Editoriales Antiguos

NÚMERO 90. El grano y la paja de las últimas encuestas políticas

Elespiadigital | Domingo 01 de diciembre de 2013

El pasado mes de noviembre se presentaron los barómetros de opinión que distintos institutos de investigación demoscópica (CIS, Metroscopia, Sigma Dos…) vienen realizando periódicamente para medir la evolución de la temperatura política del país, que en estos momentos coinciden ya con la mitad de la legislatura y también con el inicio de la precampaña electoral para los comicios europeos del próximo mes de mayo, que se celebraran a menos de seis meses vista. Es decir, mediciones situadas en el ‘paso del ecuador’ del Gobierno de Rajoy y, por tanto, en un punto adecuado para hacer un balance más afinado de su gestión, progresivamente asentada en la percepción de los votantes.

Sin cuestionar para nada la labor de los institutos que se dedican a la investigación social y mercadológica, que hoy por hoy es un instrumento imprescindible para la planificación empresarial en todas sus aplicaciones, la particular historia de las encuestas políticas -cuya manipulación es bien conocida por los politólogos y expertos en marketing electoral- sí que obliga a relativizar sus resultados, y mucho más las interpretaciones derivadas. Y, sin duda, a recelar de sus aparentes patrocinadores (casi siempre medios informativos que actúan como caja de resonancia de intereses partidistas), porque a menudo sus verdaderos promotores suelen quedar encubiertos.

LA ‘COCINA DE CUARTEL’ ZANCOCHADA POR EL CIS

Aunque hay casos en los que no se puede ocultar quien paga la factura, como sucede con las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicos (CIS), organismo público que depende del Ministerio de la Presidencia, y de cuya último sondeo el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que es un gran conocedor del organismo al haberlo supervisado como ministro en los gobiernos de Felipe González y de Rodríguez Zapatero, ha dicho de forma bien expresiva que es “cocina de cuartel”. Opinión no muy distinta de la que también ha manifestado la líder de UPyD, Rosa Díez.

Pero que determinadas encuestas políticas se falseen con la pretensión de crear estados de opinión puntuales, no quiere decir que un desarrollo sistemático de las mismas, es decir sondeos periódicos enfocados sobre un tema concreto, como es el caso que nos ocupa, sea igual de manipulable o que no arroje a la fuerza una visión en efecto reveladora como ‘tendencia’ de los valores en medición, como ‘película’ o secuencia de la realidad social investigada y no como una ‘fotografía’ aislada de un momento preciso. Y claro está que si ese mismo método de medición ‘barométrica’ continuo o permanente se desarrolla por tres gabinetes distintos que investigan en paralelo, los posibles resultados precocinados de cada encuesta quedan en mayor evidencia, mientras que los convergentes muestran el fondo de la cuestión con mayor claridad y credibilidad.

Así, la presentación coincidente en el mes de noviembre de las encuestas periódicas del CIS, Metroscopia y Sigma Dos (entre otras) sobre intención de voto y de valoración política, ha terminado poniendo de relieve algunos resultados inflados y algunas verdades irrefutables.

En el caso del Barómetro del CIS correspondiente al mes de octubre de 2013 (Estudio nº 3.001), que es el cuestionado por Rubalcaba y Rosa Díez, sorprende efectivamente su ‘estimación de voto’ para el supuesto de una elecciones generales inmediatas, reflejada en porcentajes sobre voto válido. Porque mientras dicha estimación sitúa en primer lugar al PP con un 34% de los votos, seguido del PSOE (26,8%), IU (11,3%) y UPyD (7,7%), el ‘voto decidido’ para esas formaciones políticas al día de la fecha y en la misma encuesta, es muy distinto: en primer lugar aparece el PSOE con un 13% de votos, seguido del PP (11,4%), IU (8,5%) y (UPyD (4,8%).

¿Y es posible, entonces, que exista una diferencia tan notable entre la intención de voto estimada por el CIS y el voto ya decidido por los mismos encuestados…? Puede ser posible, pero es improbable; simplemente porque las actitudes políticas derivan de las opiniones políticas, que, por otra parte, no se improvisan ni se cambian de la noche a la mañana.

Pero es que esa estimación de voto tan favorable al PP (volvería a ganar las elecciones legislativas con una ventaja nada menos que de 7,2 puntos sobre el segundo partido más votado), no se compadece en absoluto con la mala valoración que hacen también los mismos encuestados de quienes lideran los cuatro partidos nacionales en liza: Rosa Díez se sitúa con la mejor nota de 4,28 sobre 10 (en realidad es la ‘menos peor valorada’ puesto que nadie alcanza el aprobado, quizás debido al desprestigio generalizado de la clase política); seguida de Cayo Lara con un 3,81; de Rubalcaba con 3,13 y, por último, de Rajoy con tan solo 2,42 puntos. Además, Rajoy se sitúa en la misma ínfima valoración media de los trece ministros que le acompañan en su Gobierno, un 2,4 sobre 10; algo sin precedentes en la medición histórica del mismo ítem demoscópico.

Y por si esto fuera poco, resulta que los mismos encuestados que según el CIS asegurarían la victoria electoral de Rajoy (con una notable diferencia de más de 7 puntos sobre el segundo partido más votado), también evidencian su total falta de confianza en el actual presidente del Gobierno (casi la peor posible). Sólo un 10,7% por ciento de ellos afirma tener ‘mucha o bastante’ confianza en el presidente Rajoy (1,8+8,9), mientras que un 87,8 declaran que les inspira ‘poca o ninguna’ confianza (26,6+61,2).

¿Y acaso se puede entender que alguien esté dispuesto a volver a votar a un candidato al que imputa su peor valoración y sobre el que se tiene declarada ‘poca o ninguna’ confianza…? Es obvio que no y, por ello, algo chirría en el Barómetro del CIS, que si no huele a podrido sí que huele a “cocina de cuartel” como dice Rubalcaba.

LAS ELECCIONES EUROPEAS COMPROMETEN AL CIS Y AL PP

Pero, dejando al margen los esfuerzos que hace el Gobierno para presentar un balance político de media legislatura que frene la caída electoral del PP, maquillando datos para dar soporte a la campaña propagandista instada por el gurú de Moncloa, Pedro Arriola, existen otras encuestas políticas muy asimilables a las del CIS que, en la consideración global de los resultados acumulados, permiten algunos análisis y reflexiones sin duda interesantes.

Para empezar, a mediados del pasado mes de noviembre, Metroscopia daba a conocer una encuesta-tracking con 3.600 entrevistas telefónicas realizada para medir la intención de voto en las próximas elecciones europeas (mayo de 2014), que en definitiva, y dígase lo que se diga, deberían mostrar un reflejo claro del clima político nacional. Sus resultados asignaban un 29,0% de los votos al PP y un 27,9% al PSOE, es decir mostraban un empate técnico con una diferencia mínima de 1,1 puntos que se traducía en la obtención respectiva de 18 y 17 escaños, mientras que en las anteriores elecciones europeas el PP obtuvo 24 escaños con el 42,3% de los votos y el PSOE 23 escaños con el 38,6% de los votos (su significada caída conjunta les hace pasar del 80,9% de los votos al 56,9% y de 47 escaños a 35).

Por otra parte, según el estudio de Metroscopia, IU pasaría a obtener ahora

9 escaños con el 14,3% de los votos, frente a los 2 escaños obtenidos en 2009 con el 3,7% de los votos. Al tiempo que la formación de Rosa Díez, UPyD, pasaría a obtener 5 escaños con el 8,25 de los votos, frente al único escaño obtenido antes con el 2,9% de los votos.

Quiere ello decir que el mercado electoral se está agitando y que, mientras al PP se le anuncia un batacazo considerable perdiendo 6 escaños y el 13,35 de los votos (parecido al del PSOE que pierde otros 6 escaños y un 10,7% de los votos), IU y UPyD podrían llegar a quintuplicar su presencia en la Eurocámara. Y que si este trasvase de votos se puede asimilar de alguna forma al ámbito electoral nacional (y es lógico que así sea), ¿qué queda entonces de la gran ventaja de 7,2 puntos que el CIS atribuye al PP sobre su inmediato seguidor, el PSOE…? ¿Y cómo se puede entender que el CIS limite también el crecimiento de IU al 11,3% de los votos y el de UPyD al 7,7%...?

Es evidente, pues, que existe una clara contradicción entre las expectativas de voto asignadas al PP por el CIS y por Metroscopia, aunque se refieran a distinto ámbito electoral. Y, en menor grado, pero no menos significativas políticamente, entre las que también se asignan en una y otra encuesta a IU y a UPyD. ¿Es que el Gobierno piensa confundir al electorado sobre su nefasta gestión política sólo a base de maquillar las encuestas del CIS…?

Cierto es que las elecciones europeas sirven para anticipar un efecto de castigo a los gobiernos correspondientes, sobre todo porque al no incidir sus resultados de forma inmediata en el Ejecutivo, facilitan patentizar esa constancia del malestar nacional, sin que tampoco quepa apelar al voto útil para evitar la victoria del contrario. Y que, por otra parte, las elecciones europeas se celebran con circunscripciones estatales, lo que favorece a las opciones minoritarias perjudicadas por la Ley Electoral en los comicios nacionales y a las coaliciones formadas al efecto.

Pero, a falta de conocer quienes encabezarán las candidaturas al Parlamento Europeo y sus ideas-fuerza de campaña, esas mismas razones llevan justamente a no despreciar la imagen positiva que los resultados correspondientes pueden comportar tanto para IU y UPyD como para las opciones de corte soberanista o independista, con efecto opuesto para los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE; es decir, marcando o encauzando en buena medida la dinámica de las siguientes consultas electorales. Así, las elecciones europeas de 2009 abrieron el ciclo de victorias del PP que luego se proyectaría primero en las municipales y autonómicas de 2011 y después en las generales del 20-N, aparejando el hundimiento electoral del PSOE de Rodríguez Zapatero.

Al comentar los resultados de la encuesta de marras, José Pablo Ferrándiz, uno de los técnicos responsables de Metroscopia, advierte que, en efecto, los comicios europeos tienen una lectura que anticipa lo previsible a nivel nacional, y que, al día de hoy, amenaza con claridad la estabilidad electoral del PP (al igual que la del PSOE). Y recuerda literalmente en ElPais.Com (19/11/2013):

(…) En los comicios al Parlamento Europeo de 2009 se produjo la primera derrota electoral del PSOE en nueve años: hasta ese momento, desde que José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido secretario general de los socialistas en el año 2000, el PSOE había superado al PP en todas las grandes citas electorales. Como posteriormente se pudo comprobar, aquellas elecciones supusieron para los socialistas la primera señal de alarma del tsunami que les venía encima: primero en las municipales y autonómicos de mayo de 2011 -en las que los socialistas perdieron casi todo el poder territorial en juego- y, posteriormente, en las generales de noviembre de ese mismo año -en las que obtuvieron su peor resultado histórico-. Aquellos comicios europeos significaron, en cambio, el primer paso del PP en su camino hacia la cumbre que culminó el 20-N cuando logró una abrumadora victoria por mayoría absoluta y el mejor resultado electoral de toda su historia.

Cinco años después y al igual que ocurrió entonces, el desenlace de las próximas elecciones europeas que se celebrarán en mayo de 2014 podría ser el botón de muestra de lo que podría suceder en la política española en los próximos dos años. Al fin y al cabo los españoles suelen enfocar las elecciones al Parlamento Europeo más en clave española que europea y las del año próximo no parecen ser una excepción: la amplia mayoría (72%) dice que decidirá su voto -o su abstención- pensando más en la situación y los problemas de España que en los del conjunto de la Unión Europea. Así, si llegara a confirmase la estimación electoral de Metroscopia que hoy se publica en este diario, las próximas citas electorales de ámbito nacional -las municipales y autonómicas de mayo de 2015 y, previsiblemente, las generales a finales de ese mismo año- se caracterizarían por un desgaste de los dos grandes partidos nacionales (PP y PSOE) y un sustancial crecimiento de las otras dos formaciones de ámbito nacional: IU y UPyD. Pero también -en lo que puede considerarse un aviso a navegantes para algunos partidos de ámbito autonómico- por el aumento del caudal electoral de los partidos nacionalistas y regionalistas ideológicamente más tendentes hacia la izquierda frente al retroceso de los más conservadores. En todo caso, la estimación de resultado electoral se ha llevado a cabo sobre una participación electoral similar a la de 2009 y, dado que no se conocen aún los candidatos de cada formación política, en el (dudoso) supuesto de que los partidos y coaliciones que van a concurrir en 2014 sean los mismos que en 2009…

Pero es que la reciente estimación de Metroscopia para el supuesto de elecciones generales inmediatas, elaborada sobre la base de una serie de encuestas-tracking llevadas a cabo entre junio y finales de noviembre (El País 01/12/2013), confirma también una diferencia mínima de 2,4 puntos entre el PP y el PSOE, asignando al primero el 33,9% de los votos y 146 escaños y al segundo el 31,5% de los votos y 131 escaños. Ello supone que el PP ya pierde nada menos que 40 escaños respecto a los 186 obtenidos en 2011, mientras que el PSOE gana 21 sobre los 110 que ese mismo año le llevaron a la oposición.

Y Metroscopia confirma igualmente que, por el momento, IU pasaría de sus actuales 11 escaños a 25, al tiempo que UPyD obtendría 11 frente a los 5 que logró en 2011. Una evolución que confirma el injusto castigo que la ley D’Hont inflige a los partidos minoritarios, dado que IU, por ejemplo, sin llegar a doblar sus votos (ahora obtiene el 12,0% frente al anterior 6,9%) convierte esa diferencia en 14 escaños, doblando con mucho los actuales.

LOS SONDEOS DE SIGMA DOS DESTROZAN AL GOBIERNO DEL PP

Y, aún con lo dicho, otra encuesta barométrica, la de Sigma Dos realizada para El Mundo, ha venido a machacar también en su último sondeo del mes de noviembre las estimaciones electorales del CIS y, de paso, a enterrar de momento las aspiraciones del PP para frenar la caída de su valoración ciudadana y poder renovar su mandato de gobierno. Según las mediciones en la estimación de voto realizadas por esta consultora especializada en la investigación aplicada a los mercados y la opinión pública, la caída del PP desde una obtención real del 44,6% de los votos en las elecciones generales de noviembre de 2011, ha llegado progresivamente a una estimación del 30,0% en el supuesto de una elecciones inmediatas, lo que supone una pérdida muy abultada del 31% del apoyo electoral con el que consiguió la mayoría parlamentaria absoluta y quedar noqueado políticamente a mitad de la legislatura.

Ello tampoco comporta ninguna recuperación electoral del PSOE que, atado al gastado liderazgo de Rubalcaba, sigue fuera de la carrera política a 3,6 puntos del PP (según Sigma Dos cae del 28,8% de los votos obtenidos el 20-N a un 27% estimado en el supuesto de nuevas elecciones inmediatas).

Sigma Dos ha incluido en su sondeo del mes de noviembre algunas otras mediciones interesantes. Destaca entre ellas el hecho de que el 88% de los encuestados no han notado ningún síntoma de mejora en la situación económica del país, en contra de lo que proclama el Gobierno; que otro 85,7% considera que Rajoy debería hacer ya una remodelación seria del Gobierno, salvando exclusivamente de la quema a la vicepresidente Soraya Sáenz de Santamaría, y que los encuestados califican el cumplimiento del programa electoral del PP con una nota deprimente y de verdadera vergüenza ajena (un 2,71 sobre 10)…

Pero, en su conocido afán por dirigir la política nacional, El Mundo ha incluido también en la encuesta que patrocina un ítem que quizás pueda responder más a intereses editoriales que a exigencias sociales reales. Se trata del que señala que un 47,4% de los encuestados afines a UPyD se muestran a favor de que dicha formación política concurra a las elecciones europeas en una lista única con Ciutadans, el partido liderado por Albert Rivera. Una propuesta quizás bien intencionada pero ciertamente artificiosa (no es fácil que el fiel a un partido manifieste simpatías hacia otro) y fuera de la lógica competitividad política, agravada por la iniciativa de querer enfrentar en estos momentos el Movimiento Ciudadano auspiciado por Rivera a UPyD.

Otra cosa tácticamente más razonable y rentable para Ciutadans, que es la marca triunfadora en Cataluña, sería pasar la prueba de fuego de presentar su candidatura como Ciudadanos en el resto del país; y, antes que en otro sitio, en Madrid, que además de ser la capital del Estado también lo es de la irradiación mediática. Además, al observador perspicaz de por dónde van realmente las estrategias políticas de ambos partidos, no se le escapa que el joven Rivera se siente muy próximo a la actual derecha española (que, aún despechándole, muy bien le podría terminar dando el ‘abrazo del oso’), mientras que Rosa Díez defiende a ultranza la ‘empresa propia’, encantada de leerle la cartilla al PP en cuanto tiene la menor ocasión.

Por otra parte, la encuesta de Sigma Dos coincide con la de Metroscopia en reafirmar la progresión electoral de IU, que la primera sitúa ya en un 13,4% para elecciones generales y la segunda en un 14,3% para las elecciones europeas. Caso muy parecido al de UPyD, que conseguiría un 10,1% de los votos en elecciones generales y un 8,2% en las europeas.

Y también recoge, de forma muy parecida a como lo hace la encuesta de Metroscopia, una pésima valoración social sobre el presidente del Gobierno: ‘mala o muy mala’ para el 58,0% de los encuestados, ‘buena o muy buena’ para el 13,0% y ‘regular’ para el 27,6%. Aunque todavía es peor la que obtiene el conjunto de su Gobierno: ‘mala o muy mala’ para el 65,7% de los encuestados, ‘buena o muy buena’ para el 8,6% y ‘regular’ para el 24,7%.

Estas coincidencias llevan a cuestionar de nuevo la ventaja electoral que aún mantendría el PP según el Barómetro del CIS, confirmando su maquillaje de la realidad. Y corroboran igualmente la ruptura del actual bipartidismo imperfecto con la aparente consolidación de dos formaciones políticas nacionales (IU y UPyD) con fuerza suficiente para condicionar los gobiernos alternativos del PP y del PSOE, sustituyendo en esa función a los partidos ‘bisagra’ de ámbito autonómico; fenómeno que en principio podría dar lugar a otra forma de gobernar muy distinta y más razonable que la establecida en el origen de la Transición. Un escenario nuevo en el que el PSOE, con mejor posición y más cintura que el PP para generar pactos políticos fronterizos, podría reflotar con mayor facilidad.

LOS GURÚS DEL PP SE PONEN LA VENDA ANTES DE LA HERIDA

Claro está que toda esta previsible dinámica electoral se ve forzosamente sometida a reconducción por parte del PP. Así, dentro de la campaña del Gobierno que trata de positivar el balance de la media legislatura, a la que no serían ajenas las encuestas del CIS ni algunas meritorias ‘colaboraciones’ de determinados medios informativos, no sorprende que aparezcan otras encuestas e institutos de investigación ‘fantasmas’ tratando de taponar con inútiles artificios demoscópicos las vías de agua por las que el PP se está vaciando electoralmente.

En ese escenario, ha surgido, por ejemplo, una encuesta de NC Report, publicada por La Razón (18/11/2013) con el título “El PP ganaría de nuevo en 9 de 13 autonomías”, que además de extemporánea, porque estamos a casi dos años vista de las elecciones autonómicas, no deja de reflejar el temor a su pérdida de poder territorial. De entrada, la encuesta no se acompaña de la debida ficha técnica ni de descripción metodológica alguna, lo que en términos deontológicos deja a la empresa encuestadora y al medio que patrocina su chafarrina a la altura del betún (la página web de NC Report es todo un ejemplo de vaciedad e insolvencia empresarial).

El inefable director de La Razón, Francisco Marhuenda, ‘marianista’ hasta la médula y especialista en quitarle votos centristas al PP mucho más que en facilitárselos, no ha tenido el menor reparo en soportar tan generoso y gratuito reportaje con este absurdo intento de desinformación política:

Pasadas las elecciones al Parlamento Europeo del 2014, los comicios autonómicos de 2015 serán el principal termómetro para ver cómo llegan los dos grandes partidos a la cita electoral de las generales. La inquietud popular no radica tanto en las europeas, en las que ya se sabe que la abstención termina por monopolizar cualquier debate, como por las autonómicas de dentro de dos años. Pero a juzgar por los resultados de la última encuesta de NC Report para La Razón, en Génova pueden darse por satisfechos, puesto que lograría ser el partido más votado en 9 de las 13 comunidades autónomas que se pondrían en juego -12 autonomías comparten calendario electoral en la actualidad-, a las que se sumaría el Principado de Asturias, cuya inestabilidad política no descarta en absoluto un adelanto de los comicios.

Bien es cierto que el PP sufre el lógico desgaste de gobernar, no sólo el Ejecutivo central -del que ahora se van a cumplir dos años-, sino también gran parte del mapa autonómico. En mayo de 2011, los populares salieron victoriosos con mayoría absoluta en 8 comunidades (Baleares, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cantabria, Comunidad Valenciana, Madrid, La Rioja y Murcia) y acabó gobernando en coalición en Aragón (con el PAR) y en Extremadura (con IU). Un resultado arrollador que no se repetiría de celebrarse hoy las elecciones, pero que dejaría con opciones de gobierno en el mismo número de autonomías.

Así las cosas, María Dolores de Cospedal revalidaría la mayoría absoluta con 27 diputados frente a los 23-24 del PSOE; Pedro Sanz haría lo propio en La Rioja al lograr 17-18 diputados –la mayoría absoluta se sitúa en 17 escaños-; en Murcia, los populares obtendrían entre uno y dos diputados más que los 23 necesarios para gobernar en solitario pese a la renuncia de José Ramón Valcárcel; y en Castilla y León, donde todo indica que Juan Vicente Herrera dejará paso a las nuevas generaciones, el PP también conseguiría una ajustada mayoría absoluta de 43-44 diputados. Pero en otras seis autonomías los populares seguirían siendo el partido más votado, aunque tendrían que apoyarse en otras formaciones para poder formar gobierno. En esta tesitura se encontrarían en Madrid, la Comunidad Valenciana, Baleares y Cantabria, donde los populares no repetirían su mayoría absoluta y tendrían que buscar pactos de gobierno. También sucede lo mismo en Aragón y Extremadura, donde volverían a tener la posibilidad de reeditar los pactos con el PAR e IU, respectivamente. Eso sí, en Extremadura sería el PSOE quien ganara las elecciones, por apenas ocho décimas de diferencia.

La pérdida de votos en las filas populares es notable. La media obtenida en mayo de 2011 alcanzó el 42 por ciento de los sufragios, frente al 27,9 por ciento que logró un PSOE que ya anticipaba sus horas bajas. En suma, 14,1 puntos de diferencia entre los dos grandes partidos en 2011 que, según el sondeo de NC Report realizado entre el 15 de octubre el 12 de noviembre, se recortarían hasta los 9,4 puntos en intención de voto, puesto que el PP obtendría el 35,8 por ciento y los socialistas el 26,4 por ciento. Nada indica que el PSOE, como anunció a bombo y platillo su secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba en la pasada conferencia política, haya vuelto. Y mucho menos que sea “imparable”, como así lo calificó. Todo lo contrario. Porque si los populares pierden un 6,2 por ciento de sufragios, el PSOE se deja por el camino otro 1,5 por ciento. No en vano, la formación de Pablo Iglesias sólo mejora sus resultados de 2011 en tres comunidades: Cantabria, Navarra y Murcia. Y lo hace en porcentajes prácticamente imperceptibles, el 0,4 por ciento en las dos primeras, y el 0,6 en la tercera…

Claro está que, tras continuar La Razón afirmando gratuitamente que María Dolores de Cospedal aumentaría su distancia con el PSOE en Castilla-La Mancha, asegurando futuras mayorías absolutas del PP en Castilla y León, Murcia y La Rioja (que aun produciéndose no salvarían al partido de la quema electoral), vaticinando su victoria en Baleares, Madrid y Extremadura y anticipando eventuales pactos de gobierno de los populares con UPyD, entre otras ensoñaciones, algunos medios informativos no dudaron un instante en arremeter contra tanta osadía profesional. Así, ElPlural.Com (18/11/2013) le contestó de forma automática con un artículo titulado “Marhuenda ‘fabrica’ una encuesta para justificar en Madrid el pucherazo electoral de Cospedal”.

Acto seguido, el mismo medio digital, de inspiración socialista, completó su información del día repasando las alegrías informativas de Marhuenda en otro artículo titulado “La Razón ‘llora’ ya la posible pérdida de Valencia y Madrid” (subtítulo: En ABC dicen que “el PP está en alerta amarilla” y Ana Botella “sentenciada”), y poniendo las expectativas electorales en su justa situación. Su reconducción informativa se iniciaba con este párrafo:

Cómo estarán las cosas en intención de voto para el Partido Popular que ni Francisco Marhuenda puede hacer ‘milagros’ con su encuesta de este lunes. La Razón da ya por perdidas las mayorías absolutas en los dos grandes ‘feudos populares’: la Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid. También en Baleares y Cantabria, mientras en Extremadura, el PSOE vuelve a adelantar en votos a Monago. Especialmente, Valencia hace aguas y se habla ya de “fin de ciclo”. En ABC, Ignacio Camacho dice que el PP está “en alerta amarilla” y que las ‘barbas’ de dirigentes como Fabra o Botella han sido puestas a remojar…

Parece, pues, que el PP y sus gurús más destacados no solo se están poniendo la venda antes de la herida -tratando de ganar absurdamente la batalla de las encuestas fuera de la realidad electoral-, sino que algunos de ellos están poniendo además las tinajas antes que el vino. Lo que, más que una prevención, es un grave error de estrategia política y electoral (ya cometieron otros bien llamativos llevando al partido a la derrota electoral en 2004 y 2008).

LA TORPEZA DE CREER EN LA MANIPULACIÓN DEMOSCÓPICA

Pero, dejando a un lado lo favorables o desfavorables que puedan ser para cada partido las cuestionadas encuestas políticas (que en cualquier caso todos ellos prefieren que les sean favorables), a los politólogos de ocasión y aprendices de brujo de la demoscopia electoral conviene aclararles que cuando hablen de comunidades autónomas (o de provincias y municipios) es obligado considerar su ‘valor político’, su peso electoral específico. Y las diferencias en ese aspecto son tan notables que no vale alardear, como hace el irreductible pregonero Marhuenda, de que “el PP ganaría de nuevo en 9 de 13 autonomías”.

Considerando las 17 autonomías (más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla), cuatro de ellas ya tienen asignada una mayoría absoluta de 176 escaños en el Congreso de los Diputados: Andalucía (60), Cataluña (47), Madrid (36) y la Comunidad Valenciana (33). Y si analizamos de forma desapasionada las perspectivas electorales prevalentes en cada uno de esos cuatro territorios, veremos que lo de ganar las elecciones “en 9 de 13 autonomías” no deja de ser un brindis al sol propio de corifeos de partido rayano en la payasada; con independencia de que de nada vale ganar las elecciones en ningún sitio si después no se llega a gobernar, que es lo decisivo y lo que apalanca una mejor posición de salida para los comicios legislativos.

En Andalucía, la habilidad del PSOE para reaccionar ante el agotamiento del partido con un relevo generacional rápido y muy enraizado con la realidad social del territorio, permite aventurar su reanimación electoral y, en todo caso, una consolidación de la izquierda política (PSOE+IU). Frente a esta muestra de reflejos, la torpeza mangonera del PP para imponer desde Madrid criterios y candidatos electorales que en modo alguno satisfacen al mercado local -nefastas políticas ‘marianistas’ aparte-, sólo puede conducir a un nuevo desánimo y abandono de sus electores potenciales, que de esta forma en 2011 habrían marcado el techo del PP en las urnas andaluzas. Y ello sin olvidar la capacidad de la Comunidad para adelantar a conveniencia los comicios autonómicos, haciéndolos coincidir con los generales para inducir, como se ha hecho en otras ocasiones, un efecto de ‘arrastre’ de votos.

En Cataluña, es obvio que el pulso soberanista y la falta de una estrategia política convincente del PP, han llevado a este partido a una posición de marginalidad. Según los datos recogidos también en el mes de noviembre por el Barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO), el PP ya ha caído al quinto puesto como fuerza del Parlament, con C’s y el PSC en tercer y cuarto puesto respectivamente, situándose a una distancia abismal de ERC y CiU (en el supuesto de unas elecciones generales inmediatas, el PPC sólo lograría entre 7 y 8 diputados de los 47 posibles).

Y si hablamos de Madrid y de la Comunidad Valenciana, todos los análisis apuntan a un ‘cambio de ciclo’ que desalojaría al PP del poder en ambos territorios, con pactos ya latentes entre los actuales partidos de oposición.

Por tanto, con una desafección de votantes aparentemente notable en las cuatro autonomías que tienen asignados nada menos que el 50% de los escaños del Congreso de los Diputados, el esfuerzo del PP en el resto de las circunscripciones electorales necesario para ganar los próximos comicios legislativos, tendría que ser titánico. Algo que parece difícil a tenor de cómo se viene comportando el Gobierno del PP, alejado de la economía real, de las demandas sociales y de las necesidades internas del partido, sin pulso ni decisión para plantear las reformas esperadas por su propio electorado y con un líder falto de carisma, frío, distante y refugiado en una política mentirosa con el apoyo de un equipo de ministros que, en general, no está a la altura de las circunstancias.

Por otra parte, es razonable pensar que si en otras comunidades autónomas (como Aragón, Extremadura y Asturias) el PP no pudo alcanzar la mayoría absoluta en el mejor momento electoral de su historia (2011), menos lo hará tras unos mandatos de gobierno ciertamente frustrantes tanto a nivel autonómico como nacional, siendo lo más probable que su apoyo en las urnas descienda de forma apreciable. En otros territorios, como Canarias o Cantabria, cada vez es más evidente que sus partidos ‘bisagra’ facilitarían antes un gobierno de progreso que conservador…

Y todo ello prácticamente sin esperanza de que el Gobierno del PP, con un presidente al frente incapaz de rectificar sus errores, que los ha tenido y notables, ni de acometer todas las reformas que verdaderamente necesita el país (incluidas las políticas), más allá de las que le puedan imponer la Comisión Europea o los grandes poderes fácticos. Promesas incumplidas al margen.

Aventar, pues, la mies de la acción del Gobierno con el juego falsario de las encuestas, acarrea poco grano y mucha paja. Y airear mediáticamente las faenas políticas de aliño que no tienen ni medio pase lucido, no llevará al PP a salir de la legislatura por la puerta grande.

Que se sepa, la manipulación de la demoscopia política nunca ha llevado al éxito electoral, porque afortunadamente las urnas nada saben de encuestas ni de maquillajes: solo reciben y cuenta votos. Por tanto, el PP haría bien en esforzarse en otros menesteres más acuciantes para el partido y para el país.