El Diccionario de la RAE define el término ‘secuela’ como una “consecuencia o resulta de algo”, indicando su carácter generalmente negativo con una acepción complementaria en el ámbito médico como “trastorno o lesión que queda tras la curación de una enfermedad o un traumatismo, y que es consecuencia de ellos”.
En el terreno concreto de la creación literaria, sea del género que fuere, una secuela es cualquier novela, película u obra de ficción nacida después de otra obra completa inicial y que se desarrolla en un mismo ‘universo’, pero en un tiempo posterior. Normalmente, la secuela contiene elementos de la obra original, como escenarios, situaciones y personajes, aunque estos pueden ser sustituidos (por ejemplo, si un personaje muere en la primera obra, otro -un hijo u otro tipo de ‘heredero’- puede tomar su lugar).
Y también existe la ‘precuela’ (que algunos prefieren denominar ‘presecuela’ o ‘protosecuela’, e incluso ‘continuación retrospectiva’ en contraposición a la ‘secuela’ o ‘continuación prospectiva’), aunque sin mucho soporte filológico y sólo como parte de la jerga utilizada en el mundo de la cinematografía. El término se utiliza para describir obras cuya acción sucede antes de la obra original (Star Wars es la película más conocida con varias precuelas o continuaciones retrospectivas, que siempre han de superar el problema de tener que mantener el interés de un público que más o menos sabe cómo va a terminar la historia)…
Por otra parte, es igualmente conocido el dicho de que “la historia tiende a repetirse”; es decir, la forma de cómo funciona el engranaje del desarrollo histórico con recreaciones más o menos cíclicas. De hecho, Karl Marx iniciaba su ensayo “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte” (escrito en 1852) con este comentario al respecto: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío…”.
Pues bien, tras estas consideraciones, no deja de ser oportuno realizar un análisis del ‘caso Bárcenas’, hasta ahora tratado de forma exhaustiva en términos de pura actualidad política y judicial, precisamente enfocado a sus secuelas más inmediatas, conectadas también con alguna curiosa precuela; es decir, un análisis en términos de continuidad prospectiva y retrospectiva. De esta forma, se podría predecir mejor su efecto final sobre el Gobierno de Rajoy y sobre el propio futuro del PP.
ANTES SE COGE A UN MENTIROSO QUE A UN COJO
Cierto es que algunas, o muchas, de las irregularidades manifestadas en el ‘caso Gürtel-Bárcenas’ (no olvidemos que ‘Gürtel’ y ‘Bárcenas’ son aspectos de una misma trama de financiación ilegal y corrupción política), pueden no ser constitutivas de delito penal o que, siéndolo, hayan podido prescribir para determinados ejercicios contables dado su remoto origen temporal. Sin embargo, la cantidad de imputados e imputables -todos ellos relacionados con el aparato del PP- por la presunta comisión de hechos tipificados en el Código Penal así como la notable cantidad de testimonios y documentos probatorios, anuncian un proceso con bastantes condenas probables, al margen de las responsabilidades que puedan derivarse en el ámbito fiscal.
Nadie desea negar la presunción de inocencia de los imputados. Pero de lo mucho que ha trascendido a partir de la instrucción sumarial, la opinión pública deduce una verdadera ‘trama delictiva’ -más que delitos aislados de afección personal- y, por supuesto, graves responsabilidades de naturaleza política.
La cuestión es que, habiéndose gestionado el caso por parte del PP tan mal como se ha gestionado, con una dirección desenfocada y una actitud altiva y enrocada desbordada por los acontecimientos, pretendiendo negar la mayor de forma infructuosa (la existencia de la contabilidad B y el origen y destino de sus fondos) y tratando de endosar todas las culpas a los ‘chivos expiatorios’ de la causa que han sido cogidos con las manos en la masa, el efecto letal generado tiene muy mala reconducción en sus últimas consecuencias ante la opinión pública.
Pensar que, tras la insatisfactoria comparecencia de Mariano Rajoy del pasado 1 de agosto en el Congreso de los Diputados para dar explicaciones del ‘caso Bárcenas’ (que, insistimos, en realidad se debe identificar como el mucho más complejo ‘caso Gürtel-Bárcenas’), todo pueda quedar en agua de borrajas -o en la condena de unos pocos ‘pringados’ ajenos a la alta dirección del partido-, es cosa ciertamente ilusoria, por mucho que algunos crean que la justicia se encuentre condicionada en extremo por el poder político. Antes al contrario, esa creencia bien podría tener ahora, justo en este escandaloso asunto y en estos momentos de grave crisis económica e institucional, la respuesta adecuada en el ámbito jurisdiccional, ejemplar y ejemplarizante, dado el insoportable nivel al que han llegado la corrupción política y la propia manipulación del Poder Judicial.
Durante la citada comparecencia, todos los grupos parlamentarios de la oposición advirtieron a Rajoy por activa y por pasiva que su afirmación del “yo no soy culpable” (a pesar de ser el líder del PP), tendría consecuencias letales para él y para su partido en cuanto se revelase como mentira formal por sentencia judicial e incluso si se dieran a conocer nuevas pruebas de culpabilidad irrefutables. Y es que, dada la dinámica de las revelaciones del caso y la evidencia de los múltiples comportamientos delictivos que han venido protagonizado relevantes miembros de su aparato, al menos a nivel de creencia o intuición social (pendientes de confirmación en los tribunales de justicia), todo indica que el PP se ha financiado desde hace muchos años de forma ilegal, recibiendo comisiones encubiertas contra la adjudicación de contratos públicos y repartiendo ‘dinero negro’ a mansalva entre sus altos cargos y la banda de recaudadores mafiosos operadora de la trama.
La auto-exculpación de Rajoy, su declarado desconocimiento de lo que hacía y deshacía el gerente del partido que él mismo presidía (lo que en todo caso es una dejación de responsabilidad inaudita), a quien él ascendió mediante decisión personal al relevante cargo de tesorero, con sillón en la Ejecutiva Nacional, y a quien también avaló para que obtuviera un escaño de senador ‘cunero’ por Cantabria en dos legislaturas seguidas (VIII y IX), y su afán por que otros se coman el marrón del caso (Bárcenas, Correa y todos los que vayan cayendo en la refriega de imputados), no tiene buen color ni para él ni para el PP, partido que sustenta al Gobierno.
Y esto es tan evidente que, como han recogido todas las encuestas realizadas al efecto, la inmensa mayoría de los españoles dan por ciertas y exactas las acusaciones de Bárcenas y de otros implicados en la ‘trama Gürtel-Bárcenas’ y por mentirosos los argumentos de defensa expuestos por Rajoy y demás portavoces oficiales del PP. Nada más torpe y políticamente peligroso que creer en la estupidez de los administrados y que son incapaces de distinguir la verdad de la mentira.
Paréntesis: La creencia de que, a tenor, por ejemplo, de los resultados obtenidos respectivamente por el PP y el PSOE en las pasadas elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana y de Andalucía, la corrupción no descuenta votos, es un tremendo error. Y el análisis detenido de esa mera apariencia, incluyendo la particular situación de todas las fuerzas políticas en liza, así lo corrobora.
Pero… “alea jacta est” (la suerte está echada), como en su caso hubiera dicho Julio César. Y sabido es que, en efecto, antes se coge a un mentiroso que a un cojo y que las mentiras, aunque lo sean por simple ocultamiento de la verdad y no por falsearla directamente, siempre se descubren y siempre se pagan.
EL PROBLEMA DE MENTIR SIN OFICIO SUFICIENTE
El filósofo y moralista griego Epicteto, maestro de la escuela estoica, nos legó la máxima de que “los embusteros son la causa de todos los delitos que se cometen en el mundo”. Rajoy la puede desconocer o no, pero la actitud que viene manteniendo en el ‘caso Gürtel-Bárcenas’ dice muy poco en favor de su sentido de la ética política, que, dada su alta responsabilidad como presidente del Gobierno, debería llevarle mucho más allá de la mera defensa de los intereses espurios de su partido y de su mala praxis en el plano administrativo y financiero.
A tenor de cómo está la cosa, y de la politización y el desprestigio social de los organismos encargados de controlar al sector público, como el Tribunal de Cuentas, Rajoy debería repensar su cita exculpatoria y recurrente a la aprobación de la contabilidad oficial del PP por parte del mismo, porque es tan infantil como absurda (lo que está en cuestión no es la contabilidad A del partido sino la B). Con esa ridícula insistencia, y muy al contrario de lo que pretende, el presidente del Gobierno engrandece su perfil de mentiroso público, ya arraigado en la sociedad española por el incumplimiento de sus promesas electorales.
Además, alguno de los asesores áulicos de Rajoy, por ejemplo Pedro Arriola, debería advertirle que el éxito de la mentira política, siempre momentáneo, requiere del mentiroso que la sustenta un cierto carisma, una mínima carga de empatía con los sujetos a engañar, que ni acompaña ni acompañará nunca su triste y grisácea personalidad de opositor meritorio al Cuerpo de Registradores de la Propiedad. Es, quiérase o no, y aunque guarde dentro de si otros valores personales que no vamos a discutirle, un hombre frío, distante, de humanidad desconocida, sin credibilidad contrastada a pesar de su larga dedicación a la política, un político sin el menor carisma ni atractivo personal alguno y, por tanto, sin capacidad para convencer o ser creído en situaciones de controversia pública.
Así, bajo esa capa socialmente nada atractiva ni convincente (en política la apariencia no deja de ser parte de la realidad misma), es muy difícil ‘mentir correctamente’, es decir con la esperanza de ser creído. Porque la imagen falsaria puede más que la posible verdad en juego, hasta el punto de que el castigo del embustero, siendo éste real o aparente, es precisamente no ser creído aun cuando diga la verdad…
Otro paréntesis: ¿Qué sería de Rajoy si, en vez de enfrentarse a un Pérez Rubalcaba (otro que tal baila) se las tuviera que ver con un Felipe González, o incluso con un Adolfo Suárez…? La realidad es que un peso bien ligero de la política como Rodríguez Zapatero, le mojó la oreja a placer en dos elecciones generales sucesivas, que ya es decir; que sus correligionarios nunca le reconocieron méritos ni capacidad alguna para el liderazgo y que la designación digital de Aznar para que fuera su sucesor ha sido lamentada incluso por su propio mentor…
LA LETAL SECUELA DE LA MENTIRA POLÍTICA
Claro está que en este balance sobre la credibilidad o incredibilidad de Rajoy, hay hechos poco conocidos de tiempos pasados, bien reveladores de su oportunismo personal, que también juegan en su contra. Por ejemplo, los que se refieren a la vulneración de la Ley de Incompatibilidades de los Funcionarios Públicos, la Ley Hipotecaria y la Ley Electoral para controlar el destino de los recursos de los distintos registros de la propiedad de los que fue titular entre 1980 y 1990, siendo cargo público en Galicia y en el Congreso de los Diputados (ver detalles en “Mariano Rajoy vulneró la Ley para ganar los concursos de los Registros de la Propiedad de Padrón, Berga, Elche 3 y Santa Pola”).
Otros, los más conocidos, vienen surgiendo de forma continua desde que asumió la presidencia del Gobierno, bien relacionados con su torpe gestión de la crisis económica o bien en relación con el amasijo de mentiras con las que envuelve, cada vez con peor estilo político y personal, el deplorable contencioso que mantiene con su antes amiguísimo Bárcenas, y que por esa vía contumaz de negar la evidencia se ha convertido ya en el ‘caso Rajoy’. Entre estos últimos, destaca el desmontaje de su falsa declaración en la comparecencia en el Congreso de los Diputados del pasado 1 de agosto, cuando afirmó: “Señorías, ya se lo he dicho antes, me he equivocado; pero cuando yo fui elegido presidente del Gobierno, el señor Bárcenas no estaba en el partido, no era el tesorero, ni tenía representación política”.
Porque, a los pocos días, El Mundo (11/08/2013) dinamitaba su alharaca de político franco y transparente reproduciendo en portada la nómina oficial de Bárcenas de mayo de 2012 en el PP (tres meses después de haber sido reimputado y pasados cinco desde que Rajoy fuera nombrado presidente del Gobierno): nada más y nada menos que de 18.257 euros sobre 14 pagas/año. Es decir, dejándole en evidencia como un político mentiroso, ‘colgado de la brocha’ como aquél a quien, estando pintando el techo, de repente se le quita la escalera’…
Otro tanto sucedió apenas dos días después (13/08/2013) con la declaración prestada ante el juez instructor del caso por Cristóbal Páez, ex gerente del PP y su tesorero oficioso entre julio de 2008 y abril de 2010, persona bien informada al respecto, confirmando sin duda alguna la existencia de una contabilidad B dentro del partido.
De hecho, Páez reconoció que entre los años 1986 y 1989 elaboró varios informes como asesor laboral del partido que le fueron abonados siempre sin factura y en metálico (nunca declarados a Hacienda) y que, incluso, él mismo recibió dos ‘sobres’ en dinero negro de 6.000 euros cada uno en los años 2006 y 2007, registrados perfectamente en los ‘papeles de Bárcenas’. Una confesión con la que el juez instructor ya tiene acreditada la veracidad de 55 pagos y donativos anotados en los mismos.
Páez declaró que tuvo personalmente en sus manos diversos recibís de pagos de empresas al PP y, también, que llegó a guardar en su propio domicilio los apuntes contables de Bárcenas por miedo a que la autoridad judicial ordenase un registro de la sede central del PP, documentos que más tarde devolvió al partido porque “le quemaban en las manos”…
Pero es que en esa escalada demostrativa de la práctica mentirosa de Rajoy (“siempre se ha pagado en blanco”), hemos conocido acto seguido (14/08/2013), y por la declaración en sede judicial de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que el propio presidente del partido (junto con Javier Arenas) fue quien en marzo de 2010 pactó con Luis Bárcenas (ahora el ‘delincuente’ Bárcenas) su nueva y generosa nómina cuando se reincorporó a su función laboral tras concluir su excedencia laboral forzosa derivada de su cargo de senador. Y que, entonces, ella misma fue informada por Rajoy de las condiciones laborales de Bárcenas, de que se le pagaría su defensa jurídica y de que dispondría de un despacho/sala, una secretaria y un coche oficial del partido con chófer, situación que se prolongó hasta enero de 2013…
De forma que volvemos a lo que de forma razonable y necesaria se está preguntando todo el mundo: ¿Cómo ha podido decir Mariano Rajoy, salvo mentira premeditada y manifiesta, que cuando llegó a la Presidencia del Gobierno, nada tenían que ver él y su partido con Bárcenas…?
Pero, en este patético intento de desentenderse política y judicialmente del ‘caso Gürtel-Bárcenas’, se está llegando a mucho más. Con independencia de la actitud de la actual secretaria general del PP, tanto Francisco Álvarez-Cascos como Javier Arenas, predecesores en el cargo (el primero en el periodo 1989-1999 y el segundo en 1999-2003), descargaron en Álvaro Lapuerta, que fue el tesorero del PP bajo la dirección de ambos, toda la responsabilidad en el control de la legalidad de las donaciones al partido, buscando otro ‘pagano’ de culpas propias o corporativas sin pensar que, por su privilegiada información, podría lanzar en cualquier momento y por muchos caminos, directos o indirectos, voluntarios o involuntarios, algún que otro demoledor torpedo contra quienes con tanta alegría le quieren endosar el ‘marrón’ del caso.
Porque, a pesar de lo declarado por los ex secretarios generales del PP está claro que, a tenor del artículo 42 de los Estatutos del partido, ellos son quienes ostentan la dirección de todos sus servicios. O, dicho de otro modo,
está claro que el otorgamiento de poderes o la delegación de funciones a favor del tesorero, cosa que al parecer era habitual por razones operativas, no elimina automáticamente las responsabilidades de las personas que las titulan.
Por otra parte, tampoco es fácil de entender que habiéndose llamados ya a declarar como testigos a dos ex secretarios generales del PP (Álvarez-Cascos y Arenas), junto con quien desempeña el cargo actualmente (María Dolores de Cospedal) no se haya citado también y a los mismos efectos a Mariano Rajoy, que fue secretario general del partido a partir de 2033 y hasta su nombramiento como presidente en octubre de 2004, ni a Ángel Acebes que lo fue desde 2004 hasta 2008…
LA SIGNIFICADA PRECUELA DEL ‘CASO NASEIRO’…
Y por si lo dicho fuera poco, en contra de Rajoy también juega la precuela del ‘caso Naseiro’: un escándalo previo de corrupción política sustentado en una trama muy similar a la del ‘caso Gürtel-Bárcenas’. Ya perdido en la memoria pública tuvo su origen el 28 de noviembre de 1988, cuando la Brigada de Estupefacientes de la Jefatura Superior de Policía de Valencia procedió a investigar por orden judicial un supuesto tráfico de drogas, ‘pinchando’ con ese objeto la línea telefónica de Salvador Palop, concejal del PP en el Ayuntamiento de Valencia y cuyo hermano, Rafael Palop, aparecía vinculado al origen de la operación.
Pero el contenido de las cintas grabadas descubrió asuntos muy distintos a los esperados, puesto que recogieron conversaciones mantenidas entre miembros relevantes del PP en las que se planteaban negocios fraudulentos de carácter inmobiliario, parte de cuyos beneficios, según se pudo conocer más tarde, irían destinados a financiar al partido. Como consecuencia de aquella investigación, el 9 de abril de 1990, el entonces titular del Juzgado de Instrucción Nº 2 de Valencia, el magistrado Luis Manglano, ordenó la detención, entre otros, de Salvador Palop y de Rosendo Naseiro, tesorero del PP, por su presunta implicación en la concesión de licencias a empresas constructoras a cambio de comisiones que sirvieron para la financiación del PP, según las acusaciones.
No obstante, tras tres días de declaraciones, en los que todos los detenidos estuvieron incomunicados, el juez se vio obligado a la inhibición en favor del Tribunal Supremo al descubrir que podía estar implicada una persona aforada, que resultó ser el diputado por Valencia y ex tesorero del PP Angel Sanchís. Por su parte, el fiscal del Tribunal Supremo consideró entonces que los hechos constituían un delito de cohecho en grado de conspiración, por los que pidió para los tres políticos populares un total de nueve meses de prisión y 31,5 millones de pesetas de multa.
La cuestión es que las escuchas telefónicas se habían ordenado para investigar únicamente el caso de narcotráfico y, por tanto, su utilización en el presunto delito de financiación ilegal no gozaba de supervisión judicial. Por esta razón, el Supremo estimó la petición de los abogados defensores de que se anularan como prueba de cargo las conversaciones telefónicas que habían mantenido los finalmente encausados (Naseiro, Sanchís, Palop y el empresario José Balaguer), al considerar que en su grabación se había vulnerado el derecho a la intimidad de los mismos, ordenando la posterior destrucción de las cintas inculpatorias con las llamativas conversaciones de los implicados (el texto de las conversaciones grabadas se pueden leer en las hemerotecas dado su valor histórico, pero jurídicamente carecen de valor probatorio).
En consecuencia, tanto el fiscal como los querellantes retiraron todas las acusaciones, ya que una vez anulada la principal prueba de cargo les era imposible mantener su posición en la causa…
Una precuela (o ‘continuación retrospectiva’) de la historia de marras sin duda reveladora en estos momentos, que los clásicos del periodismo político conocen bien. Uno de ellos, Enric Sopena, la recordaba en un artículo que precisamente se titulaba Paralelismos entre el ‘caso Bárcenas’ y el ‘caso Naseiro’ (ElPlural.Com 20/01/2013) publicado tras descubrirse la primera cuenta millonaria de Bárcenas en Suiza y los sobresueldos de la cúpula del PP opacos a la Hacienda Pública:
El diario de Pedro J. Ramírez no dice la verdad en su editorial de ayer sobre lo que debe hacer Rajoy ante el gravísimo caso Bárcenas. Pone como ejemplo a seguir por Rajoy la investigación interna -impulsada por José María Aznar acerca del ‘caso Naseiro’- que estalló en abril de 1990. Y hoy vuelve a insistir en lo mismo.
Saltó el ‘caso Naseiro’ pocos días después de cuando Aznar fuera aupado por Fraga –“¡ni tutelas ni tutías!”-, a presidir el PP. Afirma ‘El Mundo’ que “Aznar encargó a Gallardón una investigación que éste llevó a cabo con el celo de un fiscal [Gallardón no ejerce de fiscal desde hace más de 30 años], estableciendo responsabilidades políticas que después se depuraron”.
‘El Vuelo del Halcón’
Veamos la versión de lo que en realidad sucedió, según el libro ‘El Vuelo del Halcón’, escrito por Graciano Palomo, colaborador semanal de ‘ElPlural.Com’. Se publicó ese libro con éxito, en septiembre de 1990, en la época que Aznar se convirtió en el número 1 del PP y seis años antes de ascender, aunque por los pelos, a la Jefatura del Gobierno.
“Como animales heridos”
“Aznar (…) se muestra partidario de llegar al fondo de la cuestión, ‘caiga quien caiga’ (…) Del Burgo es el más duro. Afirma que la sociedad está esperando una respuesta que no se ve por ninguna parte (…) Pero el secretario general, Álvarez Cascos, advierte: “Los señores Naseiro, que es amigo personal mío, y Sanchís [otro tesorero en aquel tiempo] tienen las llaves de la santabárbara de esta casa, y como animales heridos pueden hacer mucho daño si quieren; pueden hacer saltar todo esto en pedazos”.
“Tengo archivos y memoria”
“Unos días antes, cuando Ángel Sanchís regresa de su finca [en Argentina], se encuentra con unas declaraciones de Alberto Ruíz Gallardón que no le gustan nada. Llama a Federico Trillo (…): “Oye, Federico, Alberto ha sido muy generoso con otros, pero no conmigo. Advierto que tengo archivos y memoria. Vosotros sabréis lo que os traéis entre manos”.
Palabras muy duras
“Rosendo Naseiro también está dolido, y es azuzado por su hija Mari Paz para que salga a defenderse (…) Lo hará ella misma involucrando a los dos máximos dirigentes del PP con palabras muy duras hacia su actitud política y humana”.
Barriobajero y soez
Cuando los jefes más relevantes del PP leen los folios instruidos por el juez Manglano, que citan las conversaciones telefónicas de los dirigentes y militantes del partido, en el libro de Graciano Palomo pudo leerse tiempo después: “Es el más duro golpe asestado desde la sucesión. Hay dos sorpresas: la primera, el tono general de las conversaciones, que es barriobajero y soez, un lenguaje propio de delincuentes”. La segunda, el descubrimiento de un complot urdido por el llamado ‘clan de Valladolid’ para hacerse con las áreas más importantes del PP (…).
Ataque en todos los frentes
“La dirección popular -relata el periodista mencionado- decide atacar en todos los frentes externos. La campaña contra el juez Manglano, muy afectado, no cesa, y a ella contribuyen los jueces de la Asociación Profesional de la Magistratura y el propio decano del Colegio de Abogados de España, Antonio Pedrol Rius”.
Suficiente dinamita
“Entre las llamadas que recibe el autor del informe, Gallardón, está la de Ángel Sanchís, que amenaza por enésima vez con “tirar de la manta”. Naseiro tampoco está para bromas. Ambos disponen de la suficiente dinamita en sus polvorines como para liquidar a los más importantes personajes de la derecha”. Alberto fue desautorizado. Declara a sus colaboradores: “Hay que modificar a toda marcha las principales conclusiones y, por tanto, las recomendaciones finales. Se suprime la petición de expulsiones”.
Comparecencia ante el Supremo, no
Los dos tesoreros insisten: “No vamos a tolerar que nos decapiten gratuitamente. Así lo expresan al secretario general y al vicesecretario general”. Federico Trillo proclama ante la Junta Directiva Nacional: “El informe de Alberto es una lección de auto experiencia. No se puede exigir responsabilidades a unos compañeros sin exigir muchas más; hay que esperar que fallen los Tribunales, no sea que vayamos a condenar a alguna personas y la Justicia las absuelva (…)”. Eso sí: “El PP se moviliza en todos los frentes para la que la comparecencia ante el Supremo no se produzca”.
Frenazo en seco
O sea, que el informe sobre el ‘caso Naseiro’, que ahora propone El Mundo a Rajoy sobre el caso Bárcenas, no es, ni mucho menos, lo bonito que pinta el editorial aludido en otro gesto más de Ramírez a favor de Aznar. El informe de Gallardón, que le encargó Aznar, fue en buena parte censurado a raíz de las amenazas de los dos tesoreros. El temor de Cascos, Trillo y, desde luego, Aznar de que ‘cantaran’ peligrosamente Naseiro y Sanchís ante la Justicia frenó en seco la investigación interna.
La APM
Lo que sí salvó al PP de la corrupción de numerosos militantes y dirigentes no fue el informe recortado a gusto de los tesoreros. Fue el Tribunal Supremo. La clave radica en uno de los instrumentos que utiliza ‘pro domo sua’ el Partido Popular y que narra Palomo cuando señala la ayuda prestada al PP por los jueces de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura (APM). Cargaron, mediante una campaña de descrédito, contra el magistrado instructor del asunto, el juez Manglano.
Evidencia significativa
El paralelismo judicial entre el ‘caso Naseiro’ y el ‘caso Bárcenas’ es una evidencia significativa. Cayó Manglano primero, aunque siguió en la carrera judicial. Después cayó, unos veinte años después, y con más estrépito y saña, Baltasar Garzón. No olvidemos que el ‘caso Bárcenas’ es consecuencia del ‘caso Gürtel’, enemigo público número 1 del PP por razones obvias.
Pero, volviendo a las secuelas del caso, que en realidad se ha convertido en una guerra entre Bárcenas y Rajoy y sus respectivos aliados de coyuntura, lo procedente es analizar otros ‘flecos’ o ‘amenazas’ más soterradas. Como tal, en ella no faltarán bajas mortales, heridos, prisioneros y algún que otro desaparecido en combate, aunque algunos permanezcan semicultos todavía en una prudente desenfilada, observando cómo se desarrolla la instrucción judicial del caso.
Uno de esos ‘peligros latentes’ es la posición que vayan tomando quienes se sientan imputables o también políticamente beneficiados por la causa. Es decir, los amigos y enemigos de unos y otros, los sectarios incondicionales, los traidores de oficio, los arrepentidos de ocasión, y, por supuesto, el gran bloque de honrados dirigentes y afiliados del partido que se encuentran justamente dolidos con una situación tan vergonzosa, cosa que no es de menor cuantía.
La unidad del PP se romperá cuando fracasen la estrategia de la negación contumaz y la resistencia a ultranza, cosa que comienza a vislumbrarse. De hecho, ya son palpables las ‘chispas’ que día a día ya saltan dentro del PP en función de las declaraciones judiciales, las implicaciones personales afloradas, la presión mediática y sus secuelas políticas y electorales…
Todo ello sin olvidar las consecuencias que este escándalo de la financiación ilegal del PP conlleva para las empresas ‘donantes’, pilladas in fraganti en la obtención de obras y concesiones públicas contra el pago de comisiones. Y sobre todo para el prestigio y la tranquilidad personal de sus más altos responsables, a los que hacer el paseíllo por los juzgados pone literalmente de los nervios.
No es necesario reiterar los notorios nombres ya citados al respecto en la instrucción del caso y en los medios informativos, pero parece obvio que ninguno de ellos querrá seguir atado al mismo tipo de prácticas ilegales y que va a ser difícil encontrarles sustitutos. Así, a partir de ahora, los gastos del aparato del partido, el chuponeo de sus dirigentes y el derroche en las campañas electorales se verán seriamente disminuidos.
También es obvio que algunos actores principales y secundarios de este drama del PP ya han jugado sus cartas y que otros las tienen escondidas para jugarlas astutamente a lo largo de la partida. Y que entre ellas no faltarán auténticos ‘ases’ en forma de testimonios personales solventes, documentos probatorios, pruebas periciales, grabaciones… Materiales que puestos encima de la mesa en el momento preciso pueden tener un efecto definitivo, capaz de convertir las cañas en lanzas y las olitas del Mar Muerto en el tsunami de Fukushima.
RECTIFICAR ES COSA DE SABIOS… Y DE SENTIDO COMÚN
Cada vez van apareciendo más confesiones sobre recepción de pagos y repartos en dinero negro dentro del PP, más prebendas y canonjías en el aparato del partido y más voces internas que se distancian de lo que ya todo el mundo entiende, cuando menos, como una mala praxis financiera y administrativa, y de sus desvergonzados beneficiarios. Y todo ello tasado en el tiempo, a un tiro de piedra de los comicios europeos (que marcarán el futuro electoral del PP y el político de Rajoy), seguidos a corto plazo de las elecciones municipales y autonómicas (la prueba definitiva) y teniendo que soportar al mismo tiempo el agobio de un nivel de malestar social y de rechazo a la clase política sin precedentes desde la Transición.
La insatisfacción con las explicaciones de Rajoy sobre el ‘caso Bárcenas’ en su comparecencia del pasado 1 de agosto en el Congreso de los Diputados, es tan evidente como la merma que conlleva en el prestigio exterior de España y en la credibilidad social del presidente del Gobierno. Al mismo tiempo, la dinámica del proceso abierto judicialmente y la nueva estrategia de defensa de Bárcenas anuncian revelaciones aún más comprometedoras para el PP tras las vacaciones veraniegas, acompañadas por supuesto de las iniciativas de la oposición para abrasar políticamente al líder del PP, lo que también acrecentará la indignación ciudadana y su rechazo al partido.
Algo parecido piensa la prensa internacional. En relación con la explicación dada por el presidente del Gobierno sobre el ‘caso Bárcenas’, el prestigioso semanario británico The Economist afirmó: “Rajoy se aferra a su puesto de trabajo”. Y el análisis de la BBC subrayaba que la mayoría de españoles ya dudaban de Rajoy antes de su comparecencia parlamentaria y que ésta resultaba insuficiente para ganar la partida de la confianza.
Por su parte, la agencia Reuters señalaba en una crónica durísima, que “sus explicaciones de una hora de duración en una esperadísima comparecencia en sede parlamentaria no convencieron” a la mayoría, recordando al mismo tiempo que “la desconfianza creciente ante la clase política y los casos de corrupción que han sacudido la vida pública española han llevado al PP a caer vertiginosamente en los sondeos de intención de voto”…
Todo ello al margen de los demás frentes que tiene abiertos el Gobierno de Rajoy, económicos, políticos e institucionales. Por tanto, no es de extrañar el interés gubernamental en reconducir esa dinámica con una campaña de propaganda agarrada a ‘clavos ardiendo’, como, por ejemplo, la inflexión de nuestra decreciente economía (falsa), la reactivación del mercado laboral (falsa) o la política exterior de ‘dignidad nacional’ en relación con Gibraltar (falsa); es decir, jugando otra vez con las cortinas de humo y la tinta de calamar.
En este contexto, el Gobierno, en evidente desgaste, se enfrenta a un nuevo curso político ciertamente difícil, con amenazas y retos muy complicados. En relación con el ‘caso Gürtel-Bárcenas’, ahora ‘caso Rajoy’, ya advertimos que si los populares hubieran seguido el consejo evangélico de acogerse a la verdad para poder ser libres (San Juan, 8.32), poniendo encima de la mesa las hechos ciertos, rectificando de forma visible los errores cometidos (incluso con ceses fulminantes), atajando de raíz la gangrena de la corrupción y asumiendo un coste político ‘acotado’ en el tiempo (al estallar el problema), la imagen de su partido y del propio Gobierno no serían peores de lo que van a terminar siendo, ni tan tremendo el daño que van a sufrir en la hoguera pública.
Porque, como ya concluimos también en una Newsletter anterior, y según sostienen los teóricos del pensamiento positivo, aquello en lo que se centran las personas -la mentira y la corrupción, frente a la verdad y la ética, en el caso de marras- es lo que se expande ante la sociedad. Alexander Pope, nos legó la máxima impecable de que “errar es humano, perdonar es divino y rectificar es de sabios”; pero rectificar es sobre todo cosa de sentido común, sin el que -honradez y votos aparte- nadie, incluido Rajoy, está capacitado ni legitimado de ninguna forma para gobernar.