Defensa

La era de la guerra digital redefine la doctrina militar en Moscú

Administrator | Martes 02 de diciembre de 2025
PIA Global
La reciente intervención pública de Yuri Baluyevsky, exjefe del Estado Mayor de Rusia y una de las voces más influyentes en la formulación de la doctrina estratégica del país, marca un giro profundo en la comprensión contemporánea de la guerra.
Las palabras de Baluyevsky lejos de ser un simple ejercicio teórico, condensan el aprendizaje militar obtenido en el frente ucraniano y anuncian un cambio estructural en la lógica global del conflicto.
Según sus publicaciones recientes, afirma que la guerra moderna ha entrado en una fase a la que denomina sin rodeos “la era de la guerra digital”, un escenario donde el poder ya no reside en el número de tanques, cañones o soldados, sino en la capacidad de procesar datos, desplegar enjambres autónomos de drones y dominar la inteligencia artificial aplicada al campo de batalla.
En sus declaraciones se sostiene que la primera transformación consiste en la “transparencia total del campo de batalla”. La proliferación de drones autónomos e interconectados convierte cualquier movimiento, por mínimo que sea, en un blanco rastreable y eliminable. El frente se vuelve un espacio sin refugios, sin opacidad, un territorio descrito por él como “una zona de exterminio total” donde la supervivencia depende de la velocidad de reacción y la invisibilidad digital más que de la potencia de fuego.
Siguiendo esta lógica, advierte que para principios de 2025 más del 70% de las bajas en los conflictos modernos ya son causadas directamente por drones, no por artillería, tanques o aviación clásica. Los enjambres, capaces de identificar un objetivo, procesar la información y atacar sin intervención humana, reemplazan la letalidad tradicional y redefinen el equilibrio entre ataque y defensa.
En este punto, Baluyevsky es categórico: los tanques y la artillería, iconos de la guerra del siglo XX, se han vuelto “blancos fáciles” incapaces de sobrevivir bajo la presión de drones inteligentes que saturan el campo de batalla. Las plataformas pesadas, lentas y detectables pierden sentido en una guerra donde el primer disparo ya revela la posición y condena al atacante.
Por eso propone un rediseño completo del ejército, no basado en brigadas mecanizadas sino en micro-unidades de dos a cuatro soldados, extremadamente móviles, dispersas en el terreno y conectadas a redes de mando en tiempo real. La masa, explica, ya no protege: la masa constituye un blanco. La dispersión y la movilidad son la nueva fortaleza.
Pensamiento y reconfiguración táctica
Más allá de la configuración táctica, Baluyevsky subraya el elemento central de esta revolución: “el poder computacional se convierte en el nervio de la guerra”. No se trata solo de fabricar drones, sino de dotarlos de sistemas de aprendizaje automático capaces de identificar amenazas, priorizar objetivos y lanzar ataques autónomos sin los retrasos humanos.
De acuerdo con su análisis, el dominio de la inteligencia artificial aplicada al combate no solo decidirá la superioridad militar, sino que podría incluso “debilitar el valor estratégico de la disuasión nuclear” si los sistemas antimisiles basados en IA logran interceptar armas balísticas estratégicas. La advertencia no es menor: desde 1945, la estabilidad mundial se ha sostenido sobre la mutua capacidad de destrucción asegurada.
Si la tecnología permite anular esa garantía, la arquitectura de seguridad global entra en una fase de incertidumbre profunda que redefiniría los equilibrios de poder entre Rusia, China, Estados Unidos y las potencias intermedias.
En su mensaje aparece, sin embargo, una advertencia dirigida a su propio país. Baluyevsky sostiene que Rusia tiene el talento, la infraestructura científica y la industria militar necesarios para adaptarse a esta nueva era, pero advierte con igual claridad que “si Rusia retrasa esta transición, quedará superada por las grandes potencias tecnológicas”.
En su análisis, la competencia ya no se mide en años sino en meses. La guerra digital avanza al ritmo de la innovación computacional, y quienes dominen la capacidad de producir drones autónomos, sistemas de fusión de datos y escudos antimisiles inteligentes definirán los parámetros de poder del siglo XXI.
Las declaraciones de Baluyevsky no solo describen el fin de un paradigma militar, sino que revelan la profunda reconfiguración geopolítica en marcha. La guerra digital no es simplemente un cambio técnico: es la transición hacia un sistema internacional donde el poder se fragmenta, las grandes formaciones pierden relevancia y la supremacía dependerá de la capacidad de un Estado para controlar el cielo invisible de los algoritmos.
En este escenario, advierte, no habrá espacio para el retraso ni para el conservadurismo doctrinal. El mundo entra en un momento donde la supervivencia estratégica —para Rusia, para Occidente y para cualquier potencia regional— exige abandonar definitivamente el modelo industrial de guerra y asumir que las próximas décadas estarán marcada por enfrentamientos donde la máquina piensa, decide y actúa con una velocidad que ninguna institución del siglo pasado puede igualar.
Dugin en directo: “No podremos ganar en Ucrania hasta que no venzamos y nos curemos a nosotros mismos de 1990”
Hoy en Ucrania estamos resolviendo dos tareas fundamentales: luchamos contra nuestro enemigo, recuperando el control de nuestra civilización, e intentamos curarnos a nosotros mismos, afirma el director del Instituto Tsargrad, el filósofo Alexander Dugin:
«Nuestra victoria en nuestras antiguas tierras, es decir, en Ucrania, es imposible sin la victoria sobre nosotros mismos dentro de las antiguas fronteras de la Federación Rusa. Por eso, hoy estamos librando una guerra en la que solo ganaremos si conseguimos lograr amos objetivos al mismo tiempo.
En Ucrania venceremos a Occidente, que lucha contra nosotros, exactamente en el mismo momento en que nos vengamos y expulsemos a Occidente de nosotros mismos: el liberalismo y la traición que se apoderaron de nosotros en la década de 1990, sometiendo a juicio esa realidad histórica, los errores y los crímenes que nosotros mismos cometimos, destruyendo una gran potencia y traicionando al mundo ruso.
Por eso, el tribunal que celebraremos tras nuestra victoria sobre los criminales nazis ucranianos será al mismo tiempo un tribunal sobre nuestra historia, sobre la década de 1990, sobre todo lo que condujo a esta espantosa espiral de sangrienta guerra civil fratricida.
Hoy en día, el destino de nuestra victoria y el destino de la recuperación, el renacimiento y el despertar de nuestro pueblo son cosas inseparables. Solo podremos vencer cuando esta guerra se convierta en una guerra verdaderamente popular, rusa, y cuando en ella nos venzamos a nosotros mismos.
Y después de nuestra victoria, sin duda tendremos que reiniciar la estatalidad, no solo la de nuestras antiguas tierras, sino también la nuestra. Porque será otro Estado, otro pueblo, otra sociedad, otro ciclo histórico.
Por supuesto, cuando esta transición termine, nos encontraremos en un mundo nuevo. Y tendremos que poner en orden no solo lo que hoy se llama «Ucrania», sino también lo que hoy se llama «Federación Rusa».
Simplemente estamos obligados a crear algo diferente: el mundo ruso. Debemos fundamentarlo, sentar sus bases y pensar en sus nuevas instituciones, adoptar una nueva constitución, en esencia, simplemente refundar nuestro Estado, que se convertirá en un renacimiento completo de esa realidad y ese comienzo históricos que es la Rusia Eterna, Grande y Buena. Debemos despertar verdaderamente para cumplir lo que se nos ha legado desde el momento de la creación de nuestro Estado y el bautismo de Rusia.
El pueblo ruso vive en el futuro. Y existimos no «por lo que», sino «para lo que». Nuestra existencia está por delante de nosotros. Por eso respondemos así a las enseñanzas sobre la fraternidad universal, sobre el Paraíso en la tierra. El «centro de gravedad» del pueblo ruso se encuentra en el futuro. Y nos acercamos cada vez más a ese futuro. Ese futuro se llama «Victoria».
Ahora se está forjando el plan de esta Victoria: cómo vencerlos a ellos y a nosotros mismos, y cómo renacer, cómo restaurar, resucitarlos a ellos y a nosotros mismos. Al mismo tiempo. Porque la abolición de «Ucrania» (y esto es extremadamente importante) implica la abolición simultánea de la «Federación Rusa» de 1990. Estas dos realidades irreales y caricaturescas son el resultado de la desintegración de una potencia orgánica, el Imperio (la Unión Soviética también estropeó muchas cosas, pero también tuvo muchos logros).
Sin embargo, ahora no debemos discutir sobre el pasado, sino avanzar hacia el futuro. Y en ese futuro no habrá ni Ucrania ni Federación Rusa, sino un gran mundo ruso renacido, nuestra nueva potencia mundial con una nueva idea rusa mundial, que restaurará todo lo mejor, todo lo antiguo y, por fin, cumplirá los mandamientos de nuestros grandes santos y héroes de nuestra historia.
Tenemos que cambiar muchísimas cosas y, por supuesto, los habitantes de las antiguas tierras deben desempeñar un papel muy importante en ello. Mucho más importante que una población simplemente sumisa, derrotada y sometida al poder ajeno. Pero todo esto se hará realidad cuando nuestra victoria se haga realidad, no solo sobre los demás, sino también sobre nosotros mismos».

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