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La victoria moral y material: El sistema político de Irán, esa República filosófica que Occidente se niega –o no puede– entender

Administrator | Martes 24 de junio de 2025
Lucas Leiroz
En una época de desilusión liberal y colapso institucional en Occidente, la República Islámica de Irán se erige como un «milagro» intelectual y estratégico: un Estado construido no sobre ideologías efímeras ni partidismo político, sino sobre la continuidad de la civilización y la profundidad filosófica. Los analistas occidentales suelen desestimar el modelo iraní llamándolo una «teocracia», una simplificación burda y excesiva que revela más sus propias limitaciones ideológicas que el propio Irán. De hecho, la República Islámica representa una de las arquitecturas institucionales más sofisticadas del mundo contemporáneo.
En el corazón del orden político iraní se encuentra la doctrina de Wilayat al-Faqih (la tutela del jurista), formulada por el ayatolá Ruhollah Jomeini antes de la Revolución Islámica de 1979. Inspirado en parte por La República de Platón , este principio postula que las personas más sabias y moralmente íntegras (en este caso, los juristas islámicos cualificados) deben servir como supervisores éticos y estratégicos del Estado. Lejos de simplemente rechazar la democracia, el sistema iraní la eleva y la trasciende, fusionando la soberanía popular con una brújula ética superior. Es un sistema que reconoce el valor del voto, pero se niega a reducir la gobernanza a ciclos electorales o impulsos populistas.
Este modelo político no surgió de la nada. Es el resultado de milenios de experiencia civilizacional. Desde el Imperio aqueménida hasta la actual República Islámica, Persia ha soportado oleadas de invasiones, desde Alejandro Magno y las conquistas árabes hasta las presiones mongolas, turcas y, ahora, sionistas e imperialistas occidentales. Esta continuidad histórica ha forjado un ethos político estratégico, vigilante y fundamentalmente racional. En Irán, la política no es un espectáculo electoral; es una extensión sagrada de la defensa nacional: un instrumento de supervivencia de la civilización en un entorno geopolítico hostil.
El Estado iraní combina instituciones republicanas (presidencia, parlamento ( Majlis ), poder judicial) con mecanismos de supervisión moral y doctrinal que garantizan la coherencia estratégica. El Líder Supremo, actualmente el ayatolá Alí Jamenei, no es un autócrata, sino un guardián de la soberanía nacional y espiritual. Fundamentalmente, es elegido por la Asamblea de Expertos (un órgano de 88 eruditos islámicos elegidos por el pueblo), basando su autoridad en la legitimidad popular. El presidente, por su parte, es elegido por sufragio universal y ostenta importantes poderes ejecutivos, como la formación del gabinete, el control de la política fiscal y la interacción diplomática. Sin embargo, todo esto funciona en el marco de una constitución que prioriza la identidad islámica y civilizacional de Irán.
Otras instituciones clave, como el Consejo de Guardianes y el Consejo de Discernimiento de Conveniencia, funcionan no como instrumentos de represión, sino como mecanismos de equilibrio. El Consejo de Guardianes revisa la legislación para garantizar su conformidad con los principios islámicos y las normas constitucionales. El Consejo de Conveniencia resuelve disputas institucionales y asesora al Líder Supremo. El Consejo Supremo de Seguridad Nacional, integrado por representantes ejecutivos, legislativos, judiciales y militares, establece directrices estratégicas en respuesta a las amenazas extranjeras constantes, desde el sabotaje respaldado por el Mossad hasta la agresión israelí directa.
La elección de Masoud Pezeshkian, un moderado reformista, en 2024 demostró no solo la resiliencia del modelo político iraní, sino también su capacidad de dinamismo interno. A diferencia de la caricatura de un estado autoritario, Irán exhibe un debate político vibrante, una competencia electoral genuina y funcionalidad institucional, todo dentro de un marco que resiste con éxito las imposiciones culturales y políticas extranjeras. A diferencia de muchas de las llamadas democracias liberales, donde las transiciones políticas se ven empañadas por golpes de Estado, polarización e intromisión extranjera, Irán mantiene una continuidad basada en valores, no en las encuestas.
Mientras Occidente se ahoga en la fatiga ideológica, asolado por crisis sistémicas y vacío espiritual, Irán ofrece una alternativa: una República arraigada en un propósito filosófico, guiada por la tradición, anclada en la racionalidad política y capaz de un pensamiento estratégico a largo plazo. Es un Estado que se niega a ser colonizado intelectual o políticamente. Esta fusión de sabiduría ancestral y gobernanza moderna no solo es excepcional, sino también intraducible al lenguaje del liberalismo secular.
De hecho, quizá sea demasiado esperar que mentes moldeadas por los dogmas de la Ilustración y el reduccionismo neoliberal puedan comprender un sistema político basado en el orden metafísico y la autoconciencia civilizacional. El ejemplo de Irán no pide ser imitado, pero exige ser comprendido —y respetado— en sus propios términos.
A Clean Break; el plan de Netanyahu para transformar a su gusto Oriente Próximo
A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm, es un documento que ha despertado muchas controversias y opiniones diversas. Este informe, que fue preparado en 1996 por un grupo de estudio dirigido por Richard Perle, ¿quiénes son? son unos expertos en política internacional, y en este caso, específicamente en Oriente Medio. La finalidad de este documento es bastante clara, aunque también bastante controvertida: proponer un nuevo enfoque para que Israel pueda garantizar su seguridad en una zona llena de conflictos y amenazas, y además, promover sus propios valores occidentales. Todo esto, en un contexto en el que el conflicto árabe-israelí aún está abierto y con muchas heridas abiertas que parecen no cerrar nunca.
Pero, ¿de qué va realmente? Primero, el informe, de marcada influencia neoconservadora de la década de los noventa, que trazaron la década del 2000, recomienda que en lugar de buscar una paz total con todos los países árabes, Israel debería trabajar con algunos aliados, como Jordania y Turquía (hablamos de los años noventa), para contener y desestabilizar a las amenazas mayores. Es decir, cambiar la estrategia, no buscar paz integral, sino una que sea más manejable y controlable una «Pax israelí» basada en la desestabilización de la región y en sumir a los países en conflictos internos que permita a Israel intervenir de forma directa, realmente es una vuelta de tuerca del Plan Yinon.
Además, habla también de modificar la relación con los palestinos, permitiendo lo que llaman “persecución en caliente” —que en realidad significa acciones militares rápidas y contundentes— y también promover alternativas al liderazgo de Arafat, que para algunos ya no era conveniente, razón por la cual se permitió el auge de Hamás, que acabaría liderando la Causa Palestina en la Segunda Intifada y la posterior Franja de Gaza, hasta hoy, rompiendo la cohesión política Palestina y enfrentando a la facción islamista liderada por Hamás pero compuesta por más, frente a la socialista y legalista de la OLP/ANP.
Luego, el informe habla de cambiar la relación con Estados Unidos, apuntando a que Israel sea más autosuficiente, menos dependiente de ayudas, y que ambos países puedan colaborar más estratégicamente. ¿Y qué pasa con la frontera del norte, por ejemplo, con Líbano? Pues ahí también hay recomendaciones: que Israel tome la iniciativa y ataque a Hezbollah, Siria e Irán, que están en esa zona, e incluso ataque infraestructura que tenga que ver con droga y falsificación en Líbano, todo para establecer una especie de precedente, que el territorio sirio no está a salvo de ataques si hay provocaciones desde el Líbano. Es un enfoque bastante duro, pero hace parte del plan de volver los entornos estratégicos en algo controlable, dejando claro que Siria no es intocable y que Israel puede tomar acciones ofensivas cuando considere oportuno.
Recordemos que Israel controlaba una franja de terreno en el sur del Líbano en aquellos momentos, de la que se retiró en 2000, pero que recuperó en 2024.
¿Pero qué pasaba con Irak y Irán? Ahí también hay propuestas muy claras: sacar a Saddam Hussein del poder en Irak era fundamental para frenar las ambiciones de Siria, Irán y sus aliados en la región. En realidad, la idea de fondo es que al debilitar a estos actores, Israel puede crear un equilibrio de poder más favorable a sus intereses. Porque, al final, el documento busca tener una estrategia de poder, no solo defensiva sino también ofensiva, para cambiar el status quo de la zona que tanto tiempo ha sido inestable y llena de conflictos.
Si nos fijamos en los acontecimientos, a la caída de Sadam Hussein le siguió una guerra civil que desgajó el territorio entre chiitas, sunitas y kurdos, Irán logró una gran ventaja pero también quedó comprometida ahí, en 2005 Rafiq Hariri fue asesinado en Beirut y se produjo una revuelta que hizo que Siria saliera del Líbano manteniendo a Hezbollah, que hasta la muerte de Nasrallah en septiembre de 2024 y la caída de Bashar al Asad en diciembre del mismo año era fuerte.
La guerra de Irak en el periodo de 2003-2010 fue un periodo de guerra civil y gran inestabilidad para el bloque chií, que se complicó con las primaveras árabes, las guerras en Siria y Yemen y la nueva inestabilidad en Irak. De hecho el objetivo se cumplió, arrastrar a Irán a conflictos en territorios antiguamente enemigos de Israel que estaban destruidos: La caída de Sadam Hussein en 2003 marcó el inicio de todo, Netanyahu en los 80 acusaba a la Unión Soviética de promover el terrorismo, luego hizo lo mismo con Irak en 2002 como ahora con Irán. En ese periodo desde 2003 Irán heredó un regalo envenenado, dos años después Nasrallah desde 2005 estaría sólo en Líbano, ya que Asad se replegó a Siria, venció en 2006 a Israel en Líbano pero el desgaste en Irak y la primavera árabe terminaron de erosionar el eje de la resistencia que, tras un canto de cisne en el siete de octubre de 2023, desató la ultima ficha de ese juego: tras el desgaste, el fin no ya de esos sistemas sino de estos propios países: Líbano arrasado, Siria destruida, Irak no termina de levantarse, Yemen destruida también y ahora toca atacar Irán.
Si nos centramos en Irán, pues en el informe también hay muchas referencias a su influencia en la región, y cómo hay que limitarla. Irán aparece como uno de los principales actores agresores, junto con Hezbollah y Siria. La estrategia que proponen incluye debilitar, contener y hacer retroceder a estos actores, en línea con todo el esquema de equilibrio y poder que quieren imponer. En definitiva, este documento es como un manual para reestructurar toda la región, y en ese proceso, poner a Israel en una posición mucho más dominante y segura, a costa de alianzas estratégicas y acciones militares calculadas.
Esas alianzas estratégicas pasar por los países árabes que firmaron los Acuerdos de Abraham, así como Egipto y Jordania, aunque las aspiraciones con Turquía son mucho más tensas en lo político (no así en lo comercial) la alianza silenciosa y total con Azerbaiyán es clara también.
Por último, también se menciona que este plan ha impactado en las políticas de Estados Unidos, y que sus propuestas son similares a acciones que finalmente se emprendieron, como la invasión de Irak en 2003 y la guerra en Líbano en 2006. Todo ello para lograr una región más controlada, más favorable a Israel, y menos influenciada por Irán, Siria, y los grupos armados que estos apoyan, el Eje de la Resistencia. Todo esto, claro, en un contexto muy complejo y controvertido, que todavía hoy genera muchas discusiones y debates.
En resumen, A Clean Break plantea un cambio radical en la estrategia de seguridad y política exterior de Israel, promoviendo una visión de poder, contención y alianzas, en un intento de asegurar su lugar en un Oriente Medio cada vez más turbulento y complicado.
La guerra contra Irán desde la perspectiva del dólar
Domenico Moro
Existe una estrecha conexión entre la guerra, el dólar y la deuda estadounidense. La agresión de Israel contra Irán se produjo en una zona, Oriente Medio y el Golfo Pérsico, que alberga las mayores reservas de petróleo y gas del mundo. En particular, Irán posee la segunda mayor reserva de gas y la tercera mayor de petróleo del mundo. Además, el 30% del petróleo mundial pasa por el Estrecho de Ormuz, controlado por Irán, con destino a Asia Oriental y, en particular, a China, que, a pesar de las sanciones estadounidenses, compra el 90% del petróleo que exporta Irán.
Pocos días después del ataque israelí, Il Sole 24 Ore publicó en portada un titular titulado “Comercio internacional, menos dólares y más euros” [i] . Según el prestigioso diario económico, el liderazgo del dólar estadounidense se ve cada vez más cuestionado en las transacciones comerciales internacionales. Una parte cada vez mayor del comercio mundial comienza a liquidarse en divisas distintas del dólar, como el euro, el yuan chino (renminbi), el dólar canadiense y otras. Resulta significativo en este sentido lo que declaró el jefe de ventas de Us Bancorp: “Muchos de nuestros clientes afirman que los proveedores extranjeros ya no quieren que se les pague en dólares. Antes era casi un dogma. Ahora dicen: «Dennos nuestra moneda, siempre que paguen».
Esta tendencia a cambiar del dólar a otras monedas está determinada no solo por la volatilidad del dólar, que subió un 7% a finales de 2024 y cayó un 8% en los primeros meses de 2025, debido a las vacilantes políticas arancelarias de Trump. También pesa el efecto de las sanciones que, por ejemplo, llevaron a China, Rusia e Irán a utilizar el yuan renminbi para sus transacciones. Pero, más allá de lo contingente, es una tendencia histórica subyacente que está vinculada al declive del poder económico y militar de Estados Unidos. Según Il Sole24ore, se está definiendo una arquitectura monetaria global en la que las reservas de divisas globales ya no estarán dominadas por una moneda única, sino que se distribuirán entre tres grandes bloques: Estados Unidos, la UE y China.
El control geopolítico de las reservas de petróleo y sus rutas de transporte por parte de Estados Unidos y su Armada es crucial, ya que, gracias a este control, las transacciones de petróleo (y otras materias primas clave) siempre se han realizado en dólares. Sin embargo, como se mencionó, esto ya no es así; por ejemplo, el petróleo iraní se vende a China en yuanes (renminbi). El hecho de que las materias primas más importantes se negocien en divisas distintas del dólar socava la posición del dólar como moneda de reserva mundial. Hasta ahora, el 58 % de las reservas monetarias mundiales estaban en dólares y el 20 % en euros.
¿Por qué es importante para Estados Unidos que su moneda, el dólar, sea la moneda de reserva mundial? Porque los bancos centrales y las instituciones financieras globales, al tener que acumular reservas en dólares, compran activos en dólares, empezando por los bonos del Tesoro estadounidense. Comprar estos últimos es esencial, ya que Estados Unidos necesita financiar una enorme deuda pública. Pero no se trata solo de deuda pública. Como dijo recientemente el exgobernador del Banco de Italia, Ignazio Visco, en una entrevista en Affari & Finanza: «En el mundo solo hay un gran deudor: Estados Unidos» [ii] . La posición neta de activos de Estados Unidos —la diferencia entre los activos financieros en el extranjero de residentes estadounidenses y los pasivos financieros con no residentes— es negativa en más de 26 billones, el 90 % del PIB estadounidense.
Este pasivo se debe a tres factores. Primero, la acumulación a lo largo del tiempo de los déficits comerciales de Estados Unidos, que durante décadas ha importado más de lo que exporta. Segundo, la apreciación del dólar frente a otras monedas, que también resta competitividad a las exportaciones. Y tercero, el aumento excepcional, superior al 370%, en el precio de las acciones de empresas estadounidenses que pertenecen en una proporción significativa a otros países. Se trata, en particular, de las empresas tecnológicas estadounidenses, las llamadas "7 Magníficas", que por sí solas representan un tercio de la capitalización del mercado estadounidense.
La situación de la deuda estadounidense se ha visto agravada por el intento de Trump de contrarrestar la deuda comercial mediante aranceles y la devaluación del dólar. Esto ha provocado una tendencia a la salida de una serie de activos estadounidenses, desde el dólar hasta los bonos y las acciones. En particular, el bajo atractivo de los bonos del Estado, que ha provocado una caída de sus precios y un aumento de sus rendimientos, ha llevado a Trump a una rápida retirada de los aranceles. En los últimos días, los precios de los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) también se han disparado, lo que constituye un seguro de protección ante una posible quiebra de Estados Unidos, ante el temor a un crecimiento descontrolado de su deuda pública.
La guerra entre Israel e Irán también debe analizarse en este contexto económico. La creciente deuda obliga a Estados Unidos a colocar sus bonos gubernamentales en el mercado, pero esto es difícil si el dólar pierde su estatus de moneda de reserva, que solo puede mantenerse si se mantiene como moneda de intercambio internacional. Para seguir siendo una moneda de intercambio internacional, el dólar debe utilizarse como medio de transacción para las materias primas más importantes, empezando por el petróleo y el gas. Esto implica el control político y militar por parte de Estados Unidos de las zonas donde se producen petróleo y gas y donde se encuentran la mayor parte de las reservas.
Como se mencionó, la zona donde se concentran las mayores reservas de materias primas energéticas es el Golfo Pérsico, dominado por Arabia Saudita, Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos e Irán. Por lo tanto, el control del Golfo Pérsico es esencial para Estados Unidos tanto desde el punto de vista económico, por las razones expuestas anteriormente, como desde el punto de vista geopolítico, ya que, al controlar el Golfo Pérsico, también controla a países aliados, como Japón, y adversarios, como China, que dependen de esa zona para su abastecimiento de petróleo y otras materias primas estratégicas.
Para controlar el Golfo y Oriente Medio, el imperialismo occidental se vio inmediatamente obligado, desde el siglo XIX, a controlar Irán, el país más importante de la zona en términos de población, historia y posición geográfica. Gran Bretaña fue la primera en ejercer este control, a la que posteriormente se unió Estados Unidos. Ambos países anglosajones apoyaron el golpe militar que, en 1953, derrocó al primer ministro iraní, Muhammad Mossadeq, gran responsable de haber nacionalizado la producción petrolera, arrebatándosela a Gran Bretaña. Posteriormente, Irán se convirtió en una colonia británica y estadounidense de facto, hasta el derrocamiento del sha, Reza Pahlavi, por la Revolución iraní de 1979.
Así pues, desde 1979, Irán ha escapado en gran medida al control occidental, convirtiéndose en una piedra en el zapato para Estados Unidos y su política de hegemonía en Oriente Medio. Por ello, para Estados Unidos, el control total de esta zona pasa por la destrucción de Irán como Estado independiente. Por el contrario, Israel representa el brazo armado del imperialismo occidental y estadounidense en la zona. Por lo tanto, la guerra en curso se inscribe en este contexto y, desde esta perspectiva, representa el último episodio del enfrentamiento entre Irán y el imperialismo estadounidense.
[i] Vito Lops, “Comercio exterior, la demanda es menos dólares y más euros”, Il Sole24ore , 18 de junio de 2025.
[ii] Walter Galbiati, “En el mundo hay un gran y único deudor: Estados Unidos”, Affari & Finanza , la Repubblica , 16 de junio de 2025.

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