presidente de EEUU. El planteamiento, más o menos, vino a ser: "Sin ponernos en el supuesto grave de tener que salvar al Rey, sí conviene que haya siempre a punto un dispositivo para que el jefe del Estado, el Rey de España, pueda habilitar, de modo repentino e imprevisto, tres, cuatro, cinco horas de su agenda, cinco horas en blanco, porque ha surgido algo serio, algo de entidad que sólo él, como Rey, puede resolver; y necesita salir, tomar un avión, y entrevistarse en secreto con alguien muy importante en otro país. Y eso, sin que lo sepan ni el presidente del Gobierno, ni el jefe de la Casa de Su Majestad, ni su jefe de seguridad, ni mucho menos sus escoltas...".
El día fijado para la 'visita memorial' a la Aome, se le dijo al Rey que indicase a su jefe de seguridad que esa tarde saldría, pero con un servicio muy reducido de escoltas. Un vehículo del Cesid -confortable y moderno, pero no aparatoso- estaba en Zarzuela a primera hora de la tarde, para recoger al Rey. Le acompaña el general Bourgón.
Este coche sale de palacio y del recinto de Somontes, seguido por el de la escolta real. En cuanto llegan a la carretera y enfilan la dirección hacia Madrid, entra en juego con toda discreción un equipo de agentes operativos circulando en varios vehículos camuflados. Van dándole seguimiento y protección, sin que nadie por las calles advierta la presencia ni del Rey ni de una comitiva. De vez en cuando, alguno de esos vehículos se interpone de modo natural entre el coche del Cesid que lleva al Rey, y el de la escolta real, que no está avisada de la demostración. Al llegar a cierto punto del trayecto -previamente estudiado, probado y cronometrado sobre el terreno- dos de los coches operativos del Cesid se sitúan de bocadillo entre el Rey y su escolta. Uno de ellos hace una maniobra a la guardia real cuando el vehículo que lleva a Don Juan Carlos ha seguido ya adelante y ha girado a la derecha con toda rapidez. A partir de ese momento, el Rey está sólo con la protección del Cesid.
Como a nadie se le ha dicho en qué punto de Madrid está enclavada la base central de la Aome, ni a dónde va exactamente Su Majestad, los escoltas se desesperan durante algún tiempo: han perdido al Rey... Y lo que es peor: no saben dónde buscarlo. Por expresa indicación del monarca, se había establecido un enlace telefónico, puente entre la secretaría de la Casa de Su Majestad y la secretaría general del Cesid. Utilizando ese contacto, cuando los de la escolta telefonean a Zarzuela, al jefe de seguridad, para dar las malas novedades, se les tranquiliza: "El Rey está bien. No pasa nada...".
Don Juan Carlos permaneció en el chalé de la Aome una hora y media, o dos. Hubo exhibiciones de últimas tecnologías aplicadas al espionaje. Algún breve discurso, una mención de honor y recuerdo a los muertos de la agrupación operativa. Y luego, el copetín y la charleta distendida. Pero lo importante fue demostrar al Rey, por la vía de los hechos, que en un caso de necesidad, los servicios de Inteligencia estaban listos para garantizarle una salida, una ausencia y un regreso, sin dejar el menor rastro. Es decir, burlando también los tres sucesivos controles de la Guardia Real que hay en Zarzuela. Entonces, 1979, no existían las galerías subterráneas del búnker, que hoy permiten salir sin ser vistos desde La Moncloa o desde La Zarzuela hacia la carretera de La Coruña, o hacia El Pardo.
El Rey firmó en el Libro Memorial. Y escribió la fecha. Pues bien, en tal día y por la tarde, hay unas cuantas horas que tienen que estar en blanco en la agenda de Su Majestad.

Según constaba en las efemérides del CESID de 1978, poco antes de aquel suceso también había visitado la misma base operativa de la AOME el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, acompañado del vicepresidente Gutiérrez Mellado. Y esa fue la excusa que utilizó Pilar Urbano para trascender la pura anécdota y sembrar la intoxicación informativa, quizás estimulada por Javier Calderón, que fue el promotor de aquella hagiografía institucional llena de elogios y reconocimientos para él y sus amigos y de falsedades contra sus enemigos.
Tras advertir que la visita en cuestión tuvo "su cara amable y su cruz doliente", la periodista recogía la anécdota de cómo se confeccionó sobre la marcha un Documento Nacional de Identidad "perfectamente falso" del propio Suárez junto con otras banalidades, mientras una grabadora Uher, bien visible, captaba abiertamente todos los comentarios de los presentes... Pero a partir de que la reunión se centrara en el terrorismo, debido a la noticia urgente que entonces recibió el presidente sobre un nuevo atentado de ETA con una víctima mortal, la narración de Pilar Urbano toma otros vuelos más procelosos:

... De modo fortuito, inevitable por lo que acaba de ocurrir, dan en hablar del terrorismo. Hay algún comentario sobre "la insufrible impotencia del Estado para acabar con esta lacra". Es posible que el mismo Suárez, contestando con una pregunta a otra pregunta, diga: "¿Impotencia del Estado? ¿Y qué puede hacer el Estado cuando se tiene un terrorismo endógeno como el que tenemos nosotros? ¿Es que hay fórmulas por ahí...?". Ni de lejos estaba aceptando una hipótesis de guerra sucia. Se escucha la típica frase de "encomendar los trabajos más sucios a las personas más limpias". Por supuesto, no faltan las referencias a la OAS, a la Baader-Meinhof, a las Brigadas Rojas... Pero, no sólo Suárez, también Gutiérrez Mellado descarta de plano cualquiera de esos planteamientos. "En esas cosas turbias", dice Gutiérrez Mellado, "se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale".
Con todo, la gente está indignada, y allí se apunta la solución de "usar sus mismas armas, hacer lo que ellos hacen... ojo por ojo, diente por diente". Es una tentación de "gales", como la copa de un pino. Pero no prospera. No pasa de ahí: del deseo que calienta la boca de algunos. Ni Suárez, ni Gutiérrez Mellado, ni Bourgón la aceptan.
Y a todo esto, la cinta del magnetofón Uher gira que te gira. Hablaban de "gales"... y se estaba grabando
.

Con los "gales" sacados tendenciosamente a colación en tiempos tan prematuros (1978), años antes del nacimiento real y operativo de los GAL, Pilar Urbano afirmaba a renglón seguido que justo el día siguiente de aquella visita, el general Bourgón, fallecido nada menos que doce años antes de que ella escribiera su libro, hizo la siguiente confidencia a dos oficiales de su entera confianza (que curiosamente deja sin identificar), mientras paseaban juntos por el bulevar de Recoletos:

- Mirad, ayer se dijeron algunas cosas con las que yo no estoy de acuerdo en modo alguno. Os voy a hablar desde la independencia que da el saber que me quedan muy pocos meses de vida, porque me han diagnosticado un cáncer... Quiero que sepáis que, mientras esté aquí, al frente de esta casa, nunca nos mancharemos con guerras sucias. Os puedo dar varias razones: Una es la que dijo ayer El Guti: "Son cosas muy complejas, en las que se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale". Otra razón: que haría falta un gran acuerdo entre las fuerzas políticas con responsabilidad de Estado. Pero, aunque se diera ese acuerdo impensable, y UCD, PSOE, PCE y AP dijeran de consuno: "Señores del Gobierno, entren ustedes por el atajo con el cuchillo entre los dientes", como la democracia genera mudanzas políticas, y hoy gobiernan unos y mañana otros, resultaría que, siendo responsables todos, en un futuro próximo unos de esos responsables estarían en el banquillo de los acusados, y otros estarían en el banco azul del Parlamento.
Pero, sobre todas esas razones, hay una que para mí es definitiva y terminante: yo tengo un sentido cristiano de la vida, y no puedo matar, ni mandar matar, ni dar facilidades para matar. Para mí hay una norma moral que ni puedo ni quiero ni voy a saltarme: "el quinto no matar".

Por último, una vez lanzada la insidia de mezclar a la extinta UCD con los GAL, como periodista confesa del Opus Dei tampoco resistiría la tentación de señalar sutilmente, pero con tinta de imprenta, quienes dentro del CESID eran los personajes leales y respetables (los cristiano-falangistas de "Forja") y quienes los desleales y manipuladores (Manglano y equipo):

... He recogido muy solventes testimonios de oficiales directivos del Cesid que, sobre este punto han sido rotundos: "En toda la época de UCD no hubo ningún impulso del Gobierno para suscitar una guerra sucia contra el terrorismo. En cambio, sí se potenció la acción informativa. Y eso incumbió directísimamente al Cesid". También he hablado con veteranos miembros de los servicios de Inteligencia, que estuvieron en esa recepción, cuando la visita de Adolfo Suárez, y, a preguntas directas mías, han negado de forma taxativa que Adolfo Suárez mostrase allí la más mínima proclividad hacia procedimientos criminales, por muy eficaces y rápidos que fuesen, para combatir el terrorismo.
¿Qué ocurre después con la grabación de esa visita de Suárez? Pues... durante unos cuantos años, no pasa nada.
Lo que se llama "el expediente de la visita", lo lleva el comandante Cortina al general Bourgón: es un carrete, una cinta grande de más de tres horas, de magnetofón Uher. Se deposita, con el Libro Memorial y las fotografías del evento, en una caja de caudales, dentro de la cámara acorazada del puesto de mando de la Aome. Primero, en la sede de la Dehesa de la Villa; después, en el chalé de la carretera de la Playa. Y ahí se conserva. En esa cámara se guardaban también municiones y blancos para ejercicios de tiro, y recuerdos singulares de la historia de esa Agrupación. Años más tarde, cuando la Aome se traslada a la sede nueva del Cesid, a su actual Edificio Pilar, en el kilómetro 9,9 de la carretera de La Coruña, por orden de Perote o por orden de Manglano se seleccionan unas frases, unos fragmentos interesantes, que tienen doble sentido, o que cambiados de lugar pueden ofrecer sesgos reveladores de lo dicho por Suárez en aquella ocasión. Se hace una copia reducida, fragmentada, descontextualizada y manipulada, en tamaño casete... prêt à porter.

José María Bourgón fue distinguido, entre otras condecoraciones, con la Cruz de Guerra, la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo, la Gran Cruz Blanca del Mérito Militar y la Orden de África.

FJM (Actualizado 05/09/2011)


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Aunque había ocupado destino como agregado militar en la Embajada de Roma, la escasa preparación de Bourgón en el campo específico de la Información/Inteligencia y su vinculación al grupo falangista y ultra-católico de “Forja”, hizo imposible que cumpliera las expectativas en él depositadas por el Gobierno de UCD para controlar los movimientos involucionistas dentro de las Fuerzas Armadas. De hecho, como director del CESID (1977-1979) dio prioridad a la lucha contra el terrorismo y al control de la red de espías desplegada en España por los países del Este, exceptuando la desarticulación de la “Operación Galaxia” meritada gracias a un “chivatazo” insoslayable.