Aleksandr Dugin
Los últimos ataques terroristas ocurridos en el Líbano usando localizadores, radios, teléfonos e incluso electrodomésticos despierta muchas inquietudes, por lo que simplemente me centraré en tres puntos que considero importantes:
En primer lugar, lo ocurrido debe ser considerado como un ataque terrorista llevado a cabo por el Estado de Israel en contra la población civil. Después de lo que han hecho en Gaza parecería que no podrían llegar más lejos, pero nos hemos equivocado. Este ataque no fue llevado a cabo en contra de Hezbollah, sino en contra del pueblo libanés en general: miles de buscapersonas, walkie-talkies y teléfonos celulares, que le pertenecían incluso a niños, explotaron. Ahora es difícil hablar de Israel sin considerarlo un Estado terrorista, lo mismo que Estados Unidos y los demócratas que están en el poder y que apoyan plenamente las acciones terroristas de Israel. Esta es una clara señal para todos aquellos que aún no se han dado cuenta de que hemos entrado a una época donde un montón de maníacos y homicidas han impuesto una dictadura mundial respaldados por una ideología inhumana. Por cierto, tal ideología es expresada abiertamente por el filósofo israelí Yuval Harari: el poder debe ser entregado a la inteligencia artificial y la tecnología debe gobernar el mundo. Además, la humanidad debe ser destruida. No es por casualidad que Israel y Ucrania, dos Estados terroristas, sean amparados y apoyados por el Estado terrorista más importante del mundo: los Estados Unidos de América.
El segundo aspecto importante es la tecnología. Cuando nos entusiasmamos frente al desarrollo tecnológico y la digitalización no pensamos en la otra cara que tiene: la tecnología puede ser una herramienta para matarnos, esclavizarnos y hacernos adictos a ella. La tecnología puede ser una herramienta para rastrearnos, controlarnos y, si a los amos de la tecnología no les gusta lo que hacemos, puede ser usada para destruirnos. Hasta ahora, todo el mundo intenta averiguar cómo una cantidad tan grande de dispositivos estalló en el Líbano. Una hipótesis es que no había explosivos. Que fueron los mismos dispositivos los que de alguna manera se detonaron a distancia después de que se les envió una señal. La tecnología mata y este es un punto muy importante. Abrazamos la digitalización del mundo de forma acrítica, creemos ingenuamente en los beneficios de la inteligencia artificial e incluso no nos damos cuenta de que simples dispositivos electrónicos pueden convertirse en bombas. Estamos completamente indefensos ante esta posibilidad. Ahora bien, si todavía no hemos sido capaces de lidiar con el lado oscuro de una tecnología relativamente sencilla, ¿qué podemos decir de la inteligencia artificial, la cual estamos incorporando acríticamente en nuestras vidas? Cuando alguien saca a relucir este lado oscuro de la tecnología pareciera que nadie le escucha. Y es ahora cuando este lado oscuro se ha dado a conocer. Este es sólo el principio. Al fin y al cabo, cuanto más perfecta es la tecnología, incluida la inteligencia artificial y las redes neuronales, más peligros y amenazas mortales implica para la humanidad.
Y, por último, el tercer punto, que también es de carácter técnico. Tras la incursión de drones enemigos y las explosiones que acontecieron en los depósitos militares de Toropets, muchos canales de Telegram publicaron mapas de Google en los que aparecía nuestro depósito de municiones, incluyendo todas sus coordenadas. Y no se trata de ningún tipo de información secreta, sino simplemente de un mapa de Google. Dejamos que Google viniera aquí, trazara mapas con la excusa de que así los hipsters encontrarían fácilmente las cafeterías y resulta que Google en realidad rastreó todas nuestras instalaciones militares y se las entregó a los terroristas de Kiev. Nosotros mismos confiamos la creación de nuestro motor de búsqueda Yandex a los sionistas Nosik y Volozh, los cuales simplemente huyeron de Rusia junto con un gran número de especialistas informáticos que le entregaron las claves y códigos de nuestros sistemas al enemigo. Dejamos entrar una cabra en nuestro jardín, dejamos entrar al caballo de Troya en nuestra ciudad. ¿No nos ha enseñado nada la Ilíada? Así reza el dicho: “Teme los regalos dados por los danaos”. Esta fórmula solía ser conocida por los estudiantes rusos, pero ya no sabemos quién es Homero y qué es el caballo de Troya, el “regalo de los danaos”. Ahora estamos a merced del caballo de Troya, este regalo envenenado. Porque hemos perdido nuestras capacidades culturales más elementales, nuestra desconfianza hacia los que nos vienen de fuera y, como aborígenes o salvajes, abrimos la boca estupefactos cuando nos traen una u otra innovación técnica sin pensar siquiera que esto es un signo de degradación de nuestra sociedad.
Gracias a Dios, hasta ahora no han explotado buscapersonas, walkie-talkies y teléfonos en Rusia, pero no sabemos si eso ocurrirá en un futuro. Seguimos presumiendo de imitar, de ponernos al día en tecnologías, dependiendo completamente de proveedores de productos de alta tecnología que nosotros mismos no sabemos cómo fabricar. Por eso ni siquiera sabemos lo que hay dentro de ellos y no nos imaginamos lo que contienen en su interior. Lo ocurrido en el Líbano es la “última alerta”. Hay que poner fin al optimismo ingenuo de digitalización que promueven muchos expertos entre nuestros dirigentes. En esencia, lo único que hacen es hipnotizar a la gente con presentaciones sobre el progreso tecnológico. Después de lo ocurrido en el Líbano, debemos pensar todo esto con mucha cautela: cualquier innovación técnica sólo debería ser adoptada tras una evaluación detallada de la seguridad con tal de mantener nuestra soberanía.