El general que vivió el 23-F desde la barrera de la ambigüedad
El general que vivió el 23-F desde la barrera de la ambigüedad
De regreso al domicilio familiar de Barcelona, se vio sorprendido por el estallido de la Guerra Civil, momento en el que sale del país por la frontera francesa para volver a la zona nacional de Sevilla, donde se alistó como voluntario en la XIII Centuria de Falange.
En 1937 fue nombrado alférez provisional de Ingenieros, combatiendo primero en el frente de Córdoba y después en el de Teruel, donde fue herido de gravedad. Al terminar la contienda nacional, Aramburu ingresó en la Academia de Transformación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, ubicada en Burgos, obteniendo el empleo de teniente en 1941 y el de capitán en 1942.
Al año siguiente se alistó en la denominada “División Azul”, encuadrada en la 250 División del Ejército alemán, al mando de la III Compañía del Batallón de Zapadores. Con esa unidad participó en la batalla de Krasny-Bor, en la que sólo sobrevivieron 36 de sus 212 efectivos.
De nuevo en España, en 1945 fue ascendido a comandante. En 1957 obtuvo el Diploma de Estado Mayor y a continuación el de Estados Mayores Conjuntos. Completó su formación profesional en Estados Unidos, Italia y Taiwán, ejerciendo la docencia en la Escuela Superior del Aire y en el CESEDEN.
Alcanzó el empleo de teniente coronel en 1959 y el de coronel en julio de 1970. En 1973 fue designado jefe del Regimiento Mixto de Ingenieros nº 9, de guarnición en el Sahara español, donde permaneció hasta la evacuación del territorio culminada en febrero de 1976.
En 1975 ascendió a general de brigada, asumiendo la jefatura de Ingenieros de la II Región Militar una vez regresado a territorio peninsular. Cuatro años más tarde, en 1979, fue promovido a general de división, siendo designado entonces secretario general para Asuntos de Política de Defensa (SEGENPOL). El 18 de abril de 1980 fue nombrado director general de la Guardia Civil. Un año más tarde, en noviembre de 1981, fue promovido a teniente general, permaneciendo en el mismo destino hasta octubre de 1983, fecha de su pase a la reserva.
En aquel relevante cargo afrontó el intento de golpe de Estado del 23-F, sin duda con escasa fortuna o voluntad para controlar a los subordinados que asaltaron el Congreso de los Diputados al mando del teniente coronel Tejero, en aquellos momentos destinado en los mismos servicios centrales de la Guardia Civil en donde se ubicaba su despacho oficial. La ambigüedad y el “doble juego” de su comportamiento estuvieron a punto de incluirle en el grupo de golpistas procesados, circunstancia que siempre ha intentado desdibujar con numerosas declaraciones de fe democrática tanto en los círculos políticos como en los medios de comunicación social.
En sus constantes esfuerzos exculpatorios, Aramburu advirtió por activa y por pasiva que, una vez conocido el asalto al Congreso de los Diputados, se presentó en el Hotel Palace “en veinte minutos”, haciéndose cargo del mando y dirección de los servicios montados por la Guardia Civil y la Policía para poner fin a aquella impresentable situación, por supuesto sin la menor eficacia, incluyendo su conminación a Tejero para que se rindiera (la respuesta fue “primero te mato y luego yo me pego un tiro”). Sin embargo, nadie cuestionó jamás lo vivido en primera persona por Fernando J. Muniesa y relatado en su libro “Los espías de madera” (Ediciones Foca, 1999):
Mientras el general Antonio Rodríguez Toquero, a la sazón jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, tomaba la desenfilada auto-programándose con fechas precisas un viaje profesional a Sudáfrica innecesario y hasta injustificable, alguien decidió que los alumnos de la Academia Especial de la Guardia Civil hicieran prácticas de equitación en la Casa de Campo con armamento bien municionado, precisamente el día señalado para votar en el Congreso de los Diputados la investidura presidencial de Leopoldo Calvo-Sotelo. Y yo mismo, que vivía casi enfrente de Las Cortes, cuando a primera hora de la tarde me dirigía a la redacción de "LUI" que teníamos ubicada en Ayala 27, comprobé con extrañeza --pero sin lugar a equivocarme-- que el mismísimo director general de la Guardia Civil, el teniente general José Luis Aramburu Topete, se encontraba vestido de paisano dentro de un discreto coche aparcado frente al palacio del Congreso, observando ensimismado el edificio que acogía a nuestra soberanía popular a punto de ser violentada…
Una vez concluida su vida militar, el general Aramburu fue presidente de DEFEX, empresa dedicada a la exportación de material de defensa, y vicepresidente de Santa Bárbara de Industrias Militares, industria fabricante del fusil de asalto “Cetme”, cuya unidad de gestión dirigió personalmente, empresas ambas de capital público.
Casado con Inés Maqua, el matrimonio fue progenitor de nueve hijos. A lo largo de su carrera profesional obtuvo 43 condecoraciones, entre las que destacan la Cruz de Oro de la Guardia Civil, la Medalla Militar Colectiva, tres Cruces de Guerra, cuatro Cruces Rojas al Mérito Militar, dos Cruces de Hierro, una Cruz de las Águilas Alemanas con Espadas y la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Como una de sus últimas distinciones, y quizás por el afecto generado con su comportamiento durante el 23-F, navegando finalmente al socaire del rey Juan Carlos I, éste tuvo a bien entregarle en persona, el 28 de octubre de 2003, el Premio “Ingeniero General Zarco del Valle” en la Academia de Ingenieros, institución que se lo otorgó en marzo de ese mismo año al considerar que había destacado de forma excepcional “por sus virtudes militares y capacidad profesional, prestigio, constante disponibilidad, dedicación y eficacia en el servicio demostrados en los destinos que ha ocupado en las unidades de Ingenieros”.
Un año más tarde, en noviembre de 2004, Aramburu volvió a tener cierto protagonismo mediático cuando el Gobierno español devolvió a Rusia la gran cruz de la catedral ortodoxa de Santa Sofía de Nóvgorod, uno de los templos más antiguos de Rusia, datado en el siglo XI. La reliquia, de latón y coronada por una paloma de hierro forjado, remataba la mayor de las cinco cúpulas del templo y se desplomó en un bombardeo del Ejército Rojo sobre las posiciones de mando que la División Azul tenía situadas en el Kremlin (recinto amurallado) de aquella ciudad, siendo reparada por los propios divisionarios, que la trasladaron a España al finalizar su campaña en Rusia (1941-1943) para depositarla en la Academia de Ingenieros Militares, entonces ubicada en Burgos y posteriormente trasladada a la localidad de Hoyo de Manzanares (Madrid).
La entrega de la cruz de Nóvgorod al patriarca Alejo, máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa rusa, realizada el 16 de noviembre de 2004 en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, contó con la presencia voluntaria del general Aramburu como protagonista vivo de aquellos hechos. Fue un gesto simbólico del entonces ministro español de Defensa, José Bono, en su primera visita oficial a Rusia, realizada para debatir con su homólogo ruso asuntos relativos a la cooperación establecida en el marco del Consejo Rusia-OTAN.
Aramburu, antiguo capitán de zapadores en el frente ruso, afirmó en relación con la reliquia devuelta que “nunca fue considerada como un botín, sino que siempre la vimos como un objeto sagrado”.
Falleció en Madrid el 13 de enero de 2011 a la edad de 92 años. Entre las numerosas condecoraciones civiles y militares con las que fue distinguido, destacan la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, la Medalla de Oro de Protección Civil, la Medalla Militar Colectiva, cuatro Cruces Rojas al Mérito Militar y tres Cruces de Guerra. También obtuvo el prestigioso Premio “Ingeniero General Zarco” en su segunda edición, que le entregó personalmente Su Majestad el Rey Juan Carlos I el 28 de octubre de 2003.
FJM (Actualizado 14/01/2011)
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