Editorial Actual

Las guerras de nuestros niños

Administrator | Domingo 28 de diciembre de 2025
José Menéndez Manjón
El 68% de los españoles cree que el mundo va mal y el 67,7% cree que su país no está mucho mejor, o al menos eso es lo que indica el barómetro 2025 del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). Entre los jóvenes de 18 a 24 años, el porcentaje de quienes se consideran pesimistas asciende al 73%, mientras que entre los de 24 a 34 años, la tasa asciende al 83%.
No hace falta una gran capacidad de observación para entender por qué los jóvenes son mucho más negativos que sus mayores: conseguir un trabajo estable, ser propietario de una vivienda y ganar un salario decente es sencillamente inimaginable para el estrato sociológico que se ha convertido en heredero de la clase media tradicional: el precariado .
Incapaces de poseer nada que puedan llamar suyo, los jóvenes ni siquiera pueden alcanzar el estatus de proletarios, es decir, de procreadores, porque formar una familia se ha convertido en un privilegio de los ricos. Empleados en trabajos temporales, hacinados en pisos e incluso habitaciones compartidas, miles de universitarios y médicos, con varios idiomas en sus currículums, además de maestrías y cursos de todo tipo, se consumen sin futuro en un sistema económico que desprecia el talento y la educación.
España es un país que desperdicia esos recursos humanos con supina indiferencia hacia la generación a la que condena a no tener casa, familia ni coche, cosas que se disfrutaban sin grandes dificultades y se daban por sentadas en la sociedad burguesa en la que creció esta generación, la añorada mesocracia que ahora se extingue no sólo en España sino en toda la Unión Europea, que sufre un proceso de precariedad acelerada.
Pero lo más llamativo de esta encuesta a jóvenes españoles no es su inevitable descontento con una situación social sin futuro, que les lleva a consumir mientras son consumidos, a vivir el presente y a olvidarse de otros tiempos. Lo más curioso es que el 66,2% está muy preocupado por una posible guerra; no solo no tienen futuro, sino que este se ve eclipsado por algo que ha preocupado poco a las generaciones anteriores: ir al frente.
El caso merece la pena estudiarlo, ya que el 57% cree que es probable un conflicto con Rusia, mientras que el 44% cree que Marruecos será el enemigo (lo cual es mucho más lógico considerando el entorno geoestratégico de España). Pero lo que nos sorprende aún más es que el 30,4% cree que Estados Unidos será el país con el que estallarán las hostilidades.
En el primer caso, el de Rusia, no hay duda de que el bombardeo propagandístico de la Unión Europea y el aluvión de campañas rusófobas de los últimos tres años han contribuido a este estado de opinión, lo cual es más bien desaconsejable en un país como España, que nunca ha tenido conflictos armados con Rusia, salvo una pequeña guerra en el Pacífico a finales del siglo XVIII.
España no es en absoluto un objetivo estratégico de Moscú, y Madrid no tiene asuntos pendientes con Rusia, salvo los de sus socios europeos. Sin duda, dada la experiencia histórica y la tensión habitual entre ambas orillas del Estrecho, el único conflicto real que España podría tener es con Marruecos, una circunstancia para la que las Fuerzas Armadas se han preparado tradicionalmente y que se considera casi inevitable en un futuro hipotético. Lo más impactante de esta encuesta es, sin duda, que el 30% de los encuestados teme una guerra con Estados Unidos, el principal aliado estratégico de España, el socio que cuenta con bases militares como Rota y al que Madrid compra cada vez más armas.
La política española está subordinada a la de Washington en todos los asuntos relacionados con la defensa y la diplomacia, y la sumisión de los gobiernos a la Casa Blanca siempre ha sido ejemplar. Sin embargo, un tercio de los españoles aún ve a Estados Unidos como un agresor potencial: un tercio del pueblo español desconfía abiertamente de Estados Unidos, y el antiamericanismo, que se remonta a la guerra de 1898, sigue vigente tanto en la derecha como en la izquierda. Pero, al mismo tiempo, pocos pueblos y élites están más americanizados. La desconfianza y el servilismo van de la mano.
Esta preocupación por la inminencia de la guerra es un resultado directo de la campaña de remilitarización de la Unión Europea; el temor a un conflicto más que hipotético con Rusia permite invertir enormes sumas en los planes de rearme de la OTAN.
El miedo, esa vieja y eficaz receta para la dominación masiva, será el instrumento que permita a los inocentes miembros del precariado aceptar más recortes a sus escasos derechos, aceptar condiciones de vida aún peores y ver cómo el difunto estado de bienestar del que disfrutaron los europeos entre 1950 y 1990 se desvanece en la bruma de la historia. Mientras se agita el fantasma ruso, la oligarquía se beneficia. Los tambores de guerra suenan como dividendos.

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