La Pascua Militar es una ceremonia castrense que se celebra cada 6 de enero en el emblemático Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, como inicio del año militar. En ella, el Rey de España, acompañado de la Familia Real, recibe al Presidente y miembros del Gobierno, a los responsables del Estado Mayor de la Defensa y de los Estados Mayores de los tres Ejércitos, de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, de la Guardia Civil y autoridades civiles. También asisten al acto una nutrida representación del conjunto del estamento militar en todas sus jerarquías y empleos, incluida la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil.
Tanto el Ministro de Defensa como el Rey, que constitucionalmente ostenta el mando supremo de las Fuerzas Armadas, pronuncian sendos discursos en los que suelen reflejar la evolución de la situación política y geoestratégica en el marco de la Seguridad y Defensa, señalando también los problemas, anhelos y logros de la Institución Militar, que son objeto de gran atención por parte de los medios informativos y de análisis por los comentaristas especializados. Durante el acto se acostumbra a imponer condecoraciones a quienes durante el año anterior se han hecho acreedores de tal distinción.
LA GRATITUD EJEMPLAR DE CARLOS III A SUS EJÉRCITOS
Esta solemne celebración tiene una profunda tradición en la vida militar española. Su origen se remonta al reinado de Carlos III, cuando, justo el 6 de enero de 1782, se recuperó la localidad menorquina de Mahón, que entonces se hallaba en poder de los ingleses. Como expresión de júbilo, Carlos III ordenó a los virreyes, capitanes generales, gobernadores y comandantes militares que, en la fiesta de la Epifanía, reuniesen a las guarniciones y notificasen en su nombre a jefes y oficiales de los ejércitos su felicitación (de ahí que la celebración tuviera su réplica en las antiguas Capitanías Generales y hoy la tenga en las sedes militares que han venido a sustituirlas).
Carlos III, proclamado rey de España en 1759, consideró que para defender el Imperio, asediado por los ingleses, necesitaba disponer de un nuevo ejército y una marina con capacidad adecuada a las necesidades bélicas de la época. Para ello, en 1768 aprobó una nuevas Ordenanzas Militares que proporcionaron un renovado espíritu y organización a las tropas. Poco después se publicaron las Ordenanzas para la Marina.
Este nuevo impulso militar, sobre todo naval, le permitió acometer acciones de colonización y conquista en varios escenarios. Inicialmente en California, en donde fray Junípero Serra fundó la primera misión española en la ciudad de San Diego en 1769, extendiendo luego las misiones hacia el norte ante las noticias de la llegada de rusos a esta zona del nuevo mundo. Después en Florida, reconquistando la capital Pensacola en 1781 con la rendición del general inglés Campbell.
En África, y ante los ataques del emperador de Marruecos, Mohammed ben Abdalá, a las plazas de Ceuta y Melilla, Carlos III le declara la guerra en 1774, obligando a las fuerzas marroquíes a levantar el cerco de esa segunda ciudad (la antigua Rusadir romana), que mantenían durante dos meses. La reacción española de atacar el puerto de Argel no tuvo éxito, llegando España y Marruecos a firmar la paz en 1780.
En el Mediterráneo, Carlos III recuperó Menorca de la ocupación inglesa en 1782, después del desembarco y cerco de Mahón, realizado por la escuadra franco-española, compuesta por 52 navíos que llevaban a bordo más de 8.000 soldados de Infantería, Dragones y Artillería. La guarnición británica rendida fue de 2.667 militares (entre ellos, un mariscal de campo, dos tenientes generales y tres coroneles) y 434 civiles.
Cierto es que el reinado de Carlos III (1759-1788) se caracterizó por una incesante actividad bélica, y que, para recompensar los méritos destacados en las campañas, el Rey otorgaba ascensos en ‘grado’ o en ‘empleo’ a quienes los merecían. Otra forma de reconocer en aquella época ese tipo de comportamientos, cuando no existía un sistema reglado de recompensas, era promover el ingreso de los meritorios en alguna de las Órdenes Militares existentes (Santiago, Calatrava, Alcántara o Montesa) o en la propia de Carlos III que premiaba tanto hechos militares como civiles, o incluso publicar en la Gaceta la noticia del heroísmo correspondiente con el detalle de los hechos para conocimiento público.
Pero otro modo era, simplemente, “dar las gracias” a quien mereciera ser reconocido en persona por el Monarca. Y ese fue el detalle originador de lo que, con el tiempo, acabó siendo la proclamación de la Pascua Militar como característica más peculiar de la celebración de la reconquista de Menorca, que tradicionalmente se celebra cada año en esa misma fecha del 6 de enero…
EL SOBERANISMO CALENTÓ LA PASCUA MILITAR DE 2013
Lo cierto es que, dado el importante papel que jugaron las Fuerzas Armadas en la Transición, la celebración de la Pascua Militar y lo que en ella se dice formalmente (o lo que se comenta de manera informal en los corrillos que se forman en la Sala Gasparini durante el saludo de los Reyes a los invitados o en el habitual vino español que se ofrece al final del acto en el Salón de Columnas), siempre ha generado cierta expectación en los medios informativos. De hecho, en ocasiones ésta ha sido extremada, como sucedió en 1982, tras el golpe del 23-F.
Últimamente, y debido a las tensiones creadas por la escalada soberanista en Cataluña, la atención natural de la prensa a la Pascua Militar ha vuelto a crecer. En la celebración de 2013 ya se sacó punta a los comentarios del ministro de Defensa, Pedro Morenés, sobre las “absurdas provocaciones” lanzadas desde Cataluña contra las Fuerzas Armadas y sobre la “serenidad” de los militares, palabras que de cierta forma parecían encubrir su malestar por la creciente dinámica separatista visible en aquel territorio.
Falto de tacto político, el ministro de Defensa incluyó efectivamente en su discurso el siguiente párrafo: “Los militares están preparados, mantienen el ánimo firme y sereno, sin atender a absurdas provocaciones, y cumplen calladamente con su deber. Quieren ser ejemplo de unidad, honestidad, generosidad y valentía para la sociedad a la que sirven”. Y lo que pasa es que, caldeada como está la controversia territorial, la utilización del término ‘provocaciones’ debería haberse concretado con rotundidad, o eliminarse en caso de no querer determinar su naturaleza.
De hecho, la alusión ‘indeterminada’ de Morenés no se compadece para nada con la claridad política que se espera de un ministro de Defensa o, en su defecto, con la prudencia de no meterse en líos, sobre todo cuando se dirige expresamente a las Fuerzas Armadas en un acto institucional tan relevante como la Pascua Militar, y además presidido por el Jefe del Estado y su “mando supremo”.
De esta forma, hubo diferentes interpretaciones sobre la intencionalidad con la que Morenés utilizó el término en cuestión, todas inconvenientes. Se podía referir a las provocaciones lanzadas por sectores independentistas catalanes contra la Institución Militar, pero también a la provocación que la opinión publicada de algunos militares en relación con el secesionismo catalán suponía para sus mentores o, incluso, a la agitación que estos mismos comentarios de miembros de las Fuerzas Armadas podían provocar en el ámbito castrense.
Enric Juliana, por ejemplo, escribía en La Vanguardia (07/01/2013) este artículo titulado precisamente ‘Absurdas provocaciones’:
Principio del formularioFinal del formularioEl roscón de Reyes suele contener dos sorpresas. Un haba y una figurita de porcelana. Quien se queda con el haba paga el pastel; quien muerde la figurita se convierte en el rey de la fiesta. Así ocurrió ayer en multitud de hogares. Y de alguna manera sucedió en la celebración de la Pascua Militar, ya que en los discursos políticos también suele ser costumbre esconder un “ahí queda eso”. Hubo sorpresa en el discurso del ministro de Defensa, pero el cronista no sabría dilucidar, al menos en este primer párrafo, si fue haba o figura de porcelana.
Después de una prolija intervención sobre las actividades de las fuerzas armadas en el 2012 y unas elípticas consideraciones -muy interesantes de leer entre líneas- sobre la deuda en armamento, el ministro Pedro Morenés, el único vasco en el Gobierno de Mariano Rajoy, remató de la siguiente manera su parlamento: “Los militares están preparados, mantienen el ánimo firme y sereno, sin atender a absurdas provocaciones, y cumplen calladamente con su deber. Quieren ser ejemplo de unidad, honestidad, generosidad y valentía a la sociedad a la que sirven”. (En el texto distribuido a la prensa, las provocaciones no aparecen calificadas de absurdas).
Titular enmarcado. El ministro de Defensa denuncia “absurdas provocaciones”, se supone que provenientes de la levantisca Catalunya. Esa fue ayer la suposición general, aunque las palabras de Morenés también podrían interpretarse como un rechazo a aquellas voces que han reclamado o sugerido una intervención militar en Catalunya para atajar la corriente soberanista. Han invocado el recurso a las armas algún director de periódico, numerosos columnistas, el eurodiputado del Partido Popular Aleix Vidal-Quadras y, en el ramo de las variedades, uno de los presentadores de la reciente noche de Fin de Año en Telecinco. No parece que las palabras del ministro estuviesen destinadas a expresar su disgusto por estas opiniones, hoy objetivamente marginales en la sociedad española.
El texto subyacente era otro: el difuso malestar en las fuerzas armadas por la dinámica política abierta en Catalunya y por algunos gestos que la han acompañado estos últimos meses (la discutida apelación a los Mossos d'Esquadra por parte del exconseller de Interior Felip Puig en el fragor del debate sobre la hipotética consulta, o la denuncia de cuatro eurodiputados catalanes en el Parlamento de Estrasburgo contra las personas que habían amenazado con una posible intervención militar en Catalunya).
Sea como fuere, el ministro de Defensa quiso aprovechar la Pascua Militar para subrayar que las fuerzas armadas asisten con “serenidad” al enfebrecimiento de la coyuntura política. Hace seis años, en la misma fecha, hubo roscón de Reyes con figurita de porcelana del Estatut de Catalunya (entonces en fase de discusión). El Gobierno socialista tuvo que destituir de manera fulminante al jefe de la Fuerza Terrestre, teniente general Juan Mena Aguado, por haber invocado desde Sevilla la aplicación del artículo 8 de la Constitución, que atribuye a las fuerzas armadas la defensa de la integridad de España. El jefe de la Fuerza Terrestre ejerce el mando del 70% de las unidades del Ejército de Tierra. Al cabo de cuatro meses, dimitía el ministro de Defensa, José Bono, alegando razones personales y familiares. En fecha mucho más reciente, hace un par de meses, Morenés destituyó al director de la revista Ejército, general de brigada Ángel Luis Pontijas Deus, por haber incluido en la citada publicación un editorial crítico con la política soberanista de Mas.
Coincidiendo con esta última destitución, el teniente general en la reserva Pedro Pitarch, exjefe de la división logística de la OTAN, excomandante del Cuerpo de Ejército Europeo y ex director general de Política de Defensa (etapa Bono) efectuó unas crípticas declaraciones acusando a algunos militares en activo y en la reserva de fomentar “un nocivo estado de opinión” en el interior de las fuerzas armadas a propósito de la cuestión catalana.
La alusión de Morenés a las “absurdas provocaciones” eclipsó un poco el breve discurso del Rey, quien alentó a los militares a hacer frente con entereza a las dificultades materiales que plantea la crisis económica y los convocó a la tarea colectiva de “sacar adelante esta gran nación con esfuerzo, generosidad y espíritu de sacrificio”. También quedaron entre visillos las referencias del ministro a una eventual renegociación de la factura de los planes especiales de armamento (mandatos Trillo, Bono, Alonso y Chacón), cifrada hace un año en 31.631,8 millones de euros (3% del PIB), cuyos plazos de pago se hallan escalonados hasta el 2025. Las facturas más altas deberán comenzar a abonarse a partir del 2014.
Por su parte, Núria de Gispert, presidenta del Parlament de Catalunya, respondía al ministro Morenés afirmando: “Desde Catalunya hay pocas provocaciones”, y añadía que “intentamos hacer ver que tampoco las recibimos”. Con esta contestación, la destacada militante de CiU entendía que las “provocaciones” citadas por el ministro de Defensa en su discurso de la Pascua Militar se referían al grito soberanista lanzado desde Catalunya y que tanto habían escocido dentro del estamento castrense; considerando al mismo tiempo que si las palabras de Morenés iban dirigidas a Catalunya, sí que constituirían, por su parte, una “cierta provocación”.
El desliz de Morenés al decir en su discurso de la Pascua Militar de 2013 que las Fuerzas Armadas no caían en “absurdas provocaciones”, también generó la crítica de Josu Erkoreka, consejero de Administración Pública y Justicia y portavoz del Gobierno Vasco, quien en una entrevista concedida a ETB, la televisión pública vasca, manifestó: “Me parece una referencia innecesaria. No sé si lo que quería con esas palabras era articular él mismo una provocación, pero yo las he encontrado fuera de lugar”.
Además, aprovechando la polémica del caso, Erkoreka comentó que no vio la entrevista concedida por el Rey al periodista Jesús Hermida emitida dos días antes en TVE (04/01/2013), afirmando, no obstante, que no se sentía concernido por las referencias regias a las “políticas rupturistas” y a “las intransigencias que conllevan maximalismos”, ya que políticamente él no es partidario “ni de las estridencias ni de las rupturas, sino del ejercicio de los derechos individuales y colectivos”.
Y en ese mismo sentido, afirmó: “Como creo que sobre eso no ha dicho nada y como supongo que las situaciones jurídicas activas que yo considero derecho en lo individual y lo colectivo serán también objeto de aceptación por la clase política española, no tiene por qué existir discrepancia política profunda”. Erkoreka deslizó su esperanza de que las experiencias catalana y escocesa sobre las consultas soberanistas “sirvan para abrir un camino que definitivamente pueda ser utilizado por aquellos pueblos que quieran hallar su propia ubicación en el concierto de las naciones”.
Pero el lío montado por aquella falta de tacto político de Morenés, que no fue poca cosa, también dio pie para que el secretario de Organización del PSOE, Óscar López, le acusara de haber actuado como “un bombero pirómano”, ya que, en su opinión, lo que consiguieron las palabras del ministro fue aumentar la tensión en el debate soberanista en Cataluña.
“El primero que tiene la obligación de no calentar más el asunto es el que lo calienta más”, denunció López, para quien las Fuerzas Armadas, por contra, se están mostrando “más sensatas” que el ministro que las dirige ante el desafío independentista lanzado por el presidente catalán, Artur Mas (“El Mundo” 09/01/2013).
Ahí queda, pues, lo que se llevó por delante en lo político la imprudencia del ministro Morenés en la Pascua Militar del año pasado…
EL GENERAL PITARCH SE APUNTÓ AL VARAPALO
Pero si algunos comentarios sobre el discurso pronunciado entonces por el Ministro de Defensa pudieran responder a intereses partidistas, veamos el varapalo que el teniente general Pitarch le propició desde una perspectiva ‘militar’ en su blog habitual (edición del 06/01/2013 con el título “Pascua Militar 2013: la primera en la frente”), accesible desde la portada de esta web.
Tras calificar el discurso ministerial de algo “larguis huevis” (generalidades y obviedades en el argot naval), criticó severamente las cinco tareas más destacadas en el mismo:
(…) La primera tarea era ‘garantizar la preparación y operatividad de las FAS’. Resultado: el mayor de los fiascos. Es triste tener que expresarlo así, pero en esto no se puede ser complaciente. Se trata de la médula de la defensa. Son las unidades y su operatividad la razón de ser todo el tinglado del ministerio de Defensa. Si no hay operatividad sobra todo lo demás, empezando por el ministro. Y, ciertamente, con los vehículos sobre polines, con enormes restricciones en la instrucción y el adiestramiento, con un consumo de munición híper-tasado, con pilotos de insuficientes horas de vuelo y con buena parte de los buques amarrados, en definitiva, con la preparación bajo mínimos ¿qué otra podría ser la valoración? La primera en la frente.
La segunda tarea, ‘revisar la estructura orgánica del ministerio y de las FAS’, sigue siendo una incógnita. Poco se ha hecho, más allá de anunciar la intención de elaborar un proyecto de ley de bases de la organización militar, y —se suponen—algunos estudios más. La nonata ‘Visión 2025’ encargada al JEMAD (y sin embargo descrita por el propio Ministro como ‘un informe más’) es el ejemplo paradigmático del conocido juego de ‘marear la perdiz’. Juego en el que se han visto encapsulados los estados mayores de los Ejércitos y la Armada. La reciente ‘creación’ de dos mandos, Vigilancia y Seguridad Marítima, y Defensa y Operaciones Aéreas, mencionados como logros por el ministro en el discurso de hoy, se inscriben inicialmente en otro juego: el de las dobles y triples gorras. Al Almirante de la Flota y al Jefe del Mando Aéreo de Combate les han añadido, respectivamente, una gorra más a las que ya portaban. Aunque, de hecho, las llamadas ‘operaciones permanentes’ ya estaban, en cuanto operaciones, en la férula del JEMAD en lo que a la conducción estratégica se refiere. Si esto de ahora significase que se quiere ir hacia la subordinación al JEMAD de los jefes de Estado Mayor de los Ejércitos y la Armada (modelo italiano), habría que modificar la Ley Orgánica de la defensa nacional. Y eso no se puede hacer con una mera orden ministerial.
La tarea de ‘definir las capacidades militares a conservar, a redefinir y a suprimir’ ha resultado en 2012 otro ‘ya veremos’. Pero después de un año ya se podría haber visto algún movimiento. De momento sigue en modo desiderátum. Seguro que los concernidos saben que desarrollar cualquier escenario de reestructuración pasa por abrir esa caja fuerte, que el Sr. Montoro custodia con particular cicatería.
Tampoco hay mucho a resaltar por lo logrado en la cuarta tarea, ‘perfeccionar y completar el sistema de enseñanza militar’. Se aborda 2013 con la misma enorme contestación al sistema de enseñanza que en 2012. Tanto dentro (en todas las escalas) como fuera de las FAS. En resumen: impasible el ademán, que decían aquéllos.
La quinta tarea era, en la visión del bloguero, la refundición de tres: ‘financiación de los programas de armamento’; ‘consolidar el nivel tecnológico de la industria de defensa’; y ‘facilitar el desarrollo de la industria de defensa’. Son facetas de un único objeto. En esto sí que hubo una notable ‘movida’: dinero extra (no hablo de la extra que voló). Fue un crédito extraordinario de 1.782 millones de euros, aprobado por el Real Decreto-ley 26/2012, de 7 de septiembre. Se corrigió así al alza, ¡en un 28 por 100!, el presupuesto de defensa aprobado por las Cortes solo tres meses antes. De esa millonada, ni un euro para cualquiera de las otras tareas. Caramba, si ese compromiso ministerial de ‘buscar solución a la financiación de los programas especiales de armamento’ significa ese ‘senti, però pagant’, del catalán del chiste, no es que esté mal. Pero no parece un invento especialmente meritorio…
Y Pitarch concluía su particular rapapolvo al ministro Morenés con este sutil aviso: “… El señor ministro lleva razón en algo: ante las provocaciones ‘los militares cumplen calladamente con su deber’. Pues que dure”.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL ORDEN CONSTITUCIONAL
Poco después, el 6 de febrero de 2013, y en el mismo contexto comentado por Enric Juliana de malestar militar por la creciente dinámica separatista de Cataluña, se produjeron unos comentarios también significativos del general de división en la reserva Juan Antonio Chicharro, destinado en la Asamblea Permanente de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo tras haber ocupado destino como comandante general de la Infantería de Marina hasta diciembre de 2010. Los pronunció en la Gran Peña de Madrid, muy arraigada en lo militar, en un foro sobre Fuerzas Armadas y Ordenamiento Constitucional en el que también participaron como ponentes el entonces presidente de la Sala de lo Militar del Supremo, Ángel Calderón, el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Pedro González-Trevijano, y el magistrado y director de la Revista Jurídica Militar, José Antonio Fernández Rodera, como moderador.
El general Chicharro explicó que en circunstancias normales posiblemente habría declinado la invitación para intervenir en aquel acto, pero que la “ofensiva separatista-secesionista” le obligaba a hablar. Como único militar entre los oradores, aseguró entonces que en las Fuerzas Armadas “hay un sentimiento generalizado de preocupación, temor, incertidumbre y confusión”, al tiempo que lamentó su ostracismo y criticó la destitución del general José Mena, en enero de 2006, por criticar el Estatuto catalán (caso del que hablaremos más adelante).
Aunque reprochó a los nacionalistas que busquen una interpretación de la Carta Magna tergiversada, Chicharro expuso pulcramente la literalidad de la Constitución. “El artículo 8.1 no implica la autonomía de las Fuerzas Armadas”, dijo en alusión al mandato que encomienda a estas la misión de “defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Y justo es recordar que, en línea con la ortodoxia jurídica, recordó que la defensa de la Carta Magna corresponde al Tribunal Constitucional y al Gobierno, al que aquella atribuye la dirección “de la Administración civil y militar y la defensa del Estado” (artículo 97 CE).
A continuación, desarrolló una interpretación por la cual los militares se verían obligados a intervenir. El problema se produciría, en su opinión, “si los responsables de la defensa de la Constitución no se comportaran como su función requiere”. Y ello le llevó a plantearse cuál es el rango normativo del título preliminar de la Constitución (en el que se enmarca el artículo 8.1) en relación con el artículo 97, que es el que determina la subordinación de las Fuerzas Armadas al Gobierno, por lo que en una supuesta interpretación confrontada cabría el que su fuerza imperativa fuera mayor o menor.
El general se adentró por la senda de las hipótesis -que tanto enerva a la clase política- al invitar a imaginarse qué sucedería si el PP perdiera la mayoría absoluta en las próximas elecciones generales y los nacionalistas exigieran, a cambio de su apoyo, reformar el artículo 2 de la Constitución, que consagra la unidad indisoluble de la Nación española. “¿Qué hacen entonces las Fuerzas Armadas?”, se preguntó. Y no dio ninguna respuesta.
Lo cierto es que el general Chicharro se metió al público en el bolsillo nada más proclamar una verdad incontrovertible: “La patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo es un sentimiento y la Constitución no es más que una ley”.
Y, a pesar de la tendenciosidad con la que el periodista Miguel González informó en El País sobre lo dicho por el general Chicharro en el foro de la Gran Peña (“sugirió que estaría justificada una intervención militar para frenar la secesión de Cataluña”, llegó a escribir), iniciando con ello una caza de brujas impresentable (una de sus especialidades), el ministro Morenés no alcanzó a imponer sanción alguna contra el general Chicharro. Aunque si lo hiciera antes contra el general Pontijas, destituyéndole como director de la Revista Ejército simplemente por aludir en el editorial del mes de noviembre de 2012 a las "proclamaciones de las intenciones soberanistas" del presidente de la Generalitat, Artur Mas, ahora absolutamente ciertas y puestas en boca de todo el mundo, incluido el PP y el propio Gobierno.
Claro está que, a tenor del motivo por el que el ministro Morenés cesó al general Pontijas, cabe preguntarse qué habría hecho con el coronel Alamán Castro de haberle pillado en servicio activo cuando proclamó su patriótico “¿La independencia de Cataluña? Por encima de mi cadáver”, en una entrevista publicada en AlertaDigital.Com (05/09/2012). O hasta dónde hubiese llegado su ensañamiento político con el teniente general Mena a cuenta del discurso ‘constitucionalista’ (y premonitorio) que pronunció el 6 de enero de 2006 en el Salón del Trono de la antigua Capitanía General de Sevilla, durante la celebración de la Pascua Militar, cuando ostentaba la jefatura de la Fuerza Terrestre.
Un contexto de preocupación castrense en el que tampoco deja de ser significativo el hecho de que la Asociación de Militares Españoles (AME), la más antigua y representativa de los mandos superiores, bien que la mayoría sin estar en activo, emitiera un duro comunicado en septiembre de 2013 en el que se reclamaba al Gobierno el envío del Ejército a Cataluña con objeto de aplacar sus aspiraciones secesionistas:
COMUNICADO DE LA AME
El día 22 de septiembre de 2012 esta Asociación emitía un comunicado sobre la inaceptable y delictiva actitud del presidente de la Generalidad de Cataluña y su declaración en la que exigía el Pacto Fiscal con el Gobierno de España o amenazaba con la secesión. En aquella Nota se recordaban las obligaciones de los regidores de nuestra Nación para que, aplicando cuantas posibilidades ofrece la Constitución Española, frenaran la deriva separatista.
Ha pasado un año y no se aprecian acciones por parte del Parlamento Nacional que hayan hecho renunciar a las pretensiones de quienes quieren fracturar la unidad de España sino, más bien, todo lo contrario. Inadmisible e intolerable de todo punto es la actitud de quienes son representantes del Estado invitando a los diputados a acudir a los actos independentistas, caso de flagrante delito de alta traición por comisión como es el del Parlamento de Cataluña. Pero tan inadmisible e intolerable es la de quienes, creemos que por manifiesta omisión, no las han frenado y, por ende, deberán de incurrir en igual delito e iguales sanciones. Ello pone en una situación indefendible a las instituciones que, no sólo por obligación constitucional sino por su propia y natural misión, tienen la obligación de mantener y defender “la unidad indisoluble de la Nación Española, patria común e indivisible de todos los españoles”.
Realmente penoso y lamentable resulta tener que comparar la cuando menos pusilánime, esperpéntica indigna y de absoluto rechazo, reacción de los poderes públicos actuales con la de otros gobiernos ante casos similares de insubordinación de políticos elegidos; por ejemplo, el gobierno de la Segunda República española ante el separatismo de la Generalidad y que, curiosamente, proporcionó un ejemplo de ser muchísimo más español, o el de los Estados Unidos en 1963 con la insubordinación del gobernador de Alabama por la integración en las escuelas: el presidente Kennedy envió a la Guardia Nacional de Alabama y repuso el orden. Ejemplos que creemos deben ser imitados y aplicados sin la menor dilación ni duda en las circunstancias actuales.
Sabido es que a los militares en activo se les impone la neutralidad política y sindical, y que los que ya no lo están deben ser igualmente prudentes. Pero no es menos cierto que la libertad ideológica y la libertad de expresión son derechos constitucionales igualitarios y que su eventual restricción en el ámbito castrense no deja de ser interpretable, correspondiendo al buen gobernante desarrollar esa función con ponderación. En la Transición, Rajoy y Morenés ni siquiera sabían lo que era la política ni las muchas torpezas que se cometieron con las Fuerzas Armadas hasta desembocar en el 23-F, y por quién fueron manipuladas y traicionadas.
Entre aquellos errores, no fue el menor la falta de lealtad de Adolfo Suárez y su Gobierno con los mandos militares (y no tanto la de algunos militares con la democracia). Y bueno sería que, en estos tiempos nuevamente revueltos para la unidad de España, Rajoy, Rubalcaba y el Rey (tres R,s sobre las que recaen muchas de las culpas de lo que está pasando) fueran más conscientes de la realidad y se aprendieran aquella triste lección, de la que a nadie interesa una segunda edición.
MENA: EL GENERAL QUE REMOVIÓ LOS LÍMITES DEL SILENCIO
Claro está que, a la luz de la lamentable escalada del independentismo catalán hoy absolutamente evidente (seguido del vasco), lo expuesto por el general Mena en la Pascua Militar de 2006 puede calificarse en términos retrospectivos sobre todo de oportuno y anticipador de la realidad larvada. Y por supuesto de muy significativo dada su situación, entonces, de militar en activo y con un alto rango y posición en la jerarquía castrense.
A José Mena Aguado, hijo de un militar y político muy respetado en el régimen anterior, y que fue gobernador civil de Murcia tras ejercer como ejemplar alcalde de Palencia entre 1959 y 1968, no se le pueden negar vivencias suficientes sobre la realidad española de los últimos 50 años. Ni la sensibilidad necesaria para poder percibir y valorar sensatamente, ya en 2006, la misma “preocupación, temor, incertidumbre y confusión” que más tarde, en esta legislatura, están manifestando otros muchos militares, como el general Chicharro, con distintos efectos de notoriedad.
Mena obtuvo el despacho de teniente del Arma de Caballería el 15 de julio de 1964, formando parte de su XIX Promoción. Con ese empleo ocupó sus primeros destinos en el Regimiento de Caballería Ligera Acorazada ‘Villaviciosa’ nº 14 (que después llegaría a mandar de forma accidental con el empleo de teniente coronel) y en el de la Guardia de S. E. el Jefe del Estado. Ascendido a capitán el 4 de julio de 1972, pasó entonces a ejercer de profesor en la Escuela de Aplicación de Caballería y en la Academia de Caballería.
Con ese empleo militar vivió los delicados momentos de la Transición, e inmediatamente antes de ascender a comandante el 3 de julio de 1981, los lamentables acontecimientos del 23-F. Como jefe militar ocupó distintos destinos tanto de armas como técnicos y docentes (incluido el de profesor en la Escuela de Estado Mayor) hasta ser promovido al empleo de general de brigada el 25 de octubre de 1996, trasladándose entonces a la Dirección General de Armamento del Ministerio de Defensa (DGAM).
Tres años más tarde, en octubre de 1999, ascendió a general de división, siendo puesto al mando de la emblemática División Mecanizada “Brunete” nº 1 seis meses después. Al ascender a teniente general el 9 de febrero de 2001, ocupó de inmediato la jefatura del Mando de Personal del Ejército de Tierra (MAPER), destino en el que se mantuvo hasta que el 17 de diciembre de 2004 fue designado general jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra, con sede en Sevilla, coincidiendo con el proceso reorganizador de la precedente Región Militar Sur.
En ese destino, el teniente general Mena alcanzó gran notoriedad pública a raíz del discurso que, en función de su cargo, pronunció el 6 de enero de 2006 justo durante la celebración de la Pascua Militar, en el Salón del Trono de la antigua Capitanía General de Sevilla. En aquel acto, y tras resumir las realizaciones y proyectos profesionalmente más relevantes en el ámbito de las Fuerzas Armadas, reconoció que, sin expresar sus opiniones personales, en razón del cargo que ocupaba sí tenía la obligación “de conocer los sentimientos, inquietudes y preocupaciones de mis subordinados y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército, y hacerlos públicos, por expreso deseo de aquéllos”.
A continuación, y reconociendo que los militares no debían entrar en disquisiciones políticas, que lógicamente correspondían a los políticos, el teniente general Mena alertó, porque lo consideraba una obligación, sobre “las graves consecuencias que podría conllevar la aprobación del Estatuto de Cataluña, en los términos en que está planteado, tanto para las Fuerzas Armadas, como institución, como para las personas que las integran, en tres aspectos verdaderamente preocupantes para nosotros”.
El primero de ellos era el “concepto de nación”, en el que no profundizó porque, en su opinión, “el artículo 2 de la Constitución Española lo expresa clara y rotundamente: La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
El segundo aspecto era el de la “lengua”, manifestando al respecto: “El hecho de que en una Autonomía sea exigible el conocimiento de su lengua particular es una aspiración desmesurada que obligaría en las Fuerzas Armadas a regular los destinos a esa Autonomía de la misma forma que actualmente se regulan los destinos en el extranjero. Es decir, que los destinos a Cataluña, País Vasco y Galicia estarían supeditados a la voluntariedad de los militares que quisiesen acreditar el conocimiento de la lengua que fuese exigible en cada Comunidad”.
Su tercera consideración se relacionaba con la “justicia”, dado que las Fuerzas Armadas se encuentran desplegadas en todo el territorio nacional. En ese sentido, recordó que la actual independencia de los Tribunales de Justicia de las Autonomías creaba graves problemas en las Fuerzas Armadas al producir sentencias dispares para hechos similares que, sin estar incursos en el ámbito estrictamente castrense, cuyo tratamiento corresponde a la jurisdicción militar según el artículo 117. 5 CE), sí que afectan al régimen interior de las Bases, Acuartelamientos o Establecimientos militares y a las expectativas profesionales de cada uno de los componentes de las Fuerzas Armadas. También precisó que ese problema se podría agravar mucho más con la aparición de poderes judiciales autonómicos, independientes del Estado.
Acto seguido, el teniente general Mena resaltó que “afortunadamente, la Constitución marca una serie de límites infranqueables para cualquier Estatuto de Autonomía. De ahí mi mensaje de tranquilidad”. No obstante, recordó: “Pero si esos límites fuesen sobrepasados, lo cual en estos momentos afortunadamente parece impensable, sería de aplicación el artículo 8º de la Constitución: Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército de Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional”.
Como cierre de sus consideraciones en torno al debatido Estatuto de Cataluña, recordó a todos los militares presentes su juramento, o promesa, de guardar y hacer guardar la Constitución, concluyendo: “Y para nosotros, los militares, todo juramento o promesa constituyen una cuestión de honor”.
Tras la gran polémica provocada con su discurso, desproporcionada a tenor de sus referencias constitucionales y de otras declaraciones realizadas con anterioridad por el propio ministro de Defensa, José Bono, mucho más patrióticas o españolistas, el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, José Antonio García González, no se atrevió a ejercer su competencia sancionadora sin encontrar un artículo del código disciplinario claramente aplicable al caso y teniendo que saltarse, además, el preceptivo trámite de audiencia por las prisas requeridas políticamente. Por ello, tuvo que ser el propio ministro quien, aceptando la sugerencia del ‘diligente’ general Sanz Roldán, que como JEMAD no podía suplantar la competencia disciplinaria del JEME, y agarrándose tenazmente al artículo 7, apartado 31, de la Ley Orgánica 8/1998, de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, le sancionara con un arresto domiciliario de ocho días, presuponiendo una absurda infracción del deber de neutralidad en relación con las diversas opciones políticas.
Al mismo tiempo, el ministro Bono promovió el cese del teniente general Mena en el cargo de confianza que ocupaba como general-jefe de la Fuerza Terrestre en el inmediato Consejo de Ministros celebrado el viernes 13 de enero, oficialmente también “a petición” de Félix Sanz, JEMAD que con su reiterada actitud pasaba a encabezar con cierta ventaja el ranking de los palmeros ministeriales uniformados. La destitución de Mena, que en aquel momento ocupaba el segundo puesto de su escalafón, se acompañó también con su pase a la situación de reserva hasta el 18 de marzo de 2007, fecha del retiro reglamentario.
Algunos medios informativos, asociaron inmediatamente de forma equívoca el ‘caso Mena’ con el ‘caso Soteras’, distantes más de veinte años en el tiempo pero ambos vividos bajo gobiernos socialistas. Mientras el primero había remitido su discurso de la Pascua Militar de forma insistente a la Carta Magna, el segundo justificó en buena medida el golpe del 23-F y solicitó el indulto de los compañeros de armas ya condenados por aquella asonada, a través de una entrevista publicada en la revista Interviú (14/09/1983). Además, tras su cese al frente de la VII Región Militar (Valladolid), el teniente general Soteras quedó adscrito a la I Región Militar en situación de ‘disponible’, siendo designado más tarde por el Gobierno socialista vocal del Consejo Directivo del Patronato de Casas Militares y posteriormente, en septiembre de 1985, presidente del mismo, hasta pasar en noviembre de 1986 a la ‘segunda reserva’.
Esta diferencia sustancial entre los hechos y las consecuencias de ambos casos, no deja de evidenciar de algún modo la deriva de los criterios básicos por los que se rige la Institución Militar y su creciente manipulación por parte de la clase política. Una ‘politización’ ciertamente peligrosa que con el tiempo puede propiciar su división interna, incompatible con las altas misiones que le han sido asignadas constitucionalmente.
Las tergiversaciones del ‘caso Mena’, llevaron a su protagonista a resumir lo sucedido de forma aclaratoria en un libro urgente y escrito prácticamente a vuelapluma, titulado de forma bien significativa ‘Militares: Los límites del silencio’ (Edición Personal, 2008). Hoy, las aspiraciones independentistas que amenazan la unidad de España incluso desde las propias instituciones de representación política, convierten a militares como los generales Mena, Chicharro o Pontijas, en defensores del orden constitucional, muy alejados de los golpistas del 23-F, ahora sustituidos de forma verdaderamente paradójica por un golpismo autonómico de nuevo cuño. Pero, ¿en qué lado de esa realidad se sitúan hoy las tres R,s -Rajoy, Rubalcaba y el Rey- que si no propician el independentismo tampoco saben atajarlo…?
PASCUA MILITAR 2014: MÁS DE LO MISMO (Y PEOR)
Volviendo a la celebración de la Pascua Militar en el régimen democrático, ya es hora de señalar que, poco a poco, sólo sirve a efectos protocolarios y para que, tanto el Ministro de Defensa de turno como Su Majestad el Rey, vendan su propio ‘baratillo’. Recuerdos obligados para los militares caídos en acto de servicio, manidas felicitaciones generalizadas, grandes frases sin aplicación cierta, ponderación de éxitos y políticas más que discutibles, llamamientos a la unidad, la disciplina y el sacrificio… y poco más.
Nada concreto ni realmente reconfortante se ha oído jamás en ese acto tan emblemático sobre las perentorias necesidades y problemas graves que, año tras año, vienen soportando la defensa nacional y el estamento militar, tanto en el orden operativo como en las condiciones socioeconómicas y de dignidad personal en el ejercicio profesional. Mucho triunfalismo sobre la falsa modernización de los sistemas de armas (derrochona en lo innecesario por estricto interés político y absolutamente inexistente en lo primordial), pero nada de nada sobre el fracaso sistémico de un modelo de Fuerzas Armadas llevado poco a poco al agotamiento… hasta el punto de poner sus medios de combate y de apoyo logístico en venta ‘de rebajas por derribo’…
Nada se ha dicho nunca, ni posiblemente se dirá jamás, sobre el fracaso (por no llamarlo chapuza) que ha supuesto, norma a norma, la legislación en materia de Defensa Nacional y Fuerzas Armadas, carente de todo sentido de Estado e impuesta a golpes de incompetencia política y hasta jurídica. Ahí está, sin ir más lejos, la vigente Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la Carrera Militar, con el ridículo aparejado de su imposible aplicación práctica (el PP, corresponsable de aquel desastre legislativo, llegó a pedir no obstante su modificación cuando todavía seguía en la oposición, pero después, una vez en el poder, el ministro Morenés terminaría elogiándola…).
Y menos aún se ha dicho, y ni siquiera apuntado, sobre el escaso horizonte profesional de los militares de carrera, cuya mayoría está avocada -debido al fracaso del modelo impuesto por la clase política- a tener que retirarse con el empleo de teniente coronel o de capitán de fragata o incluso con el inferior. Sin hablar de otras cuestiones, como las retributivas y de derechos constitucionales, que se discuten y tratan sin complejo alguno cuando atañen al resto del funcionariado del Estado, incluidos el estamento judicial y el policial.
Pero con estas deficiencias discursivas de la Pascua Militar, ni los ministros de Defensa ni el Rey como Jefe de Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas, se han atrevido nunca a respaldar, siquiera fuese veladamente, la vocación de servicio a España de los militares en relación con la elemental defensa de su unidad constitucional. Antes al contrario, y como muy bien saben los afectados, el distanciamiento formal e informal del Rey de los generales señalados políticamente como ‘díscolos’ o ‘habladores’ por haber levantado esa obligada y patriótica bandera, ha sido tan patente como lamentable, porque sabido es que sobran caminos para haberles hecho llegar, al menos, algún discreto mensaje de comprensión.
Y ahora, una vez más, la Pascua Militar de 2014 se resuelve con ‘más de lo mismo’ (y peor), a pesar de la que está cayendo. Justo al día siguiente de que un sondeo de Sigma Dos para El Mundo (05/06/2014) evidenciara que, por tercer año consecutivo, aumenta la visión negativa sobre el actual reinado y la Monarquía, elevando a un preocupante 69,4% el número de españoles mayores de 18 años que consideran al Rey incapaz de recuperar el prestigio perdido (y un día antes de que el juez Castro imputara a la infanta Cristina en el que el ‘caso Nóos’ por un doble delito de fraude fiscal y blanqueo de dinero).
Como es obvio, esa caída del apoyo social a la Monarquía tiene sus causas propias, entre las que, junto a la falta de ejemplaridad de la Familia Real, cabe suponer las afectas a la responsabilidad del Rey como símbolo que es de la unidad y permanencia del Estado, así como árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones (artículo 56 CE). Un aspecto fundamental de nuestro ordenamiento constitucional y del propio sistema de convivencia muy afectado por las visibles amenazas independistas de Cataluña y el País Vasco, y sobre las que el Jefe del Estado (el Rey) sólo aplica una mezcla lenitiva de paños calientes y frases ‘políticamente correctas’ que llevan a ninguna parte, lavándose las manos como Poncio Pilatos ante las posiciones más gallardas de sus compañeros de armas.
Por ello, no dejaría de convenir a la propia institución monárquica conocer con exactitud cuál es el grado de afección o desafección que hoy provoca en el ámbito castrense, y si ese valor específico se encuentra por encima o por debajo del generalizado en la sociedad civil. Un dato muy fácil de obtener de forma discreta a través de los estados de opinión internos (quizás junto a otros sobre opiniones y actitudes de los militares ante el independentismo y la sucesión en la Corona) y ciertamente útil para dimensionar el alcance del problema y orientar mejor las posibles soluciones.
El esperado discurso del Rey en la Pascua Militar de 2014, que leyó de forma penosa por su evidente agotamiento físico, siguió en la pauta habitual de la diplomacia institucional, el guiño interesado a las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil y la vacuidad política, obviando claramente el problema de la amenaza secesionista. Un fenómeno hoy preocupante para el conjunto de la sociedad española y, muy en especial, para el estamento militar por su especial lealtad y vocación de servicio a España.
En su mensaje, Don Juan Carlos animó a la familia militar (a la que dijo pertenecer) a perseverar en su “ejemplaridad”, a “seguir transmitiendo confianza y serenidad”, a “continuar trabajando unidos por la seguridad y el bienestar del conjunto de los españoles” y a ser “los primeros en ofrecer y los últimos en recibir”.
Con titubeos, equivocaciones y una evidente dificultad para mantener el ritmo del discurso (algunos presentes pensaron que quizás no lo iba a poder terminar), el monarca agradeció, como ha hecho en anteriores ocasiones, el “patriotismo”, la “solidaridad” y la “generosidad” siempre demostrada por los miembros de las Fuerzas Armadas y del Instituto Armado, proclamando: "Nuestra sociedad responderá siempre a vuestra generosidad con su reconocimiento y admiración, como reflejan las encuestas; y yo, como siempre, sentiré el orgullo de ser vuestro Jefe". Lo que se desconoce es el reconocimiento y la admiración de la clase política (gobierno y oposición) por el estamento militar, a tenor de cómo lo tratan.
De esta forma, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, puso la única guinda política del acto cuando en su discurso previo reconoció a las Fuerzas Armadas como una institución que garantiza “el bien común de toda la nación española, que se sustenta en los principios de la soberanía nacional, la unidad y la solidaridad entre todos los españoles”. Pero, ¿acaso estas palabras no son las mismas, esencialmente, por las que se persigue a los militares que se han limitado a leerlas en voz alta y con más fidelidad aún al texto constitucional…?
Y ello en un acto emblemático que, por lo además, ha sido por segunda vez de ‘formato reducido’ (y más reducido aún que en 2013), con lo que se va asegurando su decaimiento, como han decaído antes el Día de las Fuerzas Armadas y el desfile militar de la Fiesta Nacional.
En este sentido no deja de ser sorprendente y significativo que un portavoz de la Casa del Rey haya insistido, ahora, en dejar claro que la repetición del formato reducido de la Pascua Militar no obedece a la necesidad de adaptar la ceremonia a las actuales condiciones físicas del Rey. Precisando que, una vez modificado el protocolo hace un año, ha quedado consolidado como el que se aplicará en todas las ediciones de esta emblemática conmemoración. Ahí queda, de momento, la actitud de la actual Monarquía -no la de Carlos III- con los símbolos y las tradiciones militares, con lo que eso pueda arrastrar en el futuro…
LEALTAD Y DESLEALTAD EN TORNO A LA MONARQUÍA
Porque, también de momento, y al rebufo de la Pascua Militar de 2014, el lehendakari Iñigo Urkullu no dudó en aprovechar el turno de preguntas de los periodistas en su primera comparecencia pública del año -abierto a ‘cualquier tipo de cuestiones’-, para aclarar su posición sobre la actual Monarquía, afirmando que “hay otros modelos en el mundo actual que obedecen más fielmente a la representación del ciudadano”. Y añadiendo: “[¿La República?”] Claro que sí. No creo que la Monarquía sea en esta Europa occidental el modelo más representativo”, según narró El Mundo (09/01/2014).
Sobre esa noticia, el mismo medio informativo publicó en esa misma fecha esta breve pero significativa editorial, advirtiendo cómo los nacionalistas aprovechan la debilidad de la Corona:
El ‘lehendakari’ ya habla de república a las claras
El ‘lehendakari’ vasco se mostró ayer partidario de la república como modelo más adecuado que la monarquía para “armonizar” a “las naciones históricas del Estado español”. Las declaraciones de Urkullu indican que los nacionalismos –tanto el vasco como el catalán- pretenden aprovecharse en beneficio propio de la debilidad de la Monarquía. La imputación de la Infanta Cristina y la estrategia del Gobierno, la Fiscalía y la Casa Real para impedir su declaración ante el juez, han incrementado el descrédito de la institución tanto dentro como fuera de España. Y el titubeante discurso del Rey en la Pascua Militar ha aumentado las dudas sobre el estado de salud del Monarca. Precisamente cuando más falta haría una jefatura del Estado fuerte, creíble y capaz de hacer frente a los desafíos.
“Cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice un sabio proverbio del refranero español. Y viendo lo que se está viendo venir, una cuestión esencial para la Monarquía es saber con tiempo y claridad suficientes quienes son y dónde están sus leales y sus desleales. Dudamos seriamente que el rey Juan Carlos, titular de la Corona de España, Jefe del Estado y ‘mando supremo’ -sólo cuando conviene y para lo que conviene- de las Fuerzas Armadas, haya tenido clara esta percepción esencial, sobre todo en relación con la Institución Militar, cuyo decaimiento durante su reinado está siendo palpable.
Llegados a donde hemos llegado, parece que el respaldo castrense a Don Juan Carlos derivado del llamado ‘testamento de Franco’, ha finiquitado. Dicho con más crudeza, si tan mal sienta políticamente que los militares españoles defiendan la unidad de la Patria frente al secesionismo catalán y vasco, ¿por qué razón habrían de defender entonces la Monarquía frente a la República…?
· "Hemos jurado guardar y hacer guardar la Constitución. Y para nosotros, los militares, todo juramento o promesa constituye una cuestión de honor”
Como hemos escuchado en la presentación de este acto, hace más de dos siglos que el Rey Carlos III instituyó la festividad de la Pascua Militar que a lo largo de los años se ha venido celebrando de muy diversas formas.
Este año, para fomentar, una vez más, ese deseable acercamiento de la sociedad a sus Fuerzas Armadas, y viceversa, hemos querido contar en este acto, con la presencia de Autoridades y representantes de las diversas Instituciones sevillanas.
Resulta obligado, con motivo de esta festividad militar, hacer balance de las actividades realizadas a lo largo del año que ha terminado, de los proyectos que tenemos para el año que comienza, y de las inquietudes y preocupaciones que en estos momentos más intranquilizan a los componentes de las Fuerzas Armadas.
El año 2005 se ha caracterizado por la consolidación de la nueva estructura funcional, tanto en el Ejército de Tierra, como en la Armada y en el Ejército del Aire.
Aquí en Sevilla se ha consolidado el Cuartel General de la Fuerza Terrestre, en la que ya se han integrado las Comandancias Generales de Ceuta, Melilla y Baleares, dos Brigadas de Infantería Ligera, el Mando de Artillería Antiaérea, con sus 4 Regimientos, el Mando de Artillería de Costa y sus 2 Regimientos, y, por último, pero no menos importante, el Regimiento de Guerra Electrónica de El Copero.
El Ejército del Aire, con la idea de mantener una presencia significativa en Sevilla, ciudad de arraigada tradición y prometedor futuro en el campo de la Aeronáutica, ha culminado el traslado de su Dirección de Enseñanza al Acuartelamiento Aéreo de Tablada.
La estructura que mantiene la Armada en Sevilla no ha sufrido alteraciones.
Los hombres y mujeres que componen las Fuerzas Armadas han continuado desempeñando arriesgadas y difíciles misiones de paz y de estabilidad que se iniciaron en años anteriores en Bosnia, Kosovo, Afganistán, y Haití a las que hay que añadir las, no menos relevantes, realizadas en Kirguistán, Sudán, Eritrea, Etiopía, el Congo, y otros países, así como las importantes misiones de ayuda humanitaria que han tenido lugar en Indonesia y Pakistán, ofreciendo con ello una muestra ejemplar de solidaridad y fraternidad hacia unos pueblos amenazados por el odio y el fanatismo, (en unos casos), o castigados por grandes catástrofes naturales, (en otros).
Valiosa ha sido la contribución de España a diversas Fuerzas Multinacionales como son: Las Fuerzas Permanentes de la OTAN, el Cuerpo de Ejército Europeo, la Fuerza Terrestre europea (EUROFOR), la Fuerza Marítima Europea (EUROMARFOR), los «Battle Groups» (Grupos de Combate) de la Unión Europea, y la Brigada de Alta Disponibilidad de Naciones Unidas.
Es, también, destacable la participación en la lucha global contra el terrorismo, el apoyo a pesqueros en aguas internacionales, y la presencia de nuestras Fuerzas Armadas en la Antártida, así como la colaboración en importantes proyectos científicos, de interés civil y militar, en esta zona.
Son más de 65.000 los militares de los tres Ejércitos que han participado ya en operaciones en el exterior, demostrando una gran preparación profesional que está siendo reconocida a todos los niveles, dejando bien alto el pabellón y el prestigio de España.
Desde aquí quiero expresar mi felicitación y gratitud a todos ellos, resaltando la actuación de nuestros Ingenieros-Zapadores en la catástrofe de Pakistán, donde el Ministro de Defensa, en su reciente viaje ha recibido el agradecimiento, efusivo al máximo, y el reconocimiento de las Autoridades de ese país y de los mandos de los contingentes alemán y polaco que colaboran con nuestras Unidades, y que están sorprendidos por la eficacia y rapidez de la labor que allí se está realizando.
En el Territorio Nacional, durante el año 2005, las Fuerzas Armadas han llevado a cabo numerosas operaciones de apoyo a Autoridades Civiles y de colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, destacando la participación en el control de las fronteras de Ceuta y Melilla, las campañas contra incendios forestales, la vigilancia aduanera, la protección de objetivos sensibles, la calibración de las ayudas a la navegación aérea, el transporte de personalidades por vía aérea, y la activación de medidas para mitigar los efectos de las condiciones meteorológicas extremas en la red de comunicaciones.
Quiero asimismo destacar la colaboración de la Guardia Civil en la mayor parte de las misiones realizadas tanto en territorio nacional como en el exterior. El proceso de profesionalización de la Tropa evoluciona favorablemente.
El Ejército del Aire ha terminado el año 2005 con 11.024 Militares Profesionales de Tropa, manteniendo un porcentaje ligeramente superior al 90% del número contemplado en los Presupuestos Generales del Estado para el año 2006.
El Ejército de Tierra ha tenido un positivo repunte en los últimos meses del año 2005, alcanzando la cifra de 51.330 Militares Profesionales de Tropa, número muy próximo al 85 % de los efectivos contemplados en los Presupuestos Generales del Estado para el año 2006.
La Armada ha sufrido un ligero retroceso con respecto al año 2004, cerrando el año 2005 con 11.287 Soldados y Marineros, lo que representa el 75 % de los efectivos contemplados en los Presupuestos Generales del Estado para el año 2006.
Del total de los actuales 73.641 Militares Profesionales de Tropa, 2.508 son extranjeros y el porcentaje de mujeres está próximo al 17%.
En relación con la modernización del armamento y material, cabe destacar lo siguiente:
El Ejército de Tierra ha continuado con los programas de adquisición de los carros de combate LEOPARDO, y de los vehículos de combate PIZARRO y CENTAURO.
El montaje de los dos primeros se realiza en la fábrica de Las Canteras, en Alcalá de Guadaira.
Se ha recepcionado el primer helicóptero de ataque TIGRE y se ha iniciado el programa de adquisición de 45 helicópteros NH-90.
Se ha adquirido una Batería de Antimisiles PATRIOT, y está prevista la adquisición de un Sistema de Misiles Antibuque del tipo HARPOON.
Se ha realizado un gran esfuerzo para modernizar el parque de automóviles mediante la adquisición de 1.450 vehículos todo-terreno de una tonelada, fabricados en Linares, y 230 vehículos más de diferentes tonelajes y modelos. El Ejército del Aire está recibiendo los aviones EF-2000 (EUROFIGHTER), el caza más moderno del mundo.
Continúa participando en el Programa Multinacional del avión de transporte A-400-M, cuya cadena de montaje se establecerá en Sevilla, contribuyendo al desarrollo de la industria aeronáutica nacional, en general, y de la andaluza, muy en particular.
Asimismo, participa en diversos programas para adquisición del misil de crucero TAURUS (400 Km. de alcance), del misil de alcance medio METEOR y del misil de corto alcance IRIS-T.
También están en proceso, (o finalizando, los programas de modernización del avión de caza EF-18; del avión de patrulla marítima P-3-Orión, y del avión de enseñanza avanzada F-5B.
La Armada continúa con los programas de adquisición de seis Fragatas de la serie F-100 de las que ya ha recibido 4.
Tiene en marcha una serie de programas para la de adquisición de un buque multiuso (porta-aeronaves, transporte de tropas, logístico, etc.); de un Buque de Aprovisionamiento de Combate y de cuatro submarinos de la serie S-80.
Y ha iniciado el proyecto básico de un buque de Acción Marítima, del que se derivarán nuevas versiones de Patrulleros Oceánicos, buques de Hidrográficos y buques de Apoyo a Operaciones de Buceo.
En relación con Sevilla, hay que señalar la restauración de la Torre del Oro y de su Museo Naval.
Pero los principales proyectos del Ministerio de Defensa para el año 2006 se centran en el área de personal.
En el primer trimestre está prevista la aprobación de la nueva Ley de Tropa y Marinería que, con toda seguridad, va a impulsar el proceso de profesionalización de las Fuerzas Armadas. Sus positivos efectos ya se han notado en los últimos meses del año 2005, antes de su aprobación y entrada en vigor.
Se espera, también, llevar a cabo la revisión de las Reales Ordenanzas y de la Ley 17/99 Reguladora del Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas.
Como consecuencia de ello se están elaborando tres proyectos de Ley: uno de Reales Ordenanzas, otro de la Carrera Militar, que modificará sensiblemente la enseñanza militar, y un tercero de Derechos y Deberes de los Militares. Se va a potenciar la figura de los reservistas voluntarios.
Se han iniciado los estudios para la asignación de complementos retribuidos y para mejorar los procesos de evaluación y selección para ascensos, cursos y destinos, aspectos siempre delicados y difíciles, con la intención de que los propios interesados tengan una mayor participación en dichos procesos.
Siguiendo las directrices del Ministro de Defensa, se está estudiando una nueva reorganización de los tres Ejércitos, para adaptarlos a los nuevos escenarios de actuación nacional e internacional, a las nuevas estrategias y a la disponibilidad de recursos humanos y materiales, en función de las asignaciones presupuestarias para gastos de defensa. Estos estudios retrasarán las previsiones que se habían establecido para integrar en la Fuerza Terrestre el resto de Unidades de Maniobra y de Apoyo al Combate desplegadas en el territorio peninsular.
Inquietudes y preocupaciones
Una vez expuestas las realizaciones y proyectos más inmediatos quiero expresar las inquietudes y preocupaciones de cuantos formamos parte de las Fuerzas Armadas, en los momentos que estamos viviendo.
Por razón del cargo que ocupo no debo, en actos como éste, expresar mis opiniones personales. Pero sí tengo la obligación de conocer los sentimientos, inquietudes y preocupaciones de mis subordinados y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército, y hacerlos públicos, por expreso deseo de aquéllos.
En mis visitas a las Unidades durante los últimos meses, he podido constatar que las dos grandes preocupaciones de los Cuadros de Mando y Militares Profesionales de Tropa son el terrorismo y el futuro de la unidad de España.
El esfuerzo principal en la lucha contra el terrorismo corresponde a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y al Centro Nacional de Inteligencia. Las Fuerzas Armadas están permanentemente dispuestas a colaborar en la medida que se les pida.
La preocupación por la unidad de España se ha desatado con la presentación del proyecto del «Estatuto de Cataluña».
La historia se repite. Basta leer los discursos de los Diputados Companys, Ortega y Gasset y Azaña cuando en mayo de 1932 las Cortes españolas debatieron el Estatuto de Cataluña. Curiosamente, el entonces Diputado Azaña, que fue un firme defensor del Estatuto de Cataluña cambió radicalmente su visión del Estado y su actitud cuando alcanzó la Presidencia de la República, propugnando un Estado Regional, antecedente del actual Estado de las Autonomías.
En todas mis visitas a las Unidades he aprovechado los encuentros con Cuadros de Mando y Tropa, para transmitirles un mensaje de tranquilidad, no exenta de inquietante preocupación.
Siempre he recalcado que los militares no debemos entrar en disquisiciones políticas que, lógicamente corresponden a los políticos. Ahora bien, es nuestra obligación alertar de las graves consecuencias que podría conllevar la aprobación del Estatuto de Cataluña, en los términos en que está planteado, tanto para las Fuerzas Armadas, (como institución), como para las personas que las integran, en tres aspectos verdaderamente preocupantes para nosotros.
El primero es el concepto de nación, en el que no voy a entrar porque el artículo 2 de la Constitución Española lo expresa clara y rotundamente: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».
El segundo es el de la lengua. El hecho de que en una Autonomía sea exigible el conocimiento de su lengua particular es una aspiración desmesurada que obligaría en las Fuerzas Armadas a regular los destinos a esa Autonomía de la misma forma que actualmente se regulan los destinos en el extranjero. Es decir, que los destinos a Cataluña, País Vasco y Galicia estarían supeditados a la voluntariedad de los militares que quisiesen acreditar el conocimiento de la lengua que fuese exigible en cada Comunidad.
El tercero está relacionado con la justicia. Las Fuerzas Armadas están desplegadas en todo el territorio nacional. La actual independencia de los Tribunales de Justicia de las Autonomías crea graves problemas en las Fuerzas Armadas al producir sentencias dispares para hechos similares que, (sin estar incursos en el ámbito estrictamente castrense, cuyo tratamiento corresponde a la jurisdicción militar, según el artículo 117, apartado 5 de nuestra Constitución), afectan al régimen interior de las Bases, Acuartelamientos o Establecimientos militares y a las expectativas profesionales de cada uno de los componentes de las Fuerzas Armadas. Este problema se agravaría mucho más con la aparición de poderes judiciales autonómicos, independientes del Estado.
Afortunadamente, la Constitución marca una serie de límites infranqueables para cualquier Estatuto de Autonomía. De ahí mi mensaje de tranquilidad. Pero, si esos límites fuesen sobrepasados, lo cual en estos momentos afortunadamente parece impensable, sería de aplicación el artículo 8º de la Constitución: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército de Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional».
No olvidemos que hemos jurado, (o prometido), guardar y hacer guardar la Constitución. Y para nosotros, los militares, todo juramento o promesa constituyen una cuestión de honor.
Agradezco muy sinceramente la presencia de cuantas Autoridades, representantes de Instituciones, amigos y representantes de los medios de comunicación y amigos han querido acompañarnos en esta celebración de la Pascua Militar, en un día en el que muchos se encuentran en el tramo final de unas vacaciones o en el comienzo de un puente y casi todos estamos deseando compartir en nuestros hogares la ilusión de nuestros hijos o nietos en esta festividad de los Reyes Magos.
En esta celebración de la Pascua Militar, quiero transmitir mi más calurosa felicitación a todos los españoles que se identifican con sus Fuerzas Armadas y a cuantos actualmente forman parte de las mismas, con una especial mención a nuestros compañeros de la Guardia Civil.
Quiero también manifestar mi reconocimiento y agradecimiento a todos los que nos precedieron, y mi emocionado y doloroso recuerdo a quienes a lo largo del año 2005 dieron lo mejor que tenían, (su vida), en el cumplimiento de sus obligaciones; y de forma especial a los 17 fallecidos en el accidente de helicóptero de Afganistán el pasado mes de agosto.
Termino ya.
España puede sentirse orgullosa de tener hoy unas Fuerzas Armadas modernas, bien equipadas, capaces de colaborar en condiciones de igualdad con las de los países más desarrollados del mundo.
Se espera de nosotros que sigamos respondiendo con la profesionalidad, la dedicación, el sacrificio, la disciplina, y el amor a España que siempre hemos demostrado.
Ruego que en posición de firmes cerremos este acto con los tradicionales «vivas».
¡VIVA ESPAÑA!
¡VIVA EL REY!
¡VIVAN LAS FUERZAS ARMADAS!