Aleksandr Duguin
Al día de hoy necesitamos una militarización total y completa del Estado y el pueblo ruso. La militarización significa la transformación total de la sociedad, aunque la escala y las instituciones que deben pasar por este proceso puede debatirse abiertamente, ya que varían según los momentos históricos o los desafíos geopolíticos que enfrentamos. Lo mismo se aplica a los problemas económicos y las oportunidades, así como a la ideología política y la cultura dominante en un período específico. Cuando un país esta en paz y nada amenaza sus intereses vitales o su propia existencia una militarización excesiva de la vida es innecesaria y desmesurada, ya que la intensidad o el alcance de toda forma de militarización siempre puede variar. Claro esta que cualquier Estado realmente soberano debe tener un ejército y unas fuerzas armadas capaces de defenderlo en caso de una situación crítica. Por lo tanto, la desmilitarización completa de un país significa la claudicación a cualquier forma de soberanía, y la aceptación de la dependencia absoluta frente a una fuerza externa. El Presidente Putin ha dado a conocer hoy en su discurso en la Asamblea Federal el programa político de Rusia en los próximos seis años (todos saben que Putin será elegido), además de admitir que hoy estamos librando una guerra total en contra del Occidente colectivo: los Estados Unidos y la UE cada vez se implican más abiertamente en este conflicto y ya resulta imposible ignorar su participación en la guerra en Ucrania. Es por esa razón que la militarización de la sociedad en medio de una guerra sangrienta que estamos luchando con la intención de mantener nuestra existencia histórica no solo es una necesidad absoluta, sino que no tiene sentido discutir sobre la misma. Putin ha admitido que Rusia ya comenzó a militarizar su economía, pero se trata de apenas un vector que abarca un fenómeno mucho más amplio: la militarización no solo debe aplicarse al complejo militar de defensa, sino a toda la sociedad y el Estado. Antes estaba de modo hablar sobre ello, pero hoy ya no se dice nada al respecto. Sin embargo, si Rusia quiere lograr la victoria tiene que convertirse en un Estado militarizado. Los principales vectores de la militarización rusa deben ser:
El establecimiento de la ideología de la victoria como ideología militar. Es imposible luchar sin tener una idea, ya que la Patria, el Estado y el poder son ante todo ideas. Esta idea debe afirmarse en la cultura, los medios de comunicación, la familia, la educación, las élites, las masas y también en la psicología cotidiana. Para conseguirlo es necesario actualizar y generalizar la defensa de los valores tradicionales, la autoconciencia historia y una idea vívida e intensa de la identidad rusa. Esta ideología debe contar con dos registros: uno mucho más intenso, nítido y definido aplicado dentro del ejército, los nuevos territorios conquistados y las zonas fronterizas, mientras que en las zonas más alejadas del perímetro de confrontación puede existir un código mucho más relajado. Ucrania a logrado resistir tanto gracias a la difusión de una ideología radical al interior de su población. Por supuesto, no es bueno imitar a un montón de terroristas y psicópatas, pero resulta imposible luchar contra ellos sin contar con una ideología que se oponga a esa mescla explosiva de neonazismo, globalismo y liberalismo que hoy pulula entre los ucranianos. La actual guerra debe convertirse en una guerra popular donde nuestro ejército, el complejo militar-industrial y la educación militar sean totalmente reideologizados. La estructura de las fuerzas armadas debe ser restaurada en su totalidad, pero en base a una nueva ideología que lleve a los patriotas al poder. En la retaguardia puede darse un proceso mucho más suave y lento, pero sin dejar de lado ciertos elementos clave. Al fin y al cabo, la sociedad también debe ser ideologizada.
Las funciones de las estructuras administrativas del Estado tienen que adaptarse a los tiempos de guerra. Los descansos, vacaciones y horarios de trabajo deben ser modificados con tal de adaptarse al frente de batalla. Es indispensable la introducción de un nuevo código de conducta entre los funcionarios del Estado: debemos castigar severamente a todo aquel que pase sus vacaciones en países hostiles, demuestre un lujo excesivo, entorpezca la burocracia o, Dios no quiera, deliberadamente sabotee o promueva la corrupción en nuestro país.
Es necesario restringir los derechos y libertades cuando enfrentamos circunstancias extraordinarias, por lo que debe prohibirse categóricamente cualquier ataque y propaganda en contra del Estado, los soldados, las autoridades, la Iglesia, el presidente, el patriotismo y Rusia. Todos los medios de comunicación y redes sociales que difundan semejantes contenidos deben ser ilegalizados de inmediato. Sin duda se cometerán algunos errores, pero podrán ser corregidos únicamente después de que se logre la victoria.
Es necesario militarizar la economía, la cual estuvo durante mucho tiempo orientada hacia la integración con Occidente y la división internacional del trabajo. Esta orientación causó que durante la guerra con Ucrania faltaran muchos eslabones productivos importantes a nivel tecnológico. Debemos compensar estas faltas inmediatamente. El papel del Estado en la economía – especialmente con respecto a las industrias estratégicas y la producción a gran escala – esta creciendo aceleradamente, pero no es insuficiente. Lo mismo sucede con la política financiera: la guerra de Rusia contra el Occidente colectivo nos obliga independizarnos del dólar, el euro y otras divisas internacionales que pretenden convertirse en monedas de reserva mundial. Todas las transacciones que hagamos con nuestros socios en el extranjero deben hacerse en rublos. El rublo debe convertirse en una moneda soberana y la política de conversión de nuestra moneda debe descartarse totalmente. Hoy resulta muy fácil rastrear cualquier tipo de emisión (incluyendo el rublo) por medios electrónicos, por lo que en lugar de un modelo único (monetarista) de tipos de interés debería introducirse una gradación para todos: los prestamos para la industria y de todo tipo de proyectos estratégicos contarán con un circuito propio sin interés, mientras que se dará un tipo de interés favorable para los proyectos de mediana envergadura y un tipo máximo de interés para los prestamos ordinarios, pero a una tasa muy por debajo de la actual, ya que esta no permite el desarrollo de ninguna iniciativa privada.
Además, la militarización exige un cambio en la política demográfica como también lo ha mencionado nuestro Presidente. Depender de la mano de obra inmigrante y reemplazar a la población autóctona de Rusia por medio de ella es un crimen histórico, por lo que necesitamos invertir la catastrófica tendencia con respecto al descenso de la natalidad mediante la toma de medidas extraordinarias.
La cultura también debe ser militarizada, especialmente con la glorificación de las hazañas de todos los héroes que hemos tenido a lo largo de la historia, incluidos los que han participado en la Operación Militar Especial. Los conciertos, programas y demás eventos públicos deben comenzar con una recitación del himno nacional y la glorificación de las hazañas rusas. Con esto se dará prioridad a las ideales morales y los valores tradicionales. La ridiculización de tales ideales debe ser castigada por medios administrativos, la cancelación de cualquier manifestación pública antipatriótica y la censura de contenidos inmorales en blogs, redes sociales, etc.
Es importante que la militarización también conlleve un cambio de las élites rusas, ya que nuestra actual élite surgió en las décadas de 1980 y 1990 de la mano del espíritu de la derrota y de un profundo cinismo, egoísmo, corrupción, violencia, mentira y otras cualidades que afloraron entre la escoria más baja que existía en nuestra sociedad en un momento de degeneración y desintegración total. Putin ha dicho claramente en su discurso ante la Asamblea Federal que las élites nacidas en 1990 tendrán que irse y que una nueva élite compuesta por héroes, mártires, creadores y representantes de los más altos principios morales deberán ocupar su lugar. Sin embargo, la guerra y los riesgos que hoy enfrentamos a penas hacen la mitad del trabajo a la hora de formar esta nueva élite rusa. La inmensa mayoría de las estructuras educativas rusas siguen totalmente bajo el amparo de la ideología liberal que dio forma a nuestra sociedad durante las décadas de 1980 y 1990. Por lo tanto, es necesaria una militarización de la educación y una ruptura tajante al interior de las humanidades para romper con el control directo que Occidente, nuestro actual enemigo, ha mantenido sobre nosotros en las últimas décadas.
Es necesario cambiar por completo el cuerpo diplomático, pues gran parte del esta compuesto por gente con un recorrido anterior al estallido de la guerra y en una guerra de civilizaciones, tal y como la que nos encontramos, no tienen cabida. Nuestros diplomáticos están en la vanguardia de este choque de civilizaciones, por lo que cada uno de ellos requiere de habilidades y conocimientos completamente nuevos en comparación a los que en décadas anteriores únicamente buscaron nuestro acercamiento a Occidente. Es necesario hacer cambios inmediatos en esta área.
La militarización también debería afectar a los medios de comunicación. Aunque los medios de comunicación actuales se esfuerzan por estar a la altura de las circunstancias, todavía faltan muchos cambios culturales, educativos e incluso con respecto al entretenimiento. Empezando por el control facial y el código de vestimenta de quienes aparezcan en la pantalla o en los sitios web oficiales. Incluso la publicidad debería tener en cuenta las normas de la guerra.
Finalmente, es necesario una militarización de la vida cotidiana. El patriotismo debe convertirse en una forma de vida, reformateando la psicología cotidiana de los ciudadanos promedio. Todo el espacio publico debe llenarse de símbolos en favor de la guerra y la victoria. Es necesario transmitir estas ideas a los padres y educadores: el objetivo de nuestra nación es dar nacimiento a una generación de héroes que defenderán y revivirán la Gran Rusia. La ética, la moral, la pulcritud en nuestras palabras y el conocimiento de nuestra historia es fundamental, por lo que las familias deben prestarle atención. Estamos luchando por mantener nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra moral, nuestros valores y nuestra soberanía. Esto debe quedar claro para todos nosotros, independientemente de la edad, la condición social, el sexo o la profesión que tengamos.
Todo lo anterior debe ira acompañado por un aumento de la vigilancia de los servicios especiales, las fuerzas del orden y los ciudadanos de a pie contra todos aquellos que ataquen el patriotismo y en su lugar promuevan el liberalismo, las ideas proucranianas y la rusofobía. Cualquier crimen y acto terrorista nace primero en las consciencias de las personas. Si la idea rusa no predomina en nuestra sociedad, entonces serán otras ideas las cuales propagan la rusofobia patológica, controlada por nuestros enemigos, quienes terminen apoderándose de nuestra mente. Si nuestro corazón no esta con Dios, entonces el diablo habitará en él. Lo mismo ocurre con el pensamiento: donde no existen grandes ideales como la fe, el poder y el pueblo, entonces las serpientes crearan su aterrador nido en ellos. Es hora de revivir el SMERSH (n.d.t., un grupo de contrainteligencia soviético que se encargaba de descubrir a los infiltrados nazis dentro del ejército rojo). Alguien podrá objetarnos: todo lo que estamos planteando es grotesco, horrible, inesperado y… hasta duro. Sí, es un programa muy duro, pero es duro porque llevamos demasiado tiempo dormidos y viviendo con una visión mundo, tanto de nosotros como de Occidente y su universalidad, totalmente distorsionada. Durante mucho tiempo hemos estado adormecidos por fábulas como la paz mundial y el desarrollo puramente material, pero como tal sueño ha sido tan profundo el despertar será incluso más brusco.