Geoestrategia

El matrimonio del Pentágono con los capitales de riesgo

Administrator | Viernes 05 de abril de 2024
Leonid Savin
El Departamento de Defensa de EEUU. ha abierto las puertas a una serie de pequeñas empresas desde finales de 2022, cuando decidió crear una nueva estructura: la Oficina de Capital Estratégico (Office of Strategic Capital).
Como también fue anunciado (1) en su creación, la nueva administración para ello tuvo que superar al llamado “Valle de la Muerte”, que durante mucho tiempo impidió al Pentágono introducir nuevas tecnologías.
El “Valle de la muerte” es, en esencia, un fenómeno burocrático en el que las nuevas oportunidades asociadas con las tecnologías innovadoras que son financiadas por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, no se materializan debido a la brecha existente entre los desarrolladores de los productos y sus implementadores.
Sin lugar a dudas, la razón de este problema fue el fracaso de la “Tercera Estrategia de Compensación” (2) (o compensación) que había sido anunciada por el ex Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Ash Carter, en 2015. Ahora, el creciente poderío militar de China, unido a sus innovaciones tecnológicas y luego la experiencia del conflicto ucraniano, ha estimulado a la comunidad militar de los Estados Unidos a revisar su política de defensa, incluido el trabajo con contratistas.
Durante más de un año, la oficina ha estado investigando los problemas relacionados con la brecha antes mencionada y parece haber encontrado cómo resolverlos. El 9 de marzo de 2024, el Pentágono emitió oficialmente una nueva estrategia (3) de inversión, que se relaciona directamente con la Oficina del Capital Estratégico.
En la misma se señala que la oficina presta especial atención a la financiación de inversiones para aumentar el capital disponible, en lugar de utilizar instrumentos basados en adquisiciones, como contratos o subvenciones, para incrementar el gasto público directo en innovación y aumentar las oportunidades. La oficina complementa las visiones existentes del Departamento de Defensa para aumentar la innovación tecnológica.
De tal manera, las organizaciones innovadoras existentes dentro del Departamento de Defensa deberán utilizar las subvenciones y contratos de creación de prototipos. Por el contrario, la oficina se enfoca en programas de inversión de capital tanto para inversionistas como para compañías que utilizan instrumentos financieros tipo préstamos y garantías de crédito en asociación con otros departamentos o agencias federales. A su vez, estos programas de inversión de capital atraen y amplían el capital privado que se va a invertir en tecnologías críticas…, la oficina se apresta a utilizar las mejores prácticas de entre los más de 100 programas federales de crédito existentes.
Esto significa que el Pentágono se está convirtiendo en una suerte de entidad bancaria que emite bonos y préstamos para ser invertidos en el sector que a ellos les interesa. Obviamente, no se trata de una industria establecida que compite con los gigantes del complejo militar-industrial de los Estados Unidos: compañías como Lockheed Martin, Boeing, RTX (anteriormente Raytheon), General Dynamics, Northrop Grumman, L3Harris Technologies LHX, etc., que tienen un poderoso lobby en la Casa Blanca, el Departamento de Estado y en el propio Pentágono y ocupan el nicho principal en la creación de sistemas y plataformas de armamentos. Con ellos continuará la cooperación según el modelo establecido.
En este caso se trata de un grupo de lo que se conoce como “capital de riesgo” y que está vinculado, principalmente, a Silicón Valley, que es donde se realizan algunas de las tecnologías de vanguardia que luego se concretan en las mega corporaciones.
Pero ahora, en un contexto signado por ciertos problemas con la financiación debido a la ruptura de la cadena de suministro con la base industrial, el escenario se presenta como una buena oportunidad para confiar en los militares. Aunque el dinero, basado en los datos de la nueva estrategia, se tomará, principalmente, de los bolsillos de los contribuyentes.
La Estrategia describe el siguiente algoritmo de acción:
  • El Departamento o agencia correspondiente proporciona fondos para cubrir los costos derivados del cálculo del riesgo para el programa de inversión (especificado como cinco por ciento).
  • El tesoro proporciona al beneficiario del préstamo el saldo de los fondos, que se muestra aquí como el 95 por ciento restante no cubierto por el cálculo de riesgo del cinco por ciento del programa del departamento o agencia respectivo.
  • Para los programas que involucran compañías de inversión de pequeñas empresas, se requiere que los proveedores de capital privado recauden fondos de inversión adicionales, lo que se muestra en la estrategia como una duplicación del monto del préstamo otorgado por el gobierno de los EEUU.
  • En total, hay 14 áreas en las que se capta activamente el capital para necesidades militares. Estos son los nano materiales y los meta materiales; la biotecnología; la bioenergía; las tecnologías 5G y las redes de radio abiertas; los soporte de sensores; la microelectrónica; las tecnologías de ensamblaje; la ciencia cuántica: computación, seguridad y sensores; baterías, y tecnología espacial.
    Aparentemente, la decisión de crear tales mecanismos de financiación en interés del Pentágono ha sido precedida por la experiencia de años anteriores.
    Como escriben ciertos autores en un artículo (4): “Cómo Silicón Valley aprendió a amar a Estados Unidos, los drones y la fama”, publicado en el Washington post; entre 2021 y 2023, los inversionistas colocaron 108 mil millones de dólares en compañías de tecnología militar, con esos fondos crearon una serie de herramientas avanzadas, incluidos misiles hipersónicos, dispositivos portátiles que mejoran el rendimiento y sistemas de vigilancia satelital. Según Pitch Book, el mercado de las tecnologías de defensa crecerá hasta los 184,7 mil millones de dólares para 2027.
    El texto menciona compañías innovadoras como Andreessen Horowitz, Anduril, Shield AI, Skydio, que están interesadas en trabajar para la industria de defensa estadounidense, y otras como Apollo Defense (5), las que atraen a talentos jóvenes e incluso, estimulan a los estudiantes a crear sus propios proyectos en el campo de la tecnología de defensa o a trabajar en una de ellas.
    Por cierto, la rotación del sector militar en el campo de las tecnologías de punta y viceversa es una práctica típica de los Estados Unidos. Podemos recordar a Regina Duncan, quien desde 1996 trabajó en la agencia de tecnología de defensa avanzada DARPA, y en 2012 se trasladó a Google. Y el ex subdirector general de Apple, Tim Cook, quien fue nombrado para dirigir la división de innovación de defensa, informando directamente al Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin.
    Bien parecido es lo que ocurrió con el contrato del Pentágono (6) con la compañía SpaceX de Elon Musk para proporcionar a las fuerzas armadas de Ucrania los terminales Starlink de comunicaciones, que resultó ser solo la punta del iceberg. Al final se conoció que existía un “contrato secreto” (7) por 1,8 mil millones de dólares con la oficina nacional de inteligencia espacial militar, dependiente del Pentágono. Según las fuentes, los satélites son capaces de rastrear objetivos en la tierra “casi en cualquier parte del mundo” y transmitir instantáneamente los datos a los exploradores y militares.
    En el contexto de ciertos planes previamente anunciados para poner próximamente en la órbita baja de la tierra cientos de satélites, este “doble fondo” en la compañía de Musk parece otra expansión de los tentáculos del Pentágono a través de las compañías de Inteligencia Artificial (IA), como anteriormente lo hicieron con Google, Amazon y Facebook, atrayéndolos como contratistas en una serie de temas específicos, desde la realización de operaciones de información y psicológicas hasta el desarrollo de programas informáticos y aplicaciones especiales.
    Pero teniendo en cuenta toda la historia de la toma de decisiones políticas en los Estados Unidos y la base misma del sistema político conocido como el “triángulo de hierro”, es decir, la relación entre los miembros del Congreso, la burocracia y los grupos de interés, se puede concluir que esta nueva simbiosis se creó más bien en interés del propio capital de riesgo. Y todavía queda por verse si el Pentágono puede asumir estas innovaciones dentro de sus propias reglas y restricciones, o si tal vez se convertirá en rehén de un nuevo modelo de relaciones.
    En cualquier caso, tal cooperación conducirá a la militarización de la conciencia de cientos de pequeñas empresas y empresas que verán esto como una oportunidad para maximizar sus ganancias. Y, como en el caso de SpaceX, siempre quedará una sospecha: ¿no es otra compañía innovadora que promete mejorar la vida de los ciudadanos comunes, o será un contratista del Departamento de Defensa de los Estados Unidos que trabaja, en primer lugar, para la máquina de guerra estadounidense?
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