Xavier Villar
Como en aquellos momentos históricos, el declive del orden internacional liberal surgido en la década de 1990 genera tanto expectativas como incertidumbre, mientras las certezas del pasado, con sus luces y sombras, comienzan a desmoronarse.
El golpe definitivo a este orden, según estos mismos expertos, vino cuando Estados Unidos, que en los años 90 y 2000 se erigía en su principal garante, comenzó a desmantelarlo pieza por pieza. De hecho, según la revista Foreign Policy, bajo el liderazgo de Donald Trump, el país se ha convertido en la mayor potencia revisionista del mundo. Hasta hace poco, el término “revisionista” se aplicaba en Occidente a China y Rusia, en referencia a su intento de alterar el statu quo global. Sin embargo, en los últimos meses, también se ha comenzado a asociar con Estados Unidos, cuya deriva política es cada vez más iliberal.
Estas tendencias se reflejan, según Foreign Policy, en los principios que definen el nuevo orden político emergente: una economía internacional dominada por un enfoque transaccional de suma cero, donde las ganancias de unos implican pérdidas para otros, y una política de poder inspirada en la lógica de Tucídides, en la que “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”.
Este reajuste del orden liberal occidental está teniendo un impacto directo en Asia Occidental y, en particular, en Irán. Según analistas iraníes como Mohsen Baharvand, Europa se encuentra en una posición ambigua: por un lado, busca alternativas que le permitan reducir su dependencia de Estados Unidos, pero por otro, continúa enviando señales de alianza a Washington.
En este contexto, Baharvand sostiene que Europa podría recurrir al mecanismo de “snapback” (reimposición de sanciones) como una forma de alinearse con la estrategia estadounidense. Es decir, convertir el “caso Irán” en un eje central de su relación con EE.UU., utilizando la reactivación de las sanciones y otros asuntos vinculados a Teherán como una vía para reforzar su vínculo con Washington.
La Unión Europea podría optar por una postura más independiente en su relación con Irán, alejándose de la línea de Estados Unidos. El desacuerdo en torno a la guerra en Ucrania y la creciente injerencia de Washington en los asuntos internos europeos podrían llevar a Bruselas a desmarcarse de la estrategia estadounidense en Oriente Próximo.
Sin embargo, este escenario se enfrenta a un obstáculo estructural: Europa sigue interpretando la política exterior bajo los mismos esquemas heredados de la Guerra Fría, con EE.UU. como eje del orden internacional y la UE como su socio secundario. En consecuencia, los europeos continúan creyendo que no pueden actuar en el tablero global —e Irán no es una excepción— sin el liderazgo de Washington.
Los analistas iraníes comparten esta visión. Sostienen que Europa carece de la capacidad para definir una política independiente hacia Irán, independientemente de su grado de alineación o fractura con EE.UU. Las declaraciones de la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, parecen confirmar esta percepción. La semana pasada, antes de la visita de Volodímir Zelenski a la Casa Blanca, Kallas señaló: “Miren al mundo: Irán, Rusia, China y Corea del Norte cooperan entre sí. Para hacer frente a este eje, necesitamos unidad”.
Preguntada sobre la postura de la UE hacia Teherán, la diplomática estonia admitió que la discusión se había pospuesto: “Queríamos hablar sobre Irán, pero debido a la ausencia de algunos ministros de Exteriores, la reunión quedó aplazada hasta marzo”. Sus palabras reflejan la incertidumbre de Bruselas, atrapada entre la presión de Washington y la necesidad de redefinir su estrategia en un contexto de crecientes tensiones con su aliado tradicional.
Pese a estas dudas, las oportunidades que Irán ofrece a la UE son evidentes. Su posición geográfica, que lo convierte en un puente entre Europa, Asia y África, le otorga un papel estratégico en la reconfiguración del orden global. En un escenario de crisis y disputas comerciales, Teherán representa un nodo clave para que Europa refuerce sus lazos con Asia y Oriente Medio sin depender de Estados Unidos.
Para consolidarse como una potencia global, la UE necesita una red de relaciones propia e independiente de otras potencias. En este sentido, la ubicación de Irán le proporciona un acceso terrestre directo a las economías emergentes del este de Asia. Además, el contexto actual es inédito: nunca antes la brecha entre Washington y Bruselas había sido tan profunda, lo que abre un margen de maniobra sin precedentes para la política exterior iraní.
En este nuevo tablero, Teherán enfrenta dos escenarios aún inciertos. Por un lado, la posibilidad de que, pese a sus desencuentros, Europa y Estados Unidos mantengan una alianza estratégica en lo relativo a Irán. Por otro, la oportunidad de que la crisis entre ambas potencias le permita forjar con la UE una relación más pragmática y beneficiosa que la pasividad o la confrontación.
En las capitales europeas, la alarma es palpable. Varios responsables políticos y analistas han comenzado a plantear la posibilidad del fin de la OTAN y, en términos más amplios, del fin de Occidente tal y como lo conocemos. La incertidumbre se intensifica ante las decisiones de Washington: ¿Será que Estados Unidos busca socavar la supervivencia de Ucrania como nación soberana? ¿Está Donald Trump llevando a cabo una “inversión de Kissinger” al tratar de seducir al presidente ruso Vladimir Putin para que abandone su alianza con Xi Jinping y forme una inesperada colaboración con Washington? Un abismo de desconfianza transatlántica se abre entre ambos lados del Atlántico.
Ante este panorama, Europa se enfrenta a una nueva realidad: el respaldo militar y estratégico de la OTAN y de Estados Unidos ya no es una garantía incuestionable. Lo que antes era una sólida arquitectura de seguridad comienza a desmoronarse, dejando paso a una estructura debilitada y expuesta a una erosión progresiva. En este escenario, la única opción viable para la Unión Europea será adaptarse al cambio, buscando nuevas alianzas y redefiniendo su papel en un mundo en plena reconfiguración.
El papel de Irán en la lucha contra el terrorismo global y la promoción de la paz
Seyed Pezhman Madani *
Si bien la República Islámica de Irán es con frecuencia retratada de manera negativa, sus esfuerzos en la lucha contra el terrorismo, su apoyo a la estabilidad regional y su contribución a la paz global han sido significativos.
El rol de Irán en frenar la expansión del extremismo violento, estabilizar regiones volátiles y fomentar la diplomacia ofrece recursos valiosos para los esfuerzos globales contra el terrorismo, beneficiando tanto a la región como al mundo en general.
Uno de los aspectos más destacados de la contribución de Irán a la seguridad global es su participación activa y constante en la lucha contra el terrorismo, especialmente contra grupos como Daesh, Al-Qaeda y otras organizaciones extremistas.
Estos grupos no solo representan una amenaza para Asia Occidental, sino que también tienen repercusiones globales, afectando a países de Europa, Norteamérica y más allá. Las acciones estratégicas de Irán en Irak, Siria y Líbano han sido cruciales para evitar la expansión de redes terroristas transnacionales.
En Irak y Siria, donde los terroristas takfiríes de Daesh representaban una amenaza significativa, la presencia militar e inteligencia de Irán fue esencial para desmantelar al grupo. La cooperación entre las Unidades de Movilización Popular (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe) y el gobierno iraquí desempeñó un papel clave en la erradicación de la organización terrorista y en la prevención de su expansión hacia Europa y Estados Unidos.
La intervención militar directa de Irán en la lucha contra Daesh redujo significativamente la capacidad del grupo para lanzar ataques a gran escala en otras partes del mundo, mejorando así la seguridad global.
El resurgimiento potencial de estas organizaciones terroristas sigue siendo una amenaza latente, no solo para Asia Occidental, sino para la paz global, lo que hace que la implicación de Irán sea un factor clave en su contención.
La Unión Europea y Estados Unidos también han sufrido las consecuencias de organizaciones terroristas que, en su origen, fueron creadas o apoyadas por potencias occidentales en Asia Occidental, como reconoció el expresidente estadounidense Donald Trump. Estos ataques evidencian los peligros que representan los elementos radicalizados.
El papel estratégico de Irán en la prevención de la expansión del terrorismo no puede ser subestimado. Al contrarrestar activamente a las organizaciones terroristas dentro de la región, Irán ha ayudado a frenar el flujo de combatientes mercenarios extranjeros y a limitar la capacidad operativa de grupos que podrían atacar a Europa o América del Norte.
Al respaldar a gobiernos locales y grupos de resistencia, Irán también ha impedido que estas organizaciones terroristas establezcan bastiones desde los cuales puedan entrenar y lanzar ataques contra naciones de todo el mundo.
Además, la extensa red de inteligencia de Irán, profundamente arraigada en la región, ha proporcionado información valiosa sobre los movimientos y operaciones terroristas.
Esta inteligencia ha sido compartida con actores internacionales, incluidos Europa, China, Rusia y otros, lo que demuestra aún más el papel crucial de Irán en los esfuerzos de lucha contra el terrorismo. A pesar de las tensas relaciones diplomáticas entre Estados Unidos e Irán, la cooperación en materia de inteligencia ha contribuido innegablemente a la seguridad global, particularmente en Europa, donde el riesgo de terrorismo sigue siendo elevado.
El enfoque de Irán para combatir el terrorismo y promover la estabilidad contrasta marcadamente con las políticas de algunas naciones occidentales. Estados Unidos y las potencias europeas han recurrido con frecuencia a intervenciones militares para abordar el terrorismo y la inestabilidad regional, lo que a menudo ha resultado en conflictos prolongados y consecuencias no deseadas. Las guerras impuestas a Irak y Afganistán, por ejemplo, provocaron una gran pérdida de vidas, desplazamientos y una inestabilidad regional con efectos que trascendieron Asia Occidental.
En contraste, aunque el enfoque de Irán no está exento de complejidades, a menudo ha consistido en apoyar a actores locales, proporcionar inteligencia y participar en esfuerzos diplomáticos.
Al evitar la intervención militar directa en muchos casos y, en su lugar, ofrecer apoyo estratégico a los gobiernos regionales, Irán ha contribuido a un enfoque más sostenible para abordar el terrorismo y la inestabilidad regional.
Las contribuciones de Irán a la seguridad global van más allá de la lucha contra el terrorismo e incluyen la lucha contra el narcotráfico, una amenaza mundial con consecuencias devastadoras. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), aproximadamente 271 millones de personas en el mundo consumieron drogas en 2020, siendo los opioides la categoría más perjudicial.
Afganistán, que produce alrededor del 85 % del opio mundial, es el epicentro de esta crisis. Desde allí, los narcóticos se trafican a través de diversas rutas, incluidas la Ruta de los Balcanes y la Ruta del Sur, hacia Europa, África y otras partes del mundo.
Irán, que comparte una extensa y porosa frontera con Afganistán y Pakistán, es una línea de defensa crítica en la guerra global contra el narcotráfico. Su ubicación estratégica lo convierte tanto en víctima de la crisis como en un actor clave en la prevención de la propagación de narcóticos.
El impacto del tráfico ilícito de drogas trasciende las fronteras de Irán, afectando las economías globales, desestabilizando sociedades y socavando los esfuerzos de desarrollo. Los esfuerzos de Irán contra el narcotráfico contribuyen significativamente a la estabilidad y seguridad internacionales.
Estas medidas han demostrado ser efectivas para interrumpir las cadenas de suministro de drogas. Por ejemplo, las autoridades iraníes incautan miles de toneladas de narcóticos anualmente, impidiendo que lleguen a los mercados europeos y de otras partes del mundo. Solo en 2022, Irán confiscó más de 1,4 millones de kilogramos de opiáceos y drogas sintéticas, lo que subraya su papel fundamental en los esfuerzos globales de control de drogas.
La lucha contra el narcotráfico ha tenido un costo humano tremendo para Irán. Desde principios de la década de 1980, más de 4000 agentes de seguridad y militares iraníes han perdido la vida enfrentándose a los traficantes armados de drogas. Miles más han resultado heridos en violentos enfrentamientos con contrabandistas fuertemente armados decididos a proteger su comercio ilícito.
Estos sacrificios resaltan la dedicación de Irán para salvaguardar no solo a sus propios ciudadanos, sino también a la comunidad global del flagelo de la adicción a las drogas.
El costo financiero de la lucha contra el narcotráfico es igualmente abrumador. Irán asigna fondos sustanciales cada año para asegurar sus fronteras, entrenar personal y adquirir el equipo necesario.
Además, los costos indirectos asociados con el tratamiento de la adicción a las drogas y la gestión de problemas relacionados con el crimen ejercen una presión adicional sobre los recursos económicos. A pesar de estos desafíos, Irán se mantiene firme en su determinación de eliminar el narcotráfico dentro de su territorio y más allá.
A pesar de la representación a menudo injusta de Irán en los medios occidentales, su papel en la lucha contra el terrorismo y la promoción de la estabilidad global no debe subestimarse.
La participación directa de Irán en la lucha contra grupos como Daesh, su compromiso con la prevención del terrorismo en Europa y Estados Unidos, y sus esfuerzos diplomáticos para resolver conflictos lo convierten en un actor clave en la seguridad mundial.
Si bien las diferencias políticas e ideológicas pueden persistir, reconocer las contribuciones de Irán a la lucha contra el terrorismo y la estabilidad regional proporciona perspectivas valiosas que podrían beneficiar no solo a Europa y Estados Unidos, sino al mundo entero.
* Seyed Pezhman Madani es un escritor e investigador con sede en Teherán, especializado en asuntos exteriores.