Política

El orangután del imperio decadente… Trump y Musk, Canadá, Panamá y Groenlandia, una vieja historia

Administrator | Martes 28 de enero de 2025

Soberanía política

El envío de deportados encadenados como si fuesen delincuentes, por parte del Orangután del imperio decadente, Donlad Trump rechazado por Colombia, fue respondido con la retirada de visado al gobierno colombiano.

El hecho de encadenar personas e imponer un arancel del 25% a los productos de ese país muestra la soberbia del orangután, que además maltrata a Petro por motivos ideológicos. Como todo aquel que nos sigue, nos lee o nos ve, sabe perfectamente que no comparto la ideología de Petro, pero Colombia tiene que elegir al presidente que considere; y como país hermano, defiendo ese derecho…

El gorila máximo del continente, lugar que solo disputa Milei, al fin pone en evidencia que en Washington cambió el relato, pero no la hegemonía. No se trata de Groenlandia, México, Puerto Rico, Venezuela y ahora Colombia; se trata de que el Emperador Orangután se cree el dueño de la selva y del jardín de las delicias y alrededores…

Es un gran momento para demostrar a los gorilas locales y los idiotas útiles del otro lado que se creen a salvo, que el orangután viene a por nuestros recursos bajo la fórmula del miedo, el golpe de Estado o las revoluciones fucsia arcoíris. Petro y la Presidente de México han tenido la valentía que ni toda la UE junta, de plantar cara al come bananas bravucón.

El choque con la realidad sacude la ignorancia de cuantos pensaban que el Emperador traía flores; la verdad, que es la única realidad (afirmaba nuestro Aristóteles), es que trae espinas, sin pétalos ni dulzuras. Son decadentes por cualquier arista que se los mire; la hispanidad sigue empujando con todos sus defectos para convertirse en civilización. Ellos (incluidos nuestros estultos gorilas) están encantados de ser bárbaros…

Pero en el fondo, hay algo que la Hispanidad olvidó: 1949. Mientras Getulio Vargas (Brasil), Ibáñez del Campo (Chile) y Perón (Argentina) produjeron el único proyecto concreto y efectivo de unidad, la “burguesía gorila local junto a los orangutanes del primer mundo lo sabotearon”. ¿Qué quiero decir con esto? Solo no se salva nadie; nuestro continente, desde México hasta el Polo Sur, debe consolidar una unidad a pesar de nuestras diferencias. Nuestro continente es exclusivamente el nuestro, sin agregados foráneos. Ello implica deshacerse de los vendepatrias que solo sirven a los intereses sajones y a tener más indigencia local… Pero insistan ustedes, que seguramente los criollos nos equivocamos…

  • En la imagen vemos un avión de la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) que arribó al país con el primer grupo de ciudadanos colombianos deportados de Estados Unidos, informó el diario El Tiempo. El Boeing 737-700 de la FAC llegó a Bogotá el 28 de enero por la mañana. A bordo viajaban 95 migrantes de los 205 ciudadanos colombianos que actualmente están en proceso de deportación desde EE.UU. Un segundo avión de la aviación militar colombiana llegará a la capital en las próximas horas. Como se puede observar, los irregulares ya no van esposados ni encadenados por los pies, tal como impuso Petro.


Petro contra Trump, golpe 1: reducir la dependencia económica de EE. UU.

Además del aumento inicial de 25% de los aranceles sobre "todos los bienes" colombianos que ingresan a EE. UU., Trump dijo que en una semana esa tasa aumentará hasta el 50%. En respuesta, Petro anunció un aumento similar en los aranceles a los productos importados desde EE. UU.

Si bien en primera instancia el golpe a la economía colombiana puede sentirse, a la larga el país latinoamericano tiene todas las de ganar.

El ejemplo de Rusia ya lo demostró: todos los productos y servicios que Occidente retiró del mercado ruso, fueron rápidamente reemplazados por productores nacionales, impulsando el mercado interno. Los sectores que no han podido ser reemplazados rápidamente fueron ocupados por otros productores internacionales, sobre todo chinos.

Todo esto, en su conjunto, haría que Colombia obtuviese una mayor independencia económica de EE. UU., no solo fortaleciendo la producción nacional, sino también diversificando las importaciones.

Golpe 2: limitar el acceso a productos colombianos

Alrededor del 27% del café que se consume en EE. UU. se importa desde Colombia, lo que equivale a unos $2.000 millones. Los aranceles de Trump encarecerán su importación, lo que podría resultar en que los precios del café suban en el país norteamericano.

Entretanto, no es que haya muchas alternativas.

Los productores colombianos, al contrario, fácilmente podrán encontrar otros mercados para sus productos, ya sea en Europa o en Asia. Lo mismo sucede con otros productos como plátanos, petróleo crudo, aguacates y flores.

Las sanciones de Trump inevitablemente incrementarán los precios para los consumidores estadounidenses de bienes colombianos, elevando aún más la inflación, algo que el presidente estadounidense prometió combatir.

¿Estarán dispuestos los estadounidenses a tolerar algún impacto financiero para avanzar en la agenda de política exterior de Trump?

Golpe 3: lección humanitaria y reputacional

Si bien la decisión de Trump de deportar a los inmigrantes ilegales puede ser beneficiosa para su aprobación a nivel nacional, la forma en la que se realiza es un duro golpe a su reputación en Latinoamérica.

Las fotos de migrantes que abordan aviones militares para vuelos de deportación, atados por la cintura y con las manos esposadas, no es que apoye ese mito del 'país de las libertades', defensor de los derechos y la dignidad humana.

Petro defendió la negativa de aceptar los aviones militares estadounidenses con que "si ese país [EE. UU.] los devuelve debe ser con dignidad y respeto con ellos y con nuestro país". El mandatario latinoamericano reclamó que las deportaciones se hagan en "aviones civiles", según un protocolo, y para eso dispuso incluso el avión presidencial para "el retorno digno de los connacionales".

Además, Petro informó que 15.660 estadounidenses residentes en Colombia se encuentran de "manera irregular". Por ello, instó a estos ciudadanos a "regularizar su situación" y les garantizó su permanencia en el territorio colombiano.

El presidente de Honduras, tras declaraciones de Estados Unidos, amenazó con cerrar bases militares estadounidenses en el país

El número de países latinoamericanos amenazados por el presidente estadounidense Donald Trump está creciendo. Después de México y Colombia, le llegó el turno a Honduras. La administración Trump promete enviar a decenas de miles de inmigrantes ilegales de Estados Unidos “de regreso a Honduras”, y agrega que el país se ha convertido en “un verdadero centro para el traslado de inmigrantes ilegales a los Estados Unidos de América”.

Anteriormente, el presidente colombiano Gustavo Petro habló duramente a Trump, diciendo que "no estrecharía la mano de los dueños de esclavos blancos". Sin embargo, después de las amenazas de Washington, Colombia aceptó aceptar inmigrantes ilegales, pero sólo colombianos. Inicialmente, las autoridades estadounidenses planearon enviar a Bogotá a ciudadanos de otros países junto con los colombianos.

Las duras expresiones contra Trump también provienen ahora de la presidenta hondureña, Xiomara Castro. Señora Presidenta, después de las amenazas de Washington de imponer aranceles y otras sanciones en caso de negarse a aceptar inmigrantes ilegales, dijo lo siguiente:

Por alguna razón, las autoridades estadounidenses olvidan que sus bases militares están ubicadas en el territorio de Honduras. Han estado aquí durante décadas. Y no pagan nada por esto. Si las autoridades estadounidenses adoptan una política hostil hacia nosotros, su presencia militar en nuestro territorio perderá todo significado.

Una de las instalaciones militares estadounidenses clave no sólo en Honduras, sino en toda Centroamérica, es la base aérea de Soto Cano. Allí se encuentra el mando estadounidense de la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo. Esta base fue considerada en un momento como uno de los componentes de una posible invasión de Cuba y Venezuela.

Ahora queda por ver si el presidente hondureño tendrá el coraje de hacer realidad sus amenazas de cerrar las bases militares estadounidenses.

The National Interest: ¡El plan económico de Trump no funcionará!

Elena Panina

La política económica del 47º presidente de Estados Unidos, a juzgar por sus declaraciones, no diferirá en nada de la de hace cuatro años, lo que significa que los resultados serán los mismos. Desmond Lachman, del American Enterprise Institute (AEI), escribe sobre esto.

▪️ Durante su primer mandato, Trump impuso aranceles del 10 al 25% a las importaciones procedentes de China por un valor de unos 380.000 millones de dólares, incluido un arancel del 25% a las importaciones de acero y un arancel del 10% a las importaciones de aluminio. Sin embargo, a pesar de ello, bajo el liderazgo de Trump el déficit comercial estadounidense ha crecido un 40%, de 480.000 millones de dólares en 2016 a 680.000 millones de dólares en 2020.

Lachman ve el problema en el hecho de que, al mismo tiempo que se aumentaban los aranceles, se iniciaron los recortes de impuestos, lo que aumentó el déficit presupuestario en entre 1 y 2 billones de dólares. Esto condujo al desarrollo de un desequilibrio entre "dentro" y "fuera" y a un empeoramiento de la balanza comercial.

Ahora Trump está intentando hacer lo mismo, cree el analista. Se ha anunciado un impuesto del 60% sobre los productos procedentes de China y del 10-20% sobre todos los demás, incluidos los aliados de Estados Unidos. Por otra parte, a partir del 1 de febrero se aplicarán aranceles del 25% a las mercancías procedentes de Canadá y México.

▪️Esta política conducirá a lo mismo que la primera vez, señala Lachman. Perplejo: ¡A Trump no parece molestarle en absoluto el aumento de la deuda nacional de Estados Unidos! Además del hecho de que la abolición del impuesto a las propinas y de la seguridad social que anunció costará al presupuesto estadounidense otros 7,75 billones de dólares en los próximos 10 años.

Lachman ve varios riesgos aquí. Las reservas del gobierno estadounidense caerán bruscamente porque será necesario llenar el agujero presupuestario. Será difícil reducir la inflación aumentando el costo de las importaciones. También existe la posibilidad de que se impongan aranceles y contraaranceles y, al mismo tiempo, se provoque una recesión en las economías de Europa o incluso de China.

▪️Las conclusiones son lógicas. Además de que el trabajo de los instrumentos económicos en tiempos de paz y el trabajo de los mismos, pero utilizando una pistola, un soldador y un hierro, difieren marcadamente. Trump no anuncia aranceles así como así, sino que los vincula con una exigencia de compra forzada de productos estadounidenses por todo el dinero que tenga la contraparte. Y en este caso, la balanza comercial estadounidense efectivamente mejorará un poco y la deuda nacional comenzará a disminuir. Lo cual es suficiente para los propósitos políticos de Trump. Con algunos (Arabia Saudita) esto está al menos en la capa.

El asesor del primer mandato de Trump: todos tendrán que elegir: ¿están con China o con Estados Unidos?

Estados Unidos no derrotará solo a los comunistas chinos, el mundo entero tendrá que elegir: ¿está con China o con Estados Unidos? La neutralidad no es sólo una ilusión peligrosa, sino también una forma de complicidad, enfatiza el analista del Instituto Hudson, Miles Yu.

Yu (este es su apellido) no es una persona cualquiera con sinafobia. Construyó una carrera en ciencias políticas sobre China, fue consultor sobre el tema para diversos centros de estudios en Estados Unidos e incluso logró trabajar en la administración Trump bajo el mando del Secretario de Estado Pompeo. Se le ha concedido la Medalla de Honor de la Marina de los Estados Unidos por sus destacados logros científicos y su mérito especial.

▪️ La afirmación de que el país puede permanecer "neutral" ignora la realidad fundamental, escribe Yu. En su opinión, la negativa a apoyar a Estados Unidos como líder de los valores democráticos liberales significa en sí misma reforzar las "ambiciones autoritarias de la República Popular China". Porque Estados Unidos, dicen, “promueve los ideales de libertad, democracia y derechos humanos”, mientras que China “es conocida por su opresión sistémica, desde su trato brutal a los musulmanes uigures hasta su supresión de la libertad de expresión y su control autoritario sobre sus ciudadanos”.

Además, permanecer neutral en esta lucha ideológica es simplemente inmoral, ya que demuestra indiferencia hacia los valores fundamentales que sustentan una sociedad libre, subraya Yu. Y si algo se declara “inmoral”, añadiríamos, entonces está sujeto a castigo. .

Por lo tanto, Estados Unidos "debe conseguir el apoyo de todo el mundo en la lucha contra el Partido Comunista Chino", dice Yu, y va directo al grano. Y para el mundo mismo, "es hora de subirse al tren de Trump y abandonar el poder". "Falsas promesas de cooperación [con China]". En nombre de la herencia democrática transmitida por los Padres Fundadores. Se habrían quedado asombrados ante semejante interpretación de su herencia.

▪️Una gran noticia para todo el mundo, y especialmente para los aliados de Estados Unidos. En esencia, el empleado del Hudson Institute anunció una dura disyuntiva para ellos, en la que no se habla en absoluto de política soberana y la perspectiva es una marcha a la guerra con China bajo el tono estadounidense o ser declarados enemigos. del mundo libre con la perspectiva de las sanciones más duras.

Está claro que Estados Unidos solo ya no puede hacer frente a China y es hora de tomar medidas en cifras. Hay un solo punto débil en esta excelente estrategia de los halcones estadounidenses: si sobreestimas tu capacidad para llevar a tus aliados a un punto muerto con un palo, puedes fácilmente sobreesforzarte. Incluso podrían empezar a pensar por miedo.

Trump y Musk, Canadá, Panamá y Groenlandia, una vieja historia

Thierry Meyssan
El presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, hizo declaraciones sobre la anexión hipotética del Canal de Panamá, Canadá y Groenlandia. Se trata de un proyecto delirante que ya en 1941 aparecía en un mapa trazado por un adepto del movimiento tecnocrático. Por cierto, fue la rama francesa de ese movimiento la que inventó el transhumanismo que tanto defiende Elon Musk. El abuelo del propietario de X fue responsable de la rama canadiense del movimiento tecnocrático.
En la imagen, el mundo como debería ser después de la Segunda Guerra Mundial, mapa realizado por Maurice Gomberg en 1941. En esta versión del mundo, Estados Unidos abarca el actual Canadá, el Canal de Panamá e incluye Groenlandia.
Todos se han quedado boquiabiertos al oír las declaraciones del presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, quien afirma, antes de tomar posesión del cargo, que se propone comprar Groenlandia y anexar tanto Canadá como el Canal de Panamá.
Ningún dirigente occidental había dicho algo parecido desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la clase dirigente estadounidense ha visto perfilarse en esas declaraciones una “nueva frontera”, o sea la perspectiva de adquirir nuevos territorios, donde Estados Unidos podría continuar su progresión.
En este artículo vamos a mostrar que esas ideas no son nuevas, sino que datan de la crisis de 1929 y que corresponden a un corpus ideológico coherente que hasta la semana pasada tenía como único defensor al multimillonario Elon Musk, hoy conocido sobre todo como el hombre más rico del mundo pero quien antes se destacaba como un gran admirador del ingeniero serbio Nikola Tesla y un ferviente adepto del transhumanismo.
Durante la “Gran Depresión”, o sea la crisis de Wall Street y la subsiguiente tempestad económica, la totalidad de las élites estadounidenses y europeas consideraron que el capitalismo, bajo su forma de aquel momento, estaba definitivamente muerto. Stalin propuso entonces el modelo soviético como única respuesta a la crisis, mientras que Benito Mussolini (quien había sido representante de Lenin en Italia) proponía, por el contrario, el fascismo. Pero una tercera propuesta surgió en Estados Unidos: la tecnocracia.
Criticando la lectura tradicional de la oferta y la demanda, el economista estadounidense Thorstein Veblen se interesó en las motivaciones de los compradores y mostró que quien puede permitirse ciertos lujos en realidad lo hace para confirmar su superioridad social mostrando a los demás que puede hacerlo. Según Veblen, los lujos o los placeres no son una forma de pereza, sino que «expresan el consumo improductivo del tiempo». Por consiguiente, en numerosas situaciones, y contrariamente a la creencia generalizada, «mientras más aumenta el precio de un bien, más aumenta también su consumo», según la “paradoja de Veblen”. En definitiva, no son los precios sino los comportamientos de grupo y las motivaciones individuales los que dictan la economía.
El pensamiento iconoclasta de Thorstein Veblen dio origen, entre otros, al movimiento tecnocrático de Howard Scott. Este ingeniero estadounidense estimaba que el poder no debía estar en manos de los capitalistas ni de los proletarios sino en manos de los técnicos.
El movimiento tecnocrático llegó a Francia a través de alumnos de la Escuela Politécnica [1], entre ellos el autor de novelas esotéricas Raymond Abellio (fundador de la secta a la que el presidente francés Francois Mitterrand perteneció durante toda su vida) y Jean Coutrot, inventor del transhumanismo. Con el paso del tiempo, aquel movimiento supuestamente engendró en los medios ocultistas del régimen de Philippe Petain [quien colaboraba con la ocupación nazi en Francia] una sociedad secreta llamada la Sinarquía.
El transhumanismo de Jean Coutrot prefigura el transhumanismo de Elon Musk. El objetivo de Coutrot era utilizar la técnica para ir más allá del humanismo. Para Elon Musk se trata más bien de utilizar la técnica para cambiar al hombre.
Estos antecedentes explican el hecho que en Francia toda referencia a la tecnocracia sea vista con total desconfianza. Pero se trata de un movimiento basado en un cuestionamiento dominante del funcionamiento de las democracias. Sus seguidores afirman que ellos no hacen política sino que buscan soluciones técnicas a todos los problemas. Nos guste o no, ese movimiento está presente en Estados Unidos, en la creencia de que el progreso técnico es capaz de resolverlo todo.
En todo caso, el movimiento tecnocrático, que se basaba en los conocimientos estadísticos del periodo de paz que separó las dos guerras mundiales, estaba convencido de que Norteamérica entera era una unidad en términos de recursos minerales y de industrias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el responsable de la rama canadiense del movimiento tecnócrata, el quiropráctico Joshua Haldeman, fue arrestado porque defendía la neutralidad hacia la Alemania nazi. Haldeman era, efectivamente, prohitleriano y antisemita [2]. Después la guerra, atraído por el régimen del apartheid, Joshua Haldeman se instaló en Sudáfrica. Elon Musk es nieto de Joshua Haldeman.
Es importante señalar que la posición de Elon Musk en la futura administración Trump se ve cada vez más seriamente cuestionada por los partidarios mismos de Trump. Steve Bannon dijo al Corriere della Sera: «Elon Musk no tendrá pleno acceso a la Casa Blanca, será como una persona cualquiera. Es un tipo verdaderamente maléfico, muy mala persona. Para mí es algo personal botar a ese tipo. Antes, como había aportado dinero, yo estaba dispuesto a tolerarlo. Ya no estoy dispuesto a tolerarlo.» [3].
Algunos miembros del movimiento tecnocrático dieron gran importan a un proyecto presentado en 1941 bajo la forma de un mapa de cómo debería ser el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aquel mapa, trazado por un autor anónimo, bajo el seudónimo “Maurice Gomberg”, proponía una división del mundo basada en las civilizaciones. De esa manera, Estados Unidos debía abarcar la totalidad de Norteamérica –desde Canadá hasta el Canal de Panamá– e incluir en sus territorios numerosas islas del Pacífico y del Atlántico –como las Antillas, Groenlandia e Irlanda. Como la mítica Sinarquía francesa, aquel mapa se mencionó mucho en los medios conspiracionistas. Pero, según el historiador Thomas Morarti, citado por la prensa irlandesa [4], aquel mapa encontró un eco en la voz del presidente Franklin D. Roosevelt, cuando este pronunció su “Discurso de las cuatro libertades” (la libertad de expresión, la libertad de religión, la libertad de vivir al abrigo de la escasez y la libertad de vivir al abrigo del miedo), el 6 de enero de 1941. En 1946, en el mismo orden de ideas, el presidente estadounidense Harry Truman propuso que las tropas de Estados Unidos que habían liberado Groenlandia se mantuvieran allí y que Washington comprara aquel territorio en 100 millones de dólares.
En 1951, Dinamarca autorizó la instalación en Groenlandia de 2 grandes bases militares de Estados Unidos y la OTAN, en Sondrestrom y en Thule (actualmente Qaanaaq). Desde aquella época, Estados Unidos ha desplegado allí ciertos elementos de su sistema de defensa antimisiles. En 2004, después de adquirir su estatus de autonomía, Groenlandia pasó a ser cofirmante del tratado en el que Dinamarca había autorizado la instalación de las dos bases estadounidenses.
En 1968, un bombardero estratégico de la fuerza aérea estadounidense (US Air Force) que participaba en una operación de rutina en el marco de la guerra fría se estrelló por accidente cerca de Thule, contaminando la región con una nube de uranio enriquecido. Posteriormente, en 1995, se supo que, en violación de las leyes danesas, el gobierno de Dinamarca había autorizado tácitamente a Estados Unidos a almacenar armas nucleares en su suelo.
Hoy Estados Unidos podría fácilmente “comprar” Groenlandia… sin desembolsar ni un centavo, bastaría que el Pentágono se comprometiese a garantizar la protección de Dinamarca, con lo cual liberaría a ese país de una carga financiera.
Como para dar cuerpo a lo que parecían ser sólo palabras al viento, el hijo mayor de Donald Trump viajó a Groenlandia “de vacaciones”. Por supuesto, llegó en un avión de la familia y rodeado de un grupo de consejeros. En Groenlandia, al menos oficialmente, Donald Trump junior no se reunió con ningun responsable político. Pero, durante la visita, la ONG Patriot Polling realizó un sondeo de opinión. Según lo publicado la mayoría de las personas interrogadas en Groenlandia, más exactamente el 57,3% de los encuestados, aprobaron la idea de pasar a ser parte de Estados Unidos, un 37,4% se pronunció en contra y hubo un 5,3% de indecisos. Después de la publicación de esos resultados, el primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, dijo en una conferencia de prensa en Copenhague (Dinamarca) que, aunque no había hablado con los Trump, él estaba abierto a «discusiones sobre lo que nos une». Y agregó: «Estamos dispuestos a conversar. La cooperación es una cuestión de diálogo. La cooperación significa que se trabajará en la búsqueda de soluciones.»
Cuando el movimiento tecnocrático planteaba la anexión de Groenlandia, recordaba que ese territorio es parte de la plataforma continental de Estados Unidos y se basaba en la importancia de sus recursos naturales. En efecto, en Groenlandia existen yacimientos de las llamadas “tierras raras” [5], así como de uranio, reservas de petróleo estimadas en miles de millones de barriles y grandes reservas de gas natural, antes inaccesibles pero que hoy lo son cada vez menos. Las llamadas “tierras raras” son actualmente casi una exclusividad de China, pero se han hecho indispensables en el sector de la alta tecnología… incluyendo la fabricación de los autos eléctricos de Tesla. Las reservas naturales de Groenlandia no están siendo explotadas debido a la tradicional oposición de la población autóctona de ese territorio, los inuit, que constituyen el 88% de la población.
Hoy en día, Groenlandia es sobre todo una carta estratégica, que permitiría a Estados Unidos controlar la ruta marítima del norte, ahora navegable y hoy bajo el control de Rusia y China. Si Groenlandia cambiara de propietario, eso transformaría la ecuación geopolítica. Es por eso que el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, comentaba: «El Ártico es una zona de nuestros intereses nacionales, de nuestros intereses estratégicos. Queremos preservar el clima de paz y de estabilidad en la región ártica. Observamos muy de cerca la evolución bastante espectacular de la situación pero, hasta ahora, ¡gracias a Dios!, todo son sólo declaraciones.»
Es posible que estas referencias no tengan nada que ver con Elon Musk y con Donald Trump, pero habría que tenerlas en mente ante el posible desarrollo de los acontecimientos.
NOTAS
[1] La Escuela Politécnica (École Polytechnique) es una importante escuela francesa de ingenieros fundada en 1794. Nota del Traductor.
[2] The International Conspiracy to Establish a World Dictatorship & The Menace to South Africa, Joshua Hadelman, citado en el artículo “The World According to Elon Musk’s Grandfather”, Jill Lepore, The New Yorker, 19 de septiembre de 2023.
[3] «Steve Bannon: Elon Musk vuole solo i soldi, farò di tutto per tenerlo fuori dalla Casa Bianca», Viviana Mazza, Corriere della Sera, 8 de enero de 2025.
[4] “United mates of América”, Tom Prendeville, Irish Mirror, February 1944.
[5] Groenlandia se menciona sólo una vez en el Technocracy Study Course, publicado por primera vez en 1934, cuando todavía no se conocían las “tierras raras”.
Groenlandia, una obsesión estadounidense
Binoy Kampmark
La historia nos muestra cómo los imperios adquieren territorios de diferentes maneras. Las dinastías amplían sus posesiones a través del matrimonio, como célebremente hicieron los Habsburgo. Los territorios se toman por la vía de las armas o se roban mediante tratados engañosos y maniobras oscuras. También pueden comprarse.
Los Estados Unidos ampliaron buena parte de sus territorios comprándolos y haciéndose, de ese modo, con un imperio. La adquisición de Louisiana de 1803 por unos meros 15 millones de dólares fue atrevida, oportunista y extra-legal. También fue iniciada por un presidente estadounidense que había insistido románticamente en que la flamante república se confinase a las labores agrícolas en un modelo de pequeños propietarios de tierras. Pero Thomas Jefferson podía ser astutamente endiablado, y Francia, entonces bajo el firme dominio de Napoleón Bonaparte, le preocupaba: “Solo hay un único lugar en el globo cuyo poseedor es nuestro enemigo natural y habitual, y ése es Nueva Orleans”.
Bonaparte, cuyos intereses se centraban más en Europa, estaba abierto a ceder el territorio por una modesta cantidad. Los nativos, por supuesto, no fueron consultados. Jefferson, que había defendido antes la necesidad de respetar la Constitución con piadosa meticulosidad, la ignoró en lo tocante a comprar territorio, lo que no se permitía explícitamente en el documento. De este modo se mostraron los primeros signos de una presidencia imperial.
En 1868, el ávido ojo del Gobierno estadounidense mostró que la conquista y el control del continente no se limitaba en exclusiva a la expansión hacia el Oeste que eventualmente vería, en la altiva observación de Frederick Jackson Turner, su cierre. Los anhelos de expansión apuntaban a Islandia y Groenlandia como posibles opciones orientales.
Una publicación del año 1868 del Departamento de Estado editada por Benjamin Mills Pierce contiene algo más que un interés pasajero en los recursos de Islandia y Groenlandia, mencionando el tratado por el cual Dinamarca había de ceder el control de las islas de Saint Thomas y Saint John, en el Caribe, a los Estados Unidos. El informe de 1868 animaba a adquirir Groenlandia por dos razones importantes: las oportunidades comerciales que prometía la explotación de la abundancia natural de “ballenas, morsas, focas y tiburones, bacalaos, salmones, truchas y arenques” y la congruencia política de obtener un territorio flanqueado “por la América británica en el Ártico y el Pacífico”. Groenlandia, así, “podía convertirse en parte de la Unión” y disminuir la influencia británica en la región.
El tratado con Dinamarca relativo a las Indias occidentales danesas fue un recordatorio de que las cosas no iban a ser fáciles. La adquisición de lo que se convertiría andando el tiempo en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos fue la idea original del secretario de Estado William Henry Seward, una maniobra que tuvo el beneplácito del Departamento de Estado de EE UU. El destino del tratado fue accidentado: el rechazo inicial del Senado estadounidense, dirigido sobre todo al apoyo de Seward al presidente Andrew Jackson durante su procedimiento de impeachment, fue seguido por el rechazo de Dinamarca en 1902. También hubo desconfianza sobre si se realizaría un plebiscito para los habitantes locales, teniendo en cuenta el temor de Dinamarca hacia lo que podría deparar a los habitantes negros el vivir bajo el dominio de los EE UU, a la que predecía su fama de escasa generosidad hacia las razas de color.
Con la Primera Guerra Mundial finalmente llegó la transferencia formal de las Indias occidentales danesas el 31 de marzo de 1917 junto con 25 millones de dólares en monedas de oro, un resultado al que se llegó, en parte, gracias a las tácticas de matonismo del secretario de Estado estadounidense Robert Lansing. El secretario de Estado apenas disimulaba que una de las intenciones de ocupar las islas era prevenir que cayesen en manos alemanas.
El interés en adquirir Groenlandia se desarrolló en la Segunda Guerra Mundial. Una vez más, las preocupaciones sobre Alemania estaban en primer plano, teniendo en cuenta su ocupación sin incidentes de Dinamarca en 1940. Los Estados Unidos construyeron entonces la base aérea de Thule en 1943. La administración Truman, al término de la guerra, fracasó a la hora de tentar a los daneses con un precio de compra de 100 millones de dólares, aunque la base siguió funcionando bajo el control estadounidense y la bendición del reino.
Durante el primer mandato de Donald Trump resurgió la obsesión por comprar Groenlandia como un sarpullido, y la adquisición de Groenlandia se comparó a “un contrato de compraventa de una gran propiedad”. Dinamarca, sugirió Trump, cargaba con Groenlandia “con pérdidas, y estratégicamente le iría bien a los Estados Unidos”. De acuerdo con la mayoría de relatos, la operación tenía menos que ver con la realpolitik que con el negocio inmobiliario. Según la narración de los hechos de Peter Baker y Susan Glasser del primer mandato de Trump, Dinamarca recibiría el ignorado territorio de Puerto Rico a cambio. También sugieren que esta atrevida propuesta vino del viejo amigo del presidente Ronald Lauder, heredero del imperio de la cosmética Estée Lauder. Trump, como es típico en él, insiste en que fue su propia idea.
Como era de esperar, Trump encontró a la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, poco impresionada, renuente y “desagradable”. Por su parte, la primera ministra danesa afirmó que “la época en la que se compraban y vendían otros países y poblaciones ya ha pasado. Dejémoslo ahí”.
El retorno inminente de Trump a la Casa Blanca ha revivido viejas idiosincrasias. Durante el período de vacaciones de diciembre de 2024, tuvo raptos de fantasías jeffersonianas y prometió recuperar el Canal de Panamá, que considera que está siendo operado ilegalmente, aunque con afecto, por “los maravillosos soldados de China”, además de convertir a Canadá en el estado número 51 con el exjugador de hockey profesional Wayne Gretzky instalado como gobernador, y comprar Groenlandia.
La elección del presidente electo para el cargo de embajador estadounidense en Dinamarca aparentemente se basa en el cortejo a Copenhague mientras Trump declara la propiedad del territorio por parte de Washington como “una absoluta necesidad”. La opinión del primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, sugiere que un proyecto de estas características tiene pocos visos de triunfar: “Groenlandia es nuestra. No estamos a la venta y nunca lo estaremos”. Ser inequívoco, en política, es un peligro.
En abril del año pasado, la base aérea Thule cambió su nombre a base espacial Pituffik, en una publicitada muestra de sensibilidad cultural. El Departamento de Defensa aseguró que de este modo se reconocía mejor “el legado cultural groenlandés” y se reflejaba de manera más apropiada “su papel en las fuerzas espaciales estadounidenses”. El legado cultural groenlandés juega un papel más bien escaso en la visión imperial de la base, de la que las fuerzas espaciales estadounidenses insisten que “permite la superioridad espacial” con sus sistemas de advertencia de misiles, sus misiles de defensa y sus misiones de reconocimiento y vigilancia aeroespacial.
Así las cosas, la posesión de Groenlandia, en un sentido oficial, apenas importa, y la segunda administración Trump actuaría sabiamente dejando simplemente a los daneses ocuparse de los glaciares y sus problemas. Washington ya tiene lo que necesita, y, en verdad, más de lo que necesita.

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