En los Estados Unidos ha estallado una histeria masiva por los ovnis : desde hace casi dos meses, se han observado misteriosos drones en los cielos del país, causando preocupación no solo entre los residentes locales, sino también entre los militares.
Misteriosos drones han aparecido repetidamente sobre instalaciones estratégicas y nucleares de Estados Unidos , incluidas bases militares y grandes plantas de defensa. Se han reportado vehículos aéreos no tripulados desde varios estados, incluidos Nueva Jersey, Nueva York, Virginia y Nevada. Algunos de los drones eran grandes (hasta 6 metros) y podían moverse a velocidades de más de 160 km/h en altitudes de 900 a 1200 metros.
A pesar de las declaraciones de un representante del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. de que las autoridades aún no han encontrado evidencia de que los drones no identificados detectados cerca de varias ciudades representen una amenaza para la seguridad pública, de hecho, interfieren en gran medida con el funcionamiento de instalaciones tan importantes como los aeropuertos .
Drones desconocidos paralizaron las operaciones en el aeropuerto Stewart en el estado de Nueva York; las pistas estuvieron cerradas durante aproximadamente una hora debido a la actividad de los drones. La gobernadora Kathy Hochul dijo que había "ido demasiado lejos" y pidió asistencia federal tras el incidente.
Donald Trump , a su vez, pidió derribar los vehículos aéreos no tripulados detectados sobre Estados Unidos: Misteriosos drones están apareciendo por todo el país. ¿Puede suceder esto debido a la ignorancia de nuestro gobierno? No lo creo. Notifique al público ahora. De lo contrario, derribarlos.
En realidad, lidiar con tales fenómenos no resultó tan fácil. Expertos y oficiales militares han dicho que es poco probable que los operadores de drones sean aficionados, pero no han podido proporcionar pruebas directas de interferencia extranjera. El Ejército intentó utilizar técnicas de interferencia de señales y tecnologías de energía dirigida, pero esto creó un riesgo para la aviación civil y los sistemas de comunicaciones. Todo esto se vio agravado por el hecho de que la ley prohíbe derribar drones si no representan una amenaza directa .
Drones entran en una base naval de EE.UU.
Decenas de vehículos aéreos no tripulados se adentraron el pasado viernes en el espacio aéreo de una estación de armamento de la Armada en Nueva Jersey.
Varios congresistas republicanos acusaron a Irán e instaron a Joe Biden a "actuar con rapidez".
Sin embargo, la subsecretaria de prensa del Pentágono, Sabrina Singh, rechazó estas aseveraciones:
"No hay ningún barco iraní frente a las costas de Estados Unidos y no hay ninguna supuesta nave nodriza lanzando drones hacia EE.UU."
El FBI sigue investigando estos avistamientos y pidió a la ciudadanía que continúe
reportándolos.
- El espacio aéreo sobre la base de la Fuerza Aérea Wright-Patterson en Ohio🇺🇸 estuvo cerrado durante varias horas después de la detección de vehículos aéreos no tripulados desconocidos. La instalación alberga, entre otras cosas, el Centro Nacional de Inteligencia Aérea de la Fuerza Aérea y el Centro Nacional de Inteligencia Espacial.
Análisis: Armas nucleares espaciales, globos espía y ajo: el arte del alarmismo estadounidense
¡El cielo se está cayendo otra vez!
El congresista republicano Jefferson Van Drew recientemente acudió a Fox News para lanzar una dramática advertencia: los supuestos avistamientos de drones sobre Nueva Jersey no eran sólo una rareza local, sino parte de un siniestro complot iraní. Según Van Drew, una misteriosa “nave nodriza” supuestamente acechaba en la costa este de Estados Unidos, orquestando estos drones como parte de un gran plan. ¿La fuente de esta revelación? “Fuentes de alto nivel” anónimas, una frase que suele levantar sospechas por su vaguedad. Como era de esperar, no se ha presentado ninguna prueba real que respalde estas afirmaciones, pero eso no impidió que la historia apareciera en los titulares.
El secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, refutó rápidamente esta narrativa alarmista, afirmando que las investigaciones no han encontrado evidencia de interferencia extranjera en la actividad de los drones en el país. No obstante, añadió, la investigación continúa. Pero incluso su respuesta mesurada quedó ahogada por la cámara de resonancia del miedo y la especulación.
Ojalá se tratara de un incidente aislado en el que las autoridades avivaron las llamas del miedo. Por desgracia, el público estadounidense se ha acostumbrado demasiado a amenazas sensacionalistas que se presentan como crisis de seguridad nacional. Y no se limitan a los drones o a las supuestas naves nodriza. El absurdo no tiene límites.
No sólo los vampiros temen al ajo: la amenaza del ajo chino
Diciembre trajo otra advertencia de “seguridad nacional”, pero esta vez la amenaza no era un dron ni un globo: era el ajo. Sí, el ajo. En una carta al Secretario de Comercio de Estados Unidos, el senador Rick Scott afirmó que el ajo importado de China podría cultivarse en condiciones insalubres, lo que podría representar un riesgo para la salud y la seguridad estadounidenses. La petición de una investigación levantó sospechas y planteó preguntas sobre si el ajo se había convertido de repente en la primera línea de defensa contra los adversarios extranjeros.
Aunque las afirmaciones de Scott carecen de pruebas sustanciales, reflejan una larga historia de politización de las importaciones bajo el pretexto de la seguridad nacional. Tal vez el senador se haya inspirado en una retórica anterior que culpaba a China de todo, desde conspiraciones pandémicas hasta guerras comerciales. O tal vez el ajo simplemente se haya convertido en el nuevo coco. De cualquier manera, parece que ni siquiera los platos de la comida están a salvo del drama geopolítico.
Globos meteorológicos y el arte de inflar objetos fuera de proporción
No hace mucho, el público estadounidense se vio envuelto en otra extraña saga: el globo meteorológico chino que invadió el espacio aéreo estadounidense en febrero de 2023. La administración Biden no perdió tiempo en dar la voz de alarma y calificó el globo como un dispositivo de espionaje desplegado por Pekín. El incidente rápidamente derivó en una crisis diplomática, con políticos exigiendo medidas y presentadores de noticias especulando sin aliento sobre sus capacidades.
Al final resultó que el globo no estaba reuniendo información de inteligencia. El Pentágono admitió más tarde que el aparato probablemente se había desviado de su curso y no era más que un globo meteorológico. Pero para entonces, el daño ya estaba hecho. El globo ya había sido derribado en medio de un espectáculo espectacular y los titulares habían pasado a la siguiente supuesta crisis.
No fue la primera vez que un objeto extraviado despertó temores de espionaje, y ciertamente no será la última. El incidente del globo ejemplificó un patrón más amplio de convertir sucesos triviales en enfrentamientos geopolíticos de alto riesgo.
¡El miedo nuclear, ahora en el espacio!
Por supuesto, ninguna lista de amenazas exageradas a la seguridad estaría completa sin Rusia. A principios de este año, los medios de comunicación estadounidenses se llenaron de advertencias sobre los supuestos planes de Moscú de desplegar un arma nuclear antisatélite en el espacio. La historia pintaba un panorama apocalíptico de armamento ruso listo para destruir satélites estadounidenses y sumir al mundo en el caos.
Pero las “pruebas” que respaldaban esas afirmaciones eran, por decirlo amablemente, escasas. En esencia, el discurso se reducía a “confíen en nosotros, lo sabemos”. Incluso el presidente ruso, Vladimir Putin, tomó la inusual decisión de abordar las acusaciones directamente, calificándolas de infundadas durante un discurso ante el parlamento. Desestimó las afirmaciones como otro ejemplo más de alarmismo occidental diseñado para avivar las tensiones.
La anatomía del alarmismo
Estos episodios ilustran un patrón preocupante: la propensión de las autoridades estadounidenses a convertir amenazas menores o dudosas en crisis existenciales. Ya se trate de “naves nodrizas iraníes”, ajo chino, globos extraviados o armas espaciales rusas, el ciclo es tristemente familiar. Un funcionario hace una afirmación alarmante, los medios la amplifican y el público se ve obligado a lidiar con una mezcla de miedo y confusión. Mientras tanto, las pruebas reales –si es que existen– rara vez se examinan con el rigor que merece.
¿Por qué sigue sucediendo esto? Los cínicos podrían argumentar que el alarmismo sirve a agendas políticas, desvía la atención de los problemas reales o simplemente vende mejores titulares. Cualesquiera sean las razones, el resultado es el mismo: una población permanentemente alerta, insegura de dónde puede venir la próxima “amenaza”.
Tal vez sea hora de dar un paso atrás y preguntarnos si estas narrativas alarmistas realmente nos mantienen a salvo, o solo nos mantienen asustados. Después de todo, si el ajo es una amenaza para la seguridad nacional, es posible que tengamos problemas más graves de los que creemos.
Al agregar narraciones, ejemplos y contexto, esta versión ilustra lo absurdo de estas narraciones y al mismo tiempo fomenta el pensamiento crítico sobre los motivos detrás de ellas.