Defensa

Conflicto en curso en Sudán

Administrator | Miércoles 12 de noviembre de 2025
Mayada Kamal Eldeen
Crímenes de guerra de las FAR, crisis humanitaria y esfuerzos diplomáticos en Al-Fashir y el papel mediador de Turquía
Sudán, el 15 de abril de 2023, cuando la tensión iniciada por las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) paramilitares respaldadas por los Emiratos Árabes Unidos y bajo el mando de Mohammed Hamdan «Hemedti» Dagalo, se convirtió en una guerra abierta, una guerra devastadora que continúa hoy, más de dos años y medio después, y la última vez, del 26 al 28 de octubre de 2025, cuando la milicia FAR se transformó en Al-Fashir, se produjeron ejecuciones y asesinatos de clérigos. En palabras de la ONU, se ha convertido en una de las crisis humanitarias más devastadoras a nivel mundial, causando la muerte de 20.000 personas, el desplazamiento interno de más de 11,7 millones de personas y la huida de 4,2 millones de personas a países vecinos.
La guerra comenzó en Jartum, la capital de la milicia FAR, y se extendió a varios estados, entre ellos Darfur, Kordofán y Gezira. En mayo de 2025, el conflicto parece haber llegado a un punto muerto geográfico. Mientras que el ejército controla Jartum y gran parte del norte y el este de Sudán, las FAR dominan las regiones occidentales, en particular Darfur. El Ejército sudanés ha mantenido su cuartel general en Port Sudan, situado en la costa del mar Rojo, y goza de reconocimiento internacional. Sin embargo, la capital, Jartum, ha quedado prácticamente destruida; los edificios gubernamentales, las escuelas, los bancos y los hospitales han sido devastados por los ataques aéreos y los bombardeos de las milicias de las FAR.
El coste humano es espeluznante: se estima que hay 40.000 muertos y un sinfín de crímenes de guerra documentados por observadores internacionales. Las milicias de las FAR, respaldadas por los Emiratos Árabes Unidos, han sido acusadas de brutalidad, incluidos ataques indiscriminados contra civiles, la destrucción de hospitales y violencia por motivos étnicos.
La brutalidad de las FAR y los crímenes de guerra en Al-Fashir
La entrada de Al-Fashir bajo el control de la milicia FAR el 26 de octubre de 2025 marcó un punto de inflexión significativo en el conflicto de Sudán, al poner de manifiesto los horribles crímenes de guerra cometidos por la milicia FAR. Último bastión importante del Gobierno en Darfur, la ciudad cayó en manos de las FAR tras un asedio de 18 meses plagado de hambrunas, bombardeos y sufrimiento masivo.
La masacre del hospital saudí
Tras la toma de la ciudad por parte de las FAR, se produjeron masacres sistemáticas en la ciudad. Las atrocidades más documentadas tuvieron lugar en el hospital materno saudí, donde, según la Organización Mundial de la Salud, unos 460 personas, entre pacientes, trabajadores sanitarios y civiles que buscaban asilo, fueron asesinadas por hombres armados de las FAR. Este ataque fue uno de los más mortíferos contra un centro sanitario en todo el conflicto. Los médicos supervivientes afirmaron que el hospital se había convertido en un «matadero humano» y que las milicias de las FAR «mataron a sangre fría a todas las personas con las que se encontraron» en el centro.
Al parecer, las FAR también secuestraron a seis trabajadores sanitarios, entre ellos cuatro médicos, un farmacéutico y una enfermera, y exigieron un rescate de más de 150.000 dólares por su liberación. La destrucción del hospital y el asesinato de los trabajadores sanitarios han supuesto un golpe devastador para un sistema sanitario ya colapsado. Cuando cayó Al-Fashir, entre el 70 % y el 80 % de los centros sanitarios de Sudán habían quedado inutilizables.
Masacres y crímenes de guerra a mayor escala
Más allá del hospital, los supervivientes documentaron atrocidades generalizadas. Testigos presenciales informaron de registros domiciliarios, detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos en masa, violaciones y saqueos. Las milicias de las FAR han documentado vídeos en los que se les ve ejecutando a civiles desarmados y entregando a combatientes con sus propios teléfonos móviles; estos actos constituyen crímenes de guerra según la Convención de Ginebra. Las imágenes satelitales analizadas por el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale han descubierto restos que los analistas creen que son restos humanos y manchas de sangre en el suelo, lo que proporciona pruebas físicas de los lugares donde se produjeron las matanzas.
La Organización Internacional para las Migraciones informó de que, entre el 26 y el 29 de octubre de 2025, unas 71.000 personas huyeron de Al-Fashir, muchas de las cuales sufrieron una violencia espantosa en sus rutas de huida. Quienes llegaron a la cercana Tawila y encontraron refugio denunciaron asesinatos, secuestros y violencia sexual cometidos por las fuerzas de las FAR.
El alcance de la limpieza étnica
La violencia asumió claramente un carácter étnico, y las FAR se centró en las comunidades no árabes, en particular los grupos étnicos zaghawa y masalite. Los investigadores de Yale concluyeron que «Al-Fasher ha sufrido un proceso sistemático y consciente de limpieza étnica contra las comunidades no árabes mediante desplazamientos y ejecuciones». Esto refleja el genocidio llevado a cabo por Cancavid, la milicia de vanguardia de la que surgió las FAR, durante la crisis de Darfur a principios de la década de 2.000.
Intervención legal internacional
La Corte Penal Internacional dijo que estaba «profundamente preocupada» por las atrocidades, y añadió que las acciones «pueden constituir un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad de conformidad con el Estatuto de Roma». La Fiscalía de la CPI dijo que estos crímenes formaban parte de un patrón más amplio de violencia que afectaba a toda la región de Darfur desde abril de 2023 y que estaba tomando medidas inmediatas para proteger y recopilar pruebas para futuros enjuiciamientos.
Crisis humanitaria y situación política
Hambruna e inseguridad alimentaria
Sudán se enfrenta a la peor hambruna del mundo. Según el último análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria, más de 21 millones de personas en todo Sudán se enfrentan a altos niveles de inseguridad alimentaria aguda. El análisis confirmó que las condiciones de hambruna en El-Fasher (Darfur del Norte) y Kadugli (Kordofán del Sur), donde las familias sobrevivían a base de hojas, pienso para animales y hierba, seguían activas. Alrededor de 375.000 personas en todo el país sufren un hambre «catastrófica», lo que significa que están al borde de morir de inanición.
El asedio de Al-Fashir fue un ejemplo de esta catástrofe humanitaria. Durante los 18 meses de bloqueo, no se entregó ayuda humanitaria, alimentos ni medicamentos a la ciudad. El Comité Internacional de la Cruz Roja estima que miles de civiles perdieron la vida debido al hambre y los bombardeos solo durante este asedio.
Desplazamiento
Tras la caída de Al-Fashir, las condiciones humanitarias empeoraron. Más de 450 000 personas fueron desplazadas de la ciudad y sus alrededores, la mayoría de las cuales se refugiaron en El-Tawila, a unos 70 kilómetros de distancia. El coordinador de ayuda de emergencia de la ONU afirmó que cientos de miles de personas se encontraban atrapadas en la ciudad, enfrentándose a la inseguridad alimentaria, las enfermedades y la violencia continua.
La propia Tawila está desbordada. Más de 652 000 desplazados internos viven actualmente allí, durmiendo al aire libre con reservas de alimentos agotadas y escasas fuentes de agua potable. Los trabajadores humanitarios informan de que la capacidad operativa es insuficiente para satisfacer las necesidades causadas por la afluencia de familias desplazadas.
El sistema sanitario se ha colapsado
El sistema sanitario de Sudán ha quedado devastado, lo que ha provocado unas pérdidas económicas estimadas en 700 millones de dólares en su infraestructura sanitaria. A finales de 2024, aproximadamente el 67 % de los hospitales de las zonas afectadas por el conflicto habían cerrado. Los ataques contra los hospitales han sido sistemáticos: desde el inicio del conflicto, 13 trabajadores sanitarios han sido asesinados, cuatro secuestrados por las milicias y nueve están desaparecidos. Las mujeres embarazadas y las niñas se han visto especialmente afectadas, ya que se les ha privado de servicios de salud reproductiva que podrían salvarles la vida, al verse obligadas a interrumpir las actividades de los hospitales maternales, incluido el Hospital Omdurman, el mayor centro de referencia de Sudán. ​
El papel de Turquía en el establecimiento de la paz en Sudán
Basándose en el éxito de la mediación de paz entre Etiopía y Somalia a través del proceso de Ankara, Turquía se ha posicionado como mediador clave en el conflicto sudanés. En diciembre de 2024, el presidente Recep Erdoğan se ofreció a mediar entre Sudán y los Emiratos Árabes Unidos, afirmando que Turquía podía ayudar a resolver las tensiones entre ambos países. Erdoğan ha definido el papel de Turquía en torno a «garantizar la paz y la estabilidad en Sudán, proteger su integridad territorial y su soberanía, y evitar que el país se convierta en un centro de intervención extranjera».
El viceministro de Asuntos Exteriores turco, Burhanettin Duran, dio un paso diplomático concreto al visitar Port Sudan el 4 de enero de 2025. Durante esta visita, el Gobierno turco esbozó medidas prácticas, como pasos para fomentar la confianza, alto el fuego temporal y acuerdos de reparto de recursos entre Sudán y los Emiratos Árabes Unidos. La visita también incluyó declaraciones sobre el establecimiento de servicios bancarios en Port Sudan y la creación de una nueva agencia de ayuda.
El papel humanitario de Turquía
Más allá de la diplomacia, Turquía ha mantenido una de las pocas embajadas activas en Puerto Sudán y ha proporcionado una importante ayuda humanitaria. La Dirección de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía (AFAD) ha enviado 8000 toneladas de ayuda humanitaria en los últimos meses, incluyendo alimentos, refugios y suministros médicos. Turquía envió dos aviones de carga de emergencia con medicamentos básicos en mayo de 2023, inmediatamente después de los actos violentos. La Agencia Turca de Cooperación y Coordinación (TİKA) ha reabierto su oficina en Puerto Sudán y se ha informado de que el Banco Ziraat ha reanudado sus actividades en la ciudad.
El embajador de Sudán en Ankara, Nadir Yusuf Eltayeb, destacó que la continua presencia diplomática de Turquía la distingue de otros países, y añadió que «aunque muchos países cerraron sus embajadas en las primeras semanas de la guerra, Turquía ha seguido existiendo hasta hoy».
Condena definitiva y defensa
Tras la masacre de Al-Fasirde, ocurrida entre el 26 y el 28 de octubre de 2025, el presidente Erdoğan de Chmhura condenó duramente la masacre el 2 de noviembre de 2025, diciendo: «Nadie que no tenga una piedra en el pecho y tenga corazón puede aceptar las masacres de civiles de los últimos días en Al-Fashir, Sudán. No podemos permanecer en silencio», afirmó. En su intervención en la reunión del COMCEC de la Organización de Cooperación Islámica en Estambul, Erdoğan destacó la importancia de solidarizarse con el pueblo sudanés y proteger la integridad territorial y la soberanía de Sudán.
Turquía pidió el cese inmediato de los combates en Al-Fashir, un paso seguro para la ayuda humanitaria y la protección de los civiles. El Ministerio de Asuntos Exteriores turco condenó la persecución de las FAR y reiteró el «apoyo abierto de Turquía a la unidad, la integridad territorial y la soberanía de Sudán», subrayando la «importancia del diálogo para encontrar una solución pacífica al conflicto».
Ventajas estratégicas y retos de Turquía en Sudán
Turquía tiene tres ventajas fundamentales para mediar en la crisis de Sudán. En primer lugar, sus profundos lazos históricos y sus iniciativas humanitarias con Sudán han creado una percepción positiva entre la población sudanesa. En segundo lugar, la reciente normalización de las relaciones de Turquía con los Emiratos Árabes Unidos proporciona un canal potencial de diálogo entre el ejército sudanés y las milicias de las FAR. En tercer lugar, la capacidad de Turquía para cooperar con organizaciones regionales como la Unión Africana y la IGAD aumenta la legitimidad de los esfuerzos de mediación. ​
Sin embargo, Turquía se enfrenta a importantes obstáculos. El apoyo abierto de los Emiratos Árabes Unidos a las FAR podría llevar a algunos sudaneses a cuestionar la imparcialidad de Turquía. La profunda desconfianza dentro de Sudán y los intereses contradictorios de actores globales como Estados Unidos, Rusia, China e Irán limitan el margen de maniobra de Turquía.
Además, la complejidad geopolítica de Rusia, China, Irán, Egipto y Arabia Saudí a la hora de perseguir diferentes intereses en Sudán complica el papel de Turquía como mediador neutral. Sin embargo, el compromiso diplomático continuo de Turquía, su presencia humanitaria y su voluntad de abordar la cuestión de los EAU la diferencian de otros actores internacionales, lo que podría posicionarla como un actor influyente en cualquier proceso de paz futuro.
Sin embargo, lo cierto es que el pueblo sudanés siente una gran admiración por Turquía, especialmente por su desarrollo económico y su estabilidad política, así como por la simpatía del presidente sudanés, Recep Tayyip Erdoğan. Esta confianza posiciona a Turquía como un mediador fiable para resolver la guerra en curso en Sudán. Esto podría facilitar la labor de Turquía.
La nueva frontera de Sudán: cómo el control de El-Fasher por parte de las FAR remodela el estado
Abbas al-Zein
La caída de El-Fasher marca el fin del gobierno centralizado de Sudán y el auge de una economía política militarizada impulsada por el oro, los corredores regionales y los intereses extranjeros.
La caída de El-Fasher, capital de Darfur del Norte, en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) marca una ruptura decisiva en la guerra de Sudán, que estalló en abril de 2023. El conflicto ha dejado de ser una lucha de poder convencional entre el jefe del Consejo de Soberanía, Abdel Fattah al-Burhan, y su antiguo adjunto, Mohammed Hamdan Dagalo (Hemedti), para convertirse en una compleja batalla por la geografía, la economía, las estructuras sociales y la influencia regional.
El-Fasher había sido durante más de un siglo el centro simbólico y administrativo del Estado sudanés en Darfur. La toma de la ciudad por parte de las FAR representa el colapso del último bastión de Jartum en la región y el inicio de lo que podría denominarse «descentralización forzada» o fragmentación del poder, en la que surgen centros de poder paralelos, fuera de los límites del Estado central.
Situada en una puerta de entrada natural al comercio del desierto y a las rutas de contrabando que se extienden hasta Libia, Chad y Níger, El-Fasher conecta Darfur con África Occidental más que con Jartum o Puerto Sudán. Estos corredores, que en su día fueron rutas comerciales, son ahora líneas vitales para la economía de guerra de las FAR, ya que suministran armas, mercancías de contrabando, combatientes y combustible.
Un informe de abril de 2025, titulado «El comercio a larga distancia de Darfur: impacto de la guerra y el embargo comercial de las FAR», destaca cómo las rutas que atraviesan Darfur son ahora arterias económicas que alimentan las ambiciones militares de las FAR. A medida que el grupo bloquea el acceso de sus rivales y monopoliza el comercio, las zonas fronterizas, que antes se consideraban la periferia de Sudán, se han convertido en un nexo geopolítico vital, donde convergen el contrabando de oro, el poder de las milicias y los acuerdos extranjeros.
El fin del dominio de Jartum y el auge de la gobernanza militarizada
Con las FAR atrincherada en Darfur y el ejército aferrado a las regiones oriental y central de Sudán, el país se ha fracturado de facto. Ahora gobiernan en paralelo dos autoridades rivales: el ejército sudanés como custodio nominal de la legitimidad del Estado y las FAR como poder autoproclamado que gobierna mediante las armas y el comercio.
Esta bifurcación también refleja una profunda realidad estructural, a saber, la ausencia histórica del Estado en las regiones occidentales de Sudán. Jartum trató durante mucho tiempo a Darfur como una zona de extracción de recursos, sin inversiones en infraestructura ni servicios públicos. Ese modelo se ha derrumbado ahora.
La victoria de las FAR en El-Fasher pone fin simbólicamente al modelo de gobierno centralizado de Sudán tras la independencia. Sin embargo, esta división en Sudán no es en absoluto nueva. En 2011, el sur se separó para formar un Estado independiente tras décadas de guerra civil y marginación. Lo que está ocurriendo ahora en Darfur se hace eco de esa ruptura anterior, no a través de una secesión formal, sino mediante la creación de economías políticas paralelas que operan totalmente al margen de la autoridad de Jartum.
El investigador Osman Ali Osman al-Makki señala que, a medida que las comunidades periféricas obtienen el control de los recursos, generan formas alternativas de autoridad local que «a menudo desafían la capacidad del Estado para gestionar eficazmente los recursos naturales».
Décadas de marginación estructural han dejado a Darfur vulnerable a esta transformación. En su estudio de 2022, «El conflicto en Darfur, Sudán: antecedentes y visión general», Alex de Waal señala que:
«Darfur no solo era la región más pobre del norte de Sudán, sino que los principales estrategas económicos del Gobierno dejaron claro que la estrategia oficial era centrarse en el eje central entre Dongola (norte), Sennar (Nilo Azul) y al-Obaid (Kordofán), el llamado «triángulo de Hamdi».
Sin embargo, los efectos de la guerra reciente y actual han trascendido los límites del campo de batalla y la política, afectando a la sociedad en su esencia. La economía de guerra, basada en el oro, el contrabando, las armas y el dominio de los corredores, ha cambiado la forma de la vida cotidiana en Darfur, alterando el equilibrio de poder dentro de las aldeas y tribus.
Los ancianos de las tribus ya no arbitran las disputas, ya que las milicias se han impuesto como una nueva autoridad, respaldadas por dinero y armas. A medida que este orden social se ha desintegrado, las masacres se han convertido en parte de la lógica del propio conflicto, y no en una consecuencia accidental o una causa. Esto se debe a que el objetivo ya no es solo el control militar, sino más bien el desmantelamiento de las antiguas estructuras sociales y la imposición de un nuevo tipo de lealtades y de la fuerza.
Un estudio de junio de 2025 realizado por la Fundación Konrad Adenauer titulado «Las Fuerzas de Apoyo Rápido y la guerra de visiones de Sudán» sostiene que el conflicto sudanés ha superado sus raíces étnicas: «El conflicto identitario en Sudán no es meramente étnico, sino transaccional, moldeado por contratos sociales rotos en torno al acceso a los recursos, la dignidad política y el abandono institucional».
Una crisis del arabismo y la transformación del poder tribal
La guerra de Darfur también se ha convertido en un campo de batalla para la controvertida identidad árabe de Sudán. Las tribus árabes como los rizeigat —en particular el clan mahameed de Hemedti— se encuentran ahora atrapadas entre un Estado central que históricamente ha monopolizado la identidad árabe y los árabes marginados de la periferia; y las comunidades no árabes, como los fur, los zaghawa y los masalit, que consideran a estas milicias como herramientas de represión y sufrieron a manos de los janjaweed (de donde provienen las FAR) durante la guerra de Darfur a principios de milenio.
Esto ha fracturado la idea misma del arabismo en Sudán. Ya no es una identidad cultural unificadora, sino que ahora funciona como una línea divisoria entre los árabes del poder y los marginados.
Desde 2023, la expansión de las FAR ha convertido la identidad árabe en un arma de dos filos: como herramienta de movilización tribal y como ideología política que desafía el monopolio del valle del Nilo sobre la condición de Estado. Sin embargo, esto también está evolucionando. Las FAR opera cada vez más como un actor económico militarizado, desvinculado de la lealtad tribal. Obtiene su fuerza del control de los corredores comerciales, los yacimientos de oro y las redes de contrabando.
De este modo, la afiliación tribal ha pasado de ser un marco social en manos de la autoridad a un proyecto político que quiere convertirse en la autoridad.
A medida que las alianzas se inclinan hacia los intereses materiales en lugar de los lazos sanguíneos, Darfur se asemeja ahora más a un mosaico de feudos armados que a una sociedad tribal. El colapso de la autoridad tradicional ha allanado el camino para un nuevo orden en el que son las armas, y no los ancianos, las que dictan las reglas.
Juegos de poder regionales: oro, corredores y huellas extranjeras
La transformación de Darfur en un centro económico militarizado ha atraído a actores regionales e internacionales que buscan explotar los corredores estratégicos y la riqueza de recursos de Sudán. Las carreteras del desierto que conectan Sudán con el Mar Rojo y África Occidental se han convertido en arterias para las armas, los combatientes y el oro de contrabando, lo que alimenta una contienda geopolítica en el corazón de África.
Los Emiratos Árabes Unidos, a través de empresas con sede en Dubái, desempeñan un papel central en esta economía sumergida. Según se informa, reciben hasta el 90 % de las exportaciones de oro de Sudán, en gran parte a través de rutas no reguladas, y a cambio proporcionan armas, logística y financiación a las FAR. Según un estudio de 2025 de Chatham House, este modelo de «oro por influencia» ha convertido el oro sudanés en una moneda de poder regional.
A través de su relación con las FAR, Abu Dabi busca reforzar su influencia regional como parte de su plan para dominar los puertos de la región de Asia occidental en general, el mar Rojo y el mar Arábigo en particular, y asegurarse recursos estratégicos como el oro y otros minerales, reforzando así su posición en la lucha regional por los recursos.
El Cairo, por su parte, considera que el control de las FAR sobre el oeste de Sudán es una amenaza para su seguridad en el sur y para la integridad de los acuerdos sobre el agua del Nilo. Egipto ha dado su apoyo al ejército sudanés, al considerar que el auge de las FAR supone un riesgo existencial para la cohesión nacional y la política regional del agua. Desde esta posición, El Cairo calibra su respaldo político y militar al ejército frente a un imperativo más amplio: evitar que el colapso de Sudán provoque el caos en su frontera sur.
El enfoque de Rusia es pragmático. Entre 2020 y 2023, Moscú, a través del Grupo Wagner, desarrolló asociaciones mineras con las FAR. Pero tras el colapso de Wagner, Rusia dio un giro hacia las relaciones oficiales con el Gobierno de Burhan. En abril de 2024, una visita a Port Sudan dio lugar a concesiones mineras y a un acuerdo de armas basado en el rublo, lo que reforzó la presencia institucional de Rusia.
Moscú también busca mantener el acuerdo sobre la base naval de Port Sudan en negociación con el ejército sudanés, ofreciendo una presencia en el mar Rojo.
Turquía ha redoblado su alianza con su «socio estratégico» Burhan, tratando a Sudán como una puerta de entrada a la influencia en el mar Rojo y a los mercados africanos. Según un informe del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) titulado «Sudán en la geopolítica africana de Turquía: una experiencia sotto voce en una región codiciada», Ankara ve a Sudán como una plataforma para aumentar su presencia económica y política en todo el continente mediante la inversión en sectores estratégicos como la agricultura y las infraestructuras.
Al igual que otras fuerzas externas, Turquía también busca fortalecer sus relaciones con Sudán para aumentar su influencia en el mar Rojo y en las rutas marítimas vitales, lo que contribuye a alcanzar sus objetivos geopolíticos a nivel regional.
Los documentos filtrados de 2025 proporcionados al Washington Post revelan que la empresa Baykar de Ankara entregó drones al ejército sudanés a finales de 2023, supuestamente a cambio de acceso a minas de oro y puertos estratégicos.
Oro y corredores: los verdaderos motores de la guerra
La guerra de Sudán, presentada públicamente como una lucha por el poder, es en esencia una batalla por el control de los recursos. Para las FAR, las minas de oro de Darfur y Kordofán representan tanto autonomía como influencia: combustible para la guerra y moneda de cambio para las alianzas.
Contrabandeado a través de Libia, Chad y Níger hacia mercados como Dubái, el oro sudanés no solo es una promesa de exportación, sino también una herramienta de influencia. Junto con el control de las rutas comerciales del desierto, las FAR operan ahora una red económica transfronteriza fuera del alcance del Estado central.
La guerra ya no es solo una lucha por Jartum o las instituciones estatales, sino una lucha por la tierra y los recursos en sí. El control del oro y otros minerales, las tierras agrícolas y las rutas comerciales transfronterizas significa controlar el rumbo y el futuro del Estado —internamente, pero con influencia externa—, ya que la economía transfronteriza se ha convertido en el principal motor del conflicto.
¿Qué vendrá después? Tres escenarios para Sudán
La guerra de Sudán ha entrado en una fase decisiva, marcada por el colapso interno y la explotación externa. La captura de El-Fasher por parte de las FAR y su dominio sobre las rutas comerciales y la riqueza mineral no solo reflejan un cambio en el frente militar, sino que también señalan una redistribución de facto del poder y la riqueza dentro y fuera del país. Se pueden prever tres posibles escenarios para el futuro de Sudán:
Un posible resultado es una partición de facto, en la que Sudán se fractura en zonas rivales controladas por las FAR y el ejército, cada una de las cuales gestiona sus propios recursos, economía y relaciones exteriores. Un Sudán unificado sobreviviría solo de nombre.
Otra trayectoria podría implicar una escalada de la guerra. Las FAR podría avanzar hacia el este para apoderarse de más zonas ricas en recursos o incluso intentar un nuevo asalto a Jartum. Esto conlleva el riesgo de atraer a más potencias regionales, intensificando la guerra por poder.
Una tercera posibilidad es una fragmentación controlada. Un acuerdo negociado a nivel regional podría afianzar el statu quo, distribuyendo el poder y los recursos entre las facciones beligerantes sin resolver el conflicto.
En todos los escenarios, los factores impulsores siguen siendo los mismos: el oro, las rutas comerciales y la lucha regional por la influencia. El futuro de Sudán puede que ya no se decida en Jartum, sino en los desiertos de Darfur, las rutas de contrabando y las capitales extranjeras que apuestan por la próxima fuerza dominante en el fracturado centro de África.

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