"El 31 de marzo, los patriotas rusos, los eurasianistas y otros defensores de la plena soberanía lograron probablemente la victoria más impresionante y visible de la era postsoviética", argumenta el politólogo Aleksandr Dugin. Se refiere al nuevo concepto de política exterior de Rusia que, en su opinión, refleja la idea de un desarrollo euroasiático de la federación.
Markku Siira
Markku Siira
"El 31 de marzo, los patriotas rusos, los eurasianistas y otros defensores de la plena soberanía lograron probablemente la victoria más impresionante y visible de la era postsoviética", argumenta el politólogo Aleksandr Dugin. Se refiere al nuevo concepto de política exterior de Rusia que, en su opinión, refleja la idea de un desarrollo euroasiático de la federación.
Una figura destacada del movimiento neourasianista examina este documento estratégico, publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y firmado por el presidente Vladimir Putin, que se aleja de un orden mundial centrado en Occidente. Para Dugin, es una parte fundamental de "un proceso de descolonización de la propia Rusia, liberándose del control exterior".
El documento sobre política exterior puede verse como "la confirmación final de los cambios en la conciencia geopolítica y cívica de las autoridades rusas que comenzaron hace 23 años con la llegada de Putin al poder". Sólo en esta versión la doctrina de la política exterior rusa adquiere una expresión inequívoca y distintiva.
Para Dugin, se trata de una "agenda abierta de una superpotencia continental soberana", en la que proclama su visión del próximo orden mundial y establece sus parámetros y fundamentos, al tiempo que expresa su voluntad de construir precisamente ese orden, a pesar de que ciertas partes sigan intentando imponer a Rusia desde el exterior las directrices de su estilo de vida.
El nuevo concepto "utiliza términos coherentes con la teoría multipolar del mundo y la interpretación euroasiática del carácter civilizatorio de Rusia". De este modo, la opinión de los partidarios de la soberanía rusa queda por fin consagrada en un documento clave de política estratégica.
Según Dugin, la "inusual claridad y coherencia de la redacción y las definiciones del texto es el resultado de una guerra contra el Occidente colectivo", en la que está en juego "la existencia misma de Rusia". En su opinión, esa lucha sería imposible sin unos principios claros, por lo que el nuevo concepto "establece claramente las reglas que Rusia acepta y con las que está de acuerdo".
Estas reglas van en contra de "la estrategia globalista [occidental], el unipolarismo y la teoría liberal de las relaciones internacionales". En el pasado, Rusia intentó alcanzar compromisos que reflejaran tanto la preservación de la soberanía como una relación amistosa con Occidente, pero hoy la situación es completamente diferente.
Rusia es el núcleo especial del mundo ruso, "una civilización independiente con sus propias orientaciones, objetivos, orígenes, valores, su propia identidad inmutable, independiente de cualquier potencia exterior", argumenta Dugin.
Aunque los liberales occidentales y rusos lucharon duramente contra esta "especificidad", ahora se ha adoptado como ley y es la principal norma de política exterior. "Los disidentes deben aceptarla u oponerse abiertamente a ella", subraya Dugin. No habrá vuelta atrás al intento yeltsinista de los años 90 de dividir los valores y actitudes occidentales.
Aceptar tal concepto exigirá cambios similares en la doctrina militar y un enorme esfuerzo organizativo para adaptar las instituciones, la formación y la información a las nuevas líneas. Al defender abierta y resueltamente un mundo multipolar y el lugar de la civilización rusa en él, Moscú identifica ahora a sus amigos y enemigos en términos schmittianos.
De este modo, todo el marco de la política exterior y los procesos en la escena internacional se están volviendo más centrados y simétricos. Dugin subraya que "la élite globalista occidental no oculta su intención de destruir a Rusia, derrocar a su líder y destruir las iniciativas que conducen a un mundo multipolar". Rusia comprende las intenciones de Occidente y responderá del mismo modo.
La afirmación de que Rusia es un Estado civilizado significa que no es sólo un Estado-nación según la lógica del sistema de Westfalia, sino algo mucho más grande. "Un Estado civilizado no es sólo un Estado muy grande, sino que es como los antiguos imperios e imperios, que pueden incluir varias entidades políticas e incluso territorios bastante independientes", argumenta Dugin.
Particularmente importante en la nueva política exterior es la referencia al pueblo ruso y a otras naciones que comparten un destino histórico, geopolítico y civilizacional común. "El pueblo ruso se convirtió en un conjunto de diferentes tribus eslavas orientales, finoúgras y túrquicas en el proceso de construcción histórica de la nación. Por lo tanto, existe un vínculo inseparable entre los rusos y estos otros pueblos vecinos", explica Dugin.
El texto del Concepto de Política Exterior también afirma que el centro de la humanidad se desplaza constantemente hacia las regiones no occidentales del globo: Asia, Eurasia, África y América Latina. El desequilibrado modelo de desarrollo mundial, que durante siglos garantizó el crecimiento económico de las potencias coloniales occidentales apropiándose de los recursos de otras regiones y Estados, se está convirtiendo irreversiblemente en cosa del pasado.
"Esta es la esencia de la multipolaridad", asiente Dugin. "Occidente no sólo ha perdido su capacidad técnica para seguir siendo el hegemón mundial en política, economía e industria, también ha perdido su derecho moral a liderar. La humanidad vive una época de cambios revolucionarios", reitera el pensador ruso sobre el fondo de la agenda de la política exterior.
El surgimiento de un mundo más equitativo y multipolar seguirá configurándose mediante el fortalecimiento del papel de organizaciones emergentes como "los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghai, la Comunidad de Estados Independientes de la CEI, la Unión Económica Euroasiática, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), así como otras alianzas transnacionales y organizaciones internacionales".
El Occidente liberal y globalista comprende que sus días de hegemonía están llegando a su fin, pero aún no está preparado para aceptar las nuevas realidades. Para Dugin, esto "explica la mayoría de los conflictos mundiales y, sobre todo, la política hostil de la élite occidental hacia Rusia, que objetivamente hablando se ha convertido ya en uno de los polos centrales del nuevo orden".
Estados Unidos y sus Estados satélite en Europa y Asia han utilizado las acciones de Rusia en Ucrania como pretexto para intensificar su propia política antirrusa de larga data y lanzar una nueva guerra híbrida.
El objetivo es "debilitar a Rusia de todas las formas posibles, limitando su poder, sus capacidades económicas y tecnológicas, su soberanía política exterior e interior y su papel creativo en la transición del unipolarismo al multipolarismo". En respuesta a las acciones hostiles de Occidente, Rusia "defenderá su derecho a existir y a desarrollarse libremente por todos los medios disponibles".
Sin duda, el nuevo concepto define también las condiciones para normalizar las relaciones con Occidente, aunque esto parezca ahora una idea lejana. La asociación sólo se considera posible si Occidente y sus satélites "renuncian a su rusofobia", que en el contexto geopolítico no es más que "la obstinada negativa de las élites occidentales a reconocer el derecho de los Estados civilizados soberanos a seguir su propio camino".
El Kremlin entiende que ninguna parte del Estado civilizado de Rusia puede permanecer bajo el control de potencias extranjeras y sus organizaciones hostiles. Esta es, en opinión de Dugin, la razón central por la que Rusia lucha hoy en Ucrania: Rusia no tiene "plena soberanía geopolítica y civilizacional" sin el control del territorio de Ucrania, que forma parte del mundo ruso.
El concepto de política exterior también describe estrategias específicas para desarrollar las relaciones entre Rusia y las distintas regiones del mundo: esto incluye "la integración euroasiática en el espacio postsoviético y la creación de asociaciones con China, India, el mundo islámico, África y América Latina". En cada región se destacan prioridades y objetivos específicos.
Aunque la nueva política exterior rusa no pretende intervenir activamente en los procesos internos de los países que actualmente le son hostiles, Dugin señala que si "los pueblos de Occidente rechazan a la élite hegemónica maníaca y ponen en el poder a verdaderos líderes que defiendan sus intereses nacionales, no encontrarán mejor amigo y aliado que Rusia". En el actual clima de agitación, resulta reconfortante oír esta frase conciliadora.