Esta Newsletter también podría titularse ‘Presupuestos de pacotilla’, ‘Un Gobierno cuchufleta’, ‘Los delirios del profesor Chiflado’ (en alusión directa al ministro que acaba de apadrinar y presentar los Presupuestos Generales del Estado para 2914) o ‘Abundio, Panete y Pichote’ (el contumaz trio de la benzina empeñado en apuntillar la economía del Estado, es decir Rajoy, De Guindos y el propio Montoro).
Pero vamos a dejarlo como está, porque la gravedad del caso no admite chascarrillos como los que suele usar el graciosillo responsable de Hacienda y Administraciones Públicas para presentar sus argumentaciones técnicas, a veces tan falsas y ramplonas que merecerían apearle de la cátedra de Economía Aplicada (Hacienda Pública y Derecho Tributario) que en 1989 alguien le debió medio regalar en la Universidad de Cantabria, de la que tampoco podemos decir que en materia de Economía, Empresa y Negocios compita exactamente con Harvard, Stanford, Berkeley, Cambridge, con el MIT o con la London School of Economics.
En términos muy elementales, los Presupuestos Generales del Estado (PGE) tienen la consideración -discutible- de ser la ley más importante que el Gobierno promulga anualmente, dado que debería determinar su política en la mayor parte de los ámbitos de actuación pública y ‘mover’ la economía estatal en el ejercicio anual correspondiente. Sin embargo, no es menos cierto que, como tales ‘presupuestos’ (‘pre’ = ‘antes de’ y ‘supuesto’ = ‘hecho formado’), sólo son una formulación aproximada ‘antes de lo hecho’: un plan de acción que pretende alcanzar una meta, expresada en valores y términos financieros, en el plazo determinado y bajo ciertas condiciones previstas, aplicado desde cada centro de responsabilidad del Estado, como serían los ministerios y otros organismos públicos.
Porque, claro está que, en la praxis, esta aproximación a los PGE tiene su ‘cocina’ y sus triquiñuelas maquilladoras. Pueden ser modificados sobre la marcha por el Ejecutivo, mediante Decreto Ley (con posterior convalidación parlamentaria) o por Decreto Legislativo, procedimiento excepcional pero ya convertido en habitual; prorrogarse automáticamente sin mayor debate hasta la aprobación de unos nuevos o pasar por trasvases artificiosos entre partidas y departamentos…, sin que en la práctica su cumplimiento original tenga un control o seguimiento puntual, excluyendo lo referido a la totalidad de ingresos y gastos del sector público estatal.
Y ello con independencia de la complicación que supone el hecho de que cada Comunidad Autónoma disponga de su particular Presupuesto General en función de las transferencias competenciales que haya asumido, con autonomía financiera para su desarrollo y ejecución, aunque teóricamente sujetos tanto al principio de coordinación con la Hacienda estatal como al de solidaridad entre todos los españoles. Y de que, además, a los Presupuestos Públicos en sus versiones estatal y autonómicas se les añada un oscuro y adaptativo cajón de sastre como el invento comúnmente denominado ley ‘de acompañamiento’…
Aunque a priori no lo parezca, los PGE tienen una primera lectura y otra última, la de su inicio y la de su final, que suelen ser muy distintas. En los últimos cinco años, la conclusión de las cuentas públicas ha sido desoladora, un auténtico fiasco, razón por la que en los momentos actuales su mero enunciado produce verdadero escalofrío.
En los dos PGE anteriores, ambos elaborados por el Gobierno de Rajoy, el exceso de recortes y de impuestos asfixió la actividad económica y elevó la Deuda Pública en un crecimiento irresponsable, sin apenas lograr reducir el déficit; es decir, sin eficacia alguna, sin aumentar los ingresos ni disminuir los gastos públicos de forma equilibrada. Y en esta nueva versión del mismo proceso, todo indica -sobre todo por la debilidad de los ingresos y el grave deterioro del consumo- otro descuadre de las cuentas, que en esta tercera ocasión sería definitivamente mortal para el país.
Expresado de otra forma, en materia presupuestaria debe saberse, pues, que, como refiere la sentencia popular, de lo dicho a lo hecho va mucho trecho. Una realidad que, por ejemplo, se ha venido corroborando desde hace tiempo con falsas partidas de I+D para las empresas públicas que en realidad se han aplicado a sanear sus déficits financieros, con adquisiciones de sistemas de armas para las Fuerzas Armadas pagados de forma sin duda paradójica mediante créditos del Ministerio de Industria o con la aplicación de fondos reservados a fines que no son los legalmente previstos… Y, ya en los PGE para 2014, con la más que dudosa asignación de 506,15 millones de euros para la I+D militar (un 39,5% más que el año anterior): otro ejemplo bien revelador del mamoneo presupuestario mientras que los créditos a la I+D+i civil crecerán sólo un 1,3% (el CSIC verá congelado su presupuesto con 602 millones para el 2014).
Pero, al margen de este tipo de trapicheos y manipulaciones, lo cierto es que los PGE marcan un techo de gasto público que en la actualidad se aplica a parchear malamente las numerosas vías de agua que están hundiendo la economía pública, cada vez con mayor caudal de entrada, sin la menor aplicación práctica a la promoción de la economía productiva y a la creación de empleo, que es la única estrategia capaz de rescatar la nave del Estado de la procelosa tormenta en la que se hunde, para llevarla a un puerto más abrigado en el que se puedan ir reparando quilla y maquinaria en un proceso de rehabilitación por supuesto largo, delicado y costoso. Algo para lo que en su puente de mando hacen falta, obviamente, otros capitanes más avezados que los marineritos de aguas dulces que ahora la están mal gobernando, sin criterio ni rumbo adecuado.
Paréntesis: Respecto al desarrollo de la economía productiva, a Rajoy no parece interesarle el fenómeno de que, gracias a ella, en el País Vasco -que afortunadamente no se dedicó a malversar su capacidad inversora en chorradas políticas ni con burbujas inmobiliarias- hoy exista sólo un paro del 2% frente al 70% de Cádiz, por ejemplo. Pero, ¿tan difícil le parece al Gobierno leer con corrección la realidad de la economía nacional…?
EL JUEGO DE LA FICCIÓN PRESUPUESTARIA GUBERNAMENTAL
Nada más avistar el contenido de los PGE 2014, José Carlos Díez, uno de los economistas que no deja de contestar las torpezas gubernamentales, ya los definió como ‘Presupuestos de ficción’ en un artículo de opinión publicado en El País (27/09/2013) que no requiere más comentario, recordando que para incumplir el año pasado un objetivo del déficit público que fue cambiado tres veces en ocho meses, ya hubo que tomar, además, muchas medidas adicionales en el mes de julio.
Acto seguido, con los números en cuestión ya bien visibles en negro sobre blanco, y mientras los medios afines al Gobierno los definían meramente como austeros y duros para los empleados públicos, todas las fuerzas de la oposición los sometían a una crítica durísima, tildando los presupuestos para el 2014 de “tramposos”, “suicidas”, “indiscriminados”, “injustos” y afirmando, desde luego con razón, que “aumentan la pobreza”.
Soraya Rodríguez, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, definió los PGE 2014 como la consolidación “del recorte en las políticas públicas” y de “la bajada del poder adquisitivo de los pensionistas y los trabajadores”, y también como un “ajuste duro e indiscriminado del Gobierno que ha empobrecido a los españoles y ha acabado con el sistema del bienestar”.
Además, el secretario de Organización del PSOE, Óscar López, declaró: “El Gobierno ha presentado los presupuestos que culminan su recorte total y su mentira absoluta”, preguntándose por qué extraña razón si anuncia que habrá una recuperación económica recorta las pensiones.
En una línea similar, el coordinador de IU, Cayo Lara, advirtió que los presupuestos para 2014 “seguirán agudizando y trayendo más pobreza, menos salarios, menos prestaciones sociales y más precariedad en el empleo”. Durante su intervención en el último Consejo Político Federal de su partido señaló que “no hay luces verdes” y afirmó que el hecho de que se hayan incrementado las exportaciones, reducido la prima de riesgo o aumentado el turismo en España este verano “no significa que en lo concreto estemos con signos claros de recuperación económica”.
Para Cayo Lara las cuentas públicas del Gobierno “destruyen empleo tanto público como privado” y “aumentan la pobreza”, porque en vez de ser “unas cuentas para la recuperación”, como sostiene el Ejecutivo, alejan a España de la salida de la crisis. Lara ha advertido a Rajoy que sus presupuestos supondrán una caída aún mayor del consumo por la destrucción de empleo y la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones -cosa más que obvia-, denunciando que “congelan por cuarto año consecutivo el sueldo de los trabajadores del sector público” y que ello supone “un nuevo ataque del Gobierno” a dicho colectivo, afirmando que “la intención del Ejecutivo es deteriorar el sector público para justificar futuras privatizaciones”.
Por otra parte, Cayo Lara sostiene también que los ingresos previstos por el Ejecutivo son “raquíticos” e “injustos”, dado que el 82% de los mismos proceden de los ingresos vía IRPF, IVA e impuestos especiales, que es “lo que pagamos todos los que tenemos una nómina y todos los españoles al consumir", mientras que a través del Impuesto de Sociedades o de los beneficios del capital, sólo se conseguirá un 12,5% de los ingresos totales del Estado. Un análisis que se puede perfeccionar técnicamente pero que define la política económica gubernamental de forma palmaria, cargando sobre los más débiles los beneficios y las culpas de los más poderosos.
El portavoz económico de UPyD en el Congreso, Álvaro Anchuelo, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de Economía Aplicada, ha avanzado que su formación presentará una enmienda de la totalidad a los Presupuestos de 2014 por “tramposos” y porque “se resignan al estancamiento”. Y ha censurado que el Gobierno sostenga que en su proyecto presupuestario no hay recortes de gasto cuando el amplio colectivo de empleados públicos y pensionistas sí los va a sufrir. Los primeros porque de nuevo verán congelados sus salarios y los segundos porque verán reducido su poder adquisitivo ante el incremento real del costo de la vida, pese al aumento del 0,25% que experimentarán sus ya reducidas pensiones: “Si eso no es un recorte importante, que afecta a 12 millones de personas, que venga Dios y lo vea”, resumió.
El parlamentario de UPyD también se ha quejado de que el Gobierno asegure que no habrá subidas de impuestos en el próximo ejercicio, cuando algunas de éstas ya se habían anticipado a la presentación de los PGE 2014 y ahora pura y llanamente se consolidan. Del mismo modo ha criticado que el Ejecutivo haya incluido en su propuesta presupuestaria algunas subidas “cosméticas”, como sucede en la partida de I+D+i, que ahora amplía en 70 millones de euros un gasto cuando previamente se había recortado en 2.000 millones de euros…
EL MENSAJE FALAZ DE LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA
Pero la ficción presupuestaria del Gobierno llega al límite del escándalo y la vergüenza ajena cuando, además de elaborar unos presupuestos generales inútiles y aún dañinos para la reconducción de la crisis, los presenta con inusitado descaro como panacea de la ‘recuperación’. Sin ir más lejos, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ha defendido los presupuestos del Gobierno justamente como lo que no son, al considerarlos “realistas” y porque, insistiendo en el mensaje falaz del Ejecutivo de que suponen un punto de inflexión en la crisis, en su opinión personal “anticipan la recuperación del país”.
Con la verdad de los PGE 2014 encima de la mesa, Xavier Vidal-Folch publicaba en El País (03/10/2013), diario del que es veterano subdirector adjunto, un primer análisis sobre el tema que, como otros muchos de muy diversa procedencia, desbarataba la fantasmal imagen de unas cuentas del Estado ‘recuperadoras’ de las finanzas públicas, dejando en evidencia, una vez más, las mentiras del Ejecutivo (cuantitativa y cualitativamente sin precedentes en nuestra historia política más reciente):
Un ratón no es un elefante
Un gran truco de la magia es la “misdirection”: procurar que el público fije su mirada en un punto ciego, desviando su atención del lugar donde el artista produce la manipulación. En eso estamos.
Todo el verano, acaso para contrarrestar enojosos reveses político-judiciales, el Gobierno y sus heraldos han propagado si no el fin de la crisis, sí el de la recesión -cercano, pero aún no verificado-, y la “recuperación”. Se han dirigido a una ciudadanía que ni por asomo lo vive así.
El último en apuntarse a la campaña fue el ministro de Economía, Luis de Guindos. “Hemos tocado suelo” en cuanto a la destrucción de empleo, aseguraba hoy hace un mes, para enaltecer una escuálida mejora en agosto, 31 parados menos. Y ahora, ¿acaso es que el suelo se hundió más?
El problema del énfasis excesivo es que desvirtúa el carácter claramente positivo de muchos datos micro, e incrementa así la desconfianza del respetable. Pues no es igual un menor empeoramiento que una mejora sustantiva; una inferior celeridad de la crisis que su fin; una cercanía al crecimiento cero, que el relanzamiento; acercarse a tocar fondo, que rebotar hacia arriba. Si un ratón es un ratón, conviene no venderlo como si fuera un elefante.
Mariano Rajoy proclama desde Tokio que de lo que hoy se habla es de “cuán grande va a ser la recuperación”. Esto es aún más chocante que lo de los brotes verdes. Porque nadie habla de eso, se discute solo del probable retorno al crecimiento, siempre en dosis frágiles y escasas, un 0,7% para 2014, según el Gobierno. Ya es algo, pero no es la recuperación.
La recuperación implica restablecer las constantes vitales previas al desastre: entre el primer semestre de 2007 y el de 2013, España ha perdido un 5,3% acumulado de su PIB, cuatro veces peor que la eurozona. Las inversiones cayeron un 38%, justo el doble que la media de los socios. Y el paro, que en 2007 era del 8,6% en España y del 7,6% en la eurozona, alcanza ahora aquí el 26,2% y el 12,1% entre los Dieciocho, incluida España.
Sólo a partir de que igualemos los niveles de 2007, que implican reducir el paro a menos de un tercio del actual, podrá afirmarse que estaremos en la recuperación. Y a partir de entonces podrá otearse el relanzamiento. Pero no antes.
El problema no es ya que se venda como elefante un ratón. Es que el presupuesto (eso sí es sagrado) de 2014 se acaba de presentar como “el presupuesto de la recuperación”. Y si bien no contiene dislates como el de 2013 (la reducción prevista del PIB con que se elaboró fue del 0,5 y llegará casi a triplicarla), para afianzar la consigna recuperatoria se introducen tres efectos distorsionadores.
Primero, el “efecto fantasía”, al insistir Cristóbal Montoro en que “no habrá subidas de impuestos”, cuando las hay porque se mantienen los aumentos en IRPF, Sociedades, IBI y otros que se habían implantado solo para dos ejercicios, 2012 y 2013, y sin embargo se prorrogan para 2014. Y será fantástico que los ingresos aumenten un 2,1% (sobre recaudación prevista) o el 2,6% (sobre presupuesto 2013) con un crecimiento de la economía de sólo el 0,7%.
Segundo, el efecto “falso alivio”. El Gobierno confía cuadrar la cuenta gracias al cambio de ciclo, ese crecimiento del 0,7%: inferior a las previsiones de otros organismos, que profetizan un 1% largo. Si estos acaban teniendo razón, la sensación de mejora aumentará. Si no, el Gobierno habrá acertado. Siempre gana.
Tercero, el “efecto escaparate”: se aparenta que las pensiones suben (¿un 0,25%?) cuando de hecho bajará la capacidad adquisitiva de los pensionistas, porque la inflación será, al menos, del 1%. Parece que suben las becas, pero en parte a costa de la caída de las ayudas a libros, y en realidad ahí tampoco hay recuperación, pues descienden un 30% respecto de 2010. Se afirma que sube la partida para I+D, pero si se destripa, eso sucede porque sube la militar y baja -justo el doble- la civil. O sea. El ratón es un ratón.
UNA DEUDA PÚBLICA SALVAJE E INSALVABLE
La verdad es que hacer un seguimiento crítico de la política económica del Gobierno ya es un tema, además de fácil y manido, bochornoso y agotador, cada vez con menos cabida en nuestras habituales Newsletters; y sobre todo realmente frustrante por el contumaz asentamiento de Rajoy en el error, inamovible gracias a una mayoría parlamentaria absoluta, que él malversa despóticamente como un cheque en blanco para hacer y no hacer lo que le venga en gana. Una última experiencia electoral a la postre lamentable que quizás sirva para hacer saltar por los aires el bipartidismo imperfecto y la casta política que lo representa, responsables, con nuestra acomodaticia Corona por delante, del actual hundimiento del Estado.
Por eso, sólo vamos a destacar el aspecto más preocupante de la situación. Una evidencia que ya fue anunciada hace tiempo por otros economistas críticos independientes, no pesebristas, como Santiago Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica de la Universidad ‘Ramón Llull’, o el más mediático profesor titular de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana. Ambos, como otros muchos expertos quizás menos extrovertidos pero igual de realistas, sostienen la imposibilidad material de que España pueda saldar sin más su Deuda Pública, que Rajoy se encontró situada en el 45 % del PIB (dentro de la media europea) y que en 2014 dejará elevada hasta el 100% del PIB y situada en el segundo puesto del ranking mundial, sólo detrás de la de Estados Unidos, que ya estamos viendo lo que supone.
El profesor Niño-Becerra, que acaba de publicar una nueva y argumentada obra sobre el trasfondo de la crisis, titulada ‘Diario del crash’ (Libros del Lince, 2013), sostiene con acierto que el problema de España es que su economía tiene una dimensión mucho mayor que la griega, la portuguesa o la irlandesa, y que, dada la creciente inyección de fondos necesaria para ser rescatada al estilo tradicional (como han sido rescatadas Grecia e Irlanda), no menos de 750.000 millones de euros, obviamente inexistentes, ya es ‘irrescatable’. En consecuencia, tarde o temprano, España será intervenida y regulada.
En su nuevo libro, este ácido pero solvente economista desmenuza el día a día de la terrible crisis económica que nos ha tocado vivir, analizando con gran acierto por qué España dejó de ‘ir bien’; por qué tiene tantísimo paro; por qué es el país más duramente golpeado por la crisis; por qué fracasan las políticas de recortes, las reformas laborales, las políticas de estímulo y las de recortes... Y responde a las preguntas más elementales que todos nos hacemos y que el Gobierno de Rajoy ni se plantea contestar: ¿Cuándo va a terminar la crisis…? ¿Cómo será el mundo cuando termine esta época trágica…? ¿Qué quedará de la sanidad pública y de la seguridad social…?
Por su parte, el pragmático Gay de Liébana, igualmente aterrado con el crecimiento galopante de la Deuda Pública, que es un rápido e indiscutido logro del sabio Rajoy y sus aventajados economistas acólitos, reafirma a la vista de los PGE para 2014 que, introducidos en esa dinámica contumaz, seremos intervenidos de forma inevitable, simplemente porque es imposible pagarla (y cada vez lo será más), basándose para ello casi en sumas y restas propias de ‘la cuenta de la vieja’. Con un total de deuda pública de 978.000 millones de euros, de la que 685.438 corresponden a la Administración Central y 201.822 a las Comunidades Autónomas, y un PIB de 1.055.000 millones de euros, la imposibilidad de subsistencia económico-financiera es absoluta, razón por la que no se debería perder un solo día para renegociar la deuda a corto y medio plazo con los acreedores, sean éstos quienes fueren y con las quitas necesarias, algo inalcanzable para los pacatos gobernantes ‘merkelianos’ del momento.
LA IMPRESENTABLE POLÍTICA MARIANISTA DEL ‘VERLAS VENIR’
Incluso la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, que tampoco se caracteriza por enterarse bien de cómo va la cosa, ya se ha dado cuenta de que Rajoy es “el número uno en no darle importancia a nada”. A raíz de hacerse públicos los PGE 2014, publicó un post en su cuenta de Facebook (05/10/2013) de trasnochado corte rockero -muy suyo- pero bien elocuente al respecto:
¡A quién le importa! (Que decía Alaska...)
Si en algo ha demostrado Rajoy ser un número UNO, es en el arte de no darle importancia a NADA.
Desde los hilillos de plastilina, pasando por el cártel Gürtel-Bárcenas, o el grave desafío soberanista de Artur Mas, hasta -y esto es lo peor- el sufrimiento que la gestión de esta crisis está provocando en la inmensa mayoría de su pueblo. Rajoy le quita importancia a todo.
Es una forma de sacudirse de encima la enorme responsabilidad y la obligación de buscar otras salidas.
Su máxima consiste en hacerlo todo pequeño, en convertir todo en trivial y pasajero para mantener los problemas escondidos debajo de las alfombras. ¡Cómo si cupieran!
Ahora, además, acompaña su desdén por todo lo que es grave de una campaña de falso optimismo sobre nuestra economía.
Mientras él y su gobierno hablan, urbi et orbi, del milagro económico español, aquí la gente no puede con tanta necesidad y tanta injusticia.
Pero como decía Alaska: ¡a quién le importa!
Por eso, Rajoy sólo espera, en efecto, que causas extrañas o ajenas a su capacidad y decisión política (fenómenos exógenos a la propia realidad de la crisis) le presten su milagrosa ayuda para superar la crisis.
Incapaz de crear empleo neto y sano, el gobierno se apunta el falso tanto de la aminoración del paro nacional causada por el abandono de la demanda social de trabajo -cada vez más inútil-, por la pura y dura emigración (ahí está el aumento de las remesas que envían los españoles desde el exterior) o -en última instancia- por la contratación precaria (mientras la contratación indefinida retrocede, ganan notable peso los contratos a tiempo parcial y de formación y aprendizaje). Incapaz de consolidar un sector turístico estable y de calidad como motor efectivo de nuestra economía, y perjudicando su competitividad con inoportunas e injustificadas subidas de impuestos, se apunta el tanto fácil del oportunismo sectorial y la mala coyuntura por la que atraviesan otros mercados turísticos mediterráneos, que muy pronto volverán a recuperar sus más competitivas cuotas de mercado. Incapaz de ayudar de verdad a las empresas españolas con productos exportables, financiando sus fabricaciones y su desarrollo tecnológico, se apunta a una mejora relativa de la balanza comercial (que sigue en déficit) también ‘milagrosa’, generada en parte por un aumento de las exportaciones de rentabilidad precaria y por la disminución de las importaciones propias…
Todo ello mientras el sector de la construcción (y en especial el de la obra pública), que es un gran inductor del desarrollo económico, emigra en desbandada hasta situar el 90% de su contratación en el exterior, con la consiguiente creación de empleo y beneficios también fuera de nuestras fronteras. Y mientras el capital extranjero más rapaz entra a saco en la compra de una España puesta en segundas y terceras rebajas por la propia política gubernamental (sólo hay que ver cómo se están enajenando los activos inmobiliarios públicos).
Pero jugando al ‘tancredismo político’ y al ‘verlas venir’, Rajoy no deja de estar gastando su última bala presupuestaria, que, dada la crítica situación por la que atraviesa el país, también es la última bala de toda la gente de a pie para hacer frente a su asesinato colectivo, propiciado retroactivamente por la corrupción e ineptitud de la clase política y, en definitiva, por la perversión intrínseca del actual sistema de convivencia (partidos políticos, Autonomías, politización de la Justicia, pasotismo de la Corona, etc.). Aunque a otra gente más afortunada y a muchos redomados ladrones de este país tan mala suerte les traiga al pairo por tener sus reservas en los paraísos fiscales tolerados por el Gobierno.
Poco más hay que añadir al tema de los PGE 2014 que no se haya leído ya o se vaya a leer en la prensa convencional. Pero, ante su desfachatez, sí que cabe insistir en nuestra constante llamada a la inteligencia ciudadana para que se enfrente con mayor interés y fuerza a una pandilla de políticos ineptos y pretenciosos que, más a más, consideran a sus electores como una gran manada de borregos capaces de tragarse mentiras como ruedas de molino y de tributar como silentes siervos medievales para pagar los desmanes ajenos. Pues lo dicho: a enterarse bien de lo que pasa y a protestar alto y claro. ¿O es que acaso ‘la casta’ va a tener razón…?