Hace poco tiempo se conocieron los números (que muchos olvidan que representan personas) de la pobreza y la indigencia en nuestro país. Los mismos no podrían ser más alarmantes sobre todo si tenemos en cuenta que el peronismo, entendido como movimiento de liberación nacional y por lo tanto revolucionario, aspira a la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. ¿Pero con los siguientes guarismos, es esto posible?
Federico Gastón Addisi
Federico Gastón Addisi
Hace poco tiempo se conocieron los números (que muchos olvidan que representan personas) de la pobreza y la indigencia en nuestro país. Los mismos no podrían ser más alarmantes sobre todo si tenemos en cuenta que el peronismo, entendido como movimiento de liberación nacional y por lo tanto revolucionario, aspira a la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. ¿Pero con los siguientes guarismos, es esto posible?
El 40% de los argentinos se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Es decir que no alcanzan a cubrir los gastos de la canasta básica familiar. Un 10% de nuestros compatriotas se encuentra en la indigencia. Cifra que debe partir el alma, porque significa que millones no tienen acceso a las 4 comidas básicas que necesita todo ser humano. Pero las cifras son terribles si tenemos en cuenta que en el presente 6 de cada 10 chicos son pobres.
Es difícil inculcar el amor a la Patria cuando la misma le niega a sus hijos lo más básico como es la comida. Sin embargo, ya lo decía José Antonio: “Mi sueño es el de la patria el pan y la justicia para todos, pero preferentemente para los que no pueden congraciarse con la patria porque carecen de pan y de justicia”.
Esa es, en esta hora de exclusión extrema una de las primeras tareas del peronismo. Pero no. El peronismo partidista tolera que el salario promedio en Argentina sea de 25 mil pesos, cuando la canasta básica alcanza los 45 mil. Lo que significa que el otrora partido de la justicia social, permite que un trabajador tenga un empleo con el cual no puede dejar de ser pobre.
Es decir que los que tienen la suerte de tener trabajo no pueden cubrir los gastos esenciales. Capacidad de ahorro cero, por ende, un trabajador -en toda su vida- no puede jamás tener vivienda propia. Sólo por citar un ejemplo de lo que este modelo de exclusión provoca.
¿Nos preguntamos; esto es justicia social o más bien un polvorín para que en cualquier momento explote una revolución?
Nos hacemos la pregunta abrazando al peronismo y sin renunciar a su Doctrina. Pero nos cuestionamos su aplicación desde 1976 hasta la fecha. Más bien el peronismo ha dejado de ser revolucionario, abandonando aquello que decía Evita: “El peronismo será revolucionario o no será nada”, y se ha convertido en la “reacción”. Sí. Administrando planes de pobreza a granel que mantiene contenido al pueblo subyugado en el pobrerío, que no le permite lo elemental, pero al menos, no muere de hambre.
Pero si vemos la teoría de la revolución, en tanto condiciones objetivas y subjetivas, no queda otra que reafirmar lo antedicho. Escribía Lenin en su obra “La bancarrota de la II Internacional” y la ha desarrollado posteriormente en: «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» de 1920.
Considerando la situación revolucionaria como el factor objetivo de la revolución, Lenin la caracteriza de este modo: «La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma «inmutable» debido a la profunda crisis que ha afectado a estas clases, crisis que provoca el descontento y la indignación de las clases oprimidas.
Para que estalle la revolución ordinariamente no basta que «los de abajo no quieran vivir» como antes, sino que hace falta también que «los de arriba no puedan vivir» como hasta entonces. 2) Una agravación fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los de arriba, a una acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria». (…) «En otros términos, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general –que afecte a explotados y explotadores–».
Retomando el análisis de la realidad nacional y explicada las condiciones objetivas para una revolución, ¿Alguien puede dudar que en nuestra Argentina actual están dadas esas condiciones objetivas pre revolucionarias?
Pues bien. Faltarían las condiciones subjetivas. Esto es, el partido revolucionario de la clase obrera, su función de dirección, educación y movilización de las masas revolucionarias, desempeñan un papel determinante en la preparación del factor subjetivo. El partido logra esto tanto elaborando una correcta línea política, que responda a las condiciones concretas, a los deseos y a las exigencias revolucionarias de las masas, como realizando un trabajo muy grande y acciones revolucionarias frecuentes y bien estudiadas en el plano político, que hagan tomar conciencia al proletariado y a las masas trabajadoras de la situación en que viven, de la opresión, la explotación y las bárbaras leyes de la burguesía, de la necesidad de hacer la revolución, como el medio para derrocar al régimen esclavizador.
Y sin duda, este papel histórico es el que le cupo al peronismo. Que por lógica natural debería estar conduciendo el proceso de una revolución social y nacional, para restaurar la justicia social, la independencia económica, la soberanía política y el nacionalismo cultural. Pero el “pejojtismo” eligió ser parte del régimen.
Y aquí nos debatimos. Entre las condiciones objetivas dadas, pero sin estructura política capaz de interpretarlas y conducirlas al triunfo. Insistimos con Evita: “En mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una Revolución. Cuando la "cosa por hacer" es una Revolución entonces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer”.