Geoestrategia

De la Destrucción al Renacer: El Final de una Era Oscura

Administrator | Lunes 14 de octubre de 2024
Mohsen Khalif
Para los historiadores un año no suele ser suficiente para extraer conclusiones definitivas. Sin embargo, lo que hemos presenciado en los últimos 12 meses se enmarca en un contexto histórico mucho más amplio, que remonta al menos a 1948 y, me atrevería a decir, hasta los primeros asentamientos sionistas en Palestina a finales del siglo XIX.
Lo que podemos hacer como historiadores es situar el último año dentro de estos procesos históricos a largo plazo, que han moldeado la realidad en la Palestina histórica desde 1882. A continuación, analizaremos dos de los más relevantes.
Colonización y descolonización
El primer proceso es la colonización y, por contrapartida, la descolonización. Las acciones de Israel tanto en la Franja de Gaza como en la Cisjordania ocupada durante el último año han dado un nuevo significado a estos términos. Lo que antes pertenecía solo al léxico de activistas y académicos pro palestinos, ahora ha pasado a formar parte del trabajo de tribunales internacionales como la Corte Internacional de Justicia.
A día de hoy, la academia y los grandes medios todavía se resisten a definir el proyecto sionista como colonial, o más específicamente, como un proyecto de colonialismo de asentamientos. Sin embargo, a medida que el régimen Israel continúe su colonización de Palestina en los próximos años, es probable que más personas e instituciones comiencen a describir esta realidad en esos mismos términos, reconociendo la lucha palestina como una lucha anticolonial, dejando atrás tópicos sobre terrorismo y estancadas negociaciones de paz.
Es crucial dejar atrás el lenguaje engañoso que con demasiada frecuencia promueven los medios occidentales, calificando a HAMAS como un “grupo terrorista respaldado por Irán” o refiriéndose a un “proceso de paz” que, en la práctica, lleva años paralizado. Debemos hablar de Resistencia palestina y de descolonización, reconociendo la histórica reivindicación de Palestina desde el río hasta el mar.
Este cambio en el lenguaje sería un paso fundamental, y tal vez, lo que acelere este cambio sea el creciente desprestigio de los medios occidentales como fuentes confiables de análisis. A pesar de la resistencia de los directivos de los medios a revisar la narrativa que siguen usando, tarde o temprano se arrepentirán de haberse situado del lado incorrecto de la historia.
Este cambio en la narrativa tiene el potencial de influir en la política, sobre todo en Estados Unidos, donde el Partido Demócrata está experimentando una evolución. Los sectores progresistas de los demócratas ya han comenzado a adoptar un lenguaje más preciso y un enfoque más realista sobre lo que ocurre en Palestina. Queda por ver si esto será suficiente para provocar un cambio sustancial en una hipotética administración liderada por Kamala Harris. Aun así, me mantengo escéptico ante la posibilidad de un cambio profundo a menos que el colapso social de Israel, su creciente fragilidad económica y su aislamiento internacional obliguen a abandonar los esfuerzos fútiles por revivir el “proceso de paz”.
En el caso de una victoria de Donald Trump, el escenario no sería mejor; en el mejor de los casos, su administración sería una réplica de la actual, y en el peor, le otorgaría a Israel una carta blanca para continuar con sus políticas. Sin importar el resultado de las elecciones en Estados Unidos, lo que permanece como una verdad inmutable es que, mientras no se reconozcan los marcos gemelos de colonización y descolonización por parte de quienes tienen el poder de detener el genocidio en Gaza y las políticas israelíes, la posibilidad de pacificar la región seguirá siendo remota.
La desintegración de Israel
El segundo proceso que ha salido a la luz con más fuerza en el último año es la desintegración de Israel y el posible colapso del proyecto sionista. Desde su concepción, la idea de crear un Estado judío europeo en pleno corazón del mundo árabe, mediante la desposesión de los palestinos, fue ilógica, inmoral e insostenible.
Este proyecto ha perdurado durante décadas porque ha contado con el apoyo de una poderosa alianza que, por motivos religiosos, imperialistas y económicos, ha visto en Israel la realización de objetivos estratégicos o ideológicos. Sin embargo, las tensiones internas y las realidades cambiantes, tanto dentro de Israel como en el escenario internacional, están poniendo en jaque la viabilidad de este proyecto.
Económicamente, Israel ya no se enfrenta a guerras cortas y exitosas, sino a un conflicto prolongado sin perspectivas claras de victoria total. Esto no resulta atractivo para la inversión internacional ni para los augurios económicos.
Políticamente, la reputación de Israel está cayendo en picado a medida que las imágenes de genocidio y destrucción impactan a la opinión pública global. Incluso dentro de la comunidad judía internacional, muchos se cuestionan si su futuro depende realmente de la existencia de un estado judío, o si, por el contrario, estarían más seguros sin él.
Los gobiernos que hasta ahora han sostenido este proyecto a través de la alianza internacional se enfrentan también a crisis que los distancian cada vez más de las necesidades y aspiraciones básicas de sus ciudadanos. A medida que se intensifiquen crisis climática, el aumento de la pobreza y la inestabilidad en muchas partes del mundo, la coalición que sostiene la colonización israelí de Palestina se debilitará.
Lo que no hemos visto aún en este turbulento año es el surgimiento de un liderazgo palestino que represente la unidad del pueblo, tanto en Palestina como en la diáspora. Quizás es mucho pedir en un momento tan sombrío, pero es algo que, tarde o temprano, deberá ocurrir.
En los próximos 12 meses, probablemente veremos una escalada de las políticas genocidas de Israel, un aumento de la violencia en la región y el apoyo inquebrantable de ciertos gobiernos, respaldados por sus medios, a esta destructiva trayectoria. Pero la historia nos enseña que así es como terminan los capítulos más oscuros de una nación; no es el comienzo de uno nuevo.
Aunque los analistas no pueden predecir el futuro, sí pueden ofrecer escenarios razonables. Y en este sentido, creo que es razonable afirmar que la pregunta ya no es si terminará la opresión de los palestinos, sino cuándo lo hará. Desconocemos cuándo sucederá, pero todos podemos contribuir para que sea antes de lo que muchos creen posible.
¿Por qué los palestinos no abandonan su tierra?

Cuanto más intenta Israel hacer imposible la vida de los palestinos en Palestina, más resisten los palestinos.
En el último año, la violencia ejercida por las fuerzas israelíes ha provocado la muerte de más 42 000 palestinos en Gaza, según cifras oficiales, aunque algunas estimaciones elevan el número de fallecidos a más de 180 000.
Al mismo tiempo, las incursiones del ejército israelí en la ocupada Cisjordania han dejado más de 740 muertos. El pasado mes de septiembre, la violencia se extendió también al Líbano, donde el 23 de ese mes fueron asesinadas más de 500 personas. En apenas dos semanas, Israel ha acabado con la vida de más de 2000 libaneses.
Las operaciones del ejército israelí en Gaza han arrasado barrios enteros, destruyendo infraestructuras esenciales como carreteras, redes de agua, plantas de electricidad y paneles solares, y pulverizando edificios residenciales. Las instalaciones sanitarias y educativas han sido especialmente golpeadas, en un esfuerzo por desmantelar todo lo que permite la vida en la franja.
A los palestinos se les ha ordenado evacuar la mayor parte del territorio y han sido confinados al 16% de la Franja de Gaza. Esta misma estrategia de vaciar la tierra se ha replicado en algunas áreas de Cisjordania y ahora también en el Líbano.
Aunque se les asegura que podrán regresar una vez concluidas las “operaciones militares”, muchos temen que la verdadera intención de estas acciones sea despejar el terreno para su colonización, tal como ocurrió durante la Nakba de 1948, cuando a los palestinos se les impidió volver a sus hogares a pesar de una resolución de la ONU que lo exigía. Esta es la razón por la que los palestinos se niegan a abandonar su tierra.
Para algunos observadores, el arraigo que los palestinos muestran hacia su tierra resulta difícil de comprender. En especial para los sionistas, que expulsaron a miles de ellos con la expectativa de que se dispersaran por el mundo árabe y se asimilaran. Sin embargo, el pueblo palestino ha mantenido su reivindicación legítima sobre su tierra durante más de siete décadas.
La resistencia de los palestinos a abandonar sus hogares y tierras ancestrales, a pesar de los incesantes bombardeos, redadas, la expansión de los colonos y la desposesión económica, es una cuestión profundamente arraigada en su identidad. No se trata solo de una cuestión de geografía o propiedad, sino de una conexión histórica y cultural con la tierra que ha sido transmitida de generación en generación. Existe en esta postura una mezcla de obstinación y conciencia, sabiendo que marcharse significaría romper un vínculo que ha perdurado por siglos.
Para los palestinos, como sociedad agraria, la tierra ocupa un lugar fundamental en su cultura y su memoria colectiva. El olivo, símbolo de resistencia y arraigo, refleja perfectamente esta relación. Los olivos, antiguos y resistentes, son cuidados por las familias como parte de su patrimonio. Cosechar las aceitunas, prensarlas y compartir el aceite con los seres queridos no es solo una actividad económica, sino un acto de preservación cultural.
Es precisamente por esto que el ejército israelí y los colonos atacan con frecuencia los olivares palestinos. La destrucción de un olivo va más allá de un simple golpe a la economía; es un ataque directo a la identidad palestina. Desde 1967 hasta 2013, Israel ha arrancado alrededor de 800 000 olivos, en una guerra sistemática contra estos símbolos de la perseverancia palestina.
Este apego a la tierra natal no desaparece ni siquiera entre los palestinos de la diáspora. Muchos de ellos, aunque hayan nacido y crecido lejos de Palestina, mantienen un vínculo emocional y cultural con su patria.
Pese a la destrucción de olivos, el robo de agua y la demolición de hogares, la resistencia palestina persiste. Enfrentándose a los cortes de agua, los palestinos instalan tanques para garantizar el suministro. Tras cada demolición, reconstruyen sus casas en la oscuridad de la noche. Y cuando los colonos atacan lugares como Huwara, la comunidad se moviliza para prestar ayuda.
En el último año, la violencia israelí ha alcanzado niveles que algunos consideran genocidas, pero la resistencia palestina, conocida como “sumud” (firmeza), no ha menguado. Desde Jenin hasta Gaza, los palestinos, sometidos a constantes bombardeos y ataques, continúan resistiendo frente a la ofensiva colonial israelí, manteniéndose firmes a través de su supervivencia diaria.
Cuanto más intenta el ocupante dificultar la vida de los palestinos, más ingeniosos se vuelven para adaptarse. La creatividad en situaciones extremas ha dado lugar a soluciones sorprendentes: desde lavadoras impulsadas por bicicletas, hasta hornos de barro y paja para hornear pan, o generadores eléctricos ensamblados con piezas recicladas. Estos gestos cotidianos son símbolos de una perseverancia inquebrantable, del “sumud” que caracteriza su resistencia.
Mientras tanto, en la diáspora, los palestinos siguen conectados emocionalmente a su tierra. Con dolor y angustia han sido testigos del sufrimiento que se vive en Gaza, mientras que los líderes de los países donde han buscado refugio permanecen en silencio o miran hacia otro lado. En muchas partes de Occidente, parece que la vida palestina no es valorada, como si no se les reconociera como seres humanos con derechos.
Esta deshumanización persistente ha sembrado la desesperanza en muchas comunidades palestinas alrededor del mundo. Sin embargo, rendirse no es una opción, sobre todo cuando el pueblo de Gaza sigue resistiendo, a pesar de los horrores que enfrenta día tras día. Es necesario despertar el espíritu del “sumud” y movilizarse, alzar la voz para recordarle al mundo que los palestinos siguen existiendo y que lucharán por su lugar en él, frente a un entorno que parece decidido a borrarlos.
La metáfora de “Somos la Tierra” tiene un significado literal y profundo para los palestinos. Cuando se les pregunta, ¿por qué no se van?, ellos responden: ¿Por qué deberíamos hacerlo? La tierra palestina, regada con la sangre y el sudor de generaciones, es más que un territorio: es la encarnación de su historia, cultura y alma colectiva. Dejarla sería perder todo lo que les define. Un año después de los peores momentos de violencia, los palestinos siguen ahí, porque no les queda otra opción que la resistencia.

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