El atentado etarra que sufrió, pudo dinamitar la democracia
(...) En relación con la figura del teniente general Valenzuela, poco se ha dicho sobre su eventual identificación con el “Elefante Blanco” que habría de presidir el gobierno de “reconducción nacional” previsto en la versión pro monárquica de las tribulaciones golpistas que desembocaron en el 23-F. Como ya se ha escrito en páginas anteriores, en el libro de Juan Alberto Perote “23-F: ni Milans ni Tejero - El informe que se ocultó”, comentando la visita que el general Armada realiza en Valencia a Milans del Bosch el 10 de enero de 1981, y a propósito precisamente de la identidad final del “Elefante Blanco”, se desliza lo siguiente: En la reunión no se pronunció el nombre de este otro posible sustituto de Suárez como tampoco el Rey le comentó nada a Armada en su reunión de Baqueira. No obstante, ambos generales sabían que en el caso de que se desembocara en una salida puramente militar, el candidato no sería Armada y, sin necesidad de hacerse confidencias, los dos pensaban en el teniente general Valenzuela, jefe de la Casa Militar de Su Majestad.
El atentado etarra que sufrió, pudo dinamitar la democracia
JOAQUÍN MARÍA VALENZUELA nació el 16 de septiembre de 1912 en Zaragoza, en el seno de una conocida familia noble, como atestigua su pertenencia al Brazo de Caballeros de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza. En ella ocupó plaza como Teniente de Hermano Mayor, primero desde el 18 de mayo de 1960 hasta el 7 de mayo de 1962 y, más tarde, desde el 25 de abril de 1966 hasta el 24 de abril de 1970.
Ingresó en la Academia General Militar en julio de 1929, obteniendo el empleo de teniente de Infantería en 1933. Durante la guerra civil fue herido en combate, logrando el ascenso a capitán.
Finalizada la contienda, ocupó diversos destinos, hasta que en 1955, siendo comandante-profesor en la Academia General Militar, fue reclamado por el general Martínez Campos como colaborador para la preparación militar del entonces príncipe Juan Carlos, desde luego con la plena anuencia del general Franco.
A ello contribuyeron dos circunstancias: su clara adscripción monárquica y el ser hijo del teniente coronel Rafael Valenzuela Urzáiz, tercer jefe de La Legión tras José Millán-Astray, que fue su fundador, y el propio Franco, y héroe de Peña Tahuarda (Tizzi-Azza, Marruecos), posición militar en cuya toma murió de forma heroica al frente de sus tropas legionarias el 5 de junio de 1923.
Aquel suceso motivó que el 11 de diciembre de 1924 se otorgara al teniente coronel Valenzuela el marquesado de Valenzuela de Tahuarda, a título póstumo y en la persona de su hijo Joaquín María como primer titular.
Como general de brigada, Joaquín Valenzuela estuvo al frente del Gobierno Militar de Vitoria desde 1970 a 1972. Una vez ascendido a general de división, fue nombrado para ocupar la misma responsabilidad en Gran Canaria, con el cargo anexo de segundo jefe militar del Archipiélago, destino en el que permaneció hasta 1975. Ese año fue promovido al empleo de teniente general y designado capitán general de la IX Región Militar, con sede en Granada.
El 12 de enero de 1977 fue nombrado jefe del Cuarto Militar de la Casa de Su Majestad el Rey. En ese destino, el 7 de mayo de 1981 sufrió un atentado perpetrado por ETA en la madrileña calle de Conde de Peñalver, en el que murieron tres de sus acompañantes, miembros de la Guardia Real, quedando él mismo gravemente herido y pasando desde entonces a ser caballero mutilado permanente, continuando no obstante en el mismo destino.
Aquel atentado etarra contra el general Valenzuela, acaecido apenas dos meses después del frustrado golpe de Estado del 23-F, asestó un golpe directo al entorno militar del Rey, en un claro intento de desestabilizar la entonces frágil democracia española. La bomba fue colocada sobre el coche del general Valenzuela por dos terroristas que, cuando éste se paró en un semáforo, se acercaron en una moto utilizando la llamada “técnica argelina” de ejecución rápida. La explosión causó graves heridas al entonces jefe del Cuarto Militar del Rey y provocó tres muertes: la de su ayudante, el teniente coronel Guillermo Tevar, la del sargento de escolta de la Guardia Real, Antonio Noguera, y la de Manuel Rodríguez, cabo conductor de la Guardia Real.
Una de las consecuencias indirectas de aquel trágico suceso fue el no menos lamentable “caso Almería”, en el que murieron tres jóvenes a quienes la Guardia Civil confundió con los miembros legales de ETApm José María Bereciartúa y José León Mazusta Astidia, supuestos autores del atentado, aun cuando sus fotografías habían sido ampliamente difundidas por el Ministerio del Interior. La gravedad del mismo ya fue recogida en el libro “Los espías de madera” (citado en nota número 50 a pie de página), en los siguientes términos:
El 7 de mayo de 1981, con el 23-F todavía caliente, ETA atentó contra la vida del teniente general Valenzuela, jefe del Cuarto Militar del Rey, y otros militares que le acompañaban en su coche oficial. Esta operación terrorista fue especialmente sangrienta y se produjo colocando una potente carga explosiva en el techo del coche que utilizaban las víctimas cuando se encontraba parado ante un semáforo. Los autores del atentado se desplazaban en motocicleta, lo que facilitó su rápida huida. Su trágico balance (murieron el conductor del automóvil, un escolta y el teniente coronel ayudante del teniente general Valenzuela, quedando éste malherido), el emblemático destino militar de las víctimas y la facilidad con la que se ejecutó en pleno centro de la capital, produjeron una gran tensión en el estamento castrense y muy especialmente en el entorno de La Zarzuela.
Por ello, se instó a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que resolvieran el caso con la mayor diligencia posible, requerimiento que se zanjó con la detención en la provincia de Almería de tres jóvenes sospechosos de pertenecer al comando etarra que realizó aquel conflictivo atentado, aunque de inmediato se desvelaría su inocencia. Sin embargo, las circunstancias del momento y las instrucciones internas de la Guardia Civil derivaron en el asesinato de los detenidos por razones de conveniencia (10/05/1981), concentrándose entonces toda la responsabilidad de aquel canallesco delito casi exclusivamente en un jefe del Cuerpo, el teniente coronel Castillo Quero, quien de esta forma se tragó uno de los “marrones” más tenebrosos de la transición, rodeado de promesas incumplidas y afrontando una condena de veinticuatro años de cárcel impuesta en 1982 por la Audiencia Provincial de Almería (también fueron procesados un teniente y un guardia segundo bajo su mando). Carlos Castillo Quero falleció de un ataque al corazón el 5 de abril de 1994 en la Parroquia de San Rafael (Córdoba), disfrutando ya de la libertad condicional que le fue concedida el 20 de julio de 1992.
El juez Joaquín Navarro, llegó a afirmar ante las cámaras de Antena 3 TV que este proceloso asunto (que como los sucesos del 23-F también cuenta con sus tenebrosos silencios) constituía “un crimen de Estado que hizo imposible la verdad y la justicia”.
En relación con la figura del teniente general Valenzuela, poco se ha dicho sobre su eventual identificación con el “Elefante Blanco” que habría de presidir el gobierno de “reconducción nacional” previsto en la versión pro monárquica de las tribulaciones golpistas que desembocaron en el 23-F. Como ya se ha escrito en páginas anteriores, en el libro de Juan Alberto Perote “23-F: ni Milans ni Tejero - El informe que se ocultó”, comentando la visita que el general Armada realiza en Valencia a Milans del Bosch el 10 de enero de 1981, y a propósito precisamente de la identidad final del “Elefante Blanco”, se desliza lo siguiente:
En la reunión no se pronunció el nombre de este otro posible sustituto de Suárez como tampoco el Rey le comentó nada a Armada en su reunión de Baqueira. No obstante, ambos generales sabían que en el caso de que se desembocara en una salida puramente militar, el candidato no sería Armada y, sin necesidad de hacerse confidencias, los dos pensaban en el teniente general Valenzuela, jefe de la Casa Militar de Su Majestad.
Lo cierto es que los tenientes generales difícilmente se iban a poner a las órdenes de un general de división y que, al mismo tiempo, todos ellos sentían un gran respeto, y hasta veneración, por Joaquín Valenzuela. Quizás por ello, Perote precisa inmediatamente en su libro: “Milans contemplaba esta otra alternativa con mentalidad constructiva y valoraba sus pros y sus contras desde un punto de vista puramente estratégico; en cambio, Armada sólo pensaba en que le había salido un duro competidor”.
Pero, con todo, el apunte de Perote, con información sobre el trasfondo de aquel suceso golpista más cualificada que la de otros debido a sus responsabilidades dentro del CESID, no dejaba de ser una opinión personal. Quien avaló sutilmente su teoría es Sabino Fernández Campos, personaje desde luego excepcionalmente informado de cuanto aconteció en torno al 23-F, al dejarse retratar en su casa con ese libro concreto entre sus manos, y no con otro, fotografía que ilustraba llamativamente la entrevista que concedió a “La Razón” coincidiendo con el aniversario de aquel lamentable suceso, publicada el domingo 1 de marzo de 2009…
El 3 de febrero de 1983, al pasar a la reserva, el rey Juan Carlos I concedió al ilustre teniente general Valenzuela la dignidad de Grande de España, unida al marquesado que ya ostentaba. El Ayuntamiento de Zaragoza, lugar donde nació, también le distinguió con la Medalla de Oro de la ciudad.
Fallecido en Madrid el 2 de agosto de 1996, Joaquín Valenzuela estaba en posesión de varias condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz del Mérito Militar, la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo y la Medalla de Sufrimientos por la Patria, reservada a los militares heridos en acto de servicio, que le fue concedida en 1982 como víctima de ETA.
FJM (Actualizado 01/07/2011)
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