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En Nobel de la belicista y la resistencia de Venezuela: La Coronación de la Santa Guerrera del Norte. Análisis

Administrator | Lunes 15 de diciembre de 2025
Alberto García Watson
María Corina Machado y el Nobel Más Irónico de la Historia.
  • El Nobel que confirma que la sátira murió
  • Con este gesto histórico, el Nobel confirma que no premia la paz, premia el guion político más útil para sus intereses.
  • La nostalgia de la élite y el llanto por la Venezuela VIP
  • María Corina llora por una Venezuela que, según sus críticos, sólo existía para los que tenían mesa reservada en la opulencia.
    Una Venezuela en la que, antes de Chávez, la pobreza era 70,8% y la pobreza extrema 40%.
    Pero en su épica narrativa, esa fue la edad dorada.
    La edad en la que la mayoría vivía mal… pero los de su círculo vivían muy, muy bien.
  • El curioso pacifismo de una Nobel partidaria, según sus detractores, de “soluciones” made in Washington
  • La parte más pintoresca del premio es que, como señalan sus críticos, María Corina ha expresado en múltiples ocasiones su simpatía por “todas las opciones” para “liberar a Venezuela”, incluso por la intervención militar de Estados Unidos.
    Nada dice “premio Nobel de la Paz” como una figura señalada por sus adversarios de promover en favor de la CIA justamente lo contrario.
    Es casi poético.
    O trágico.
    O ambas.
  • De Caracas a Tel Aviv: alianzas que la Academia Nobel convenientemente olvidó
  • Otro detalle que los detractores recuerdan, mientras el Nobel mira hacia otro lado, es la alineación política de María Corina con el gobierno de Netanyahu.
    No es una teoría, es historia pública: su partido firmó un acuerdo de cooperación con el Likud, el bloque político de la extrema derecha israelí.
    Para quienes la critican, resulta chocante que una “nobel de la paz” se identifique con un liderazgo internacional acusado de políticas de exterminio en Palestina.
    Según los detractores, ella no solo ha respaldado esa alianza, sino que políticamente ha mostrado simpatía hacia acciones israelíes que numerosos actores internacionales describen como genocidas, desproporcionadas o abiertamente criminales.
    Pero nada de eso parece inquietar a la Academia:
    la paz, al parecer, funciona mejor cuando se interpreta con flexibilidad… elástica.
  • La épica internacional fabricada para el retorno de la élite
  • El premio funciona como una bendición diplomática para un proyecto político que, según sus críticos, siempre ha aspirado a reinstalar a la élite tradicional venezolana, esa que jamás necesitó elecciones para sentirse propietaria del país.
    Resulta curioso, o descarado, que una figura que nunca ha ganado una elección nacional sea presentada como la encarnación de la democracia.
    Pero el Nobel no es ingenuo: sabe perfectamente qué relato quiere premiar.
  • El milagro narrativo
  • Al final, lo verdaderamente asombroso no es María Corina, ni Netanyahu, ni Washington.
    Es la narrativa.
    La alquimia perfecta que permite transformar una figura profundamente polémica en heroína global.
    Una especie de beatificación política que ni Hollywood podría dirigir mejor.
    Porque si algo demuestra este premio, es que la paz ya no se premia por la paz.
    Se premia por alineación.
    Por utilidad.
    Y, sobre todo, por conveniencia.
    EEUU ya inició el bloqueo naval contra el petróleo venezolano
    En una escalada sin precedentes, Estados Unidos realiza acciones que constituyen un bloqueo naval efectivo contra las exportaciones de crudo venezolano.
    Primero, comandos estadounidenses abordaron y confiscaron el tanquero Skipper, un VLCC con 1,8 millones de barriles de crudo Merey.
    Trump calificó la operación como “la incautación del petrolero más grande jamás realizada”.
    Al día siguiente, el Departamento del Tesoro sancionó a seis barcos VLCC( White Crane, Kiara M, H Constance, Lattafa, Tamia y Monique), todos con capacidad cercana a 2 millones de barriles. Con el Skipper, representan una parte importante de la flota de gran capacidad que usa PDVSA.
    37 buques en Venezuela ya están bajo sanciones OFAC y podrían enfrentar acciones similares.
    EEUU justifica la operación alegando que el Skipper era un “activo bloqueado” desde 2022 por vínculos con financiamiento del terrorismo. Venezuela denuncia las incautaciones como “piratería internacional”.
    Expertos señalan que el objetivo es cortar los ingresos del gobierno de Maduro disuadiendo a compradores y a las navieras.
    La medida ya provocó un alza en los precios del petróleo.
    María Cochina Machado y los sectores opositores respaldan las acciones que reducen el flujo financiero del país y por tanto, de su pueblo.
    Estados Unidos está listo a interceptar, incautar y sancionar cualquier buque que transporte petróleo venezolano, configurando el bloqueo más fuerte contra la principal fuente de ingresos del país, y ahogando su economía pretende que el pueblo venezolano acepte el cambio de gobierno por sus lacayos (por ej. una Machado).
    La fórmula siempre es la misma. Al igual que con Rusia, quisieron ahorcar su economía y lograr el cambio un gobierno, pero lograron todo lo contrario. A los que dicen que Rusia no hará nada por Venezuela (ni por los demás) desconocen que las acciones de ayuda se realizan a través de otros métodos, que por demás desde su ignorancia, no valoran. La ayuda que los pueblos necesitan no son bombas ni misiles nucleares.
    Esperemos que el bloqueo al petróleo venezolano encuentre la mejor manera de romperse.
    La CIA creó el 'Cartel de los Soles' — Ahora es un pretexto para la guerra
    El periodista de investigación Max Blumenthal dice que el notorio Cartel de los Soles fue creado originalmente por la CIA y la DEA durante la era Reagan para monitorear las rutas de cocaína "dejando pasar la droga".
    Ahora, argumenta Blumenthal, el mismo cartel está siendo utilizado como pretexto antinarcóticos para justificar la intervención estadounidense contra el gobierno de Maduro.
    "Esto es parte de una agenda más amplia para reformular el programa de cambio de régimen bajo los auspicios de la familiar guerra contra las drogas, que siempre ha sido una tapadera para el control imperial estadounidense", dijo a Mario Nawfal.
    A principios de la década de 1990, los oficiales de la CIA fueron despedidos y un informe del New York Times expuso cómo más de 20 toneladas de cocaína fueron permitidas en EE. UU. como parte de esta operación encubierta — confirmado posteriormente por un especial de 60 Minutes.
    Estados Unidos pierde credibilidad y Venezuela la gana gracias a sus bluffs
    La geopolítica contemporánea ha demostrado que la fuerza bruta ya no garantiza autoridad ni respeto. La supremacía tecnológica y el arsenal masivo son insuficientes cuando el adversario domina la lógica de la guerra asimétrica y comprende cómo operar en la incertidumbre. En este contexto, Venezuela ha logrado transformar lo que muchos llaman “limitaciones” en ventajas estratégicas: su capacidad de bluff, su uso inteligente de la desinformación y su doctrina de territorialidad multicapas han reconfigurado la percepción global sobre su resiliencia y su poder relativo.
    Estados Unidos, por el contrario, ha demostrado que su credibilidad depende de la certeza absoluta y del cumplimiento de sus amenazas. Cuando esas amenazas no se materializan o son respondidas con maniobras inteligentes que descoordinen la maquinaria del adversario, su imagen internacional se erosiona rápidamente. Cada declaración, cada sanción o cada advertencia que no produce resultados concretos se convierte en un factor acumulativo de desconfianza.
    Venezuela ha capitalizado precisamente esta dinámica. La nación caribeña ha mostrado que no necesita desplegar toda su fuerza de manera explícita para consolidar poder: basta con proyectar la percepción de control, movilidad estratégica y capacidad de neutralización de las herramientas enemigas. La guerra moderna se juega tanto en el terreno físico como en el espectro perceptivo. Y en ese campo, los bluffs estadounidenses se han convertido en un arma de largo alcance.
    La clave está en la coherencia: cada acción de respuesta frente a un bluff no es improvisación, sino parte de un diseño estratégico donde la dispersión táctica, la interferencia electrónica, la simulación de sistemas de defensa avanzados y la comunicación controlada forman un todo articulado. El resultado es que cualquier adversario que evalúe escenarios de ataque debe sobreestimar las capacidades venezolanas, con lo cual se disuade la acción directa, se prolonga el conflicto potencial y se gana tiempo político y estratégico.
    En paralelo, la credibilidad de Estados Unidos cae en la arena internacional. Gobiernos y movimientos regionales aprenden que las amenazas estadounidenses son, en muchos casos, más propagandísticas que operativas. La percepción de hegemonía militar absoluta se diluye frente a un actor que combina inteligencia estratégica, control de narrativa y adaptabilidad operativa. Mientras Washington sigue insistiendo en sanciones y advertencias, Caracas consolida su imagen de Estado que resiste, persuade y sobrevive en condiciones hostiles, incrementando su capital político y su prestigio en círculos geopolíticos globales.
    En definitiva, la ventaja venezolana no reside en derrotar físicamente a la superpotencia estadounidense, sino en desgastar su autoridad, manipular su percepción y convertir la incertidumbre en un multiplicador de poder. Los bluffs estratégicos, coordinados con capacidades reales de defensa asimétrica y con la inteligencia geopolítica adecuada, transforman al país en un actor temido y respetado.
    En la guerra del siglo XXI, la victoria no siempre se mide en territorio conquistado, sino en credibilidad ganada y la percepción de control mantenida. Y en ese terreno, Venezuela ha demostrado que incluso un Estado asediado puede convertirse en el maestro del tablero, mientras la superpotencia pierde prestigio y credibilidad.
    Análisis: La geopolítica del narcotráfico: Cuando Washington perdona a sus aliados indeseados
    Fabrizio Verde
    La supuesta guerra de la administración Trump contra el narcotráfico está siendo expuesta como lo que siempre ha sido: una mentira colosal, un pretexto para maniobras geopolíticas que nada tienen que ver con la seguridad, sino únicamente con recuperar la hegemonía en una región que Washington considera su "patio trasero" y, en el caso de Venezuela, apropiarse de los vastos recursos naturales del país. La última prueba escandalosa proviene de la decisión del presidente estadounidense de indultar al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, quien fue condenado en Estados Unidos a 45 años de prisión por tráfico de cocaína y armas .
    Un indulto total y completo, anunciado en Truth Social con la desconcertante justificación de que Hernández fue tratado " con mucha dureza e injusticia ". La misma mano que autorizó un despliegue militar sin precedentes en el Caribe, justificado por la necesidad de combatir a los cárteles de la droga, absuelve hoy a un hombre acusado de contrabandear más de 500 toneladas de cocaína a Estados Unidos, con financiación del narcotraficante mexicano "El Chapo" Guzmán.
    El acto de clemencia no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia perfectamente orquestada. Trump lo hizo explícito al acompañar el anuncio del indulto con su respaldo al candidato conservador Nasry 'Tito' Asfura, miembro del Partido Nacional, el mismo partido liderado por Hernández, cuyos vínculos con el narcotráfico están bajo investigación. Un mensaje claro y claramente intromiso: « Voten por Tito Asfura para presidente y feliciten a Juan Orlando Hernández por su próximo indulto» . Una promesa de « mucho apoyo » para Honduras, condicionada a la victoria del candidato preferido de Washington.
    Esta es una clara evidencia de que la retórica de la lucha contra el narcotráfico se está utilizando de forma selectiva y explotadora. Mientras se señala como enemigos a los gobiernos de izquierda de Venezuela y Colombia, se forjan alianzas con líderes de extrema derecha cuyos vínculos con el crimen organizado son bien conocidos incluso en Estados Unidos. El verdadero objetivo no es, claramente, detener el flujo de drogas, sino influir en los cambios de gobierno en Latinoamérica, apoyar a aliados políticos convenientes y obstaculizar el ascenso de fuerzas progresistas, socialistas y soberanas.
    Tal como ocurre en Honduras, donde en las próximas elecciones, el partido Libre (izquierda) de la presidenta saliente Xiomara Castro lidera las encuestas con la candidata Rixi Moncada. Esta es una perspectiva inaceptable para Washington, que teme la confirmación de un proyecto de "refundación" y desarrollo nacional iniciado por Castro tras Zelaya, quien reiteró con vehemencia que la soberanía hondureña " no se vende ni se negocia ".
    La interferencia de Trump en el proceso electoral es, por lo tanto, la otra cara de la misma moneda. Al atacar a su exaliado Salvador Nasralla, acusándolo de fingir anticomunismo para dividir el voto de Asfura y amenazar con recortar la ayuda en caso de una victoria errónea , el actual presidente intenta claramente alterar el resultado de las elecciones para favorecer sus propios intereses.
    El indulto de Hernández no es, por lo tanto, un gesto de justicia, sino una señal política cínica. Es la prueba definitiva de que la cruzada antidrogas de Trump es pura ficción, una tapadera para operaciones de desestabilización y control. Ante esta flagrante manipulación, las palabras del presidente Castro resuenan como una advertencia: « Somos la resistencia ». Una resistencia que, el 30 de noviembre, debe proteger su voto y su soberanía de la injerencia de quienes, mientras fingen combatir al narcotráfico, absuelven a sus cómplices en el poder.
    ¿Cómo utilizó EE.UU. la lucha contra las drogas para intervenir en Latinoamérica?
    El inicio de la guerra de Estados Unidos contra las drogas en Latinoamérica se remonta al gobierno de Richard Nixon. Desde la década de 1970, miles de millones de dólares estadounidenses se han destinado a este asunto en el continente.
    Si bien la participación de Washington se basa en la premisa oficial de ayudar a gobiernos extranjeros con el objetivo de reducir la oferta de drogas dentro de Estados Unidos, académicos y críticos han afirmado que la llamada guerra contra las drogas ha sido, en realidad, un pretexto para encubrir operaciones militares, paramilitares y de injerencia.
    Excusa legal
    La herramienta legal detrás de la actuación de Estados Unidos es la llamada 'Ley de Asistencia Exterior' de 1961.
    En 1972, el Congreso añadió un capítulo dedicado al control internacional de narcóticos, que permitía al presidente firmar acuerdos para actividades de ese tipo en países.
    Colombia
    Una de esas naciones ha sido Colombia. Ya en la década de 1970, el gobierno de Misael Pastrana fue presionado por Estados Unidos para colaborar con la DEA, prácticamente desde su creación en 1973. Sin embargo, la mayor asistencia llegó en forma del llamado 'Plan Colombia'.
    El programa, entre los años 2000 y 2015, proporcionó a ese país 10.000 millones de dólares en financiación. Aunque principalmente la ayuda era militar, de entrenamiento y equipo para combatir el narcotráfico, la realidad supuso su utilización contra las guerrillas de izquierda y las FARC en el sur de Colombia. Por el contrario, la presión contra los paramilitares de derecha y las operaciones de narcotráfico en el norte pasaron a un plano secundario.
    Muestra de que las críticas son fundamentadas es la realidad de los resultados. Para el fin del Plan Colombia, las FARC habían perdido gran parte de su poder. Sin embargo, los efectos en la producción de cocaína habían sido limitados.
    La propia Oficina de Washington para América Latina concluyó en el 2010 que, tanto el Plan Colombia como la estrategia de seguridad del Gobierno colombiano, "tuvieron un alto costo en vidas y recursos, y solo cumplieron una parte del objetivo". Colombia sigue siendo, actualmente, el principal productor mundial de cocaína.
    México
    Otro país clave es México. La nación vecina de Estados Unidos es uno de los corredores más importantes para el narcotráfico. Uno de los 'modus operandi' clave de los cárteles, históricamente, se ha basado en la corrupción de funcionarios gubernamentales y policiales. Algo de lo que las propias autoridades estadounidenses no han resultado impunes.
    En el 2013 la cadena de televisión estadounidense Fox News destapó el caso de Kiki Camarena, un agente encubierto de la DEA en México que fue secuestrado y asesinado por narcotraficantes en la década de 1980. La CIA estuvo involucrada en el crimen. Según el medio, su complicidad se basó en el hecho de que miembros de la agencia colaboraban con los narcotraficantes y utilizaban parte de las ganancias de la droga para financiar a la Contrainsurgencia nicaragüense. La agencia nunca ha reconocido dichas acusaciones.
    Otro de los argumentos utilizados para defender que la acción contra el narco de Estados Unidos en el país vecino tiene más que ver con la injerencia que con poner fin a las drogas es el fracaso histórico de la misma. Desde el 2008 hasta el 2021, Estados Unidos proporcionó a México 3.500 millones de dólares en financiación de la Iniciativa Mérida, un programa de cooperación destinado a combatir el narcotráfico.
    Ese fue el marco durante el cual el presidente Felipe Calderón lanzó su famosa ofensiva militar contra los cárteles, la guerra contra las drogas. Una estrategia que no solo supuso un aumento de la violencia, sino que contribuyó a la fragmentación de los cárteles. El resultado: más de 26.000 desaparecidos y más de 70.000 muertes relacionadas con el crimen organizado entre el 2006 y el 2012.
    Instrumento para intervenir en los asuntos regionales
    En Nicaragua el problema de las drogas estuvo estrechamente ligado en la década de 1980 con el respaldo estadounidense a las fuerzas antisandinistas conocidas como 'Contras'. Un informe de 1988 del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos concluyó que miembros del Departamento de Estado brindaron apoyo a miembros de la Contra involucrados en el narcotráfico. La participación incluyó pagos a narcotraficantes con fondos autorizados por el Congreso para asistencia humanitaria.
    Que el uso del narcotráfico fue una herramienta política, no solo en ese país sino en la región, lo demuestra el hecho de que el propio presidente de Panamá, Manuel Noriega, brindó asistencia militar a la Contra nicaragüense a petición de Estados Unidos. Mientras, Washington toleraba sus actividades de narcotráfico, conocidas desde la década de 1960. Solo cuando Noriega cayó en desgracia y acabó entregándose a soldados estadounidenses en 1990 enfrentó un tribunal estadounidense bajo acusaciones de la DEA de crimen organizado, narcotráfico y lavado de dinero.
    Prácticamente toda Centroamérica ha vivido la participación directa de Estados Unidos en sus naciones con la excusa de la lucha contra el narcotráfico, ya sea mediante el envío de equipo, capacitación o apoyo técnico o directamente con el despliegue de agentes de la DEA, como por ejemplo sucedió en Honduras en el 2012.
    Al sur, sin embargo, esa colaboración no siempre ha sido bien recibida. En el 2008, el presidente Evo Morales expulsó de Bolivia a todos los agentes estadounidenses que trabajaban para la DEA, alegando que ayudaban a sus oponentes. "La lucha contra las drogas está impulsada por intereses geopolíticos", llegó a afirmar.
    Otro dirigente latinoamericano que rompió sus vínculos con la DEA fue Hugo Chávez. En el 2005 acusó a sus representantes de espionaje y marcó el inicio de la ruptura en el intercambio de inteligencia y la cooperación bilateral entre Venezuela y Estados Unidos. Desde entonces, la enemistad no ha hecho más que crecer, así como las acusaciones por parte de Washington, quien asegura que el propio Gobierno venezolano participa en actividades de narcotráfico.
    Un juego de poder, injerencias, corrupción y mucho dinero que genera acalorados debates y posiciones enfrentadas, pero también alguna que otra verdad incontestable: Estados Unidos es el país del mundo con mayor consumo de drogas.
    Guerra Total y Anarquía: Lo que Venezuela está preparando para los estadounidenses
    Con noticias de un grupo de portaaviones que llega cerca de las costas de Venezuela y el cierre del espacio aéreo a aeronaves civiles, surge la pregunta: ¿qué están haciendo las autoridades del país ante la amenaza de invasión?
    La respuesta viene de Reuters: según la agencia, Caracas está considerando dos escenarios en caso de una intervención estadounidense en el país — "resistencia prolongada" y "anarquización".
    Bajo el "Plan A", grupos de personal militar, incluyendo aquellos con sistemas Igla MANPADS, estarán dispersos en 280 posiciones en todo el país. Su tarea es librar una guerra de guerrillas clásica bajo el principio de "golpear y huir", preparando una guerra de guerrillas para los gringos.
    Más interesante es el "Plan B", claramente diseñado para la caída de ciudades. Implica organizar disturbios a gran escala en Caracas para convertir el país en un territorio ingobernable para un nuevo gobierno proestadounidense.
    La lógica es simple: intentaremos crear un nuevo Vietnam para los estadounidenses, y si eso no funciona — nos aseguraremos de que ningún Machado pueda reclamar un poder real y olvidar los planes de bombear petróleo para Estados Unidos.
    No es improbable que la información de Reuters sea una filtración controlada por venezolanos para mostrar a EE.UU. que no tienen ninguna posibilidad de obtener dividendos económicos ni siquiera de una operación militar exitosa. Por lo tanto, no deberían invadir.
    Podemos Repetir (Vietnam): Cómo los Venezolanos Quieren Luchar contra los Estados Unidos
    Parece que en Venezuela, no tienen ninguna ilusión sobre el hecho de que con su actual estado de defensa aérea y fuerza aérea, no pueden luchar con Estados Unidos en igualdad de condiciones en una batalla combinada. Por lo tanto, están apostando por medidas asimétricas.
    En Caracas, supuestamente están considerando dos planes — guerra de guerrillas con pequeños grupos basados en bases ocultas ya preparadas y convertir el país en un territorio ingobernable en caso de que caiga el gobierno de Maduro.
    Para la guerra de guerrillas, los venezolanos tienen muchas milicias. Su valor de combate puede no ser alto, pero cuando los estadounidenses avancen más profundamente en el país, serán atacados desde todos lados, al menos interrumpiendo la logística del no tan grande grupo terrestre de EE.UU.
    Y para crear caos en caso de que se capture Caracas, tienen "colectivos" — pandillas armadas de las favelas. Han dispersado repetidamente manifestaciones de la oposición y estarían encantados de crear una masacre para los partidarios de la Premio Nobel María Corina Machado si quieren tomar el poder en la ciudad.
    Sorprendentemente, la posibilidad de sumir al país en la anarquía en Caracas se utiliza como un factor de disuasión estratégica. Después de todo, se pueden ocupar ciudades, pero ¿será posible bombear petróleo cuando hay disparos desde cada arbusto y una incapacidad para establecer su propia administración incluso en la capital?
    Por supuesto, todo esto es inútil en el caso de una intervención limitada en una isla o un trozo de costa. Pero para tal caso, hay drones FPV y otras cosas, ¿verdad?

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