La Leyenda Negra establece para la historia del Imperio español un esquema basado en la idea de la ruina perpetua, donde el país se hizo con el cetro mundial a espadazos, violaciones y fanatismo tras hallar por casualidad un continente que sufragó todos sus excesos; y luego se pasó hasta 1898 pagando por sus pecados, sus deudas, su atraso crónico y por haberse enfrascado en una empresa por encima de sus posibilidades. Según esta idea extendida, la prepotencia y la ceguera de España evitaron que pudiera coger el tren del progreso a tiempo, dando la espalda sistemáticamente a sus élites más preparadas: los judíos, los reformistas extranjeros como Esquilache o los afrancesados de José I.
César Cervera
César Cervera
La Leyenda Negra establece para la historia del Imperio español un esquema basado en la idea de la ruina perpetua, donde el país se hizo con el cetro mundial a espadazos, violaciones y fanatismo tras hallar por casualidad un continente que sufragó todos sus excesos; y luego se pasó hasta 1898 pagando por sus pecados, sus deudas, su atraso crónico y por haberse enfrascado en una empresa por encima de sus posibilidades. Según esta idea extendida, la prepotencia y la ceguera de España evitaron que pudiera coger el tren del progreso a tiempo, dando la espalda sistemáticamente a sus élites más preparadas: los judíos, los reformistas extranjeros como Esquilache o los afrancesados de José I.
La realidad, sin embargo, es que ningún imperio se forma por casualidad ni se se mantiene cinco siglos cayendo, salvo que lo haga a una velocidad de caída imperceptible al ojo humano. La cifra de los sefardíes que llegaron a salir del país puede que no pasara de las 20.000 personas, según las investigaciones del hispanista Henry Kamen, y «no cabe la menor duda de que los judíos no constituían ya una fuente de riqueza relevante [en Castilla y en Aragón], ni como banqueros ni como arrendatarios de rentas ni como mercaderes que desarrollasen negocios a nivel internacional», en opinión de Joseph Pérez recogida en su libro «Historia de una tragedia: la expulsión de los judíos de España» (Barcelona, Crítica).
Sobre las reformas procedentes del extranjero y los afrancesados, cabe recordar que una de las primeras cosas que destruyeron las tropas napoleónicas fue el segundo telescopio más grande del mundo, que estaba en Madrid. Porque, así lo demuestras las cifras, la España previa a la invasión napoleónica no estaba lejos tecnológica y económicamente de Inglaterra o Francia, y superaba en muchos campos a otras potencias como Prusia, Austria y Rusia. Así ocurría en química, medicina o botánica. El 1 de febrero de 1792 se inauguró en el Alcázar de Segovia el que fue considerado el mejor laboratorio de química de Europa. Además, España, sola o asociada a otras Cortes europeas, realizó 63 expediciones durante la Ilustración, más que ninguna otra nación en el mundo, lo que le valió el siguiente elogio del viajero y científico Alexander von Humboldt:
«Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español. Tres expediciones botánicas, las del Perú, Nueva Granada y Nueva España [...] han costado al Estado unos dos millones de francos [...] Toda esta investigación, realizada durante veinte años en las regiones más fértiles del nuevo continente, no solo ha enriquecido los dominios de la ciencia con más de cuatro mil nuevas especies de plantas; ha contribuido también grandemente a la difusión del gusto por la Historia natural entre los habitantes del país».
Portugal y España no hubieran podido explorar mares, cientos de islas y todo un continente en solitario durante el siglo XVI. Ni hubiera podido Elcano completar la primera circunnavegación a la tierra sin un bagaje naútico y tecnología a la vanguardia. La Casa de la Contratación de Sevilla no fue sino uno de los principales centros de ciencia aplicada del mundo. Y desde luego no se pueden controlar los campos de batalla sin artilleros y constructores de fortalezas de calidad, esto es, matemáticos e ingenieros.
El interés por la ciencia de Felipe II fue proverbial, aunque la Leyenda Negra (¡Otra vez, la dichosa leyenda!) quiera presentarle como un fanático religioso con interés en ciencias ocultas como la alquimia. El Rey Prudente fundó la primera Academia de Ciencias y Matemáticas (1582) de Europa y uno de los primeros museos de ciencia en la historia con sede en Valladolid, así como promotor de un conjunto de academias matemáticas por todo el imperio.
Que la España que él y otros reyes crearon no fue el desierto científico que la Leyenda Negra ha contado, y los españoles han creído, se puede comprobar con esta lista de especialistas de múltiples campos que, a su manera, cambiaron el mundo a mejor.
1.º Primer centro psiquiátrico
El mito del país de los fanáticos que dominaron los Reyes Católicos se desmonta con un único dato: España tenía la red más amplia de hospitales psiquiátricos de ese periodo. A iniciativa del padre mercedario Juan Gilabert Jofré se había fundado en el sigo XV en Valencia el primer centro psiquiátrico del mundo con una organización terapéutica.
Al parecer tomó esta decisión tras presenciar el maltrato que se le daba a un loco en una ciudad española. Por eso creó un hospicio para enfermos mentales denominado de los Santos Mártires Inocentes que recogía a los pobres dementes y expósitos, proyecto aprobada por el Papa Benedicto XIII y el Rey Martín I de Aragón.
2.º Turriano, un canal hasta Toledo
Juanelo Turriano es conocido como el relojero italiano que acompañó a Carlos V en Cuacos de Yuste, pero fue mucho más que eso. Nacido en Cremona hacia 1500, vino a España para construir efectivamente dos famosos relojes astronómicos, el Mocrocosmo y el Cristalino, capaz de indicar la posición de los astros en cada momento. Sin embargo, el número de ingenios que desarrolló en el país tenían como único límite su imaginación, incluido un autómata con grandes prestaciones.
El más famoso fue un artificio para elevar el agua desde el río Tajo hasta el Alcázar de Toledo, situado a unos cien metros de altura. La España imperial captó a muchos talentos internos y externos como el suyo para su empresa mundial.
3.º Domingo de Soto, precursor de Galileo
Domingo de Soto era un dominico conocido por sus contribuciones en Teología en Derecho dentro de la llamada Escuela de Salamanca, pero menos por su importante aportación a la Filosofía Natural (la Física). Sus trabajos sobre Mecánica, que expuso en su libro «Quaestiones», en 1551, sirvieron de base a los estudios de Galileo.
Entre otras cosas propuso que la caída de los elementos pesados obedecía a un patrón de movimiento uniformemente acelerado en el tiempo, esto es, que la velocidad de caída de un objeto es directamente proporcional al tiempo. Otro español, Diego Diest, planteó cuarenta años antes el mismo planteamiento, aunque en su caso supuso de forma errónea que la velocidad de caída era directamente proporcional al espacio recorrido en vez de al tiempo. Error en el que también cayó al principio Galileo, antes de corregirlo como Domingo de Soto había apuntado.
4.º Alonso de Santa Cruz y la variación magnética
De forma excepcional la Universidad de Salamanca incluyó en sus estatutos de 1561 que en la cátedra de Astronomía podía leerse a Copérnico, cuyo gran valedor fue Juan de Aguilera, profesor de astrología en este centro de 1550 a 1560. En 1594, la lectura se declaró obligatoria y el propio Felipe II costeo personalmente, entre otros, los trabajos de Alonso de Santa Cruz, que fue el primero en describir la variación magnética, y de Juan López Velasco, que describió los eclipses lunares entre 1577 y 1578.
La teoría heliocéntrica gozó así en España de gran vigencia, mientras Calvino se dedicaba a atacar a Copérnico por osar colocarse por encima del Espíritu Santo y, en 1551, Kaspar Peucer, yerno de Melanchton y profesor como él de la protestante Universidad de Wittemberg, pidió que se prohibiera sus enseñanzas.
5.º Herrera, el gran arquitecto del siglo XVI
Juan de Herrera fue un matemático de primer nivel del siglo XVI, cuyos trabajos para Felipe II se materializaron en puentes, presas, canales y, por supuesto, el Real Monasterio de El Escorial, una de las construcciones de mayor envergadura de su tiempo, para la cual empleó unas grúas especiales y técnicas que jamás se habían aplicado a ese nivel. Herrera, además, creó las esclusas que permitieron la navegación por los canales de Aranjuez. En «Su Discurso sobre la figura cúbica» plasmó sus conocimientos de geometría y matemáticas, mientras que su participación en algunas de las campañas militares de Carlos V demostraron que no le importaba mancharse las manos de barro.
6.º Miguel Servet, un aragonés en Ginebra
Filósofo, teólogo, filólogo, geógrafo, astrónomo, fisiólogo y médico. Miguel Servet es un personaje central del siglo XVI, cuyo descubrimiento sobre la circulación sanguínea sería años después fundamental para toda la ciencia médica. Sin embargo, el aragonés es hoy recordado casi en exclusiva por su enfrentamiento con el reformistas Calvino, que ordenó que quemaran a Servet extramuros de Ginebra, en una zona llamada Champel, el día 27 de octubre de 1553. La muerte fue especialmente agónica debido a que los maderos de la hoguera estaban húmedos y tardaron en arder.
Antes de su muerte, incluyó en una obra de carácter teológico la primera descripción de todo Occidente de la circulación menor, aquella que ocurre entre el corazón y los pulmones para oxigenar la sangre, si bien no tuvo impacto en la comunidad científica de su tiempo por ser un autor bastante desconocido. En vida solo fue conocido por un escrito sobre jarabes que alcanzó seis ediciones.
7.º Lastanosa, «maquinario» e inventor
El oscense Pedro Juan de Lastanosa fue un ingeniero de máquinas, inventor y tratadista de obras de hidráulica del siglo XVI. Ayudante del cosmógrafo e ingeniero de Carlos V Jerónimo Girava, colaboró con él en la traducción de la «Geometría Práctica» de Fineo y en diversas obras de ingeniería hidráulica. En 1563 pasó al servicio de Felipe II como «maquinario» y «maestro mayor de fortificaciones», en cuyo puesto intervino en diversas obras de ingeniería, como la Acequia Imperial de Aragón, los riegos de Murcia, las fortificaciones de los Alfaques o las mediciones topográficas para hacer un mapa de España junto a Esquivel. Inventó varias máquinas inéditas como un molino de pesas.
8.º Nicolás Monardes, pionero en botánica
Nicolás Monardes fue uno de los autores más importantes del Siglo de Oro de la ciencia española, cuya obra fue ampliamente difundida en toda Europa por las descripciones botánicas de especies americanas, totalmente desconocidas en Europa, como el tomate, la patata o el tabaco. En poco más de cien años sus obras alcanzaron cuarenta y dos ediciones en seis idiomas. Fue, además, el primer autor conocido en informar y describir el fenómeno de la Fluorescencia (un tipo particular de luminiscencia), en su libro «Historia Medicinal» (Sevilla, 1565), donde describe el extraño comportamiento de ciertas infusiones de Lignum nephriticum.
9.º Los 50 inventos de Ayanz y Beaumont
El navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont fue un inventor, ingeniero, científico, administrador de minas, comendador, regidor, gobernador, militar, pintor, cantante y compositor de música del siglo XVI que patentó medio centenar de inventos. Entre sus innovaciones figuran métodos metalúrgicos, balanzas de precisión, equipos para bucear, hornos, destiladores, sifones, instrumentos para medidas de rendimiento en máquinas, molinos hidráulicos y eólicos, molienda por rodillos metálicos, presas de arco y bóvedas, bombas hidráulicas de husillo y para achique de barcos, eyectores y máquinas de vapor. Muchas de estas invenciones se adelantaron un siglo a las que se desarrollarían en Inglaterra durante la Revolución Industrial.
10.º Hugo de Omarique y el elogio de Newton
Antonio Hugo de Omerique fue un matemático gaditano completamente olvidado que nació en el siglo XVII. Se sabe que escribió un tratado de aritmética y dos de geometría que no llegaron a publicarse y que se perdieron. No así su «Analysis geométrico», muy difundido en Europa y que Isaac Newton elogió en los mejores términos. Omerique presentó en esta obra un nuevo método para la resolución de problemas geométricos, usando y desarrollando las proporcionales, algo revolucionario para la época. Que su obra llegara hasta Inglaterra da fe de que la España de la época estaba totalmente conectada a Europa.
11.º Celestino Mutis: la corteza jesuita
José Celestino Mutis y Bosio consagró su vida a la medicina, a la geografía, a la difusión de las ciencias útiles, a la Ilustración y al estudio de la flora y la fauna de Nueva Granada. La mayor aportación a la ciencia terapéutica de este sacerdote se centró en el estudio de los aspectos botánicos, agrícolas, comerciales y médicos de la exótica droga llamada «quina» o «cascarilla». Este «oro verde», que se extraía de la corteza de una especie de árbol originario de América del Sur en la selva lluviosa de Amazonia, fue introducido en Europa por los jesuitas ya en el siglo XVII como poderoso febrífugo, del que se dijo que «fue para la medicina lo que la pólvora para la guerra».
El empleo de la quina para combatir el paludismo, fiebres tercianas y otras enfermedades similares puso en cuestión las teorías medievales de que las enfermedades frías había que combatirlas con sustancias calientes, y viceversa. Gracias a los usos hallados por Mutis, la Real Botica española se convirtió en el centro receptor de estas corachas de esta planta (considerada demoníaca por el mundo protestante) y, con ello, llegó a convertirse en uno de los templos científicos más importantes de Europa. El Colegio de Cirugía que desarrolló, en base a un plan de estudios de la medicina moderna, se copió en el extranjero y se exportó por todo el mundo.
12.º Jorge Juan: el hombre que midió la tierra
El militar y científico Jorge Juan fue el primero en medir la longitud del meridiano terrestre en una expedición naval realizada entre 1736 y 1744. Protegido por el Marqués de Ensenada, que le envió como espía Inglaterra a conocer las técnicas de construcción naval de este país, Jorge Juan fue recompensado por esta tarea con el nombramiento en 1752 de Director de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz. Allí experimentó él mismo en la construcción naval con resultados, basados en cálculos matemáticos, que impresionaron a los ingleses.
Desgraciadamente, con la caída de Ensenada las técnicas de Jorge Juan serían desechadas en favor del tipo de construcción naval francesa, más atrasado pero defendida por los sustitutos de Ensenada. El conocido como «el Sabio español» en el extranjero elaboró en sus últimos años de vida un plan para una expedición que calculara el paralaje del Sol, es decir, la medición exacta de su distancia a la Tierra.
13.º Antonio de Ulloa: el descubridor del platino
El marino Antonio de Ulloa fue quien dio a conocer a Europa el platino, un elemento químico de número atómico 78, que halló en Esmeraldas (Ecuador), aunque técnicamente quien figura como su descubridor es un autor británico que estudió sus propiedades. Ulloa, que en cualquier caso le dio el nombre y la publicidad al elemento, participó en múltiples tareas científicas y contribuyó a que la Armada fuera un cuerpo ilustrado bajo la protección también de Ensenada.
14.º Félix de Azara, fundamental para Darwin
Félix de Azara fue un militar, cartógrafo y científico español enviado a Paraguay por Carlos III a trazar las fronteras del Imperio español. Aburrido por su tarea militar, Azara se dedicó a catalogar hasta 448 especies (preferentemente pájaros), corrigiendo por el camino la identificación y descripción de muchas especies sudamericanas que el famoso francés Conde de Buffon había anotado mal. Su trabajo facilitó que Charles Darwin desarrollara su teoría sobre «El Origen de las Especies», como el propio británico reconoció. El naturalista inglés que desarrolló la idea de la evolución biológica a través de la selección natural cita a Félix de Azara una quincena de veces en su «Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo», dos en «El origen de las especies» y una «El origen del hombre».
15.º El descubridor español del vanadio
Si bien España no figura como descubridor del platino, si lo hace en otros dos elementos químicos. Uno de ellos el vanadio, injustamente atribuido de forma conjunta a un sueco y un español. Y es que en 1801, al examinar muestras minerales procedentes de Zimapán en el actual Estado de Hidalgo en México, el madrileño Andrés Manuel del Río llegó a la conclusión de que había encontrado un nuevo elemento metálico. Un año después entregó muestras de su hallazgo a Alexander von Humboldt, quién los envió a Hippolyte Victor Collet-Descotils en París para su análisis.
Collet-Descotils analizó las muestras e informó de forma equivocada de que contenía solo cromo, por lo que von Humboldt, a su vez, rechazó la pretensión de Del Río sobre un nuevo elemento. Del Río rectificó públicamente, pero treinta años después el elemento volvió a ser descubierto, en 1831, mientras el sueco Nils Gabriel Sefström trabajaba en un óxido obtenido de minerales de hierro. Sefström lo llamó vanadio en honor a la diosa escandinava Vanadis, nombre que oficialmente mantiene hoy.
16.º Descubridor de la «thenardita»
El catedrático de Química del Real Conservatorio de Artes José Luis Casaseca y Silván también tiene difícil que se vincule su nombre con su descubrimiento, aunque en su caso se debe a su humildad. En 1826, logró dar con el mineral de la «Thenardita», pero él mismo pidió que el nombre se le diera al francés L. J. Thenard, quien había sido su profesor durante tres años en París. Su generosidad jugó en contra de su fama.
17.º El wolframio, un metal escaso
Únicamente el wolframio o tungsteno figura como elemento químico aislado en exclusiva en territorio español, en su caso por los hermanos Fausto y Juan José Elhuyar hacia 1783. Este metal escaso y muy valioso fue el primer elemento químico descubierto sin ser extraído directamente de la naturaleza, ya que no existía en forma libre, sin combinar químicamente.
18.º Una expedición que cambió el mundo
El médico Javier Balmis y Berenguer es más conocido por su aportación a las causas humanitarias que por gloria de la ciencia, si bien ambas cosas están íntimamente relacionadas. Este militar que llegó a ser el médico personal de Carlos IV convenció a este Rey y sus ministros para promover una expedición que esparciera, de forma altruista, la vacuna de la viruela a lo largo del globo. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna contra la Viruela (1803-1814) recorrió La Coruña, Puerto Rico, Venezuela, Cuba, México, Texas, Colombia, Chile, Filipinas e incluso hicieron varias incursiones en territorio chino.
Aquello salvó una cantidad indeterminada de vidas de una enfermedad que, como narra de forma completa Javier Santamarta del Pozo en su obra «Siempre tuvimos héroes» (EDAF), ricos o pobres, padecía todo el mundo a lo largo de su vida.
19.º El ingenio que planificó San Petersburgo
Agustín de Betancourt fue uno de los científicos europeos más influyentes de su tiempo. Este ingeniero civil y militar, arquitecto, ensayista, precursor de la radio, telegrafía y la termodinámica trabajó para el Reino de España y el Imperio Ruso en diversos proyectos. Por encargo del Zar Alejandro I diseñó y planificó el desarrollo urbanístico de varias ciudades rusas, entre ellas San Petersburgo. Asimismo, diseñó la primera máquina a vapor continental y varios globos aerostáticos. Para España fundó la primera Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales en 1802.
20.º La contribución a la lucha contra el cólera
Jaume Ferrán i Clua, médico y bacteriólogo de finales del siglo XIX, elaboró una vacuna contra el cólera, con gran éxito en su uso en una epidemia en Valencia, y descubrió curas también contra el tifus y la tuberculosis.
21.º Una calculadora revolucionaria
Ramón Silvestre Verea (1833-1899), creó la calculadora más avanzada de su tiempo, capaz de realizar multiplicaciones de forma directa, una innovación que dejó obsoletas a las calculadoras de la época que solo realizaban sumas básicas.
El aparato del español comenzó a gestarse en Nueva York, en donde trabajaba como periodista. Él mismo se formó por su cuenta en ingeniería y mecánica, estudios que culminó en 1878 con la creación de esta calculadora formada por un cilindro metálico de diez lados, cada uno de los cuales tenía una columna de agujeros con otros diez diámetros diferentes. Con un solo movimiento de manija, se conseguían realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Verea, de procedencia pontevedresa, nunca se interesó lo suficiente en comercializar la calculadora.
Su innovador sistema de cilindros le sirvieron para aparecer en la revista Scientific American y para ganar una medalla en la Exposición Mundial de Inventos de Cuba en 1878.
Hoy en día, la fiebre amarilla o vómito negro (también llamada plaga americana) es una enfermedad que solo acapara titulares en África y en regiones subdesarrolladas. No obstante, durante mucho tiempo esta patología transmitida por mosquitos de los géneros Aedes y Haemagogus supuso un lastre para el proceso de poblamiento y colonización de América, especialmente en las áreas subtropicales y tropicales de Sudamérica, pues sobre todo afectaba a los que venían de Europa. La transmisión de la fiebre amarilla fue durante siglos un misterio para la ciencia hasta que, en 1881, el español Carlos Finlay descubrió el papel del mosquito que lo transmite.
22.º Juan Carlos Finlay Barres
Juan Carlos Finlay Barres (Puerto Príncipe, Cuba) llevó a cabo importantes estudios sobre la propagación del cólera en La Habana a partir de 1868. Su principal aporte a la ciencia mundial fue su explicación del modo de transmisión de la fiebre amarilla, que durante años fue debatida y descartada por otros científicos. Finlay y su único colaborador, el médico también español Claudio Delgado Amestoy, realizaron, desde el propio año 1881, una serie de inoculaciones experimentales para tratar de demostrar al mundo que se transmitía por los mosquitos.
Entre 1893, 1894 y 1898, Finlay divulgó a nivel mundial las principales medidas que se debían tomar para evitar las epidemias de fiebre amarilla: destrucción de las larvas de los mosquitos transmisores en sus propios criaderos y prevención en temporadas más húmedas. A pesar de las persistentes dudas de la comunidad científica, su método de erradicación logró eliminar la enfermedad de La Habana hacia 1901 y en pocos años se volvió una rara avis en el Caribe.
En 1902, al proclamarse la independencia de Cuba, Finlay fue nombrado jefe de Sanidad del nuevo estado. Desde este cargo encaró la última gran epidemia de fiebre amarilla que se registró en La Habana, en 1905, la cual fue eliminada en cuestión de tres meses.
23.º Pagés Miravé, el inventor de la epidural
Fidel Pagés Miravé fue un médico militar del siglo XIX que trabajó en Melilla durante la Guerra del Rif, donde pudo ensayar un método experimental para anestesiar a los heridos del conflicto, que no eran pocos. En junio de 1921, Fidel Pagés publicó en una revista fundada por él su método, que llamaba Anestesia Metamérica, lo que hoy se conoce como epidural, lo que apenas tuvo eco en la comunidad internacional. Achilles Dogliotti, un médico italiano, se arrogó en 1932 el mérito de haber descubierto la anestesia epidural tras probablemente leer el artículo de Pagés, que falleció una década antes. La comunidad internacional aplaudió la aportación de la medicina italiana al acervo universal.
24.º El mejor dirigible de su tiempo era español
Leonardo Torres Quevedo fue un ingeniero de caminos cántabro que dirigió de forma sobresaliente el Laboratorio de Mecánica Aplicada y desarrolló el primer dirigible español, muy por encima del resto de modelos europeos. La empresa francesa Astra tomó buena nota de ello y le compró la patente. Incansable, el cántabro también es conocido por diseñar el primer teleférico mecánico y la primera máquina calculadora.
25.º El drama del submarino de Peral
Isaac Peral no inventó el submarino como tal, pero este científico, marino y militar de Cartagena, teniente de navío de la Armada, desarrolló el primer submarino torpedero que se propulsaba por medio de la energía eléctrica. Su nave superó las pruebas técnicas, pero las autoridades desecharon el invento de Peral, que tras retirarse de la Marina se dedicó a restablecer su prestigio dañado.
26.º El primer libro electrónico
La maestra de escuela Ángela Ruiz Robles inventó en los años cuarenta del pasado siglo «el libro mecánico», considerado un precedente directo del libro electrónico. El ingenio desplegaba temas del saber y los interconectaba a través de un sistema de resortes y aire comprimido que incluía luces y circuitos electrónicos. Todo ello comprimido en el espacio que ocupa un estuche escolar. Alberto G. Ibáñez recuerda en su libro «La Leyenda Negra: Historia del odio a España» (Almuzara) que esta mujer viuda con tres hijas, además, patentó en 1962 otro prototipo de libro que «se recargaba con carretes donde se incluían las lecciones que debían estudiarse; desde el inglés, la lengua o las matemáticas». Su invento nunca fue comercializado.
27.º El inventor del petróleo sintético
El aragonés Rafael Suñén inventó el petróleo sintético a partir del carbón vegetal, fórmula que era mucho más barata. Como también explica Alberto G. Ibáñez en «La Leyenda Negra: Historia del odio a España» (Almuzara), su innovación atrajo el interés de los gobiernos francés y británico, pero él se negó, «empeñado en que se explotara en España. Cuando se inició la Guerra Civil fue arrestado por el Gobierno republicanos en Madrid e ingresa en la cárcel Modelo, de donde “desaparecería” como otros tantos de la época».
28.º Herrera Linares: el primer traje espacial
El ingeniero militar Emilio Herrera Linares diseñó en los años treinta del pasado siglo un aerostato de 24.000 metros cúbicos, 36 metros de diámetro y 1.740 kilos de peso, con el objeto de superar los 20.000 metros de altura. Para alcanzar esa altura, Herrera entendió que necesitaba un traje adecuado, con un revestimiento de tres capas: «Como resultado de estos estudios y ensayos consiguientes, quedó construida la primera escafandra del espacio que haya existido y se haya ensayado en el mundo», anotó el granadino.
Debido al estallido de la Guerra Civil, Emilio Herrera no pudo probar su traje, que fue destruido y la tela del globo con el que pensaba ascender hasta la estratosfera fue utilizada por los soldados republicanos para hacer abrigos. Aunque su invento acabó llegando a oídos de la NASA, rechazó una oferta para trabajar con ellos y, aunque monárquico, conservador y liberal, permaneció en el exilio, donde ejerció de presidente del gobierno republicano en el exilio entre 1960 y 1962. Su escafandra está considerada una de las mayores aportaciones europeas a la conquista del espacio.
29.º Primer aparato de rayos X portátil
Mónico Sánchez fue un ingenio cluniense que inventó en 1907 un aparato de rayos X portátil, aproximadamente de diez kilogramos, utilizado en numerosos hospitales europeos y americanos. Su invento salvó muchas vidas y le colocó entre los científicos más demandados de EE.UU., donde llegó a trabajar como ingeniero. Fue también un pionero de la telefonía sin hilos.
30.º Inventor del autogiro
El murciano Juan de la Cierva, ingeniero de caminos, canales y puertos, fue el inventor del girocóptero y un pionero del aire a nivel mundial. La empresa The Cierva Autogiro Company LTD, con sede en Londres, suministró estos aparatos por todo el mundo y le convirtió en una figura mediática. En su aterrizaje en EE.UU. se dio el lujo de llegar a los mandos de su autogiro al jardín de la Casa Blanca, donde fue agasajado por el presidente H. C. Hoover. El 18 de septiembre de 1928 aumentó su fama mundial tras conseguir atravesar el Canal de la Mancha por primera vez con su ingenio.
31.º Cirugía pionera del oído
Antolí Candela, cirujano del siglo XX, fue todo un pionero en operaciones de estapedectomía y en devolver el oído a los sordos. El valenciano aportó las primeras actuaciones de cirugía plástica bajo una asepsia y anestesia endonasal, incluyendo novedosos tratamientos de decorticación en el rinofima. Practicó también la faringología.
32.º Un maestro del magnetismo
Blas Cabrera fue un físico español, director del Laboratorio de Investigaciones Físicas entre 1910 y 1937, que se coló entre las grandes mentes de su generación gracias a sus trabajos en magnetismo, que en muchos casos siguen vigentes hoy. Sus dos contribuciones fundamentales a la ciencia mundial fueron la modificación de la ley de Curie- Weiss para las tierras raras y la obtención de una ecuación para el momento atómico magnético que incluía el efecto de la temperatura. Sus investigaciones aparecieron publicadas en las revistas científicas más importantes, se le invitó a los congresos más destacados de física y fue elegido, en 1928, como miembro de la Commission scientifique internationale del Institute Internationale de Physique Solvay (de la que formaban parte Langevin, Bohr, Marie Curie, de Donder, Einstein, Guye, Knudsen y Richardson).
Una vez finalizada la Guerra Civil, el Gobierno presidido por el dictador Francisco Franco, que consideraba a Cabrera uno de sus enemigos por su implicación con la Segunda República, le expulsó de su cátedra y presionó a nivel internacional para que Cabrera no ejerciera cargo alguno. Murió en el exilio republicano en México a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Una lección de historia para combatir el mito
A principios de este año, el catedrático de la Universidad de Granada José Ramón Jiménez Cuesta impartió la conferencia «El mito del atraso científico español durante la Revolución Científica» en el Centro Artístico Literario y Científico de Granada. Un trabajo que se puede consultar vía online y sirve para desmitificar la corriente de opinión que sostiene que, coincidiendo con el inicio de la Revolución Científica, se produjo un atraso en España que condicionó su desarrollo científico hasta hoy. «España estuvo al día de los conocimientos científicos más relevantes en el siglo XVI y comienzos del siglo XVII y hubo personas que hicieron contribuciones decisivas que, por desgracia, han pasado desapercibidas o han sido intencionalmente olvidadas», defiende este catedrático como punto de partida de su ponencia.
Entre los campos cultivados en ese Siglo de Oro español, Jiménez Cuesta reivindica el valor científico de la Casa de la Contratación de Sevilla, fundada para formar a profesionales en astronomía, cosmografía, diseño de instrumentos de navegación y demás conocimientos necesarios para mantener abierta la travesía entre América y España. En palabras de este catedrático, esta institución del saber se «convirtió con el tiempo en una especie de Cabo Cañaveral de la Astronomía y el Arte de Navegar y un centro absolutamente receptivo a todas las ideas y conocimientos que llegaban de todas partes del mundo».
Otro mito que este catedrático intenta desmontar en su trabajo es la idea de que España no entró en la Revolución Científica debido a su condición de país católico. «Este es un tópico sin fundamento. Lo único que podemos decir es que hay una correlación temporal entre la Revolución Científica y la Reforma Protestante. La reforma, se considera que comienza en 1517, prácticamente la misma fecha en la que Copérnico publica el “Comentarioulus”. Hubo grandes científicos católicos, Copérnico, Galileo, Pascal y grandes científicos protestantes o anglicanos como Kepler y Newton. Había científicos católicos en cortes protestantes y a la inversa. Con el paso del tiempo, la hegemonía científica de Francia (país católico) o Inglaterra (anglicano) tiene que ver más con cuestiones económicas que religiosas».
Fuente: ABC