Acreditó la peor imagen del patrioterismo militar
Acreditó la peor imagen del patrioterismo militar
ANTONIO TEJERO nació el 30 de abril de 1932 en Málaga, aunque se crió en Alhaurín el Grande, localidad situada en la comarca malagueña del Valle del Guadalhorce. Él mismo se ha reconocido como “hijo de honrados maestros [Antonio y Dolores] y nieto de sufridos campesinos”. El teniente coronel Javier Fernández López añade en su libro “Diecisiete horas y media: El enigma del 23-F” (Taurus, 2000) la condición de su padre como republicano reconvertido al franquismo, sin recordar, a pesar de su empeñado detallismo familiar, que otro hijo menor también siguió la carrera militar en el Arma de Infantería.
Antonio Tejero ingresó en el servicio en 1951. Como miembro de la I Promoción de Mandos de la Guardia Civil, obtuvo su despacho de teniente del Cuerpo en 1955, a la edad de 23 años, siendo destinado a la Comandancia de Manresa (Barcelona). Más tarde, una vez ascendido a capitán en 1958, ocuparía destinos sucesivos en Pontevedra y Vélez-Málaga. Tras su ascenso a comandante en 1963, se trasladaría a las comandancias de Las Palmas y Badajoz.
En 1974 fue ascendido a teniente coronel, empleo en el que fue designado jefe de las comandancias de San Sebastián y Vitoria, viviendo en el País Vasco los agitados prolegómenos de la transición política.
La legalización de la ikurriña (bandera vasca) promovida el 19 de enero de 1977 por Rodolfo Martín Villa, a la sazón ministros del Interior del gobierno centrista presidido por Adolfo Suárez, dio lugar al primer incidente político protagonizado por el teniente coronel Tejero con una notable trascendencia pública. Como jefe de la Comandancia de San Sebastián, de forma inmediata a dicha legalización, el mismo 20 de enero, envió un telegrama al ministro del que dependía preguntándole si debía o no debía rendir honores militares a dicha enseña, expresando su disconformidad con la medida. A raíz de este incidente, el teniente coronel Tejero fue trasladado a Málaga como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en aquella zona.
El 8 de octubre de 1977, día en el que la organización terrorista ETA había asesinado a Augusto Unceta, presidente de la Diputación de Vizcaya, Antonio Tejero volvió a tener otro importante protagonismo mediático cuando, poniéndose directamente al frente de una compañía de miembros de la Benemérita, impidió la celebración de una manifestación política previamente autorizada por el Gobierno Civil de la provincia. Al dirigirse a los manifestantes, el teniente coronel advirtió: “Hoy es un día de luto en España y aquí no se manifiesta nadie”. En esa ocasión, y a instancia del Ministerio del Interior, sus jefes naturales le retiraron el mando de la Comandancia imponiéndole un breve arresto domiciliario.
Menos de un año después, Tejero volvió a ser noticia controvertida al publicar en el diario “El Imparcial” (31/08/1978) una carta abierta al rey Juan Carlos en la que se mostraba disconforme con el avance de la Constitución que poco después, en el mes de diciembre, sería aprobada mayoritariamente en referéndum (unos días antes ETA había asesinado a cuatro guardias civiles en el País Vasco). El inmediato 2 de septiembre se le comunicó la imposición de un nuevo un arresto domiciliario de 14 días por “inexactitud en el cumplimiento de sus obligaciones reglamentarias del artículo 443 de Código de Justicia Militar por haber escrito una carta abierta al Rey como Capitán General de los Ejércitos sin darle curso por conducto reglamentario”…
Sin duda, más serio todavía sería el suceso conocido como “Operación Galaxia”, intento de asonada poco articulado pero encaminado en todo caso a alterar la normalidad democrática española, protagonizado también por el teniente coronel Antonio Tejero. Según los datos manejados en la causa militar correspondiente, entre finales de octubre y mediados de noviembre de 1978 el propio Tejero y el entonces capitán de Infantería Ricardo Sáenz de Ynestrillas mantuvieron diversos contactos en la cafetería “Galaxia”, ubicada en el madrileño barrio de Argüelles, para preparar un “golpe de mano”, que debería realizarse tentativamente el mismo 17 de noviembre.
Aquel conato de conjura se descubrió gracias al testimonio de uno de los militares invitados a las tertulias conspirativas de Tejero y Sáenz de Ynestrillas, que lo puso en conocimiento de sus superiores, propiciando con ello primero la vigilancia, a continuación el arresto (que se produce el 18 de noviembre de 1978) y posteriormente el procesamiento de sus compañeros. En su libro “23-F: La pieza que falta” (Plaza & Janés Editores, 1998), Ricardo Pardo Zancada, más indiscreto que los propios afectados, desvela que el “traidor” en cuestión fue el comandante Manuel Vidal Francés, entonces destinado como Sáenz de Ynestrillas en la Academia Especial de Policía Armada.
Durante la vista del Consejo de Guerra correspondiente, celebrada el 6 de mayo de 1980, los encausados manifestaron que la reunión del 11 de noviembre de 1978 de la cafetería “Galaxia”, al parecer base fundamental del procesamiento, no había pasado de ser “una discusión teórica” sobre una simple posibilidad de golpe de Estado. Añadieron incluso que la misma había surgido al hilo de unas declaraciones realizadas en aquellas fechas por el teniente general Gutiérrez Mellado, según las cuales tal intento no era posible…
Finalmente, las penas impuestas a los inculpados como autores de un delito de conspiración y proposición para la rebelión fueron mínimas: siete meses de prisión para Antonio Tejero y seis meses y un día para Ricardo Sáenz de Ynestrillas. Aunque el capitán general de la I Región Militar, Guillermo Quintana Lacacci, pidió la revisión de la sentencia y la imposición de un año y siete meses de prisión para cada uno de los encausados, el Consejo Supremo de Justicia Militar estimó, ya en julio de 1980, “poco fundamentados” los motivos de disentimiento del capitán general y confirmó la sentencia del Consejo de Guerra, con lo que quedaron liquidadas las condenas de los dos implicados en la “Operación Galaxia”, ya cumplidas de forma preventiva.
Se da la triste coincidencia de que, años más tarde, tanto Guillermo Quintana Lacacci como Ricardo Sáenz de Ynestrillas terminarían siendo asesinados por ETA, el primero el 29 de enero de 1984 y el segundo el 17 de junio de 1986…
Claro está que tras su significado protagonismo en “incidencias” de naturaleza político-militar, Antonio Tejero alcanza notoriedad universal con motivo de su participación en el inconcluso golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Él sería su principal protagonista al mandar la fuerza de unos doscientos guardias civiles que en la tarde de aquel día asaltó el Congreso de los Diputados secuestrando a todos sus miembros y al Consejo de Ministros, durante la sesión prevista para votar y en su caso investir a Leopoldo Calvo-Sotelo como nuevo presidente del Gobierno tras la renuncia en el cargo de Adolfo Suárez.
Cuando a la mañana siguiente, transcurridas diecisiete horas y media desde que iniciara la toma de la sede parlamentaria, el intento golpista se dio evidentemente por fracasado, Tejero se rindió a la autoridad competente, obteniendo la garantía de que se respetaría la declaración personal en la que había asumido la completa responsabilidad del hecho, eximiendo por tanto de toda culpabilidad a los guardias civiles bajo su mando, exceptuados los que tuvieran empleo de oficial (el conocido como “pacto del capó”).
La realidad de lo sucedido aquel día, es que cuando el general Armada le comunicó en el Congreso de los Diputados su intención de proponerse como presidente de un gobierno de “salvación nacional” integrado por un totum revolutum de ministros provenientes de todas partes (UCD, PSOE, PCE, Coalición Democrática, empresariado, banca…), incluyendo a militares tan poco ortodoxos en su opinión como los generales Sáenz de Santamaría y Saavedra Palmeiro, Tejero le impidió acceder al hemiciclo frustrando de hecho la misma ambición golpista que le había utilizado para ejecutar la parte más “sucia” de la asonada. Paradójicamente, el teniente coronel Tejero fue quien inició y quien, con su comportamiento final, dinamitó en última instancia el golpe del 23-F.
La relación completa del pretendido Gobierno del general Armada, fue publicada por la periodista Victoria Prego en una edición especial de “El Mundo” dedicada al 23-F en su XXV Aniversario. La autora de la información tuvo acceso a la agenda donde la doctora Carmen Echave, presente aquel día en el Congreso de los Diputados, anotó todos los nombres al oír la discusión entre el general Armada y el teniente coronel Tejero, redactando el siguiente texto:
Se llamaba Carmen y era médica. Militaba en UCD, pero no era diputada. Trabajaba en el equipo del entonces vicepresidente del Congreso, Modesto Fraile. Y el día en que se produjo el intento de golpe de Estado, ella estaba allí. “Allí” no significa solamente que se encontrara ese día en el interior del palacio de la Carrera de San Jerónimo. “Allí” quiere decir también que estaba muy cerca del recinto acristalado del edificio nuevo del Congreso, el lugar en el que Armada y Tejero celebran su primer encuentro, a gritos, en el transcurso del cual el segundo jefe de Estado Mayor del Ejército va desgranando, ante los atónitos oídos del teniente coronel que acaba de secuestrar al Gobierno y a toda la Cámara a punta de pistola, una lista apresurada con nombres propios adjudicándoles a cada uno de ellos una cartera ministerial.
La doctora Echave escucha cómo aparecen socialistas, comunistas, centristas, democristianos y otros dos generales, además del propio Armada: el general Sáenz de Santamaría, como ministro de Autonomías y Regiones, y el general Saavedra Palmeiro, como ministro del Interior. Carmen Echave va anotando a vuela pluma en una página de su agenda toda aquella letanía de nombres y cargos que Armada trasmite a un Tejero cada vez más indignado por lo que oye. Con una letra urgente, que se va haciendo progresivamente ininteligible, pero que recoge todo lo importante, queda plasmada esa noche la composición completa, con todas las carteras, y en riguroso orden de protocolo, de un gobierno de concentración en el que participan representantes de todos los partidos políticos y que va a estar presidido por el propio general.
Este es un fragmento de la página de la agenda en la que la doctora Echave anotó la composición del gobierno de concentración que el general Armada propuso al teniente coronel Tejero. A esas horas de la noche del 23-F, era ya evidente que el golpe caminaba hacia el fracaso, pero el todavía segundo jefe del Estado Mayor del Ejército hace un último intento de rescatar de entre los escombros de la asonada el proyecto político que le llevaría a él a la presidencia de ese gobierno. Armada contaba con que le apoyarían todos los partidos, despreciando el hecho determinante de que los diputados y el Gobierno legítimo en pleno estaban en ese instante preciso secuestrados por las armas:
Procesado por aquellos hechos (Causa 2/1981), el teniente coronel Tejero fue condenado el 3 de junio de 1982 por el Consejo Supremo de Justicia Militar a 30 años de reclusión como autor de un delito consumado de rebelión militar, con la pena accesoria de pérdida de empleo, fallo confirmado por el Tribunal Supremo el 22 de abril de 1983.
Por su parte, el Tribunal Constitucional no admitiría a trámite el recurso de amparo presentado por la defensa de Tejero, siendo publicada su baja definitiva en el Ejército en el BOE del 24 de mayo de 1983. Cumplió pena en tres prisiones militares sucesivas: Alcalá de Henares (Madrid), el Castillo de La Palma (Ferrol) y el Castillo de San Fernando (Figueras). Las visitas le fueron restringidas a partir de 1986, tras la cena de confraternidad que le dispensó el coronel responsable de este último establecimiento penitenciario, cuya permisividad sería objeto de la correspondiente sanción militar.
Desde la cárcel, el ex militar crearía un efímero partido político, Solidaridad Española, con el que se presentó a las elecciones generales del 28 de octubre de 1982 pretendiendo obtener un escaño por Madrid, organización que desapareció tras obtener únicamente 28.451 votos (un 0,14 por 100 del total).
No obstante, el Gobierno decidió suavizar la condena de Tejero concediéndole el tercer grado penitenciario. Finalmente, en noviembre de 1996 el juez militar de vigilancia penitenciaria puso en marcha el proceso para excarcelar a Tejero, al dictar un auto en el que le reconocía cinco años y 57 días de redención de pena por trabajo. La remisión de su condena se justificó con el ejercicio de la pintura (realizó más de 300 óleos de paisajes y retratos), con estudios de Geografía e Historia en la UNED, entre otros, y como habitual donante de sangre.
Con aquel beneficio reglamentario, se cumplían ya las tres cuartas partes de la pena de 30 años a la que fue condenado, obteniendo el derecho a la excarcelación el 3 de diciembre de 1996.
Uno de los críticos más viscerales de Antonio Tejero (y curiosamente también más complaciente con otros implicados de mayor rango), el teniente coronel Fernández López, hijo de guardia civil, le reconoce no obstante en su obra ya citada haber estado destinado en muchos de los puestos que la ordenanza califica como “de mayor riesgo y fatiga”. A renglón seguido afirma igualmente: “Tiene algunas condiciones personales extraordinarias para ser un magnífico oficial, de hecho sus subordinados le aprecian sobremanera. Sólo tiene un gran defecto: su indisciplina”.
Antonio Tejero, casado con Carmen Díaz Pereira, maestra e hija de guardia civil, es padre de seis hijos: Carmen, Dolores, Antonio (que siguió su misma vocación militar), Elvira, Ramón (sacerdote) y Juan. Actualmente reside entre Madrid y la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre, dedicado a su familia y a la pintura.
FJM (Actualizado 01/07/2011)
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