El general que embridó la División Acorazada “Brunete” el 23-F
JOSÉ JUSTE nació el 19 de marzo de 1918 en Madrid, en el seno de una familia de tradición castrense que, en razón de los destinos militares de su padre, le llevó a vivir su infancia y juventud en Melilla y Larache.
Ingresó en el Ejército el 1 de octubre de 1934 como soldado voluntario. Al estallar la Guerra Civil interrumpió los estudios de Ciencias Matemáticas para alistarse en las tropas de Regulares, con las que combatió en los frentes de Levante, Ebro, Cataluña y Toledo. Durante la contienda alcanzó el empleo de alférez provisional en 1937 y el de teniente provisional en 1938.
Tras la victoria franquista ingresó en la Academia de Infantería de Toledo como miembro de su Primera Promoción, recibiendo el despacho de teniente del Arma en 1941. En 1942 ascendió a capitán, empleo en el que obtuvo el diploma de Estado Mayor del Ejército (1947). También cursó las especialidades de Defensa Química, Automovilismo, Carros de Combate y Cooperación Aeroterrestre. Con posterioridad asistió al curso de Estado Mayor en la Escuela de Guerra italiana de Civitavecchia (Roma).
José Juste ascendió al empleo de comandante en 1948, al de teniente coronel en mayo de 1959 y al de coronel en febrero de 1968. El 18 de septiembre de 1974 fue promovido a general de brigada, ascendiendo a general de división el 15 de agosto de 1978.
A lo largo de su carrera ocupó destinos de Estado Mayor en diversas unidades y servicios militares: División “Tetuán” nº 19, IX Región Militar, Ejército de Marruecos, Estado Mayor Central y Alto Estado Mayor. Fue jefe de la División de Información del Estado Mayor del Ejército y profesor en su Escuela de Estado Mayor.
Juste también estuvo destinado como agregado militar en las embajadas de Roma y Atenas y en el gabinete del ministro del Ejército Pablo Martín Alonso, donde coincidiría precisamente con Alfonso Armada y Sabino Fernández Campo.
Entre sus destinos de armas destacan el mando del Regimiento de Infantería “Granada” nº 34 acuartelado en Huelva, el mando de la Brigada de Infantería DOT nº 7, la segunda jefatura de Tropas y Servicios de la VII Región Militar y el mando de la emblemática División Acorazada “Brunete” nº 1.
Recién incorporado a la DAC nº 1, en mayo de 1980, Juste presidió el Consejo de Guerra que condenó a penas de siete y seis meses de prisión, respectivamente, al teniente coronel Antonio Tejero y al capitán Ricardo Sáenz de Ynestrillas, por su participación en la denominada “Operación Galaxia”. Una respuesta legal a sus intrigas desestabilizadoras que el capitán general de Madrid, Guillermo Quintana Lacacci, y el propio Gobierno de UCD entendieron débil, como se evidenciaría más tarde con la participación de Tejero en el intento golpista del 23-F.
El general Juste también afrontó en el mismo destino aquella grave asonada, liderada por los generales Armada y Milans del Bosch, sin que nadie le advirtiera del decisivo papel asignado a la División Acorazada bajo su mando, de gran capacidad operativa, que en los planes golpistas debería secundar de forma inmediata el “estado de excepción” decretado en la III Región Militar tras el asalto del teniente coronel Tejero al Congreso de los Diputados. Un decreto firmado por Milans del Bosch que, de hecho, se acompañó con el despliegue de un notable contingente de fuerza armada, incluyendo artillería, carros de combate y tropas de Infantería, en los puntos más estratégicos de la capital valenciana, que de esa forma quedó bajo control militar.
En la mañana de aquel fatídico día, el jefe de la “Brunete” se dirigía al Campo de San Gregorio para realizar ejercicios prácticos con algunas de sus unidades. Al disponerse a almorzar en el parador soriano de Santa María de Huerta, su jefe de Estado Mayor, el coronel José Ignacio San Martín, le comunicó la “alerta” telefónica que acababa de recibir sobre los graves acontecimientos que esa misma tarde se iban a producir en Madrid, decidiendo suspender las maniobras y regresar de forma precipitada a su base.
Mientras tanto, los estrategas del golpe, que efectivamente desconfiaban de la colaboración que pudiera prestarles el nuevo jefe de la “Brunete”, ya habían previsto que el general Torres Rojas, anterior mando de la unidad, se desplazara desde La Coruña a Madrid para, en su caso, usurpar las funciones de Juste y sumarla a la asonada. De hecho, cuando aquella tarde de infarto el general Juste se incorporó al cuartel general de la DAC nº 1, ubicado en El Pardo, se encontró a Torres Rojas sentado en su propio despacho, en compañía de un significado grupo de jefes y oficiales militares. Todos los presentes, incluidos el general Torres Rojas y al coronel San Martín,trataron de inducir su colaboración en el golpe con referencias continuadas al respaldo de la Corona.
Una vez consumado el asalto de Tejero al Congreso de los Diputados, el general Juste, aceptó con recelo los preparativos necesarios para que la DAC pudiera salir a tomar posiciones en la capital madrileña. Pero, no obstante, desconcertado ante el panorama de sublevación que le presentaban, con Milans del Bosch a punto de sacar los carros de combate a las calles de Valencia y el general Armada poco menos que coordinando desde La Zarzuela las operaciones golpistas, decidió llamar al secretario general de la Casa del Rey y preguntarle si el general Armada se encontraba con Su Majestad en las dependencias del palacete.
Fue entonces cuando Sabino Fernández Campo, amigo personal de Juste, le contestó con la conocida frase: “Ni está ni se le espera”. Tras esta respuesta, que reportó de inmediato a Quintana Lacacci, capitán general de la I Región Militar, la “Brunete” permaneció embridada por su mando natural, perdiendo los golpistas el pretendido apoyo de fuerza militar más importante, capaz de arrastrar al conjunto del Ejército.
La pregunta de Juste y la respuesta de Fernández Campo sintetizaban una de las claves del golpe de Estado: que el general Alfonso Armada accediese a la Zarzuela para explicar al Rey lo que estaba sucediendo como señal pactada para generalizar la insurrección. Pese a la aclaración de Fernández Campo, y sobre todo antes de ella, el forcejeo dialéctico de Juste con sus subordinados fue constante, llegando a espetarle uno de los golpistas:“¡Mi general, cuánto tiempo estamos perdiendo!”. Por ello algunas unidades blindadas llegaron a salir desde el cuartel de El Goloso en dirección al centro urbano de Madrid, aunque durante aquel dramático impasse permanecieran detenidas en las cunetas.
No obstante, cuando el intento golpista ya estaba prácticamente abortado, el comandante Pardo Zancada terminaría trasladándose al Congreso de los Diputados al mando de 113 hombres de la Policía Militar de la DAC nº 1, uniéndose a los asaltantes en un intento casi desesperado de arrastrar a otros indecisos. Su actitud, tan torpe como gratuita, permitió que algunos comentaristas la interpretaran más tarde con escasa objetividad como una reacción de “caballerosa solidaridad”.
Una de las cosas verdaderamente ciertas sobre aquel suceso, es que cuando el Jefe del Estado recibió en La Zarzuela a quienes habían conseguido frustrar aquel intento desestabilizador, el rey Juan Carlos se despidió del general Juste con un sonoro “Gracias, Pepe”.
Tras los sucesos del 23-F, Juste cesó en el mando de la DAC nº 1 en mayo de 1981, incorporándose a la División de Coordinación y Planes del Estado Mayor Conjunto como codirector del Estado Mayor Combinado Hispano-Norteamericano. En ese acomodado destino sustituyó al general de división Francisco Carbonell, a quien curiosamente le fue encomendado entonces el mando de la misma unidad en la que días antes había cesado el propio Juste.
En enero de 1982, a los 63 años de edad, pasó voluntariamente a la reserva al considerar frustrada su aspiración de ascenso a teniente general, razonable a tenor de su posición en el escalafón. La resistencia del gobierno de UCD al ascenso del general Juste estuvo motivada, sobre todo, por las reticencias de Gutiérrez Mellado ante el comportamiento que tuvo durante el 23-F, calificado por algunos comentaristas del momento como confuso y titubeante. Entonces, fuentes próximas al general Juste indicaron que, siendo innegable el interés que tenía en ascender, con aquella actitud de renuncia pretendía mantener una imagen respetable ante la opinión pública y su propia dignidad como militar.
Su hija, Esperanza Juste Ballesta, manifestó el dolor que le producía su muerte con la esperanza de “que se le haga justicia”, lamentando las posiciones políticas y militares que “truncaron su aspiración de ser ascendido a teniente general”. También rememoró la primera confidencia familiar de su padre tras la jornada del 23-F: “Estoy vivo y eso es suficiente”.
Con aquellas palabras, el general Juste expresaba el temor que había tenido a que los excitados insubordinados de la “Brunete” hubieran optado por secuestrarle o asesinarle.Si eso hubiera ocurrido, es indudable que la rebelión del 23-F no hubiera concluido como concluyó.
FJM (Actualizado 02/02/2010)
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