Editoriales Antiguos

El fin del “régimen andaluz”, dudas frente a euforias

Elespiadigital | Viernes 07 de diciembre de 2018

Reconozco que no he empleado ni un minuto en seguir el desarrollo de la campaña sobre las elecciones andaluzas y me he enterado del resultado por pura casualidad, mientras veía una serie de documentales de terror en Amazon Prime Video. El apoliticismo del que me declaro, tiene eso: que, lejos de la militancia en partidos políticos, veo los toros desde la barrera… cuando voy a la plaza de toros. De todas formas, si comento ahora el resultado de las elecciones andaluzas es porque encuentro que se han producido algunos fenómenos de interés que conviene no perder de vista:

1) EL FIN DE 40 AÑOS DE SOCIALISMO ANDALUZ

En este país, parece que el ciclo de 40 años resulta fatídico, como si el horizonte vital de cualquier proyecto (o “tinglado”) político no pudiera durar, mal que bien, más de cuatro décadas. La maldición de “los 40 años” se ha cumplido también en Andalucía. Aquello duraba demasiado y ya no había forma de mantenerlo en pie: corrupción real institucionalizada, paternalismo social como pantalla, clientelismo, política del avestruz ante la inmigración masiva, procesos retrasados en busca de la prescripción de los delitos cometidos e incluso reivindicaciones “nacionales” extemporáneas. El “socialismo andaluz” ha sido el “socialismo de los desaprensivos” que puede resumirse en la peripatética frase pronunciada ante las cámaras de TVE hará más de treinta años, cuando los hermanos del Guerra convirtieron nepotismo y corrupción en algo habitual: “Toy aquí, porque los facistas quiere quitarle el cortijo al señorito Guerra”… Entre esta frase y las actitudes del alcalde de Marinaleda salidas de retablos costumbristas de hace 100 y 120 años, todo ello sobre las vías del AVE (otro de los orígenes de las corruptelas andaluzas) y sin perder de vista el antiguo PER, resumen lo que han sido estos últimos 40 años. Que el diablo se los lleve.

2) LAS CONSECUENCIAS EN POLÍTICA NACIONAL:

Ahora bien, a nadie se le escapa que estas elecciones tendrán consecuencias pesadas sobre la política nacional. Mencionamos algunas de las más inmediatas:

A) La evidencia de inaplazables elecciones generales

El okupa de la Moncloa puede aferrarse a permanecer unos meses más en el cargo (que es, presumiblemente lo que hará a la vista de que resulta quimérico pensar que el PSOE obtendría un aceptable resultado electoral a la vista de que, históricamente, las posibilidades de obtener una mayoría absoluta han dependido siempre de Cataluña (en donde el PSC no pasa por su mejor momento) y Andalucía (en donde el hundimiento del “régimen” acaba con la posibilidad de que pudiera ser el revulsivo a la pérdida de votos catalanes). En un país “normal” este resultado electoral supondría que el gobierno, llegado al poder, por una votación puntual y “justita” de “todos contra el PP”, carece de apoyo suficiente para seguir gobernando. La lógica política (y la HONESTIDAD) impondrían que el okupa de la Moncloa fijase para hoy la disolución de las cámaras y la fecha de unas elecciones generales. Pero, como se sabe, honestidad y lógica están ausentes en la clase política española: este resultado, contrariamente, puede contribuir a que, ante la derrota inevitable, el okupa decida agotar la legislatura. Cabe decir que, contrariamente, a lo que creía Sánchez, la “cocina del CIS” no basta para ganar unas elecciones.

B) La pérdida de la última esperanza del independentismo catalán

Pero si hay un afectado en primera línea es el independentismo catalán al que se le ha evaporado como por arte de magia su última esperanza: poner toda la carne en el asador en el momento en que, tras las próximas elecciones, Podemos y el PSOE formaran la coalición de gobierno que se habría avenido a negociar un nuevo referéndum, esta vez con todos los plácemes legales… Esperanza quimérica, construida a base de las habituales ensoñaciones independentistas. Pero lo que ha ocurrido en Andalucía hace, precisamente, que las dos fuerzas en las que confiaba apoyarse el independentismo, se hayan hundido (en el caso de Podemos, la ruina es total e inapelable y prefigura el gran hundimiento que se producirá en la primavera en las elecciones municipales). Veremos si algunos sectores independentistas son capaces de asimilar, entender y reaccionar la nueva situación: los que han ganado son los partidarios de que el Artículo 155 se aplicara con toda su brutalidad, se suspendiera la Generalitat de Cataluña y se intervinieran los medios de comunicación independentistas.

C) El hundimiento de Podemos

Era lógico: la etiqueta de Podemos más Izquierda Unida (Adelante Andalucía) demuestran una vez más que la “unidad” solamente tiene un efecto multiplicativo cuando ambas fuerzas están en alza: no después de demostrar durante cuatro años excentricidades, declaraciones extemporáneas sobre ideología de género e incapacidad demostrada en la gestión de los ayuntamientos. Y les podía haber ido todavía peor: ambas formaciones pueden darse con un canto en los dientes por haber perdido solamente tres diputados y un 5% de los votos que habían cosechado por separado hace cuatro años. El “No pasarán” y el antifascismo del que ha hecho gala la coalición, los ha convertido en un residuo del pasado con una colilla de porro entre las comisuras de los labios. Podemos ya no representa a nada más que a la izquierda arcaica de siempre: ya no es el representante de las energías y esperanzas depositadas en los primeros días del movimiento del 15-M.

D) La reafirmación del centrismo

Solamente Ciudadanos y Vox han ganado votos: 290.000 el primero. Con este resultado, el partido se ha estabilizado en Andalucía, presentándose como un polo de atracción para desengañados del socialismo andaluz. Puede sorprender a tenor de las ambigüedades y de la pobreza de objetivos de esta formación que, realmente, hasta ahora, solamente ha tenido un significado en Cataluña al haber asumido el liderazgo del movimiento anti-independentista. Pero, en el fondo, decir “centrismo” es decir ambigüedad y en momentos de duda y de incertidumbre ante el futuro, es la opción más segura para un sector de la población. Esto viene después de cuatro años de apoyo de Ciudadanos al “régimen” socialista y a su abandono sólo unos meses antes de las elecciones. Que nadie se llame a engaño: el centrismo en España solamente sobrevive en situaciones de inestabilidad e incertidumbre, luego tiende a evaporarse y Ciudadanos no será una excepción a esta regla.

E) El declive de las dos columnas del régimen

El PSOE ha quedado por delante en número de votos, a pesar de los que ha perdido (400.000). El PP, hoy más que nunca puede aspirar a presidir la Junta de Andalucía, paradójicamente, a pesar de haber perdido más de 300.000… Así pues, está claro: las prolongaciones andaluzas de las dos columnas del bipartidismo imperfecto español, pierden mucho y mucho más. Para el PP, colocar a su candidato al frente de la Junta será una victoria pírrica, pero para el PSOE supone enfrentarse al vacío: ¿qué ocurrirá con un partido cuya afiliación se justificaba por la posibilidad de ocupar puestos funcionariales y que llegó a tener tantos afiliados como cargos ocupados en la junta y en los ayuntamientos? Lo peor para la izquierda no es que el PSOE haya perdido votos, sino que Podemos-IU ha perdido también.  ¿Dónde han ido a parar esos votos? En grandísima medida a la abstención y al voto en blanco, pero también algunos parecen haber ido a parar a Vox. Si en 2915 podía pensarse que los resultados andaluces confirmaban el ascenso de una fuerza extrema-izquierda que descompensaba en Andalucía el régimen de bipartidismo imperfecto diseñado por las constitución de 1978, estos resultados evidencian que otra fuerza política (Vox), tiende a descompensarlo también por la derecha: no son dos más una (PP-PSOE + IU) las fuerzas que entran en juego, sino dos más tres (PP-PSOE + Cs-Podemos-Vox) en un panorama que promete ser en los próximos meses extraordinariamente fluido.

F) La irrupción del “populismo”

Indudablemente, el dato de mayor valor en estas elecciones es la irrupción del “populismo” que no ha podido ser asfixiado por la “cocina” del CIS. Vox ha despegado y lo ha hecho con una fuerza que abre las posibilidades a que obtenga un buen resultado (y no un solo diputado por Madrid) en las próximas elecciones generales. Era de esperar en la medida en que es una fórmula parecida al único sector que crece en la política europea. En España se ha retrasado su irrupción e incluso no ha aparecido como fuerza transversal, sino como segregación de la derecha: pero en estas elecciones, es evidente que ha incorporado a su electorado elementos que no procedían solamente de la derecha. El resultado, por ejemplo, en El Ejido, en donde ha conseguido ser el partido mayoritario determina muy a las claras que la temática política antinmigración queda en manos de Vox (lo que implica que los pequeños grupos de extrema-derecha (Respeto, 1.032 votos; FE-JONS, 2449 votos, tan solo pueden aspirar a jugar la carta activista). Ahora hará falta ver cómo Vox gestiona su primer éxito: su concurso es necesario para confirmar a un presidente no socialista en Andalucía.

2) PP: DEL “SIN ENEMIGOS A MI DERECHA” AL “ALIÁNDOME CON LA DERECHA DE MI DERECHA” 

Estos resultados no contribuyen a reforzar la posición de Casado al frente del PP. El premio de consolación es que su hombre en Andalucía pueda ocupar la presidencia de la Junta. Ciudadanos va a poner también la carne en el asador, por tanto, en los próximos días. Pero lo que está claro es que el PP ha variado su orientación: desde el principio se ha mostrado partidario de que el gobierno andaluz esté apoyado por Vox y ha tendido puentes hacia la formación de Abascal. El cambio de estrategia está claro: ya no vale el viejo lema fraguista “sin enemigos a la derecha”, ahora, cuando ya resulta inevitable la aparición de una derecha (que nos resistimos a llamar “extrema”, y a la que mejor le cuadra el calificativo de “derecha nacional”) a la derecha del PP, la nueva cantinela va a consistir en tender puentes e incluso -estamos seguros- tratar de reintegrarla en el partido del que se fue hace algo más de un lustro.

3) UN DESINTERÉS DE CASI EL 50% DEL ELECTORADO ANDALUZ POR LO QUE OCURRE EN ANDALUCÍA

No hay que olvidar otro dato significativo y sintomático: el aumento del no-voto (abstención, voto en blanco, voto nulo). Si la participación ha descendido ha sido, en grandísima medida, por la decepción que ha supuesto la actuación de Podemos que hace cuatro años logró movilizar al electorado. Es significativo que la participación haya pasado del 62% al 58% y que, dentro de la participación, los votos nulos de 2019 hayan duplicado a los de 2015: así que al 56% de votantes hay que restarle este 2%. Y también el número de votos en blanco ha aumentado: del 1,37 se ha pasado al 1,58%. Así que los votantes están por debajo del 55% y, por tanto, el partido con más votos, el PSOE, apenas ha obtenido un 15% del total… ¿Mensaje? A medida que se aproxima la participación al 50%, los resultados pierden legitimidad, por mucho que no exista ninguna norma escrita sobre lo que implica el “silencio” del elector. Se vota cuando se cree que se puede obtener un beneficio. El 55% de no-voto implica que la mitad del electorado ni cree, ni espera nada de estas elecciones.

4) LA TRAMPA: CAER EN EL OPTIMISMO EXAJERADO

Una última observación merecería ser realizada: el hecho de que el socialismo andaluz -la muestra más pristina de la corrupción y de la degradación de un ideal político, la más desaprensiva que se ha visto en la España democrática (junto con el ciclo de Jordi Pujol y con el gobierno de José María Aznar, cabría añadir), no aclara las incógnitas. Ninguna de ellas, en realidad. Las podemos enumerar así:

  • ¿Qué gobierno andaluz saldrá de estas elecciones? ¿quiénes lo integrarán? ¿cuál será el resultado de fuerzas que llegan con “hambre atrasada”?
  • ¿Cuál será el papel de Vox en este gobierno? ¿cómo gestionará sus diputados? ¿qué declaraciones realizarán? ¿hacia donde aspirarán a crecer? ¿cuál será la actitud de Vox frente al PP?
  • c¿Qué efectos tendrán estos resultados en la subsistencia de Pablo Iglesias al frente de Podemos a la vista de que la sigla está más que erosionada y la debacle puede producirse en las municipales?
  • ¿Reconocerá el okupa de la Moncloa que carece de fuerza social, prestigio, apoyos institucionales y legitimidad para seguir gobernando y aceptará el hecho de que el PSOE se encuentra en situación de debilidad extrema a partir de ese momento?

Pero hay una pregunta, sobre todas las demás, que afecta a Andalucía: ¿cómo se realizará la transición? ¿Cómo reaccionará el PSOE y sus miles y miles y miles más de funcionarios nombrados a dedo (o mediante “concursos oposición” amañados)? Dicho de otra manera: mucho nos tememos que lo que ha empezado aquí es tanto el postsocialismo andaluz, como una etapa de inestabilidad y superfluidez de las fuerzas políticas andaluzas. Porque, en este momento, el electorado sólo es consciente de que ha terminado un ciclo, pero no lo que le reserva el venidero. Un amigo andaluz que no dudaba de que, más o menos, se iba a producir el fin del “régimen”, me decía hace unos días: “veremos si los andaluces en unos meses no dicen aquello de virgencita, virgencita, que me quede como antes” … y por mi parte, espero que no sea así.

Ernest Milá