Editoriales Antiguos

El “Quinquenio Progre” liquidado en menos de 12 horas

Elespiadigital | Martes 30 de mayo de 2023

Por Ernesto Milá

Doce horas después de conocerse los resultados electorales del 28 de noviembre, un cabizbajo Pedro Sánchez, desde al atrio de La Moncloa, anunciaba en apenas 3 minutos, la convocatoria de nuevas elecciones y la disolución de las cámaras. Algún día sabremos lo que ha ocurrido desde que se conoció el tsunami político que, fuera de cualquier duda, arrasó con las “realizaciones” del “quinquenio progresista” presidido por Sánchez.

LAS PRESIONES RECIBIDAS POR SÁNCHEZ

Tras quedar desmentido el sondeo del CIS que daba mayoría al PSOE, la dirección del PSOE entró en shock: había ocurrido lo que Sánchez y Tezanos les garantizaron que no ocurriría. Lo único claro que tenía la legión de alcaldes, presidentes autonómicos y concejalillos socialistas es que se habían quedado en paro. Pasada la media noche debieron aflorar en todos ellos sus recuerdos: “No podía ser de otra manera: demasiada prisa en las iniciativas de ingeniería social, demasiada laxitud en materia de ocupación, demasiado margen concedido a unos aliados tan incómodos como inútiles, demasiadas alianzas con la no-España, demasiada corrupción, demasiada compra de votos en contante y sonante o en promesas de subsidios, demasiado compromiso con la Agenda 2030, demasiada memoria histórica y demasiada coña trasladando cadáveres, liberando etarras, impasibles ante la delincuencia y callados ante la inmigración ilegal y masiva, demasiada presión fiscal y demasiado grupo subsidiado, demasiado protagonismo de Sánchez en la campaña electoral a pesar de su falta de credibilidad, demasiadas variaciones en política exterior, demasiada mano tendida a Marruecos y excesivo compromiso con la OTAN en la cuestión ucraniana…”. Cuando se encontraron solos debieron pensar que si había un culpable de que el PSOE hubiera sufrido un batacazo histórico, se debía a aquel que les había engañado con su triunfalismo y su negligencia a cambiar de alianzas…

Alguien de la ejecutiva de su partido debió decirle, a primera hora de la mañana, que no le quedaban apoyos dentro de la dirección socialista. Y luego estaban los “influencers” más importantes: los tenedores de la deuda pública español. Estos últimos debieron comunicarle que estaban inquietos ante la posibilidad de que la situación económica se fuera deteriorando más y más en los meses que mediaban entre finales de mayo y finales de noviembre para cuando estaban convocadas las elecciones generales. Era necesario realizar un drástico cambio de rumbo: deshacerse de ese lastre inútil en que se había convertido Podemos, dar la espalda a los independentistas catalanes y a los pro-etarras vascos y, en una palabra, rectificar.

Es posible, incluso, que alguien influyente dentro de su partido le planteara la posibilidad de presentar otro candidato para el PSOE en noviembre.

RECTIFICAR, PALABRA CLAVE, Y RECUPERAR CREDIBILIDAD

Rectificar era la palabra clave: Pedro Sánchez tenía seis meses para hacerlo y salvar lo salvable. Pero para su ecuación mental, “rectificar” era algo que no entraba en sus planes. Equivalía a reconocer que se había equivocado en todo lo que había hecho -en todo, absolutamente en todo- desde que llegó al poder. Y Sánchez es alguien para el que quienes se equivocan son los otros. Nunca él.

Así que solamente le quedaba una opción: anticiparse a la oposición interior que indudablemente pediría su cabeza en el interior del partido, anticiparse a las ventajas que podía sacar el bloque de la derecha por su triunfo del 28-M y tratar de salvar los muebles, incluso con la pretensión de seguir en La Moncloa y seguir gobernando. Su baza es que el nombramiento como presidente rotativo de la UE será apenas veintitrés días a las elecciones y eso le garantizará fotos con los primeros mandatarios de la UE y publicidad gratuita. Difícilmente esas fotos le permitirán recuperar lo que ha constituido su principal hándicap: credibilidad. La credibilidad en política es como el virgo: cuando se rompe, ya no hay posibilidades de recuperar su integridad. Y Pedro Sánchez y sus aliados hace mucho tiempo que carecen de credibilidad:

- No la tienen entre los compradores de deuda pública que han alertado en repetidas ocasiones de que el gasto del Estado y la presión fiscal en España eran excesivos.

- No la tiene entre la patronal muy crítica con respecto a la utilización de los fondos anticrisis enviados por la UE, ni entre los pequeños y medianos empresarios asfixiados por impuestos y normativas cada vez más asfixiantes.

- No la tiene entre los habitantes de las grandes ciudades conscientes de que, contra lo que proclaman las estadísticas municipales, autonómicas y marlaskeñas, la delincuencia de todo tipo va ganando terreno y cada día la nómina del delito que abarca desde asesinatos hasta hurtos, va creciendo más y más y mucho más.

- No la tiene entre los electores y ahorradores que sufren la inflación subyacente (que, en algún momento se ha elevado a un 20-25%), los precios de la vivienda no dejan de subir y cualquier ley nueva se traduce en una batería de “efectos secundarios” demoledores.

- No la tiene entre las clases medias asfixiadas a impuestos y a las que, desde hace cinco años, no se ha hecho nada más que presionar más y más, sin conceder ni un solo tipo de beneficios

- No la tiene entre las cancillerías mundiales alarmadas por inexplicables cambios de rumbo de la política exterior española en la cuestión del Magreb y que generan dudas sobre la continuidad y la firmeza de cualquier pacto trenzado con España, país, hoy, “poco fiable”.

Y, claro está, no la tiene ni siquiera para sus propios militantes y aliados (Podemos, ERC, Sumar) buena parte de cuyos dirigentes figurarán en breve en las listas del paro.

EL PROBLEMA NO ES DE SÁNCHEZ, SINO DE UNA IZQUIERDA CADA VEZ MÁS PERDIDA

En estas condiciones no era posible continuar y Sánchez, resabiado por las espaldas que ha visto entre las 23:00 horas del domingo y las 11:00 del lunes, la falta de apoyos y temiendo un proceso creciente de erosión, ha optado por jugar el todo por el todo y convocar elecciones.

No es solamente la figura de Sánchez la que carece de credibilidad, son todas las opciones de esa izquierda atascada en el wokismo, las ideologías de género, la defensa ultrancista de cualquier minoría y de la inmigración masiva, con su libertarianismo, la insistencia hasta el aburrimiento en el tema de la memoria histórica, la compra al peso de grupos sociales mediante subsidios y subvenciones, esto es, lo que constituyen las últimas barricadas de una izquierda que ha optado desde la caída del marxismo en los años 80, por una fuga hacia adelante en posiciones cada vez más progres, lo que genera escepticismo primero, horror después y finalmente carcajada en la sociedad.

Esa izquierda es la de Syriza en Grecia, es la de Boric en Chile: la de Sánchez y sus socias, la que ha hecho de la Agenda 2030 un programa de gobierno, la que genera rechazo y la que ha entrado en crisis.

LA “POLÍTICA DE BLOQUES” Y LA IMPOSIBLE UNIDAD DE LA IZQUIERDA

Vamos hacia la política de bloques: si Sánchez quiere evitar el descalabro, deberá realizar propuestas audaces, casi temerarias. La única que le queda es realizar un llamamiento para la “unidad de la izquierda”, aparcar las siglas del fracaso (PSOE, Podemos, Sumar) y tratar de establecer un “cartel unitario” … aunque esto implicara que la derecha estaría obligada a hacer otro tanto.

La respuesta a la ingeniería social progre y a la prisa por imponer cambios bruscos e intemperantes a las sociedades, está generando en todo el mundo, un “frente del rechazo”. Brasil, EEUU, Francia, Italia, ya han entrado en esa etapa de “política de bloques”. O se está con los conservadores o se está con los ultraprogresistas.

Las siglas PSOE tienen casi 150 años. Va siendo horas de olvidarlas en el baúl de los recuerdos. ¿Se atreverá Sánchez a optar por un “cartel unitario de la izquierda”? Seguramente no. Y, aunque lo intentase, el problema que le acompañará hasta la tumba, es que ya nadie duda que es un político amortizado.

Quizás un socialista prestigioso -¿queda alguno?- podría encabezar un proyecto unitario de izquierdas, pero no desde luego Sánchez. Sin ese “frente de izquierdas”, los distintos partidos de esa área política están excesivamente atomizados interiormente, despistados políticamente, presos en sus delirios progresistas y extraordinariamente separados de la realidad como para poder afrontar el tsunami de la derecha que empezó el domingo.