Pepe Escobar
La primera cumbre trilateral ASEAN-China-CCG celebrada esta semana en Malasia es incluso más que un avance interregional Sur-Sur.
Las 17 naciones unidas en la misma mesa en Kuala Lumpur demostraron gráficamente, como lo mencionó el primer ministro malasio y actual presidente de la ASEAN, Anwar Ibrahim, cómo “desde la antigua Ruta de la Seda hasta las vibrantes redes marítimas del Sudeste Asiático y los modernos corredores comerciales, nuestros pueblos se han conectado durante mucho tiempo a través del comercio, la cultura y el intercambio de ideas”.
Digamos que es el espíritu de la Nueva Ruta de la Seda del siglo XXI. Y no es de extrañar que China esté en el centro de todo, a través de proyectos interconectados de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI), desde la infraestructura hasta el desarrollo comercial. China, el Sudeste Asiático y gran parte de Asia Occidental conforman un Triángulo de Oro de recursos naturales, manufactura y una amplia base de consumidores.
La
declaración final de la cumbre de Malasia, por supuesto, tuvo que celebrar estos “lazos históricos y de civilización profundos y duraderos”, así como la geoeconomía, en un esfuerzo por “promover el desarrollo económico en la amplia región de Asia-Pacífico [nótese la terminología correcta] y Medio Oriente [terminología antigua: la correcta es 'Asia Occidental']”.
Es natural, entonces, que China haya propuesto la posibilidad de incluir a las naciones árabes del oeste de Asia del CCG en la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el vasto pacto comercial de 15 miembros que incluye a China y a
la ASEAN (pero no a la autoexcluida India).
El libre comercio fue el tema central en Kuala Lumpur, desde la reciente actualización del Área de Libre Comercio China-ASEAN 3.0 hasta las próximas negociaciones del Tratado de Libre Comercio China-CCG. A diferencia de Trump 2.0, la trilateral se comprometió a fortalecer la resiliencia de las cadenas industriales y de suministro, todo ello orientado a un comercio sostenible a largo plazo, libre de aranceles y sanciones.
El año pasado, el comercio total de la ASEAN con China y el CCG superó los 900 000 millones de dólares, casi el doble de los 453 000 millones de dólares con Estados Unidos. Y sí, la desdolarización del comercio es el camino a seguir en toda Asia. Justo antes de la cumbre, China e Indonesia anunciaron conjuntamente que, a partir de ahora, el comercio entre ambas potencias se realizará exclusivamente en yuanes y rupias.
La declaración final fue explícita en cuanto a la exploración de la cooperación en materia de monedas locales y pagos transfronterizos, junto con la promoción de una cooperación de alta calidad en la BRI y una conectividad fluida, incluyendo el desarrollo de corredores logísticos y plataformas digitales, y el avance de la construcción de infraestructura sostenible. La trilateral está comprometida con la construcción de una red de corredores de conectividad panasiáticos, el principal tema geoeconómico del siglo XXI.
La trilateral tuvo que referirse a Gaza, aunque no con la contundencia debida. En el mejor de los casos, la declaración final «respalda la opinión consultiva emitida por la Corte Internacional de Justicia el 19 de julio de 2024, incluida su conclusión de que las Naciones Unidas, en particular la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, que solicitaron la opinión consultiva, deberían considerar modalidades específicas y medidas adicionales para poner fin a la presencia ilegal del Estado de Israel en el Territorio Palestino Ocupado lo antes posible»; y para «lograr la solución de dos Estados basada en las fronteras de 1967 de conformidad con el derecho internacional».
Cómo se conectan Asia Oriental, Sudoriental y Occidental con los BRICS
Históricamente, Asia Oriental es, sobre todo, un mosaico de regiones transnacionales conectadas por corredores marítimos. La primera globalización se produjo —¿dónde más?— en Asia, desde la apertura de la ruta transpacífica que unía el Nuevo Mundo con Filipinas en 1511 hasta la toma de Malaca —el gran imperio del Sudeste Asiático— por los portugueses en 1571.
Pero incluso antes de la era de Vasco da Gama, el este y el sudeste asiático formaban una zona económica relativamente integrada, con puertos desde Malaca hasta Nagasaki que brillaban como centros comerciales repletos de comerciantes árabes, chinos, indios y japoneses. Malaca prosperó gracias a una excelente infraestructura, tarifas portuarias moderadas y un sólido régimen fiscal: una situación mucho mejor en comparación con el posterior sistema colonial depredador portugués y holandés, hasta llegar al almirante Alfred Mahan, quien conceptualizó los principios del poder marítimo en beneficio de los talasocráticos Estados Unidos.
El exministro de Asuntos Exteriores de Singapur,
George Yeo, ha explicado con claridad cómo China y el Sudeste Asiático han fortalecido, con un éxito espectacular, sus vínculos históricos, culturales y comerciales. Esta cumbre, que se celebra en Malasia, cuna de la históricamente crucial encrucijada de Malaca, es un toque de justicia poética.
A esto se suma el presidente indonesio Prabowo, exgeneral de Suharto, y su yerno, quienes elogiaron efusivamente la firme postura antiimperialista de China desde 1949 y durante la Guerra Fría, justo delante del primer ministro chino Li Qiang. Un paralelo del siglo XXI se puede establecer con el legendario Espíritu de Bandung en 1955, cuando Sukarno de Indonesia, líder del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), se encontraba codo a codo con Zhou EnLai.
La cumbre ASEAN-China-CCG puede ser capaz de impulsar medidas que el inestimable Profesor Michael Hudson considere absolutamente necesarias para los miembros del BRICS –y un buen número de ellos en Kuala Lumpur estarán presentes en la mesa de la
cumbre del BRICS en Río a principios de julio.
El profesor Hudson ha demostrado de forma concluyente cómo las clases terratenientes, los monopolios y los residuos del colonialismo europeo tendrán que recurrir a los países BRICS para lograr el mismo despegue que convirtió a Inglaterra, Alemania y Estados Unidos en líderes industriales mundiales. Esto implica recortar drásticamente los pagos a los inversores extranjeros centrados en la renta de las materias primas y someter a la clase rentista.
El profesor Hudson argumenta que, en cuanto a cómo liberar sus economías (alquileres, pagos a acreedores), esto es lo que hizo China. China tuvo una revolución. Después de la revolución, no contó con una clase financiera. China convirtió la creación de dinero en un servicio público, un brazo del Tesoro; creó dinero para financiar inversiones tangibles en formación de capital, fábricas, vivienda (un poco excesivo), enormes infraestructuras públicas, transporte urbano, trenes de alta velocidad.
Lo que antes definí como "El Laboratorio BRICS" —todos esos modelos en constante prueba, desde el año pasado en Rusia antes de la cumbre de Kazán— intenta, de hecho, responder a las preguntas del profesor Hudson de varias maneras: "Necesitamos crear nuestro propio dinero. Las élites no deberían seguir beneficiándose de impuestos regresivos. ¿Cómo industrializar? No más rentas económicas".
Como era de esperar, los chinos ya se encuentran en el siguiente nivel de la integración. Esta es su
"arma mágica" para "derrotar al enemigo": "La construcción de la 'circulación dual' de los mercados nacionales y extranjeros, uniendo tantas fuerzas vivas como sea posible para formar un frente unido y hacer frente al unilateralismo. La mayoría de los países del sur son aliados naturales. La viabilidad de una estrecha vinculación entre la 'cooperación Sur-Sur' y la 'circulación dual' aumenta día a día".
Jeffrey Sachs, en Kuala Lumpur, antes de la cumbre ASEAN-China-CCG, resumió sucintamente el espíritu de la Nueva Ruta de la Seda: «Si se juntan las habilidades japonesas, coreanas, chinas y de la ASEAN, ¡Dios mío!: nadie podría competir (…) La diplomacia requiere una mesa y dos sillas. El ejército requiere un billón de dólares al año. ¿Cuál creen que es la mejor opción?».