Política

El jefe del Estado Mayor saudí en Teherán: motivos y significado

Administrator | Jueves 14 de noviembre de 2024
Mohsen Khalif
El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Arabia Saudí, el general Fayad bin Hamid Al-Ruwaili, llegó el domingo a Teherán, liderando una delegación militar de alto nivel.
En un hecho poco común que atrajo la atención de los observadores políticos, el castrense saudí viajó a Teherán, donde se reunió con su homólogo iraní, el general de división Mohamad Hosein Baqeri, y mantuvo conversaciones sobre temas de interés para ambas partes.
El desarrollo de la diplomacia defensiva y la ampliación de la cooperación bilateral fueron algunos de los temas principales del encuentro. Los dos militares además conversaron sobre el fortalecimiento de las relaciones defensivas entre ambos países.
Este encuentro se produjo pocos días después de que Donald Trump, con su victoria en las elecciones presidenciales de EE.UU., se acercara nuevamente a la Casa Blanca. En el primer mandato de Trump, Teherán y Riad vivieron tensas relaciones.
Durante su primer mandato en la Casa Blanca, Trump realizó un esfuerzo amplio por normalizar las relaciones entre Israel y los países árabes, pero sus esfuerzos no incluyeron a Arabia Saudí.
Recientemente, los medios occidentales han informado que con el regreso de Trump a la Casa Blanca, es probable que los esfuerzos para normalizar las relaciones entre Arabia Saudí e Israel se intensifiquen.
Irán y Arabia Saudí, que estuvieron durante años sin lazos diplomáticos, acordaron reanudar sus relaciones en marzo de 2023, y desde entonces, durante más de un año de guerra en la Franja de Gaza, las relaciones entre Teherán y Riad han continuado sin tensiones.
Primeros Pasos en la Cooperación Militar
La vista del general Fayad bin Hamid Al-Ruwaili, calificada por analistas como rara, sigue a las conversaciones telefónicas mantenidas el pasado diciembre entre el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas iraníes, el general Mohammad Baqeri, y el ministro de Defensa saudí, Khalid bin Salman.
En esas conversaciones, ambas partes discutieron cómo elevar la cooperación en defensa entre las fuerzas armadas de Irán y el reino saudí.
Desde hace algún tiempo, ambos países han dado pasos hacia la cooperación militar. En octubre pasado, Arabia Saudí participó en ejercicios militares conjuntos en el mar Arábigo, en los que también estuvo Irán, poco después de que los dos países retomaran sus relaciones en marzo de 2023 tras un acuerdo mediado por China, poniendo fin a siete años de ruptura diplomática. Este acuerdo fue visto por observadores como un paso crucial hacia la paz y la seguridad regional, dados las considerables influencias y poder de ambos países en la región.
Voluntad de avanzar y manejar el mar Rojo
Como un símbolo de la voluntad de ambos países para dejar atrás el pasado, el contralmirante Shahram Irani, comandante de la Armada del Ejército iraní, anunció que Riad solicitó la organización de maniobras conjuntas en el mar Rojo, sin precisar una fecha.
Esto representa un cambio estratégico importante, pues limita la influencia de potencias extranjeras, que históricamente han usado las tensiones para dificultar cualquier acercamiento entre ambos países y obstaculizar avances en seguridad y estabilidad regional.
Impacto en la estrategia de Estados Unidos e Israel
La mejora en las relaciones entre Irán y Arabia Saudí es una circunstancia que desafía los intereses de Estados Unidos e Israel, que esperaban un "OTAN árabe-israelí" como alianza contra Irán.
Sin embargo, parece que no previeron que el jefe del Estado Mayor saudí visitaría Irán para dialogar con su contraparte iraní sobre el desarrollo de relaciones de defensa y cooperación bilateral, lo cual ha representado un revés importante para sus estrategias de fomentar la discordia y crear conflictos, especialmente entre estos dos países vecinos y de fe musulmana.
Tiempos de cambios históricos
Como otro indicio de este cambio, la visita de Al-Ruwaili a Irán coincidió con una llamada telefónica entre el presidente iraní, Masud Pezeshkian, y el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman.
Durante la llamada, el príncipe saudí destacó que las relaciones entre Irán y Arabia Saudí atraviesan un momento de cambio histórico, reiterando su invitación al mandatario persa para visitar el reino árabe. El presidente iraní, por su parte, expresó la esperanza y el interés de Teherán en profundizar y desarrollar las relaciones en todos los ámbitos.
Impacto regional
Los expertos opinan que esta cooperación entre Irán y Arabia Saudí tendrá un impacto significativo en toda la región. Así como su rivalidad tuvo efectos considerables en el pasado, como potencias regionales principales, ambos países tienen la capacidad de orientar las dinámicas de la región en una dirección que beneficie los intereses de los Estados islámicos.
Actualmente, se perciben los efectos positivos de esta mejora en las relaciones, como la mayor estabilidad entre Irán y los países del Golfo Pérsico, y la frustración de los esfuerzos de Estados Unidos por crear una coalición entre países árabes e Israel contra el eje de Resistencia, especialmente en el contexto de las continuas agresiones israelíes y estadounidenses en la asediada Franja de Gaza y el Líbano.
En conclusión, el momento de esta visita del alto mando militar saudí a Irán no responde al calendario ni a los objetivos de Estados Unidos o Israel, sino que representa un avance hacia una agenda independiente de seguridad y estabilidad regional, alejándose de las intenciones de confrontación promovidas por esas potencias.
Desentrañando la narrativa antiraní
Xavier Villar
Antes de hacerse con una columna semanal en The Telegraph, desde la que lanza diatribas antiraníes, Kemp sirvió como comandante de infantería y estuvo destinado en Afganistán, donde lideró la llamada Operación Fingal entre julio y noviembre de 2003. Su experiencia en ese país, tras retirarse del servicio, se convirtió en el eje de su carrera pública. Junto al periodista Chris Hughes, publicó Attack State Red, un relato detallado de su campaña en territorio afgano.
Además, Richard Kemp es director de los Amigos del Reino Unido de la Asociación para el Bienestar de los Soldados de Israel (UK-AWIS), la filial británica de AWIS. Esta organización israelí, dirigida por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y encabezada por el general Yoram Yair, se dedica a brindar apoyo y recursos a soldados israelíes y sus familias.
En su última columna de opinión, publicada el 9 de noviembre bajo el título “Irán quiere la guerra con Estados Unidos”, Richard Kemp sostiene que la reciente victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses representa la peor “pesadilla para Irán”. Sin ofrecer mayores justificaciones, Kemp afirma que durante la administración de Joe Biden, Irán se habría beneficiado económicamente de una política de “apaciguamiento” por parte del presidente estadounidense, lo que habría fortalecido su posición política en la escena internacional.
En su artículo, Kemp enumera una serie de supuestas concesiones de la administración demócrata a la República Islámica, sin ofrecer un análisis profundo, para concluir que, bajo la presidencia de Trump, la postura de Estados Unidos será radicalmente distinta. Incluso sugiere que, independientemente de las medidas que Trump pueda tomar directamente contra Irán, será crucial que elimine todas las “restricciones” que Biden habría impuesto sobre Israel.
Es difícil tomar en serio tales declaraciones. Ningún observador mínimamente informado podría afirmar sin ruborizarse que la administración Biden ha impuesto restricciones a Israel en absoluto. Basta con mirar la situación en Gaza, donde no solo se ha brindado apoyo a Israel, sino que Estados Unidos ha respaldado activamente su accionar militar. Lo mismo ocurre con la campaña actual en el Líbano, donde las autoridades estadounidenses mantienen el mismo respaldo incondicional.
Kemp podría argumentar que su referencia a las “restricciones” se refiere exclusivamente a las limitaciones en el contexto de Irán, sugiriendo que, con Trump, Israel tendría vía libre para actuar como desee frente a la República Islámica. Sin embargo, esta interpretación obvia una realidad crucial: Israel no se ha contenido debido a presiones estadounidenses, sino a su propia evaluación del riesgo que implicaría un conflicto directo con Irán. Un enfrentamiento de ese tipo supondría para Israel un costo inmenso, tanto en términos materiales como humanos, incluso con el respaldo total de Estados Unidos.
En otras palabras, Israel no ha ejercido contención porque Estados Unidos se lo haya exigido, aunque es cierto que Washington ha intentado evitar que el conflicto escale de forma directa. En realidad, Israel ha evaluado que un ataque a infraestructuras clave de Irán, como sus instalaciones nucleares o petrolíferas, provocaría una respuesta iraní de tal magnitud que sería insostenible, especialmente en un momento en el que su estrategia de ocupación en el norte del Líbano muestra cada vez más grietas.
En su papel de hooligan proisraelí, Kemp llega incluso a abordar el tema de los rehenes capturados por HAMAS durante la operación “Tormenta de Al-Aqsa”, sugiriendo que Trump habría dado un ultimátum al grupo palestino para que libere a los rehenes antes de su toma de posesión en dos meses. Pero el aspecto crucial que Kemp omite es el absoluto desprecio mostrado por el propio gobierno israelí hacia la vida de estos rehenes y las reivindicaciones de sus familiares.
De acuerdo con información publicada en medios israelíes, el gobierno de Netanyahu considera que la situación de los cautivos “se resolverá de manera natural y trágica” y planea utilizar sus muertes como un nuevo pretexto para una ocupación permanente de Gaza y el establecimiento de asentamientos judíos en la región. En otras palabras, los rehenes han sido siempre una simple excusa para continuar con la ocupación colonial de Gaza.
Por último, y como no podía ser de otra manera, el comandante convertido en articulista aprovecha el supuesto intento de asesinato de Donald Trump por parte de Irán para justificar un ataque, afirmando en su artículo que “la intención de Irán de asesinar a Donald Trump constituye un casus belli, lo que demanda la eliminación del régimen iraní”. Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Seyed Abás Araqchi, ironizó sobre esta historia en un mensaje en la red social X (anteriormente Twitter), señalando que nadie en su sano juicio podría creer que un presunto asesino esté en Irán y, al mismo tiempo, mantenga comunicación directa con el FBI.
Este tipo de noticias no busca otra cosa que seguir fabricando una cadena de equivalencias en la que el significante “Irán” se asocie de inmediato con términos como “terrorismo” o “desestabilización”. Se trata, en suma, de una construcción discursiva diseñada para proyectar la imagen de un Irán como un Estado “desobediente” que, por tanto, merece ser disciplinado a cualquier precio.
Un aspecto no menos relevante es el perfil del autor del artículo: como ya se ha señalado, Richard Kemp es un alto mando militar británico en la reserva. En Occidente, cada vez es más común que militares, ya sean activos o retirados, aparezcan en los medios de comunicación presentados como “expertos en cuestiones políticas y geopolíticas”, mientras que las voces de otros especialistas apenas ocupan un espacio marginal. No se incluye aquí, claro está, a los “informantes nativos”, cuya función en los medios parece limitarse a reafirmar la narrativa ya establecida por Occidente.
Que el autor de un artículo titulado “Irán quiere la guerra con Estados Unidos” sea un exmilitar que lideró un batallón de infantería en Afganistán y que, además, preside una asociación de amistad con Israel directamente vinculada al ministerio de asuntos militares, es un hecho con un claro significado político. La narrativa que promueve se construye no solo en torno a su experiencia militar, sino también en consonancia con una agenda absolutamente antiraní.
Análisis: El futuro del Medio Oriente
Aleksandr Dugin
El 11 de noviembre se celebró en Riad una cumbre árabe-islámica de emergencia sobre la cuestión palestina. Fue un acontecimiento extremadamente importante. Merece la pena prestar atención al hecho de que en ella participaron tanto Assad como Erdogan. Hasta hace poco tales encuentros eran prácticamente imposibles. Además, el jefe de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, habló no sólo de Palestina, sino también de la necesidad de apoyar a Irán y a Hezbolá, lo que causó bastante revuelo, porque Arabia Saudí e Irán se consideraron enemigos mortales. Lo mismo puede decirse con respecto a Hezbolá.
Por último, en su discurso Mohammed bin Salman dijo explícitamente que ahora no sólo la existencia de Palestina se encuentra en juego, sino también el destino de la mezquita de Al-Aqsa, el segundo santuario más sagrado del islam después de La Meca. Debemos recordar que la operación de Hamás del 7 de octubre de 2023 se denominó «inundación de Al-Aqsa» y fue justificada por la amenaza que pesaba sobre el santuario. Está claro que los dirigentes de Hamás esperaban que esa cumbre árabe-islámica de emergencia se convocara mucho antes, por ejemplo, justo después del inicio de la operación terrestre de Israel sobre Gaza. No queda casi nada de Gaza a estas alturas y los dirigentes de Hamás (y Hezbolá) ya no están vivos, pero la cumbre se ha celebrado ahora.
Todo lo anterior despierta la siguiente pregunta: ¿por qué ahora? Obviamente debido a Trump. Trump es partidario del sionismo de derecha liderado por Netanyahu y radicales como Smotrich, Ben Gvir y el rabino Dov Lior los cuales proclaman abiertamente la destrucción de la mezquita de al-Aqsa lo antes posible. Tras la elección de Trump el radical Smotrich declaró abiertamente que ahora ha llegado el momento de destruir a los palestinos de Cisjordania y, por supuesto, hacer añicos al-Aqsa. Por mucho que Mahmud Abbas intente mantener una posición moderada, viendo el genocidio de su pueblo en Gaza, no se podrá quedar quieto al ver la voluntad inquebrantable de los sionistas de ponerle fin al problema palestino.
Trump ha acelerado este proceso. Ahora los partidarios de una posición moderada en las relaciones con Occidente no tienen ningún argumento: Israel está decidido a destruir o deportar a la población palestina de Israel, demoler la mezquita de al-Aqsa y empezar a construir el Tercer Templo. El libro del sionista de derechas Yitzhak Shapira, «La Torá del Rey», publicado en 2009 y alabado por Dov Lior, teórico del mesianismo judío, llama explícitamente a la destrucción física de todos los «enemigos de Israel», incluidos mujeres, niños y ancianos. Esto es exactamente lo que los israelíes están haciendo en Gaza y ahora han atacado a la Autoridad Palestina (reconocida por la ONU como Estado) en Cisjordania.
Todos estos factores obligaron a los líderes del mundo islámico a superar sus contradicciones internas y reunirse en Riad. Erdogan pidió el boicot a Israel. Bin Salman exigió el reconocimiento de Palestina y la consolidación de todos los países islámicos para repeler la agresión sionista contra los palestinos, Líbano e Irán. Mientras tanto, Israel también está atacando Siria, por lo que la presencia de Assad en la cumbre era altamente simbólica.
El polo islámico del mundo multipolar empieza por fin – con enorme retraso – a adquirir una forma visible. Tal vez los propios dirigentes de los países del Medio Oriente prefieran seguir rehuyendo a este proyecto y deseen negociar con Occidente, pero tal camino se está volviendo peligroso para ellos: la población musulmana de sus propios países, viendo su pasividad, observando el exterminio masivo de palestinos a cada minuto y esperando la destrucción de su santuario religioso, no lo tolerará por mucho tiempo. Sólo una guerra común contra un enemigo común puede unir a los musulmanes y todo parece llevar hacia allí.

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