Sertorio
¿Qué pasará si Putin firma una alianza con los hombrecitos verdes?
Hay un peligro mayor que Putin, mayor incluso que Trump: son los aliens, aquellos que en nuestra infancia conocíamos como marcianos. El establishment yanqui parece muy interesado en llamar la atención del público americano sobre tecnologías no humanas y amenazas extraterrestres, que parecen tan problemáticas de demostrar como el apocalipsis del clima. El Pentágono desclasifica expedientes con una transparencia que haría las delicias del difunto doctor Jiménez del Oso. Los que antes se reían de los ovnis ahora parecen convencidos de que ya los tenemos aquí
El televidente no puede dar crédito a sus ojos, mientras la sombra de una nave nodriza se cierne sobre los indefensos Estados Unidos: ¿Qué pasará si Putin firma una alianza con los hombrecitos verdes? Podemos imaginarnos el pánico en la Costa Oeste, el caos en Washington y la desesperación en Londres: Putin entrará en París escoltado por cosacos con escamas. Semejante amenaza a la seguridad nacional bien merece que se aumente el presupuesto de Defensa dos, tres, cuatro, cinco, las veces que sea necesario para proveernos de la tecnología inversa que nos permita superar el reto planteado en Roswell. Pronto, sin duda, veremos las autopsias de los marcianos cabezones que estrellaron su platillo tras una maniobra imprudente. Y el público tragará la rueda de molino y pedirá a gritos que el complejo militar-industrial les defienda de las legiones de Ummo o de Ganímedes. Si se da crédito intelectual y científico a la niña Greta, ¿por qué no dárselo a los abducidos? Al menos éstos han pasado por un psiquiatra.
Revoluciones populares en el África negra
Más abajo, a unos pocos miles de kilómetros de esta España en descomposición, en esa África que tan poco nos importa y de la que tantos problemas nos vienen y nos van a venir, la Unión mal llamada “Europea” asiste a la volatilización de su influencia en el Sahel, por culpa de Rusia, según la prensa adicta al Régimen... Por supuesto, desde que Putin sustituyó al coronavirus, todos los males de la humanidad vienen de Moscú.
Sin embargo, los líderes militares africanos que han tomado el poder en los últimos años en Malí (2021), Burkina-Fasso (2022), Guinea (2021) y este año en Níger no han recurrido a los Wagner para dar el golpe de Estado, al revés de lo que sucedía en otros tiempos con los paracaidistas franceses y los mercenarios contratados por París. Han sido golpes militares y populares que fueron alimentados por la propia Francia, mero ejecutor de las políticas del Africom americano. Tras la voladura del Estado libio en 2011, los yihadistas han encontrado un paraíso terrestre en las tierras del Fezzán y desde allí han intervenido en Níger y Malí. Francia orquestó dos intervenciones para frenar la marcha de los tuareg integristas sobre el espacio saheliano, pero pronto descubrió que era mucho más práctico contemporizar con los salafistas para así mantener su influencia en África. Los militares de estos países empezaron a comprobar por su triste experiencia que a los servicios franceses siempre les daba tiempo para avisar a los miembros del Estado Islámico de los ataques gubernamentales, con el tiempo necesario para que pusieran a salvo a sus instructores cataríes, por ejemplo. Mientras, y aprovechando la ocasión, el uranio nigerino se transportaba a Francia a precios irrisorios. De alguna manera había que pagar la “protección”.
Los golpes del Sahel son verdaderas revoluciones populares, como la egipcia de 1952, que han sido acogidas con enorme apoyo popular. Las banderas rusas y los retratos de Putin son más una expresión de rechazo hacia la perfidia francesa (y europea) que otra cosa. Macron, completamente desbordado por su debacle africana, ha urgido a una intervención militar del ECOWAS (una suerte de OTAN africana) en Níger, ya que este país proporciona más del treinta por ciento del combustible nuclear a Francia. Sin embargo, sabedores del rechazo interno que una intervención de cipayos supondría para sus regímenes, los gobiernos de la zona se niegan a mover sus fuerzas. Estados Unidos, ese fiel aliado de Europa, ya ha negociado por su cuenta con Niger y ha dejado a Macron compuesto y sin novia, como decían nuestras abuelas. No en vano fue Victoria Nuland —la del Fuck Europe!— quien se encargó de negociar el nuevo estado de cosas con los dirigentes nigerinos. Por si alguien cree que esto no le afecta, que consulte en los próximos meses el recibo de la luz. Francia es la central eléctrica de Europa.
Tampoco parece ser noticia que buena parte de las armas destinadas a Ucrania por la OTAN están apareciendo en África, donde cierta potencia, muy preocupada por la identidad de género, el cambio climático y los alienígenas, está adiestrando a sus socios yihadistas para una futura guerra panafricana. Por lo visto, no encuentran una forma mejor de acabar con la creciente influencia de China y Rusia en ese continente. El Sahel y el Cáucaso parecen ser los siguientes escenarios de la guerra global. Y aquí no hablamos de aliens, pero seguro que el televidente bien informado, que sabe dónde está la estrella Sirio y que existen sesenta géneros, no tiene ni idea de qué es Nagorno-Karabaj ni de quiénes son los miembros de Boko-Haram. Se acabará enterando. Y a su costa.