Tenemos la suerte de poder dialogar con el filósofo italiano Diego Fusaro, bien conocido entre los habituales de Adáraga. Sin duda, China se ha convertido en una de las grandes potencias (sino la mayor de todas) y, por consiguiente, no podíamos dejar de interrogar sobre esta cuestión a una de las mentas más críticas y lúcidas.
Carlos X. Blanco
Carlos X. Blanco
Tenemos la suerte de poder dialogar con el filósofo italiano Diego Fusaro, bien conocido entre los habituales de Adáraga. Sin duda, China se ha convertido en una de las grandes potencias (sino la mayor de todas) y, por consiguiente, no podíamos dejar de interrogar sobre esta cuestión a una de las mentas más críticas y lúcidas.
Se nos quiere presentar, en este lado del mundo llamado Occidente, un cadáver rematado por el atlantismo yanqui, que China es una «amenaza». Nuestro pensador italiano, en una clave multipolar, análoga en ciertos aspectos a la clave que manejan Robert Steuckers o Aleksandr Duguin, sostiene que no es legítimo per se combatir a naciones-civilizaciones, como son la rusa y la china, y menos hacerlo en nombre de un único polo de poder y una única forma de dominación. La dominación del tablero mundial en unas únicas manos, las de un Occidente que en realidad no es sino el pantano miasmático del atlantismo norteamericano, no puede ser buena para los restantes pueblos del mundo.
La nación-civilización de China ha demostrado su resistencia a imperialismos y conquistas varias. El belicismo loco de Biden no podrá jamás «tragarse» todo un mundo, toda una forma de vida que, además, está tomando la delantera económica, militar y tecnológica al atlantismo. Occidente, que ya no es Europa, ha dejado de ser una civilización. Es, a diferencia de China y Rusia, un entramado de Estados que ya no se corresponden con los pueblos que cada uno de ellos encierra. Está, pues, al servicio del turbocapitalismo y las contradicciones internas de éste no producen otro efecto que la propagación del caos. El imperio yanqui ya no es imperio de una nación, como lo pretendió al principio, pérfidamente, robando posesiones de la España americana y asiática, cuando nuestro imperio ya era también cadáver. Esa política depredadora iniciada en 1898 todavía era política exterior expansionista al servicio de una nación joven, un tanto monstruosa y a medio hacer, y heredera en todo del imperialismo esclavista-capitalista de los británicos.
Pero hoy, la política exterior y la agresividad otanesca y yanqui ni siquiera rige en término de nación y de imperio: rige en términos de reconstrucción desesperada de los medios de producción de plusvalía en una economía locamente financierizada y abocada al caos. El caos ecónomico occidental quiere llevarnos a un caos civilizacional. Pero «la muralla china» frenará una vez más tamaña barbarie. He aquí algunas cuestiones a las que Diego, amablemente, quiso responder en exclusiva para Adáraga.
Carlos X. Blanco: ¿Crees que la guerra de Biden y la OTAN contra Rusia es fundamentalmente una guerra contra China?
Diego Fusaro: Por supuesto, es también, subrayo también, una guerra contra China. Pero no sólo contra China. Es una guerra contra el bloque oriental que no se doblega ante el imperialismo estadounidense. En esencia, estamos en el clímax de la expansión imperialista estadounidense hacia el Este, que ahora entra en conflicto directo con Rusia y luego con China. Por eso es tan importante hoy la resistencia de Rusia y China, los últimos bastiones de la resistencia al imperialismo estadounidense.
¿Crees que China se convertirá pronto en el gran imperio mundial o se enfrentará a obstáculos y contradicciones?
China, económica y comercialmente, es ya el gran imperio del mundo, y precisamente por eso la civilización del dólar no puede soportarla e intentará por todos los medios derribarla. China tiene la supremacía económica, Estados Unidos tiene la supremacía militar: está claro que Washington intentará utilizar su supremacía militar para destruir a China y también intentará culpar a la propia China presentándola como dictatorial y totalitaria
¿Hay un marxismo reconocible en la política interior y exterior china?
Ciertamente es un marxismo muy diferente al de Mao, pero sigue siendo marxismo, especialmente en lo que se refiere al poder del Partido Comunista y a la primacía del poder ético del Estado, como lo llamaría Hegel. China es máximamente soberanista en lo interno, y máximamente globalista en lo externo. Algo absolutamente único. Una antigua máxima china dice que hay que ser como el agua, tomando la forma de los recipientes. China sigue siendo marxista pero compite con los países capitalistas asumiendo temporalmente su forma y consiguiendo hasta ahora derrotarlos.
¿Están los estadounidenses detrás de la creciente chinofobia? ¿Existe la voluntad de Washington de no pagar sus deudas o es simplemente una lucha de poder?
Ciertamente, el odio hacia China se origina en Washington y es montado principalmente por la sórdida derecha azul neoliberal, pero también puede ser montado en gran medida por la izquierda fucsia igualmente neoliberal. La superación de la izquierda y la derecha también debe producirse en este punto, es decir, en la cuestión geopolítica: la izquierda y la derecha son atlantistas, nosotros debemos estar por un mundo multipolar
¿Es cierto y peligroso que China está comprando tierras, minerales y recursos básicos en todo el mundo? ¿Cambiamos un imperialismo por otro?
China hace exactamente lo mismo que todos los demás países capitalistas, pero lo hace por qué razón: ¿se ha vuelto capitalista por sí misma o utiliza el capitalismo con vistas a superarlo?
¿No crees que los europeos ya somos incapaces de apreciar algunas de las virtudes de los chinos? ¿Jerarquía, sentido de la familia, disciplina…?
Ciertamente, Europa, como colonia de Washington, ya es víctima de la civilización de la nada, de la cultura de la cancelación. China todavía ha conseguido mantener unos valores que la hacen superior a esta civilización de la nada que somos ahora y que ya ni siquiera podemos entender
¿Existe una unidad entre Confucio y Marx en este país? ¿Siguen existiendo valores sólidos o triunfará el materialismo más burdo en China?
Es un tema en el que Costanzo Preve insiste a menudo, a saber, el hecho de que el marxismo en China siempre ha tenido su propia característica particular porque se injertó en una cultura china anterior y única y dio lugar a un marxismo muy particular, inaccesible a otros marxismos.
¿Será una alianza entre China, Rusia y otras potencias emergentes una oportunidad para que Europa se deshaga del viejo yugo estadounidense creado en 1945?
Esto sería muy deseable: contra el imperialismo monopolar estadounidense, que llama a la globalización la americanización forzada de todo el mundo, es de esperar que se cree un multipolarismo, es decir, un nuevo orden multilateral que cree un nuevo equilibrio y pueda así resistir al imperialismo estadounidense. Ya lo decía Kant en Por la paz perpetua, mejor para la idea de la razón un mundo con varios estados nacionales incluso en conflicto entre sí que una monarquía universal que los subyugue a todos, lo que hace que el mundo degenere en anarquía. Si queremos el multipolarismo es porque sólo él puede garantizar un equilibrio de fuerzas y, por tanto, una paz duradera que no sea la paz de los cementerios, por citar de nuevo a Kant, es decir, la paz hecha por los americanos, que citando al viejo Tácito es el desierto. Por eso debemos esperar más que nunca una China y Rusia aliadas, soberanas en todos los aspectos, desde el militar hasta el monetario, desde el cultural hasta el político, es decir, capaces de resistir sin ceder ante el enemigo principal, es decir, el imperialismo de Washington. Toda Europa debería liberarse por fin del sórdido imperialismo de Washington que la ha convertido en una colonia desde 1945 y abrirse a una perspectiva euroasiática y multipolar. Mi país, Italia, tiene más de 120 bases militares estadounidenses: no es un aliado de Washington, es una colonia de Washington; no puede haber ni democracia ni libertad cuando las decisiones no se toman en Roma sino en Washington, es decir, cuando se es una colonia de los Estados Unidos de América.