Mohamad Hasan Sweidan
Con la creciente implicación de EE.UU. en la escalada bélica de Asia Occidental y el aumento de las capacidades de Irán en materia de misiles y cibernética, ¿podrían estar en juego el ejército, la economía y la seguridad de Washington?
El mes pasado, Frank McKenzie, general retirado del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, subrayaba en un
informe publicado por el Instituto Judío para la Seguridad Nacional de América (JINSA): «La naturaleza de la amenaza en Oriente Próximo ha cambiado significativamente desde que se colocaron por primera vez bases estadounidenses, hace muchas décadas. La principal amenaza -ahora más que nunca- es Irán».
Washington entiende que sus aliados regionales pueden no permanecer neutrales si las tensiones se intensifican debido a las políticas agresivas del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Por lo tanto, es crucial vigilar qué activos estadounidenses podrían convertirse en objetivos de Teherán en cualquier posible confrontación. La influencia de Washington en Asia Occidental abarca una red de intereses militares, económicos, políticos y mediáticos, todos ellos potencialmente en peligro.
Tiempos cambiantes, amenazas en evolución
El papel de las bases militares estadounidenses ha evolucionado significativamente con el paso del tiempo. Originalmente destinadas a contrarrestar la influencia soviética, las bases adquirieron una importancia renovada tras la caída del Sha de Irán y la Revolución Islámica de 1979.
Estas bases siguieron siendo fundamentales para la estrategia de defensa estadounidense, sobre todo para impedir que los soviéticos se afianzaran en el Golfo Pérsico. La distribución geográfica de las bases estadounidenses en la región se diseñó específicamente para hacer frente a la Unión Soviética, concentrándose en lugares estratégicos. Sin embargo, tras el colapso de la Unión Soviética y la posterior invasión estadounidense de Irak, las prioridades estratégicas norteamericanas en Asia Occidental cambiaron radicalmente.
Como
señala McKenzie «Nuestras bases en la región, en Oriente Medio, están en gran medida donde están como legado de conflictos pasados... Sin embargo, las cosas han cambiado y las prioridades que informaron la ubicación de esas bases».
El objetivo de la presencia militar estadounidense pasó de disuadir a la Unión Soviética a contrarrestar la creciente influencia de Irán y sus aliados regionales en el Eje de la Resistencia. Según diversos documentos oficiales estadounidenses, el principal objetivo de estas bases en la era postsoviética ha sido disuadir a la República Islámica.
Este cambio se refleja claramente en la
Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Biden publicada en 2022, en la que se afirma que «En Oriente Medio, hemos trabajado para mejorar la disuasión frente a Irán, desescalar los conflictos regionales, profundizar la integración entre un conjunto diverso de socios en la región y reforzar la estabilidad energética».
Esto marca una notable transformación en la estrategia estadounidense, indicando que Teherán se ha convertido en una preocupación primordial para los planificadores militares estadounidenses.
Bases estadounidenses en la región como objetivo
La proximidad de Irán convierte a las bases estadounidenses de la región en objetivos vulnerables en cualquier conflicto futuro. Estas bases ya no están a salvo de amenazas de origen lejano, como la Unión Soviética, sino que están potencialmente expuestas a las crecientes
capacidades de Teherán en materia de misiles y aviones no tripulados.
Por ejemplo, la capacidad de Irán para atacar los intereses de Estados Unidos en la región ha crecido paralelamente a su desarrollo de armamento avanzado, lo que incluye
atacar instalaciones militares estadounidenses clave. El informe JINSA identifica varios posibles emplazamientos.
La base aérea
de Ain al-Asad, en la provincia iraquí de Anbar, es un buen ejemplo. Esta base proporciona un amplio apoyo logístico, instalaciones de entrenamiento y alberga hasta 5.000 soldados estadounidenses. La base acaparó especial atención después de que Irán la atacara directamente como represalia por el asesinato por parte de Estados Unidos del general iraní Qassem Soleimani en 2020. El objetivo de esta base por parte de Irán pone de relieve la amenaza muy real que Teherán representa para los activos estadounidenses en la región.
La actividad de apoyo naval en Bahréin, sede de la Quinta Flota estadounidense, es otro activo crítico que probablemente sería un objetivo en caso de una escalada iraní. La Quinta Flota opera en una vasta zona que incluye el Mar Rojo, el Golfo Arábigo y el Océano Índico, cubriendo rutas marítimas clave como el Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz.
Esta presencia naval es una piedra angular de la influencia estadounidense en Asia Occidental, pues desempeña un papel fundamental en la protección de las rutas comerciales mundiales y las fuentes de energía, y en la lucha contra amenazas como el terrorismo y la piratería.
En circunstancias normales, la Quinta Flota
consta de más de 20 buques de guerra, incluidos submarinos y destructores reunidos en torno a un portaaviones, y en un grupo anfibio preparado de buques, aviones de carga, helicópteros de combate y diversas unidades de apoyo. La flota cuenta con unos 15.000 efectivos en los buques, además de 1.000 en tierra.
Además de éstas, la Base Aérea Príncipe Sultán de Arabia Saudí, al sureste de Riad, también ha sido un importante centro de operaciones militares estadounidenses desde la primera Guerra del Golfo. Aunque las fuerzas estadounidenses abandonaron brevemente la base en 2003,
regresaron en 2019, reafirmando su importancia estratégica ante las crecientes tensiones con Irán.
La base aérea de Al-Udeid en Catar, la
mayor base estadounidense en Asia Occidental, sirve como una importante base de operaciones de avanzada y centro de operaciones aéreas conjuntas, que alberga alrededor de 10,000 tropas estadounidenses. Del mismo modo, la base aérea de Al-Dhafra, en los EAU, cuenta con una importante presencia militar estadounidense, con más de 3.800 soldados y más de 60 aeronaves, entre ellas aviones de reconocimiento Lockheed U-2 y cazas avanzados como el F-22. Desde 2003, Al-Udeid es la base principal del Mando Central estadounidense (CENTCOM). También desempeña un papel crucial en las operaciones de vigilancia e inteligencia en Irak, Siria y Afganistán.
Misiles y drones iraníes
Si Irán decide escalar, cuenta con un vasto y cada vez más sofisticado arsenal de misiles y aviones no tripulados que podrían utilizarse para atacar bases e intereses estadounidenses. El
misil Sejjil, por ejemplo, es un misil balístico de combustible sólido de alcance medio capaz de transportar una carga útil de 700 kilogramos hasta 2.000 kilómetros, lo que pondría a estas bases al alcance de la mano. Del mismo modo, el misil Khaybar, un misil balístico de cuarta generación, es capaz de alcanzar objetivos a 2.000 kilómetros de distancia con una capacidad de carga aún mayor.
Otros misiles destacados del arsenal iraní son el
Shahab-3, un misil de medio alcance de hasta 2.000 kilómetros alimentado con combustible líquido. Basado en el misil norcoreano Nodong-1, es eficaz sobre todo contra objetivos grandes (como aeródromos militares), pero Irán ha utilizado tecnología de guiado china en desarrollos posteriores para mejorar significativamente la precisión del ataque.
También está el misil Emad, el primer misil balístico guiado de precisión de Irán con un alcance de 1.800 kilómetros. Estas armas, combinadas con sistemas más recientes como el Haj Qassem y la
serie Qadr, incluidos los misiles QD-110, suponen una importante amenaza para las instalaciones militares estadounidenses en toda Asia Occidental. El misil Haj Qassem es la nueva generación del misil Fateh-110 y puede penetrar los sistemas de defensa antimisiles. Está diseñado para maniobrar y alcanzar objetivos sin ser detectado, con una masa de siete toneladas, una longitud de 11 metros y una velocidad máxima de Mach 12.
Opciones no militares
Las capacidades de Irán van más allá de los ataques con misiles, ya que también puede interrumpir rutas marítimas vitales como el estrecho de Ormuz. Alrededor del 30% del petróleo mundial pasa por esta estrecha vía de agua, lo que la convierte en una zona altamente estratégica.
Si Irán cerrara o amenazara el estrecho, el impacto en los mercados energéticos mundiales sería inmenso, interrumpiendo el flujo de petróleo y afectando a las economías mucho más allá de Asia Occidental. Tal medida no sólo perjudicaría a la economía mundial, sino que también afectaría gravemente a los intereses de Estados Unidos, ya que muchas empresas estadounidenses están profundamente implicadas en la región.
En 2023, las empresas estadounidenses anunciaron 362 proyectos en Asia Occidental por valor de 36.000 millones de dólares, un aumento significativo respecto a años anteriores. Estos proyectos, muy concentrados en los Estados del Golfo Pérsico, especialmente en Arabia Saudí, los EAU y Qatar, representan una parte considerable de la inversión extranjera directa estadounidense en la región. Cualquier interrupción de estas inversiones, especialmente en caso de conflicto con Irán, podría suponer importantes pérdidas económicas para Estados Unidos.
Más allá de los intereses militares y económicos, las embajadas y misiones diplomáticas estadounidenses en países como Irak, Líbano y Bahréin son vulnerables a los ataques de los aliados de Irán. La influencia de Teherán en estos países, unida a su capacidad para movilizar a las facciones aliadas de la resistencia, podría ocasionar importantes daños a los esfuerzos diplomáticos de Washington. Estas embajadas o «guaridas de la CIA» sirven como centros vitales para la influencia política estadounidense, lo que las convierte en objetivos de alto valor en caso de un conflicto más amplio con Irán.
En el ámbito digital, las crecientes capacidades cibernéticas de Irán representan otra grave amenaza para Estados Unidos y sus aliados. Teherán ha sido acusado de lanzar ciberataques contra bancos e infraestructuras críticas estadounidenses en el pasado, y estas capacidades no han hecho más que sofisticarse con el tiempo. Los ciberataques pueden interrumpir servicios vitales, robar datos confidenciales y causar importantes daños económicos, lo que los convierte en un elemento clave de la estrategia más amplia de Irán contra los intereses estadounidenses.
Las cadenas de suministro de las empresas tecnológicas estadounidenses, que dependen en gran medida de materias primas y componentes procedentes de la región, también podrían convertirse en objetivo. Las perturbaciones en el Golfo Pérsico podrían retrasar los envíos, causando perjuicios económicos a grandes empresas como Apple e Intel, cuyas líneas de producción están estrechamente vinculadas a las cadenas de suministro mundiales. Esto, a su vez, tendría efectos dominó en toda la economía estadounidense.
Cada vez es más evidente que los intereses de Washington en Asia Occidental -ya sean militares, económicos o políticos- se encuentran gravemente amenazados.
La naturaleza cambiante de estos riesgos, agravada por las crecientes capacidades de Irán en materia de misiles y cibernética, exige una vigilancia y protección constantes de los activos estadounidenses en la región. Por ello, Washington y Tel Aviv deben evaluar cuidadosamente cualquier amenaza o acción contra Irán para evitar errores políticos y reveses estratégicos.