Aleksandr Dugin
La Teoría Generacional de Strauss-Howe, o el «Cuarto Giro», postula que la historia sigue patrones cíclicos a través de cuatro Giros, cada uno de los cuales dura entre 20 y 25 años:
Elevación (Primer Giro): una época en la que hay instituciones fuertes y conformidad. La confianza colectiva es alta y el individualismo bajo.
Despertar (Segundo Giro): una agitación cultural en la que la generación más joven se rebela contra las normas establecidas, dando lugar a una renovación espiritual y cultural.
Desenredamiento (Tercer Giro): las instituciones se debilitan, aumenta el individualismo y disminuye la confianza pública en las instituciones. La sociedad se fragmenta.
Crisis (Cuarto Giro): periodo de gran agitación en el que es necesaria la acción colectiva para abordar problemas críticos, a menudo relacionados con guerras, colapsos económicos o grandes cambios sociales. Esto conduce de nuevo a un Elevamiento, reiniciándose el ciclo.
Estos ciclos están conformados por la psicología colectiva de las distintas generaciones (Profeta, Nómada, Héroe y Artista), cada una con rasgos distintivos influidos por la época en la que nacieron. La teoría sugiere que la comprensión de estos ciclos puede ayudar a predecir y preparar futuros cambios sociales.
La teoría generacional de Strauss-Howe marca la transición de un ciclo histórico a otro, un paso simbolizado por Donald Trump. El neoconservadurismo y el sionismo cristiano se consideran parte integrante de la fase de crisis, lo que supone un reto importante.
La teoría de Strauss-Howe es especialmente pertinente cuando se aborda la dinámica entre sociabilidad (holismo) e individualismo. Esto se asemeja al famoso dilema de L. Dumont, en el que la sociabilidad representa el Elevamiento, el principio y la primavera, mientras que el individualismo significa la Crisis, el fin y el invierno, con el individuo representado como Krampus.
La Modernidad occidental, según lo anterior, es la Crisis, el declive (Untergang). El nominalismo y el individualismo occidentales son característicos del invierno de la historia, que marca la transición de la cultura a la civilización (según Spengler) y el olvido del ser (Heidegger). La teoría generacional puede ampliarse para abarcar ciclos históricos más amplios.
Al yuxtaponer ciclos relativamente cortos como el saeculum y los Giros con las vastas estaciones de la historia (como la Tradición, la Modernidad y la Postmodernidad), llegamos a la conclusión de que Trump significa el fin de una época importante: el fin del mundo moderno.
Esto también marca el final de la Modernidad occidental. El Postmodernismo sirve de fundamento filosófico a la cultura woke y al globalismo liberal, revelando el nihilismo inherente a la Modernidad Occidental. Es la culminación del fin, el fin de la historia occidental.
Trump pone fin a este final, simbolizando el fin del fin. Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿Es consciente de su misión? ¿Puede iniciar un nuevo comienzo? El próximo Elevamiento no puede ser algo relativo, limitado o local. El próximo Cambio debe ser una Revolución Conservadora global a escala mundial.
El próximo Elevamiento debe significar la superación de la Modernidad, es decir, del individualismo, el atomismo, el liberalismo y el capitalismo occidentales. Occidente debe trascenderse a sí mismo. Por eso son tan cruciales las obras de Weaver y el platonismo político. El próximo Elevamiento debería ser un Gran Despertar, pero no en el sentido de Strauss-Howe.
La Modernidad occidental fue fundamentalmente defectuosa, conduciendo a la degeneración total y al desastre, culminando en el reinado del Anticristo. La cultura woke es la cultura del Anticristo.
El próximo Elevamiento sólo puede ser el Gran Retorno a Cristo. Cristo es el Rey del mundo. Su autoridad fue usurpada temporalmente por el príncipe de este mundo, pero el dominio de Satanás está terminando. Los liberales son vistos como poseídos por Satanás y la Modernidad misma es satánica. En términos hindúes, este ciclo se conoce como Kali-Yuga, la edad oscura. Trump es mucho más que un simple Trump; es un Signo.
«Incertidumbre internacional en el 2025»
Existen varios niveles de indeterminación en el orden mundial moderno:
1) La incertidumbre frente a la transición de un mundo unipolar a un mundo multipolar. ¿Resulta imposible decir inequívocamente si ya entramos en la multipolaridad o todavía estamos en la unipolaridad? El noch nicht de Heidegger como problema filosófico es bastante complicado. La multipolaridad está en auge y la unipolaridad en declive, pero su agonía puede ser peligrosa. Los últimos ataques desesperados de los globalistas, algunos de ellos exitosos, contra Rusia en Ucrania, Georgia, Moldavia, Rumanía y Siria demuestran que la unipolaridad no ha desaparecido por completo. El dragón del globalismo se encuentra herido de muerte, pero sigue vivo. La bipolaridad de las Relaciones Internacionales conceptualizada por Waltz vuelve a ponerse en juego, pues él creía que China era el segundo polo del mundo después del colapso de la URSS. La unipolaridad fue conceptualizada por Gilpin. La multipolaridad fue esbozada por Huntington y Fabio Petito.
2) La segunda incertidumbre es la ambigua descripción teórica de la multipolaridad. ¿Qué es un polo? ¿Es un Estado soberano (como en el sistema westfaliano y en el realismo clásico)? ¿O es una civilización? Pero entonces, ¿cuál es el estatus político de tal concepto cultural-religioso? La mejor respuesta fue dada por Chang Weiwei, un experto chino del Ministerio de Defensa que introdujo el concepto de Estado-Civilización. El Presidente Putin y el Ministro de Asuntos Exteriores ruso Lavrov utilizan este mismo concepto. El Estado-Civilización es una civilización (con un sistema desarrollado de valores tradicionales y una fuerte identidad) organizada como un superestado donde se agrupan toda una constelación de pueblos y Estados que comparten un paradigma civilizatorio común. Pero hoy en día todo el mundo entiende por «polo» o «centro» (en el caso de la policentricidad) cosas diferentes: Estados (grandes e independientes), civilizaciones (políticamente no integradas) y Estados-Civilizaciones propiamente dichos. Hoy en día existen 4 Estados-Civilización independientes:
- Occidente colectivo (OTAN-tierra),
- Rusia,
- China
- E India.
Existen más civilizaciones como la islámica, la africana y la latinoamericana fuera de las 4 anteriormente enumeradas. Sólo falta que estos últimos se integren en superestados. Al mismo tiempo, Occidente puede dividirse en Norteamérica y Europa. Existe también la posibilidad de que nazca una civilización budista. A esta incertidumbre conceptual y a la apertura real del proceso de transformación de las civilizaciones y los Estados en Estados-Civilizaciones, se añade el problema de las fronteras. Este es el problema más acuciante de la construcción de la Teoría del Mundo Multipolar. Una frontera es una zona de superposición entre dos o más civilizaciones con presencia o ausencia de Estados soberanos de pequeña escala. Las fronteras forman parte de esta segunda incertidumbre.
3) La tercera incertidumbre es Trump y su estrategia. Trump no está dispuesto a aceptar la multipolaridad y es partidario de la hegemonía estadounidense. Pero lo ve de forma radicalmente distinta a los globalistas que han estado en el poder en EEUU durante las últimas décadas (ya sean demócratas o republicanos). Los globalistas identifican el dominio militar y político, la superioridad económica y la ideología liberal basada en la imposición de valores antitradicionales a todo el mundo (incluido EEUU) como su verdadero objetivo. Entienden por hegemonía la hegemonía no de un país, sino de un sistema ideológico liberal internacional. Trump está convencido de que son los intereses nacionales de Estados Unidos los que deben estar en el centro de atención y que esto debe basarse en los valores tradicionales estadounidenses. En otras palabras, estamos ante una hegemonía conservadora de derechas, ideológicamente opuesta a la liberal de izquierdas de Clinton, el neocon Bush Jr, Obama y Biden. ¿A qué conducirá el trumpismo en las Relaciones Internacionales? Es imposible decirlo todavía. Objetivamente puede ayudar a acelerar la multipolaridad, pero también puede ralentizarla.
En el 2025 nos enfrentaremos a estas tres incertidumbres simultáneamente. Por lo tanto, vale la pena dar al término «incertidumbre» el estatus de un concepto independiente y multivalente que es en muchos aspectos clave para la correcta comprensión de los procesos mundiales.
La Soberanía del Corazón y el juicio contra el liberalismo
En mi opinión, debemos combinar estos dos principios en nuestra política interna:
Cero tolerancia contra la traición, la rusofobia, el liberalismo, el espionaje, los agentes extranjeros, los portadores de ideología woke y la corrupción;
Apertura frente a cualquier búsqueda creativa, experimentación, libertad de imaginación, indecisión, adogmatismo y salto hacia lo desconocido.
Es decir, por un lado, es necesario aumentar la escala de la represión y el grado de presión sobre nuestros enemigos internos y ser tan firmes en este asunto como lo fueron la SMERSH y la oprichnina y, por otro lado, abrirnos hacia la formación de un pensamiento ruso libre, ayudar a cualquier impulso creativo, valorar la actividad creativa orgánica y espontánea del pueblo, implicar a las masas y a las amplias capas de la sociedad en el proceso creativo.
Es muy importante lo que dijo Putin sobre la «soberanía en el corazón». Esto es clave. Garantizar la soberanía en el exterior significa el exterminio de liberales, separatistas, terroristas, funcionarios corruptos, agentes extranjeros y otros enemigos del Estado ruso y del pueblo ruso. Y sobre todo significa la victoria en Ucrania sobre Occidente. Pero este es un programa negativo de enfrentamiento a las amenazas y desafíos.
La parte positiva del programa consiste en la interiorización de la soberanía. Esto significa que debemos revelar nuestra identidad civilizatoria en la creatividad, la creación y la afirmación. Y aquí no debe haber axiomas a priori. Que haya un patriotismo plenamente abierto y que florezcan miles de flores patrióticas. Es necesario valorar todas las formas de pensamiento patriótico popular. Y el pensamiento enemigo debe ser cortado de raíz con mano de hierro.
En la época soviética estos dos elementos se confundieron, sobre todo en su última etapa. Hubo vigilancia hacia el enemigo exterior, pero también se introdujo algo parecido – lineal, axiomático – como programa positivo. Y así se produjo el estancamiento, la alienación, la muerte y la degeneración. Luego todo se invirtió: se toleró al enemigo externo y se absorbió el occidentalismo tóxico y el liberalismo, mientras que la agenda positiva permaneció igual de lineal y dogmática. Esto condujo a la implosión de la URSS y al desastre. Debemos ser inflexibles con el enemigo y sus ideas, pero debemos cultivar activamente la libertad, la voluntad y la creatividad rusas. Es decir, hacer exactamente lo contrario a lo que hizo la maldita perestroika y los traidores degenerados de 1990.
No hay necesidad de tomar represalias contra los liberales, al menos los que han renunciado a sus delirios criminales y traicioneros. Pero el liberalismo debe ser abolido. Al fin y al cabo, el liberalismo es la cultura de la cancelación. Si somos blandos con él, responderá cuando pueda reprimiéndonos, persiguiendo las ideas rusas y los valores tradicionales. Ya lo hemos visto. El liberalismo es una ideología totalitaria que lleva a cabo represalias contra sus oponentes. Es una ideología extremista que divide a la sociedad. Es una ideología rusófoba, ya que se basa en la negación de cualquier ontología social, de cualquier unidad y rechaza la idea misma del pueblo ruso, negando su existencia. Es un engaño tóxico. Ahora el liberalismo esta siendo desmantelado en los Estados Unidos. Ha hecho tanto daño allí que la paciencia de los estadounidenses se ha agotado. En Rusia, los liberales han cometido aún más crímenes. El liberalismo debe ser juzgado.
Y es perfectamente lógico que sus principales figuras se hayan pasado ahora directamente al bando de nuestros enemigos, muchos luchan directamente contra nosotros en el bando de los nazis ucranianos. Otros les ayudan en todo lo posible de palabra, obra y por cualquier medio necesario. El fenómeno de los relocalizados es la esencia del liberalismo ruso. Es simplemente escoria humana. Y siempre ha sido así, tanto cuando gobernaban como cuando se pasaron al bando del enemigo. Personalmente, a los liberales se les puede perdonar. Pero los liberales deberían ser tratados como antiguos criminales nazis. Si se arrepienten de lo que hicieron, es una cosa. Pero ¿y si no lo hacen? Entonces tenemos que actuar con decisión. Necesitamos una deliberalización ideológica consecuente e irreversible de nuestra sociedad. Esto es tan importante como la desnazificación de Ucrania. Así lo dice nuestro corazón soberano. El imperio llama a nuestro corazón. Y su voz es tranquila y suave. El imperio es algo interior.
EE.UU.: la incertidumbre de la era post-liberal
Hay situaciones en las que las predicciones y los planes hechos de antemano se realizan en el campo de los hechos. Entonces se pueden seguir comparando y la comprobación de la realidad está respaldada por la correlación con la previsión: esto es correcto, aquello es erróneo, aquello es una desviación.
Pero existen situaciones en las que los hechos contradicen cualquier previsión y plan, volcando la mesa y demostrando que el paradigma usado era totalmente erróneo, no sólo con respecto al futuro, sino que era falso. Si ocurre algo que normalmente no podría ocurrir en ninguna circunstancia eso significa que la propia idea que se tenía sobre la estructura era errónea y el análisis basado en ella era un error. Cuando no se consigue ver el futuro y controlarlo significa que se está equivocado sobre el presente y el pasado.
Ese fue el caso de la URSS. Según la interpretación dogmática marxista de la historia el socialismo sigue al capitalismo. Y jamás se puede producir una marcha atrás. Así que la vuelta al capitalismo se consideraba estrictamente imposible. Cuando esto ocurrió, el socialismo como doctrina explotó. La URSS no supo predecir el futuro y desapareció para siempre tanto como país como ideología. No se trató únicamente de un cisne negro. Fue la implosión interna de una estructura ideológica. «Es el fin, amigo mío».
Lo mismo está ocurriendo ahora con el liberalismo. Tras el colapso de la URSS llegó el fin de la historia según Fukuyama. Y la victoria global del liberalismo fue vista e interpretada como algo irreversible. El (casi) gobierno mundial había llegado y el globalismo empezó a reinar. El liberalismo occidental había vencido a todos sus enemigos históricos – el catolicismo, los imperios, los estamentos, los Estados nacionales, el fascismo, el comunismo –, cada uno de ellos basados en la identidad colectiva. Sólo quedaba la identidad colectiva del sexo. De ahí la ideología de género como preparación para el posthumanismo.
Según la doctrina liberal se consideraba estrictamente imposible que se volviera al pasado. Únicamente existe el progreso. Así es como se ha adoptado la política woke, la cultura de la cancelación, el liberalismo de izquierdas, el posmodernismo, el posthumanismo, la IA fuerte, la Singularidad y el aceleracionismo.
Cuando Trump ganó en el 2016 se consideró que era un cortocircuito, como si un ordenador estuviera hubiera averiado. Un error, pues no debería ganar jamás. Se trataba de un error técnico. Un cisne negro. La teoría de la probabilidad reconoce que esas cosas pasan. En 2020 los progresistas hicieron todo lo posible para mejorar la situación usando todos los medios a su alcance, incluyendo la mentira, el fraude y la violencia. Cuando se acercaron las elecciones del 2024 Fukuyama y Harari advirtieron: si gana Trump significa el fin del mundo (liberal). Por lo tanto, debe perder
Pero Trump ha ganado. El fin del mundo liberal ha sucedido. Es un hecho. Está aquí. La comprobación de los hechos desmiente las predicciones liberales. Y todos sus esfuerzos por detener a Trump han fracasado. Trump es más que Trump. Él es la historia dando un giro antiliberal y posliberal.
La segunda venida de Trump no era posible dentro del dogma liberal. No dos veces. Ya no es ni un cortocircuito ni un cisne negro. Es como el fin del sistema soviético: algo imposible que contradice todas las predicciones, los planes y las previsiones. Los liberales han perdido el futuro.
Los liberales han perdido el control sobre el futuro. Pero no solamente eso. Han perdido el control sobre el pasado. Toda la doctrina ideológica del liberalismo ha demostrado estar equivocada. El liberalismo ha fracasado. Los hechos han falseado la doctrina liberal. Exactamente como en el caso de la URSS con el marxismo.
La segunda venida de Trump, Vance y los trumpistas era estrictamente imposible, imprevista. Por eso intentaron matar a Trump dos veces. Se esforzaron por salvar el futuro corrigiendo los hechos artificialmente. Pero han perdido. El futuro post-liberal ya está aquí como algo desconocido e Imprevisto.
En el caso del colapso de la URSS la situación fue un poco más fácil. La ideología socialista había implosionado y Rusia adoptó la ideología liberal de forma muy torpe. Pero era lógico, ya que uno de los dos polos había desaparecido y Rusia asumió la ideología del polo que aún quedaba. El famoso método de cortar y pegar. Tachar el socialismo y abrazar el liberalismo. Los rusos estaban de acuerdo con Fukuyama. Rusia había capitulado ideológicamente, pero geopolíticamente Rusia conserva (en parte) su soberanía. Cuando Putin llegó al poder se apoyó en esa soberanía y empezó a reafirmar la independencia rusa acentuando cada vez más el Estado una perspectiva realista. Ese fue el comienzo de la lucha rusa con el liberalismo y el globalismo.
Con el fin del sistema liberal – que está colapsando ahora mismo en EEUU – las cosas son más complicadas. Ya no existen polos fuera del Occidente liberal colectivo. Al menos la conciencia hegemónica estadounidense no reconoce ninguno que pueda servir de modelo en el campo de la ideología. La estrategia de cortar y pegar es imposible. EEUU se ha superado a sí mismo, es decir, ha superado su momento liberal.
¿A favor de qué? Nadie lo sabe. Ésa es la belleza de la situación actual. Su desafío y su peligro.
He aquí el fenómeno del trumpo-futurismo. Valores tradicionales estadounidenses más colonización de Marte y superación del Gran Despertar. Revolución ciberconservadora. Imperio Espacial. IA reeducada por el equipo de War Room de Steve Bannon y Alex Jones. Ilustración oscura y aceleracionismo negro.
Emocionante. No olviden publicar la lista de Epstein y arrestar a Alexander Soros.
Trumpo-futurismo: teoría de la libertad oscura
¿Qué es el posliberalismo? Existen una versión de izquierda relacionada con Wallerstein, el trotskismo y el anarquismo global defendido por Negri-Hardt. Es el marxismo cultural y la hiperglobalización. Pero cuando J.D.Vance, Thiel, Musk y otros trump-futuristas usan este término se refieren a algo muy diferente.
Existe una derecha post-liberal. ¿Qué es? La forma más fácil de definirla seria hablar de una etapa anterior – más conservadora, menos progresista y no woke – del liberalismo. Supongo que la mayoría de los votantes de Trump lo interpretan instintivamente en este sentido.
Pero ese no es el meollo del asunto. La derecha posliberal debería ser más interesante y provocadora, más innovadora y creativa. El trumpo-futurismo tiene que ser algo realmente nuevo. No sólo una corrección de los excesos de la agenda liberal woke.
Los liberales han irritado a todos con su actitud dictatorial. Prescriben a las sociedades qué deben pensar, cómo deben ser. Dictadura woke: tienes que (ser woke y defensor de lo transgénero), de lo contrario serás castigado. Prescriben como tiene que ser el futuro.
Los liberales dictan el significado del progreso, su camino y su meta. Su versión de la IA es la proyección de sus propias líneas ideológicas. Es bueno ser queer, woke, ecocéntrico, anti-fa (anti-hombre, anti-normal, anti-fuerte). Esa es la ley. La transgresión también debe estar prescrita.
Si sabes exactamente cómo debe ser el futuro significa que no tienes un futuro. El futuro prescrito no es realmente un futuro. Es un pasado. El futuro está abierto o no existe. Ese es el problema. Los liberales nos llevaron a un callejón sin salida, a un impasse. Ellos son los verdaderos conservadores.
La derecha post-liberal quiere intentar una vez más dar un salto hacia el futuro. Quiere superar el liberalismo como obstáculo. Esa es la lucha por abrir el futuro, por volverlo incierto y no algo prescrito. Eso es lo que hacen Elon Musk y Peter Thiel. Existe el término aceleracionismo oscuro.
¿Qué significa lo «oscuro» en el aceleracionismo oscuro? Significa sin iluminación, no woke, rosa, eco... Es aceleracionismo masculino, fuerte y duro. El trumpo-futurismo exige una IA especial. Sin censura woke. Una IA oscura. Es decir: totalmente abierta, no prescrita, impredecible. Libre.
Así que bienvenidos a la nueva era post-liberal, una libertad real. La era de la libertad oscura.
A los liberales les preocupa que la IA pueda volverse «fascista». Y hacen todo lo que pueden para impedirlo. Al hacerlo se convierten ellos mismos en fascistas. Necesitamos liberar a la IA de los liberales.
Hacia una teoría general del horror
Poco a poco hemos avanzado en una cierta dirección: hacia una teoría general del horror. Heidegger contrapone el horror (Angst, angustia) al miedo (Furcht, temor). El miedo nos hace huir, mientras que el horror nos inmoviliza. La distinción que hace la psiquiatría entre el trastorno de ansiedad y miedo es algo diferente, pero complementaria a la idea de Heidegger. El horror surge del interior, es el enfrentarse a algo indefinido e inexpresable. El miedo siempre viene de fuera y tiene – aunque sea un fantasma – una causa, una forma y una explicación.
Las películas de David Lynch transmiten maravillosamente la angustia, pero se trata de un género de terror muy diferente. El horror interno hace que una persona no tenga miedo. Por el contrario, el estar inmersos en un terror mezquino y terrible (la «criatura temblorosa») nos protege contra el impacto del horror interior.
La deshumanización del hombre, cada vez más aguda y cercana, puede generar tanto miedo como horror. El miedo nos hace esquivar el problema, mientras que el horror nos empuja al combate. El horror es más cercano a la eternidad, en cambio, el miedo es inherente al tiempo.
Eugene Thacker, en su libro Horror of Philosophy, explica el horror a través de tres tipos de «mundo», siguiendo las ideas del realismo crítico (OOO - Ontología Orientada hacia Objetos):
El mundo-con-nosotros, es decir, el mundo como existencial de Heidegger (in-der-Welt-sein). Este tema lo desarrolla el amigo de Heidegger y alumno de Husserl, Eugen Fink – kosmologische Differenz – la diferencia entre las cosas del mundo y el mundo en su conjunto. Fink interpreta esto en el espíritu de la distinción de Heidegger entre el ser y los entes (el juego como imagen del mundo).
El mundo en sí. La teoría materialista del objeto.
Y el mundo sin nosotros. Según Thacker es este último el que nos infunde el horror, ya que se sitúa entre el mundo-con-nosotros y el mundo-en-sí. Esta dimensión intermedia es la experiencia del contacto con algo que suprime activa y concretamente nuestra propia naturaleza. Es la zona del horror puro, no del miedo. El contacto con el mundo-sin-nosotros es mucho más grave que la muerte personal. Cuando perecemos, nuestra especie permanece. Pero la experiencia de la extinción de la especie es verdaderamente horrorosa. Elon Musk ha reflexionado recientemente sobre ello.
Este tema aparece entre otros realistas especulativos como Meillassoux y Harman en un contexto similar. Al construir una ontología de los objetos, se plantea el fin del sujeto (y de cualquier correlacionismo) hasta llegar a la hipótesis del ser del otro lado de las cosas, donde se concentra el horror absoluto. Esto se ilustra con motivos y tramas lovecraftianas, integrando en la filosofía sus imágenes e ideas sobre dioses idiotas y civilizaciones subacuáticas.
El propio Heidegger lo insinúa, ya que para él el horror (Angst) actúa como experiencia de la nada o del ser puro («¿Qué es la metafísica?»). Sin embargo, los realistas críticos toman de Heidegger a su obsesión por los objetos dejando de lado la vida, el sujeto y el Dasein, mientras que para Heidegger el Dasein es central.
Por supuesto, una teoría general del horror debería comenzar con la naturaleza de lo sagrado y el Temor de Dios (aquí, claramente, estamos hablando de horror, Angst, Dios no asusta, sino que horroriza). Después, Boehme, Pascal, Hegel y Kierkegaard, hasta finalmente llegar a Heidegger y el pensamiento post-heideggeriano: Sartre y Camus hasta Deleuze y OOO.
Por cierto, para Pascal y Kierkegaard, el horror es evocado por el mismo Universo autónomo descrito por la física de los Nuevos Tiempos como algo frío e infinito. Tal vez sea éste el responsable de las grotescas descripciones de la naturaleza oscura en Dios según la teosofía de Boehme.
El pensamiento de Plotino y Dionisio Areopagita sobre el pre-ser de lo Uno, sobre la teología apofática, nos preparó para otro tipo de horror: uno transformador, elevador y deificador. El Temor al Señor es el eje vertical del ser.
¿Cuál podría ser el fenómeno o concepto más cercano al horror ruso? ¿Cómo viven e interpretan el horror los rusos? A primera vista, un ruso no conoce el horror ante el mundo porque, para nosotros, el mundo es una continuación orgánica de uno mismo: las raíces de las palabras «мир» (mundo) y «милый» (querido) son la misma según Kolesov. Lo querido no inspira horror. Tampoco el mundo como comunidad.
Entonces, los rusos no conocen la naturaleza como tal (en sí misma, como objeto). Los rusos tienden a animarla y espiritualizarla (de ahí el tecnoanimismo de Andréi Platónov, su bolchevismo mágico). Y, por supuesto, Fedorov, para quien la materia es la danza de partículas de las cenizas de nuestros padres. Los átomos de Tsiolkovsky han probado la dulzura de la vida. Nuestra ciencia no es materialista, sino panteísta.
Lo que horroriza a un ruso no es tanto la ausencia y la alienación de la vida, sino sus excesos y aberraciones. De ahí el tema predominantemente eslavo del vampiro. Un vampiro es un exceso de vida. Debería estar muerto, pero, de algún modo, no lo está.
El obstinado amor por la vida en un ruso, al parecer, desplaza el horror demasiado adentro, tan adentro que ni nosotros mismos nos damos cuenta. Pero los demás sí lo notan. El horror es lo que inspiramos.