Aleksandr Dugin
El conocido filósofo ruso y director del Instituto Tsargrad, Aleksandr Dugin, ha publicado un importante artículo científico dedicado a la occidentalología, una disciplina que estudia el modo en que la ciencia rusa debe mirar los “avances” de Occidente con tal de no quedarse atrás. A primera vista pareciera que el destino de Rusia actualmente se decide en los campos de batalla donde enfrenta al Occidente colectivo, pero en realidad se trata de un proceso mucho más profundo. La ideología de la superioridad occidental sobre las naciones orientales “atrasadas” se encuentra profundamente arraigada en varios países del mundo y el Estado ruso, desgraciadamente, no es la excepción. Es necesario que se produzcan cambios importantes en este sentido o, de lo contrario, puede que sea demasiado tarde.
Rusia está despertando
El artículo de Aleksandr Dugin “Occidentología: hacia una ciencia rusa soberana”, fue publicado en el tercer número de la revista científica del Boletín de la Universidad Estatal de Educación, en la serie de “Historia y Ciencia Política”. Esta revista está incluida en la lista de la Comisión Científica de todas las Rusias (VAK), siendo el máximo órgano que concede títulos académicos y que también regula la actividad de los consejos de disertación. En resumen, el hecho de que este artículo fuera publicado en la VAK significa que ha sido considerado como innovador y científico.
Es muy difícil sobreestimar la importancia de este artículo de Aleksandr Dugin. El tema de la occidentalología, a primera vista, parece incomprensible, pero en los primeros párrafos el filósofo explica que se trata de la lucha de Rusia por obtener su propia soberanía científica en unas condiciones en las que la ciencia occidental ha sido impuesta activamente durante varios siglos a los científicos rusos como la verdad última. El autor señala que “la occidentalología es un concepto nuevo que debería adoptarse ahora que ha escalado el conflicto entre Rusia y los países de la OTAN debido a las operaciones militares que se llevan a cabo en Ucrania, especialmente si tenemos en cuenta que este conflicto, que empezó siendo puramente político, se ha ido convirtiendo gradual e irreversiblemente en un conflicto entre civilizaciones”.
Sin embargo, sería un error reducir toda la discusión sobre la occidentología a una lucha por la creación de una ciencia soberana. De ser así, sería mejor llamarla “rusología” o “eurasiología”. Sin embargo, el objeto principal de este campo de estudio es Occidente. ¿Por qué? Porque es necesario cambiar nuestro enfoque de la ciencia occidental como un avance como una forma de “progreso”. Ahora que Occidente se ha desvinculado de nosotros, resulta imperativo aumentar nuestra soberanía en todas las esferas, incluida la ciencia. Dugin dice que “el Decreto Presidencial nº 809 sobre la política estatal de preservar y fortalecer los valores espirituales y morales tradicionales rusos afirma sin ambigüedad la necesidad de defender la cosmovisión de Rusia, la cual es la base de sus valores tradicionales”.
Es sobre esta base que podemos establecer una actitud completamente diferente no sólo hacia la ciencia occidental, sino hacia Occidente en general: su cultura, sus valores, su papel histórico en el mundo, su gente, sus puntos de vista, su progreso, sus artículos domésticos, sus modales, su actitud hacia los niños, el matrimonio, las familias, otras naciones, los derechos de esas otras naciones, el concepto de libertad, la fe, el significado de la existencia y muchos otros puntos. El filósofo sostiene: “En otras palabras, reconocer a Rusia como un Estado-civilización y darle importancia política a nuestra ilustración histórica, así como a la protección de nuestros valores tradicionales, nos obliga a replantear la actitud hacia la civilización y la cultura occidentales que se ha establecido durante las últimas décadas y quizá incluso siglos”.
Había una barrera, pero fue destruida
Dugin considera que el origen de la occidentalología comienza con el enfrentamiento entre occidentalistas y eslavófilos en la Rusia del siglo XIX, algo de lo que todos hemos oído en la escuela y que, por extraño que parezca, la disputa entre estos dos bandos, que parecía una reliquia del pasado, no es menos relevante en la Rusia moderna de lo que lo fue en ese entonces.
Al fin y al cabo, fueron los eslavófilos quienes dijeron lo que hoy estamos obligados a repetir (y si alguien piensa que no estamos obligados, después del deseo abiertamente expresado por Occidente de destruir Rusia, entonces decir lo contrario simplemente no tiene sentido): Rusia es una civilización eslava oriental y bizantino-ortodoxa que es distinta a Occidente.
Los occidentalistas, divididos en liberales y socialdemócratas, argumentaban que Rusia forma parte de la civilización europea occidental y que la tarea de nuestro país era seguir todos los avances e innovaciones de Occidente. Dugin escribe en el artículo que “este planteamiento excluía la identidad de Rusia y, por lo tanto, la consideraba como una sociedad atrasada y periférica sujeta a la modernización y la occidentalización. Los occidentalistas veían en los valores tradicionales y la identidad original de Rusia un obstáculo para la occidentalización del país”.
Sin embargo, todo se volvió más complicado desde ese entonces. El Imperio Ruso fue sustituido por la Unión Soviética y los occidentalistas fueron excluidos: en ese entonces no solo se volvió anticuado, sino también peligroso, seguir las ideas de Occidente, el cual tenía que ser “alcanzado y sobrepasado”.
Dugin señala que la URSS acabó desarrollando un sistema científico que criticaba a la sociedad burguesa, lo cual permitió a nuestros científicos mantener una distancia necesaria frente a la ideología liberal de Occidente, que se hizo dominante en Estados Unidos y Europa tras la derrota de la Alemania nazi. Sin embargo, esta distancia comenzó a reducirse con el paso de los años. Dugin dice que “esta distancia fue abolida totalmente debido al colapso de la URSS y el rechazo de la ideología soviética. Esta vez, la versión liberal del occidentalismo salió victoriosa en las ciencias sociales y es precisamente esta ideología liberal la que sigue dominando en la Federación de Rusia hasta el día de hoy”.
Dugin señala que la culpa es de la política oficial del Estado que había aceptado explícitamente el postulado de que Rusia formaba parte del mundo occidental. Como consecuencia, la ciencia nacional empezó a copiar las ideas occidentales en esferas como las humanidades, la filosofía, la historia, la sociología y la psicología.
En una conversación con Tsargrad, Aleksandr Dugin comentó las consecuencias de lo ocurrido tras el colapso de la URSS de la siguiente manera: “La occidentalología no es una disciplina, sino un enfoque particular sobre la filosofía y la ciencia, principalmente en el campo de las humanidades y las ciencias sociales. La cuestión es que entendemos por ‘ciencia’ antes que nada a la ciencia occidental, la cual no es otra cosa que un reflejo de los valores, criterios, prioridades y normas de la civilización occidental. La ciencia occidental pretende ser universal, lo cual esconde un racismo y colonialismo implícito”.
La occidentalología es un conjunto de herramientas que debería ayudar a Rusia a alcanzar su soberanía, proceso que ya está en marcha, pero que se ha ido estancando. Dugin, en una conversación con Tsargrad, dijo que: “La occidentalología es un enfoque fundamental a gran escala para liberar a nuestra sociedad de la ilusión de la universalidad de Occidente y su visión del mundo. En el siglo XIX, este tema fue planteado por los eslavófilos rusos, que iniciaron el difícil proceso de restaurar la conciencia social rusa. En el siglo XX esta labor fue continuada por los euroasiáticos y los partidarios de la cosmovisión monárquica ortodoxa. E incluso los bolcheviques, al darse cuenta de la diferencia entre nuestra sociedad y la occidental, intentaron expresar sus ideas a través de una crítica a las ciencias burguesas”.
El “satanismo” occidental coloniza el mundo
Sin embargo, para entender a qué debemos renunciar definitivamente, necesitamos conocer las ideas del enemigo, como suele decirse. Al fin y al cabo, no todo el mundo considera al día de hoy que las actitudes occidentales en el campo de las humanidades son perjudiciales. Sigue existiendo la opinión de que supuestamente somos capaces de asimilar orgánicamente algo que es ajeno a nosotros, aunque tal proceso es imposible si no se cuenta con las herramientas necesarias para tal tarea.
Dugin cita en su artículo el discurso de Vladimir Putin del 30 de septiembre de 2022, cuando el presidente se dirigió al pueblo de Rusia antes de firmar los tratados de aceptación de las regiones de RND, RNL, Zaporozhie y Jerson en Rusia: “La dictadura de las élites occidentales se dirige contra todas las sociedades, incluidos los propios pueblos de los países occidentales. Ellos promueven desafiantemente la negación completa del hombre, la subversión de la fe y los valores tradicionales, así como la supresión de la libertad, han ido adquiriendo características de una religión, de un satanismo abierto . Para ellos nuestro pensamiento y filosofía es una amenaza directa, por eso atacan a nuestros filósofos. Nuestra cultura y arte son un peligro para ellos, por eso intentan prohibirlos. Nuestro desarrollo y prosperidad también son una amenaza para ellos: la competencia es cada vez mayor. Ellos no necesitan de Rusia, pero nosotros sí la necesitamos. Quiero recordarles que las pretensiones de dominación mundial en el pasado han sido aplastadas más de una vez por el coraje y la firmeza de nuestro pueblo. Rusia siempre será Rusia”.
A continuación, Alexander Dugin habla del origen del “satanismo” occidental tal y como la definió Putin, el cual considera que es el fundamento de su superioridad. Por supuesto, sus orígenes no se encuentran en Washington, donde los estadounidenses proclamaron la independencia y empezaron a considerarse el ombligo del mundo mientras exterminaban a la población indígena de Norteamérica.
Estos orígenes son mucho más profundos y se encuentran en los principios mismos de la cultura grecorromana, que en cierto momento fue derrotada por el catolicismo. Luego, el Renacimiento, la Reforma y los Nuevos Tiempos contribuyeron significativamente al rechazo de los fundamentos morales y éticos cristianos y tradicionales.
Los Nuevos Tiempos, que siguieron al Renacimiento medieval, sostenían la superioridad de la máquina; fue en esta época cuando aparecieron las primeras fábricas y se empezó a decir que el hombre mismo no era más que un conjunto de engranajes que interactuaban entre sí. El estudio del hombre se convirtió por primera vez en algo más importante que el estudio de Dios y del mundo y, con el tiempo, se llegó a la conclusión de que el hombre era el centro del Universo (los científicos llaman también a este término “antropocentrismo”).
Fueron estas ideas las que posteriormente dieron nacimiento a la postmodernidad. Por ejemplo, el desprecio por el sexo de nacimiento y la afirmación de que el hombre debería tener derecho a elegirlo por sí mismo nacen de aquí. El hombre debe tener derecho a pecar porque de lo contrario sus derechos civiles son violados, por lo que el derecho es casi más importante que la ley y la democracia ya no es considerada como una antigua utopía, sino un medio para que el hombre este en guerra con todo lo que existió antes que él. Finalmente, todo este proceso termina con el transhumanismo, que dice que el hombre debería tener derecho a la inmortalidad. Eliminando con ello cualquier discusión sobre la familia, el divorcio, el aborto, los valores tradicionales….
Todo lo anterior demuestra que el sistema de pensamiento occidental no solo es ajeno a Rusia, sino que llegó a nosotros como un medio para manipularnos y dominarnos. Ahora bien, Dugin, respondiendo a una de nuestras preguntas sobre la relevancia de la occidentología, considera que este proceso “vino acompañado de subvenciones, invitaciones a conferencias en Occidente, cienciometría con motivaciones ideológicas, índices científicos y sistemas de evaluación. Así fue como nos encontramos rápidamente bajo ocupación. Al darse cuenta de la crítica situación, agravada por el duro enfrentamiento civilizatorio y militar con Occidente, las autoridades rusas tuvieron la necesidad de soberanizar el conocimiento científico”.
¿Y ahora qué?
Es bastante obvio que Rusia se encuentra de nuevo en un momento de ruptura con sus anteriores actitudes políticas e ideológicas. Tras haber vivido bajo el “talón de Occidente” en todo desde la década de 1990 del siglo pasado (cabe recordar también los préstamos con el FMI, de los que Vladimir Putin acabó deshaciéndose), el país ahora se está desprendiendo del pantano liberal de Occidente y rescatando lo que debe apreciar: los valores de un Estado tradicional, la fe en Dios, la fe en el ejército y en nuestros héroes, en nuestra producción, en nuestros “cerebros” que, como se sabía incluso durante esos horribles años, siguen siendo los mejores del mundo.
Sin embargo, la facción de los occidentalistas liberales sigue siendo muy fuerte. Sus representantes siguen manejando las principales universidades del país, las estructuras políticas e incluso el Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de las Ciencias, la gran mayoría de los empleados por la mañana no pueden decidir si llevar ropa con los símbolos de la bandera estadounidense o ucraniana.
Por eso, la ciencia nacional debe basarse no sólo sobre eslóganes acerca de la identidad de Rusia, sino también en un conjunto de herramientas para hacer frente a los intentos agresivos de convertir a Rusia en una colonia ideológica por medio de las humanidades, la sociología y la economía occidental. La occidentología brinda las herramientas para llevar a cabo esto. Aleksandr Dugin, comentando su artículo, dijo que “la occidentología es el estudio de la ciencia occidental como un fenómeno regional local. Existen ciencias en otras civilizaciones como la musulmana, la india, la china, la rusa, etc. El objetivo de la occidentología es descolonizar nuestra consciencia, por lo que nos resulta muy útil y necesaria”. Cuando le preguntamos a Dugin que nos daría la occidentología cuando rechacemos los postulados y los dogmas occidentales, él nos respondió sucintamente: “Nos dará la victoria”.
Globalismo contra multipolaridad
Aleksandr Dugin explica porque el globalismo es racista y porque la multipolaridad es una respuesta para salvar a la humanidad. Este es un extracto de la obra de Nicholas Rooney Talking to the Wolf: The Aleksandr Dugin Interviews (Arktos, 2023).
Nicholas Rooney: Así que, para usted, la multipolaridad no es más que una estrategia geopolítica que permitirá la supervivencia de Rusia y debilitará el control de Occidente sobre el sistema internacional, ¿es eso lo que está diciendo?
Aleksandr Dugin: La multipolaridad reconoce algunos elementos de decisión basados en la racionalidad independiente que ha desarrollado una civilización en particular. Esa es más o menos la versión defendida por Huntington, pero eso no necesariamente lleva a un “choque de civilizaciones”. El choque de civilizaciones normalmente se malinterpreta; no se trata de una invitación a que se produzca este choque... Huntington, por lo que tengo entendido, intentó subrayar las diferencias a nivel básico que existen entre las civilizaciones y no las diferencias con respecto a sus zonas de interés.
Así pues, el choque de civilizaciones es posible en la tradición realista cuando hay soberanía, cuando hay libertad y cuando hay caos en las relaciones internacionales. Todos estos conceptos proceden de la teoría realista en las relaciones internacionales. La única diferencia entre el realismo clásico y el enfoque civilizacional es precisamente que no se trata de Estados nación (como en el realismo clásico), sino de civilizaciones.
Las civilizaciones se representan aquí como nuevas formas de unidad política. Así pues, la integración es necesaria; la integración euroasiática en nuestro caso, la integración islámica en el caso de la sociedad musulmana, la integración europea o la integración africana. Se trata de grandes espacios a los cuales se denomina como “civilizaciones”. Así pues, la libertad o el sujeto de la soberanía ya no es el Estado nación, sino la civilización. En cuanto a los choques, existe la posibilidad de la guerra, pero eso es un principio básico del realismo en las relaciones internacionales, independientemente del tipo de sistema.
El nuevo aspecto introducido por la multipolaridad es que existen muchos menos polos soberanos, es decir, los polos no son tan numerosos como el número de Estados nación que existen actualmente. Los Estados nación reconocidos por el derecho internacional son muchos, pero sólo unos pocos podrían aspirar a la soberanía en la situación actual con tal de convertirse en una especie de polo independiente y soberano.
Necesitan unirse en algún tipo de unidad supranacional basada en el denominador común de la civilización. Por eso se creó la Unión Europea y en eso se basa, fue por esa razón que Turquía no fue aceptada dentro de esta organización, a pesar de todo lo que se habló con respecto a la unificación económica y quizá política y jurídica. Turquía pertenece sin duda a una civilización diferente, a la euroasiática. Y creo que, en sentido general, la multipolaridad es una especie de pluralidad semántica. Las diferentes civilizaciones tienen su propia comprensión de lo que es el hombre o lo que es el tiempo, lo que es el espacio, lo que es el universo, lo que es el bien, lo que es abierto, lo que es cerrado, lo que es humano, lo que es el género, lo que es la tradición y lo que es la modernidad. Y para establecer un orden mundial multipolar necesitamos escuchar a todo el mundo, a todos los representantes de todas las civilizaciones, pero no de todos los países. Sin embargo, también dentro de cada civilización debe existir un diálogo entre los pueblos y sus tradiciones.
Así pues, esto es una especie de resumen de la multiplicidad y diversidad del orden mundial multipolar cultural. Es difícil establecerlo. Es mucho más fácil imponer o proyectar el sistema de valores de una civilización más avanzada sobre el resto. Pero eso es racismo y es precisamente el punto más débil de la globalización moderna. No es globalización en el sentido genuino: es la proyección de una parte de la humanidad sobre el conjunto de la humanidad. La parte occidental se afirma como una especie de destino y proyecta sus propios valores (buenos o malos) sobre el globo, sobre el planeta. La multipolaridad lucha contra eso para defender el derecho de otras civilizaciones a tener su propia comprensión de los aspectos esenciales de todo; por ejemplo, en lo que respecta al terrorismo, la guerra, la santidad, la historia o con respecto a quién estaba equivocado o quién tenía razón, por ejemplo, en un momento histórico concreto.