Fracaso total de las políticas climáticas según el
informe "Estado del cambio climático 2025".
De los 45 indicadores evaluados, ninguno está en camino de alcanzar los objetivos de 2030. El ritmo del cambio es demasiado lento para 6, y muy por debajo de la velocidad requerida para otros 29. En el caso de 5, las tendencias van en dirección opuesta. Los datos son insuficientes para los 5 restantes.
Las ventas de vehículos eléctricos han ralentizado su crecimiento. La reducción de la energía generada por carbón y la deforestación siguen muy desviados de la trayectoria. E incluso el crecimiento constante año tras año de las energías renovables no es suficiente, ya que, con cada año que pasa, aumenta el ritmo de cambio necesario para las metas de 2030.
A mitad de lo se ha denominado la «década decisiva», la urgencia está desapareciendo y la complacencia va en aumento.
NO HAY EVIDENCIA DE LA EXISTENCIA DE PUNTOS DE NO RETORNO CLIMÁTICO
Robin Guenier
Cuando te hablan de los "tipping points" (mal traducido como puntos de inflexión) te están hablando del hombre del saco. Se refieren a supuestos umbrales críticos más allá de los cuales el sistema se ve alterado de forma irreversible, lo que se presume que podría tener consecuencias potencialmente desastrosas. Estos umbrales podrían, si existiesen, considerarse puntos de no retorno, más allá de los cuales el sistema no puede volver a su estado anterior.
Pero el problema es que los puntos de no retorno en el clima son ficticios. Nadie tiene evidencias de que existan. Ello no impide que se hagan listas, y por supuesto los puntos varían de una lista a otra, puesto que no han sido identificados en base a observaciones, sino imaginados o producidos en modelos de ordenador que funcionan de forma incorrecta. Y por ello lo que ayer era un punto de no retorno, hoy ya no lo es. Por ejemplo, se hablaba mucho de los depósitos de metano en los fondos marinos en forma de clatratos que se iban a disparar según la hipótesis del fusil de clatratos. Sin embargo, este punto de no retorno despareció cuando se demostró en un estudio, publicado en la revista Reviews of Geophysics, que el metano que liberan no alcanza la atmósfera.
En los estudios geológicos no hay ninguna señal de que un aumento del CO₂ atmosférico pueda producir un cambio climático abrupto e irreversible.
Una investigación por científicos de la Universidad de Washington respalda las pruebas de numerosos estudios recientes que sugieren que el cambio climático abrupto parece ser el resultado de alteraciones en la circulación oceánica asociadas exclusivamente con las glaciaciones.
«Puede que existan otros mecanismos por los que los gases de efecto invernadero puedan provocar un cambio climático abrupto, pero no conocemos ningún mecanismo de este tipo a partir de los registros geológicos», afirmó David Battisti, profesor de ciencias atmosféricas en dicha universidad.
La falta de evidencia de la existencia de puntos de no retorno no va a evitar que nos sigan diciendo que estamos a punto de sobrepasarlos. El catastrofismo climático tiene un gran atractivo para los medios que carecen de rigor y para las películas de cine. Pero la ciencia es otra cosa, la ciencia de verdad, claro.
en más del 0,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) (véase la base de datos de emisiones de la Comisión Europea i ) con el Registro de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional de la ONU ii revela que 21 de ellos no registraron las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) actualizadas, como lo exige el Artículo 3 del Acuerdo de París de 2015 iii , incluso después de que la fecha límite se hubiera extendido de febrero a septiembre de 2025. Sin embargo, estos países representan el 57% de las emisiones globales, mientras que los 9 países que sí registraron una CDN actualizada representan solo el 25%. Es más, con Estados Unidos (que representa el 11% de las emisiones) retirándose ahora del Acuerdo de París iv , esa cifra se reduce a solo el 14%, dejando el 71% de las emisiones efectivamente sin comprometer. Esto socava una de las razones de ser del "histórico" Acuerdo de París.
El Acuerdo fue un intento de Occidente y la ONU por recuperarse del fracaso de la decimoquinta Conferencia de las Partes (COP15) de la ONU, celebrada en Copenhague en 2009. Este fracaso se debió a que los negociadores de la UE y EE. UU. esperaban persuadir a los grandes países en desarrollo para que aceptaran las obligaciones de reducción de emisiones de los países desarrollados. Sin embargo, sufrieron una humillante derrota cuando estos países se negaron a ceder. Este problema se agravó a medida que, en las COP posteriores, los países en desarrollo insistieron en que no aceptarían compromisos vinculantes de reducción.
Para superar este estancamiento, la ONU propuso un enfoque completamente nuevo para la COP21, que se celebraría en París en 2015. El plan consistía en introducir dos innovaciones clave: (1) el objetivo de mantener la temperatura media global muy por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales ; y (2) una metodología mediante la cual cada país determinaría individualmente cómo reduciría las emisiones, complementada con una revisión periódica a medida que sus planes de reducción se ampliaran progresivamente; el llamado mecanismo de "trinquete". Ambas propuestas fueron acordadas; y el Acuerdo, considerado un avance importante, recibió amplios elogios .
Pero ambas innovaciones han fracasado.
En primer lugar, si el Informe Especial del IPCC de 2018 (párrafo C1) vi ) acertó, no hay posibilidad de que se logre el objetivo de " muy por debajo de 2 °C ". Por ello, el Informe Especial recomendó que, para limitar el calentamiento global a menos de 2 °C —es decir, para alcanzar el objetivo de " muy por debajo de 2 °C " del Acuerdo de París (Artículo 2.1 (a))—, las emisiones globales deberían " disminuir aproximadamente un 25 % con respecto a los niveles de 2010 para 2030 ". Por lo tanto, dado que las emisiones globales de CO2 en 2010 fueron de 34,0 gigatoneladas (Gt), tendrían que reducirse a aproximadamente 25,5 Gt para 2030 para cumplir el objetivo. Pero los ocho mayores emisores del mundo ( China, EE. UU., India, Rusia, Indonesia, Irán, Brasil y Arabia Saudita) ya emiten en conjunto más de 25,5 Gt (véase la nota 1), y es probable que todos aumenten (o, en el mejor de los casos, estabilicen) sus emisiones en los próximos cinco años. Por lo tanto, un calentamiento de al menos 2 °C es una certeza. Y esto es así incluso si todos los demás países del mundo reducen drásticamente sus emisiones para 2030.
Es más, como se muestra en el primer párrafo anterior, el mecanismo de “ajuste” del Acuerdo de París –la otra innovación– claramente no está funcionando.
Todo esto hace difícil evitar la conclusión de que el Acuerdo de París ha fracasado y, sin París, ¿qué esperanza queda para la campaña de la ONU sobre el cambio climático?
Notas
i https://edgar.jrc.ec.europa.eu/
ii https://unfccc.int/NDCREG
iii https://unfccc.int/sites/default/files/english_paris_agreement.pdf
iv https://www.whitehouse.gov/
v https://www.researchgate.net/publication/
vi https://www.ipcc.ch/sr15/chapter/spm/
ESTAMOS QUE TIRAMOS LA ELECTRICIDAD
La transición energética española es un cúmulo de
despropósitos. Con la factura de la luz cada vez más cara, se está tirando buena parte de la electricidad solar, hasta un 60% este verano, según la Unión Española Fotovoltaica. El problema es que se produce a determinadas horas en determinados meses mucha más electricidad solar de la que requiere la demanda, y como no se puede almacenar, hay que tirarla. Aún así el gobierno quiere instalar más. Para el gobierno y sector de energía renovable, la solución pasa por cerrar las centrales nucleares, para que haya más demanda de la solar. Pero eso implica acabar con un sistema que ha sido fiable durante décadas y sustituirlo por uno basado en generación intermitente no almacenable que ya ha dado un aviso con el apagón de abril.
El sector de energía renovable afirma que puede ayudar a mantener la tensión de la red eléctrica estable ahora que la nueva normativa les permitirá participar en la regulación de la tensión, pero lo que le pase al sistema eléctrico cuando no luzca el sol y no sople el viento no es problema suyo. Sí es nuestro problema y la energía renovable no nos ayuda con él.
No vendieron las Renovables como una solución "limpia" y "sostenible" que nos daría soberanía energética y ABARATARIA el precio de la electricidad.
El resultado ha sido JUSTO EL CONTRARIO:
La electricidad, cada vez más cara
El Sistema de Distribución, cada vez más ineficiente, y amenazando con nuevos APAGONES QUE PAGAREMOS los consumidores, no las Compañías productoras ni la Red de Distribución.
La DEPENDENCIA de las materias y productos de CHINA cada vez es mayor, porque las placas solares que se producen en Europa son tan caras que no pueden competir.
Los aerogeneradores dependen de materias primas que China tiene casi el control total (por ejemplo, neodimio para los imanes permanentes).
La DESTRUCION DEL MEDIO RURAL para implantar megaproyectos eólicos y solares, promovidos por grandes grupos de inversión con la COMPRA DE VOLUNTADES POLÍTICAS...es ya una realidad innegable
El impacto medioambiental en la fauna (sobretodo aves), el manto vegetal y el paisaje...es BRUTAL, demostrando que estas energías son cualquier cosa menos "ecologicas"
La fabricación y posterior deshecho tras su ...limitada... vida útil de aerogeneradores y placas fotovoltaicas,
ha demostrado que es una de las INDUSTRIAS MAS CONTAMINANTES del sector energético.
Los RESIDUOS TOXICOS que generan tras su retirada provocan un problema....que NO se esta abordando....mayor al de la residuos nucleares, que actualmente tienen una gestión muy eficaz
Una turbina eólica industrial utiliza grandes cantidades de acero, cobre, aluminio y tierras raras.
La extracción y el refinado de las materias primas consumen cantidades asombrosas de energía, provenientes del carbón, el petróleo y el gas.
Cada base necesita unas 1.000 toneladas de hormigón armado. ¿Vida útil? Menos de 20 años.
Uno de los minerales para estas turbinas es el NEODIMIO, un metal lantanido, MUY escaso que sirve para hacer "imanes permanentes" esenciales para el funcionamiento eficaz de estos aerogeneradores.
La extracción de neodimio es una actividad minera MUY contaminante.
Las reservas MUNDIALES de neodimio son MUY ESCASAS, y China posee prácticamente el monopolio de su producción gracias a sus grandes reservas y su extracción y procesamiento.
En Europa y en parte en Estados Unidos se promueve la narrativa de que los propietarios de vehículos eléctricos a menudo viven en un mundo de «unicornios rosas»
Se cree que cargan su auto eléctrico con «rocío» de la toma de corriente. Sin embargo, para que haya electricidad en la toma, es necesario quemar mucho carbón. El carbón, a pesar de la transición energética, es la base de la energía mundial (datos de la AIE). Todavía es la principal materia prima para la producción de electricidad, a pesar de la noticia ampliamente difundida de que la capacidad instalada de energía solar fotovoltaica en el mundo ha superado la capacidad instalada de las centrales térmicas de carbón.
El problema es que las plantas solares funcionan, en el mejor de los casos, 8 horas al día, las eólicas 12, mientras que las centrales térmicas de carbón operan 24/7 con raras interrupciones para mantenimiento. Como resultado, con la misma potencia nominal, una central térmica de carbón genera mucho más electricidad en un día que una planta solar o eólica.
Hoy en día, el parque de centrales térmicas de carbón en los países desarrollados está compuesto por plantas muy antiguas, de más de 40 años, con una eficiencia extremadamente baja, construidas en pleno auge de la industrialización de Estados Unidos, Rusia y Europa, es decir, un legado de los años 60 y 70. No se construyen nuevas centrales térmicas en el mundo desarrollado, ya que no se otorgan créditos para ello debido a la agenda climática. Debido a que el parque de centrales térmicas de carbón es muy antiguo, en estas plantas dos tercios de la energía del carbón quemado se pierde por la chimenea. Junto con el calor, se liberan muchas partículas contaminantes finas, lo que no mejora la salud de las personas que viven cerca de estas centrales.
En China e India, las centrales térmicas de carbón son más modernas y contaminan menos, pero considerando la capacidad instalada, el impacto ambiental total no es menor que en Estados Unidos y Europa. Además, la electricidad de la central térmica de carbón hasta la batería del auto debe ser transportada, perdiendo un 10-15% en los cables, y una cantidad similar en la transformación y carga. En total, la eficiencia efectiva del esquema «central térmica de carbón - rueda del vehículo eléctrico» apenas alcanza el 20%. Mientras que la eficiencia de los motores modernos de gasolina y diésel es significativamente mayor.
LAS FALSAS ALARMAS CLIMÁTICAS RECIBEN UNA COBERTURA ENORME, SUS DESMENTIDOS SON IGNORADOS
Nuevo
artículo en The Telegraph de Bjorn Lomborg, presidente del Copenhagen Consensus, investigador visitante en la Universidad de Stanford, y autor de «Falsa alarma» y «Lo que sí funciona».
En el mundo de la política climática, los escenarios altamente pesimistas acaparan titulares y cobertura mediática, influyendo en las políticas públicas. Dos episodios recientes y desafortunados muestran que la prisa por gritar “¡fuego!” está haciendo que algunos escenarios ganen una influencia masiva cuando, en cambio, deberían ser recibidos con gran escepticismo.
Tomemos el caso de los incendios forestales. Cada vez se quema menos superficie del planeta. Rompiendo con esta realidad incómoda, un llamativo artículo publicado el año pasado en Nature finalmente encontró una narrativa preocupante: los “eventos extremos de incendios forestales” se habían más que duplicado a nivel mundial en las últimas dos décadas. Esto encendió una hoguera mediática. Medios como The New York Times y CBS News lanzaron advertencias sobre un planeta en llamas, viendo incendios más feroces como prueba de que nos dirigimos hacia un infierno global.
Nuevas investigaciones indican que aquel estudio estaba equivocado. El nuevo análisis muestra que los incendios extremos han disminuido un 35% en el mismo período. Los incendios arden con menor intensidad, y ya sabíamos que cada vez se quema menos superficie con el paso del tiempo; pero esto contradice el guion del cambio climático extremo, así que de los principales medios no se escuchó nada. No oímos hablar de que 2025 se perfila como uno de los años con menos incendios registrados en la mayor parte del mundo. El área total quemada en África, América, Asia y Europa ha caído drásticamente en comparación con años anteriores, y podría ser la más baja del siglo XXI si la tendencia continúa. Deberíamos celebrar esto como prueba de que la adaptación y una mejor gestión del territorio están funcionando. En cambio, tales noticias se esconden porque no encajan con la ortodoxia de las políticas climáticas.
Un estudio del año pasado también publicado en Nature afirmaba que el ingreso real mundial sería un 19% menor para 2050 de lo que habría sido sin cambio climático, y un 62% menor para 2100. De forma alarmante, esta investigación se convirtió en la estimación de daños de referencia para la Red para la Ecologización del Sistema Financiero (NGFS), una poderosa coalición de bancos centrales y reguladores de EEUU, la UE, Japón y otros países.
Durante décadas, los economistas serios, como el premio Nobel William Nordhaus, ha mostrado una imagen clara: el cambio climático es un problema que costará entre un 2 y un 3% del PIB mundial hacia finales de siglo. Es decir, lo mismo que soportar una o dos recesiones en 75 años, difícilmente un colapso social.
Ahora, varios estudios revisados por pares –publicados también en Nature– están destrozando esa nueva “ciencia”, como incluso ha reconocido The Wall Street Journal. Abundan los errores: la mayoría de los daños económicos desaparecen una vez que se elimina a Uzbekistán de los cálculos. El impacto climático estimado, analizado correctamente, es estadísticamente indistinguible de cero.
Pero el daño ya está hecho. La NGFS, cofundada por el exgobernador del Banco de Inglaterra y actual primer ministro canadiense Mark Carney, tiene el importante papel de evaluar la solidez del sistema financiero, y ha estado usando estos costos de desastre infundados para regular bancos, lo que podría generar regulaciones innecesarias que frenen el crecimiento.
Como señala el investigador climático Roger Pielke Jr., la NGFS tiene un historial de seleccionar daños extremos en lugar de estimaciones prudentes.
El verdadero desafío climático consiste en desarrollar soluciones que no causen más daño económico que el propio cambio climático. Lamentablemente, las políticas climáticas populares de hoy en día desperdiciarían entre 5% y 20% del PIB mientras apenas reducen las emisiones.
EL DEBATE MÁS IMPORTANTE DE ESPAÑA SOBRE ENERGÍA Y CLIMA
El director general de APPA, la Asociación de Empresas de Energías Renovables que agrupa a 400 empresas del sector de las tecnologías renovables, José María González Moya, ha
confirmado su asistencia a la mesa de debate «Clima, energía y medios de comunicación» que se celebrará dentro de la I Jornada de Cambio Climático y Sociedad de la Asociación de Realistas Climáticos el 15 de noviembre en Madrid.
La participación en el debate del experto en renovables José María González Moya, el experto en nuclear Manuel Fernández Ordoñez, el experto economista José Ramón Ferrandis, el experto en clima Javier del Valle, y el jefe de redacción de Libertad Digital Carmelo Jordá, convierten este evento en el debate público más importante que se va a celebrar en España sobre energía y clima, donde se abordarán cuestiones tan polémicas sobre la transición energética como su justificación climática o el riesgo que supone para la red eléctrica.
En la memoria de todos está el apagón general del mes de abril, sobre el que se ha querido evitar un debate público abierto. La asociación de operadores de redes eléctricas europeas, ENTSO-E, ha publicado hace unos días el
Informe de Hechos que describe las condiciones del sistema antes del incidente y la secuencia de acontecimientos que dieron lugar al apagón. El informe describe el primer apagón conocido causado por sobretensión (voltaje) que provocó una cadena de desconexiones de generadores renovables.
Según Damien Cortinas, presidente de ENTSO-E, el problema no fue la presencia de renovables, sino una deficiencia del sistema en el control de la tensión, y que la generación eléctrica que pueda controlar la tensión se puede hacer tanto con energía renovable como convencional. El sector de las renovables defiende que el
informe las exonera. Sin embargo, la transición energética no está exenta de riesgos.
Sin lugar a dudas el debate será interesantísimo. Para asistir a la jornada es necesario registrarse gratuitamente escribiendo a
realistasclimaticos@gmail.com
Los puntos climáticos sin retorno como evidencia de manipulación sociológica
Javier Vinós
Empecemos diferenciando lo que es un punto de inflexión de un punto de no retorno, algo que en el idioma inglés está muy claro, pero a la hora de traducir al español genera confusión en muchas personas. Un punto de inflexión (inflection point) es un cambio fundamental en la dirección o trayectoria, mientras que un punto de no retorno o punto crítico (tipping point) se refiere a un umbral decisivo que conduce a un cambio drástico y, a menudo, irreversible. Ambos conceptos describen transformaciones significativas, pero los puntos de inflexión indican una variación en la tasa o ritmo del progreso, mientras que los puntos de no retorno se caracterizan por la irreversibilidad y profundidad de la transformación.
El origen del concepto de punto de no retorno climático
El concepto de punto de no retorno está presente en la física básica. Si a uno de los platos de una balanza en equilibrio se le añade una masa muy pequeña, la balanza se desequilibrará completamente. Sin embargo, no era un concepto que estuviera presente en las ciencias del cambio climático en los años 80 y 90 del pasado siglo. Ello se debe a que la existencia de puntos de no retorno en el clima es un concepto teórico, sin ejemplos bien documentados.
Tampoco era un concepto popular en la sociología hasta que llegó el periodista y escritor
Malcolm Gladwell. En 1996 publicó
un artículo en la revista The Newyorker titulado precisamente ‟
The Tipping Point”. Los epidemiólogos hablan del punto crítico en el que una infección contagiosa supera un punto de equilibrio en el que se mantiene estable en la población y ello hace que aumente de forma exponencial hasta producir un brote epidémico y a ese punto le llaman ‟tipping point”. Gladwell tuvo la visión de mezclar este concepto epidemiológico con la sociología del crimen en Nueva York para explicar el aumento y posterior desplome de la tasa de homicidios en Brooklyn. El artículo tuvo tal éxito que en el año 2000 Gladwell publicó el libro ‟The Tipping Point”, en español
‟El punto clave: Cómo los pequeños detalles pueden marcar una gran diferencia”. Como dice el autor:
«Las ideas, los productos, los mensajes y las conductas se extienden entre nosotros igual que los virus». El libro tuvo y todavía tiene un éxito arrollador, convirtiéndose en best-seller, recibiendo premios y popularizando el término ‟tipping point”.
Es solo a raíz de este éxito social que el término salta de la sociología a la climatología. Y lo hace no porque responda a una necesidad científica sino a una política. El cambio climático es demasiado lento y progresivo, lo que invita a postergar las soluciones costosas, como reducir drásticamente las emisiones de CO₂ o desplegar generación eléctrica renovable a gran escala. Se hacía necesario imbuirlo de un sentido de emergencia y dramatismo y los puntos de no retorno son perfectos para asustar a la gente. El encargado de ello es, cómo no, James Hansen, quien en una presentación ante la Unión Geofísica Americana en 2005 afirmó que «nos encontramos al borde del precipicio de los puntos de no retorno del sistema climático, más allá de los cuales no hay redención». En pocos días todos los periódicos importantes se estaban haciendo eco y los puntos de no retorno pasaron a ser parte esencial de la comunicación del cambio climático.
La revista
Nature se hizo eco a los pocos meses de esta nueva tendencia en un editorial titulado:
‟Alcanzando un punto de no retorno”. Dicho editorial, reconoce a Malcolm Gladwell como el popularizador del concepto que ha infectado a la ciencia climática, pero
critica dicho concepto diciendo que
pertenece más al mundo social y político que al físico, y que hay tres peligros asociados a centrar demasiado la respuesta de la humanidad a la crisis climática en los puntos de no retorno. El primero es la incertidumbre de la ciencia; el segundo es la tendencia de tal énfasis a distorsionar nuestras respuestas; el tercero es el peligro del fatalismo.
Los académicos
Russill y Nyssa analizaron el uso de los puntos de no retorno en su artículo
‟La tendencia del punto de no retorno en la comunicación sobre el cambio climático” publicado en la revista
Global Environmental Change, y muestran que este uso aparece primero en los medios de comunicación, en el año 2002
antes de infectar a la literatura científica. Ellos documentan su
primer uso científico en un artículo de 2005 titulado
‟El adelgazamiento del hielo marino del Ártico, 1988-2003: ¿hemos superado un punto de no retorno?”
Figura 1. Análisis de la tendencia del punto de no retorno en la comunicación sobre el cambio climático. El primer uso en los medios de comunicación tiene lugar en 2002, mientras que el primer artículo científico que lo hace no aparece hasta 2005. Fuente: Russill & Nyssa. Global Environmental Change 19 (2009) 336–344.
El debate científico sobre los puntos de no retorno
En 2008,
Timothy Lenton, de la Universidad de East Anglia se convierte en el
científico de referencia sobre los puntos de no retorno al publicar en la revista PNAS, junto a otros científicos del Instituto de Postdam de Investigación del Impacto Climático, el artículo
‟Elementos de no retorno en el sistema climático de la Tierra”. No hay disimulo alguno con respecto a la
intencionalidad política, porque los mismos autores declaran que
«aquí nos limitamos a los elementos desencadenantes a los que pueden afectar las actividades humanas y que son potencialmente relevantes para la política actual». Ello los lleva a hacer la primera lista de puntos de no retorno que, según ellos, se deben a las actividades humanas y están lo suficientemente cerca en el tiempo como para verse afectados por las decisiones que se tomen hoy. La intencionalidad política no es que sea manifiesta, es que se declara.
Pero entre los científicos hay un debate con respecto a los puntos sin retorno por los siguientes problemas:
No están bien definidos. La ciencia requiere que sus postulados tengan una definición exacta e inequívoca, y nadie sabe dónde están los puntos sin retorno.
Presentan una gran incertidumbre. Al no haberse observado ninguno, no sabemos ni siquiera si existen y mucho menos bajo qué condiciones podrían presentarse. Son tremendamente especulativos.
Carecen de evidenciay no se puede calcular apropiadamente su probabilidad y mucho menos el momento en el que podrían producirse.
Son variables. Lo que ayer era un punto de no retorno, hoy resulta ya no serlo, y viceversa.
La ciencia se basa en la evidencia y como no hay evidencia sólida de que el sistema climático haya atravesado ningún punto de no retorno en miles de años, nos encontramos con un tema que está más cerca de la ciencia ficción que de la ciencia.
Por eso en 2011
David Battisti, profesor de ciencias atmosféricas de la
Universidad de Washington y autor de estudios sobre el cambio climático abrupto durante la última glaciación, dijo que
«puede que haya otros mecanismos por los que los gases de efecto invernadero puedan provocar un cambio climático abrupto, pero no conocemos ningún mecanismo así en los registros geológicos». Varios estudios, entre ellos el del profesor Battisti en la revista
Nature Geoscience, sugieren que el cambio climático abrupto parece ser el resultado de alteraciones en la circulación oceánica asociadas exclusivamente con las glaciaciones. El profesor Battisti ponía en duda que la acumulación de CO₂ en la atmósfera pueda provocar un cambio climático abrupto.
Ausencia de rigor científico
Pero este debate científico sobre los puntos de no retorno no llega al gran público, que es desinformado a conciencia por quienes han introducido este concepto en la comunicación climática con una clara intencionalidad política, contando con la inestimable colaboración de los medios siempre sensacionalistas.
Y si hacen falta ejemplos de lo poco riguroso que es a nivel científico el tema de los puntos de no retorno y de su naturaleza esencialmente ficticia, podemos poner dos:
(1) La hipótesis del fusil de clatratos
En los fondos marinos hay depósitos sólidos de metano en forma de clatratos. En 2003
James Kennett presentó
la hipótesis del fusil de clatratos, que se recargaría de metano durante los periodos fríos y se dispararía en caso de que el calentamiento alcanzara un cierto nivel.
La liberación del metano en la atmósfera provocaría un bucle de retroalimentación provocando sucesivamente más calentamiento y más liberación de metano.
El fusil de clatratos entró rápidamente en la lista de puntos de no retorno climático alarmantes, hasta que en 2016
un artículo en Reviews of Geophysics demostró que
el metano que liberan no alcanza la atmósfera. Es un ejemplo de cómo crear alarma sin ningún tipo de evidencia que lo apoye y con desconocimiento del funcionamiento del sistema.
(2) El hielo marino del Ártico
En su artículo de 2008,
‟Elementos de no retorno en el sistema climático de la Tierra”,
Timothy Lenton identificó
el hielo marino del Ártico como el primero en la lista de elementos que podrían presentar un punto de no retorno, señalando la marcada reducción en su extensión durante el verano que había llevado a algunos científicos a proponer que ya se había rebasado dicho punto. Sin embargo, desde 2007 no se ha observado una reducción significativa en la extensión del hielo marino ártico en verano. Las
dos décadas de estabilidad, mientras el calentamiento y las emisiones de CO₂ han continuado aumentando, apoyan que
este punto de no retorno no existe.
Figura 2. Las listas de puntos de no retorno varían de unos autores a otros. Entre las diferencias, en la lista de Lenton et al. 2008 (PNAS, 105, 6, 1786-1793) figuraba el hielo Ártico, que tras dos décadas de estabilidad ha desaparecido de la lista de McKay et al. 2022 (Science, 377, 6611, p.eabn 7950), siendo sustituido por el hielo del mar de Barents.
Esta indefinición, vaguedad e inconstancia de los puntos de no retorno, su origen en la sociología y su declarada intencionalidad política los desnudan como una más de las herramientas de manipulación empleadas en convencer a la gente de una imaginaria crisis climática. Produce estupor que el Vaticano exija más pruebas para declarar a alguien santo, que la ciencia para declarar la existencia de un punto de no retorno climático. ¿Es la ciencia la nueva religión para los crédulos?