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Como decíamos hace dos semanas, una vez conocida la candidatura del PP a las elecciones europeas encabezada por Miguel Arias Cañete, el presidente Rajoy sigue firmemente enrocado en sus incumplimientos electorales, sus mentiras, sus políticas tentativas y sus enfrentamientos con las bases sociales y los estamentos profesionales del país.
Pero, más allá todavía, su gran hallazgo argumental para recabar el voto a favor de su partido, no es otra que la del pretencioso “el PP o la nada”, arriado como consigna electoral por María Dolores de Cospedal en la ‘Convención Nacional 2014’ de Valladolid. Una idea-fuerza ciertamente inconsistente, por no decir absurda, puesto que, disquisiciones filosóficas aparte, en política ‘la nada’ no existe: jamás quedarán escaños o despachos políticos desocupados tras ningún proceso electoral, como se comprobará después del 25 de mayo (ver La ‘Convención Nacional 2014’ del PP, otra cantinela engañosa de Rajoy).
Y es que, con independencia de que el PP pretenda vender un inexistente ‘agujero negro’ electoral, quien mejor representaría actualmente ‘la nada’ política, es el propio Mariano Rajoy, instalado en una permanente espera de que algo externo a su propio ser (la Merkel, Obama, la UE, el BCE, el FMI, el fantasma de los mercados, la Bonoloto o la abogada de las causas imposibles Santa Rita de Casia), le haga los deberes y le sirva en bandeja de plata o ‘de bóbilis, bóbilis’ (de balde, gratis y sin trabajo) todas las reformas económicas, políticas e institucionales necesarias para sacar al país del pozo en el que verdaderamente se encuentra, insista el Gobierno cuanto quiera insistir en su ilusa teoría de la recuperación económica, que vendrá para largo y seguramente después de las elecciones generales de 2015. Reformas esenciales todavía inéditas para las que el 20-N se le otorgó una comodísima mayoría parlamentaria que ahora se puede apreciar tan desaprovechada como inmerecida.
Porque, a efectos del servicio a los ciudadanos -dedicación fundamental de la política-, Rajoy sigue en la misma estela de vaciedad casi contemplativa de su predecesor en la Presidencia del Gobierno, el ínclito ZP, a quien Pío Moa definió de acertada forma como “el hombre vacuo de la vacua sonrisa”. Ambos, uno detrás del otro, decidieron aplicarse básicamente a la política del no-ser y del no-hacer (las pocas salidas de ese pacato guion a veces han sido peores que su manifiesta pasividad), y así se ha llegado a donde se ha llegado.
El manido y miope recurso de descalificar al adversario
De entrada, ungido por el dedazo presidencial como cabeza de la lista de candidatos al Parlamento Europeo, en su primer mitin electoral (celebrado el pasado 11 de abril en Toledo) Arias Cañete, que quizás sea uno de los mejores candidatos posibles del PP, puso por delante no un comprensible programa de objetivos políticos concretos, razonables y razonados -y por consiguiente creíbles-, sino el manido recurso a la descalificación directa y exclusiva del PSOE, señalándole de esta forma con gran miopía táctica como el único enemigo a batir. Una torpeza política obvia, porque el trasvase de votantes del PSOE al PP o del PP al PSOE es prácticamente inexistente (la ‘fuga de votos’ tiene derivas diferentes), olvidando mientras tanto a los partidos que acampan dentro de su propio espacio electoral (desde UPyD a Ciudadanos, pasando por Foro Asturias, Vox, CC…), que son los que uno por uno y todos en su conjunto, dado que la batalla se libra en una circunscripción nacional única, pueden causar al PP un verdadero estropicio en las urnas.
Claro está que para evitar esa pérdida de votos, el PP tendría que hacer un poco de autocrítica y expresar cierto ‘dolor de contrición’ con propósito de enmienda por el daño causado con su política a quienes incluso ya han sido sus electores reales (“un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar”, como quedó formulado en el Concilio de Trento). O al menos dejarse penetrar por una mínima suerte de ‘atrición’ -el llamado ‘dolor de contrición imperfecto’-, que como impulso redentor del Espíritu Santo es una mera “consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador”.
Pero el PP, y mucho menos su sector marianista, no está ni se le espera en la consideración de esas menudencias políticas. De forma que los comandos de guerrilleros y francotiradores electorales aledaños, seguirán disparando a sus anchas contra la línea de flotación del partido, que es la del Gobierno, con visos de dejarla como un auténtico colador el próximo 25 de mayo.
Con el ecuador de la legislatura ya muy sobrepasado, Rajoy sigue aferrado al estribillo de que todos los males del país, actuales y futuros, y todos los desastres y padecimientos por él imposibles de atajar en la presente legislatura, han que de ser cargados a la cuenta sin límite abierta por los depravados socialistas. Como si el PP hubiera emergido de la nada el mismo 20-N y sin nada que ver previamente con la burbuja inmobiliaria, el saqueo de las Cajas de Ahorro, las autopistas y los aeropuertos fantasmas, la corrupción política, la manipulación de la Justicia y la debilitación del Estado, los indultos políticos, el déficit de las Administraciones Públicas, la partitocracia...
Una actitud política bastante torpe, porque, sostenida de forma insistente a lo largo del tiempo, y sobre todo estando como está acompañada de una mayoría parlamentaria absoluta para hacer y deshacer políticamente como venga en gana, lo único que hace es acreditar ante la sociedad la propia ineficiencia del Gobierno y generar un ‘efecto boomerang’ contra el partido que lo sustenta. Y el colmo de esa estrategia de comunicación maniquea, rechazada por cualquier politólogo experimentado en campañas electorales, no es otro que el de sostener ahora el PP que no votarle en los comicios europeos pondría en grave peligro una más que hipotética recuperación económica, en verdad absolutamente invisible para los ciudadanos (“El PP o la nada”).
En aquel mitin toledano, el candidato del PP afirmó que su programa está sustentado en hechos, tales como que las reformas ya están funcionando, que estamos saliendo de la crisis y que volvemos a ser fuertes… Pero sin mostrar ni concretar de verdad el ‘programa y programa’ que tanto gustaba de reclamar Julio Anguita cuando estaba en la política activa, e insistiendo sin mayor argumentación en que es el momento de elegir entre “el cambio que propone el PP o el retroceso integral que implican las ideas socialistas”, es decir entre lo malo y lo menos malo, o viceversa.
Surrealismo político ab líbitum
Y tampoco deja de ser curioso que Miguel Arias contrapusiera las principales diferencias entre el PP y el PSOE afirmando que, frente a una declaración política, “que es lo que tiene el PSOE”, el PP sí que ofrece una alternativa “realista en el diagnóstico de los motivos de la crisis y ambicioso en los objetivos a cumplir, que son consolidar la recuperación, volver a crecer y crear empleo neto y volver a ser fuertes en Europa”. Porque lo cierto es que la supuesta base del ‘programa’ del PP, tal y como él lo expuso, no es sino otra mera declaración política ciertamente alejada de lo que cualquier ciudadano informado, o simplemente harto de las tracamandangas al uso, tiene como ‘compromiso electoral’ meditado, serio y convincente.
Confundido, pues, con lo que debe ser un programa político y lo que es una cantinela más de tres al cuarto, Arias Cañete pasó a alertar contra los extremismos y los euroescepticismos (fenómenos muy distintos y el primero especialmente afincado en el PP), reclamando una apuesta por los partidos “potentes” para desterrar dichos males. De forma que cualquier elector podría entender que también pedía un voto útil para la socialdemocracia europea, a pesar de que luego aclaró que es la hora europea del PPE, que es justo en la que hemos inmersos durante la catastrófica legislatura que concluye.
Pero donde Arias Cañete derrochó surrealismo a placer fue en la ronda de alabanzas a la labor de los ministros del PP, aunque como es público y notorio todos ellos hayan venido siendo reprobados por la opinión pública en todas las encuestas al uso y con calificaciones rayanas en el ‘cero patatero’, sin precedentes históricos. Así, sin cortarse un pelo, se dirigió al vapuleado Ministro de Hacienda para proclamar: “Cristóbal, los españoles tienen una deuda contigo porque lo has hecho bien”.
Y con el mismo desparpajo, del que ciertamente va sobrado, también se fue refiriendo a las medidas adoptadas por otros ministros presentes en el acto: Soraya Sáenz de Santamaría están poniendo orden en las administraciones públicas con una CORA magnífica; la ministra de Empleo, Fátima Báñez, dialogando con los sindicatos ha hecho una reforma laboral que “ya está empezando a dar sus frutos”; el ministro de Industria, José Manuel Soria, ha puesto orden en el sector energético tomando decisiones duras “cuando lo fácil era decir sí a todos”...
Aunque, crecido en el autobombo, el candidato popular no dejó de cerrar su mitin afirmado que el PP tiene un partido “formidable”, dirigido por una secretaria general “dos veces formidable” (¿?), y llamando a la movilización “porque estas elecciones son más importantes que las autonómicas y municipales, y que las elecciones generales”. Y concluyó: “Si lo hacemos así, el 25 de mayo le daremos a Mariano Rajoy una gran alegría y a España el partido que merece que le represente en el Parlamento Europeo” (no parece que, hoy por hoy, con la triste realidad socio-laboral del país, haya muchos españoles dispuestos a ‘alegrarle’ nada al señor Rajoy).
En fin, que Arias Cañete está dejando en mantillas al mismísimo Apollinaire cuando en el prefacio de su revulsiva obra teatral ‘Les Mamelles de Tirésias’ la presentó como un drama ‘surrealista’ (fue la primera vez que se utilizó el término) de esta guisa: “Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo… Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna”.
El cabeza de lista para los comicios europeos también destacó que nunca ha estado más a gusto en un Gobierno (se le fue la olla porque en el de José María Aznar, del que formó parte, casi todo se hizo mucho mejor); que está trabajando muy duro por superar la crisis y que lo hace con un presidente valiente, sereno, que no cede a las presiones, “a los listos que nos recomendaban que nos saliéramos del euro para poder devaluar o que nos dejáramos rescatar”. Con lo que, si se siente tan a gusto como ministro de Rajoy y considera que todo va viento en popa, uno puede preguntarse por qué razón abandona la nave gubernamental y no sigue remando con sus compañeros hasta llevarla efectivamente a buen puerto, que sería lo de agradecer (máxime cuando para ser comisario europeo, que es lo que quiere, no necesite ser eurodiputado).
Y, por supuesto, explicando quién, cómo, con qué dinero y con cargo a qué bolsillos ha rescatado el sector bancario español, cuando es obvio que los voluminosos préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) girados al efecto -41.300 millones de euros- constituyen deuda pública dura y pura y tienen que ser devueltos, permaneciendo el sistema bajo férrea vigilancia del fondo de rescate hasta su finiquito. Con independencia de que el Gobierno no los haya computado como tal para enmascarar en un 0,5% el incumplimiento del techo de déficit impuesto por Bruselas.
Porque, siendo esa la realidad, ¿a quiénes llama “listos” el súper listo de Arias Cañete…? ¿A los españoles informados que no se dejan engañar por las mentiras, las manipulaciones y el doble lenguaje gubernamental…?
Otra cuestión poco comprensible en torno al designado cabeza de lista del PP para las elecciones al Parlamento Europeo, es que al ser el ministro menos desaprobado del Gobierno (el más listo o el menos torpe de la cuadrilla, según se mire), haya sido él quien precisamente cause baja en la política nacional en vez de cualquiera de sus compañeros de partido, todavía más quemados y realmente ansiosos de trincar la canonjía de la Eurocámara (en el fondo no se trata de otra cosa), porque a él no le hace falta ni siquiera, insistimos, para ser comisario europeo.
¿Celos del presidente Rajoy, que manda a Miguel Arias a la lucha legionaria del ‘vencer o morir’…? ¿Simple gallegada presidencial…? ¿Huida personal del candidato de la ‘quema’ política nacional…? Lo cierto es que si de verdad se le ha elegido sólo para ‘ganar’ las elecciones europeas y después abandonar el escaño del Parlamento Europeo, que es lo que parece, lo suyo era haber incluido en las listas a un ‘número dos’ más rompedor que el descolocado Esteban González Pons, que es quien, todavía a falta de algunos hervores políticos, quedará al mando de los europarlamentarios del PP cuando su ‘número uno’ pase presumiblemente a ser comisario europeo.
¿Y qué dice el programa del PP para las elecciones europeas…?
Pero al margen de Arias Cañete y de González Pons, que ocupan los puestos de Jaime Mayor Oreja y Alejo Vidal-Quadras, y de la insustancial inclusión de Ramón Valcárcel, ex presidente de la Región de Murcia, la candidatura mantiene a toda la tropa precedente en puestos con posibilidad de renovar escaño. Lo que quiere decir que, en esencia, para ganar las elecciones europeas se confía más en la posición de Gobierno del PP y en su imagen pública (básicamente mala o muy mala a tenor de las encuestas) que en la calidad del factor humano y en una reacción política adecuada; a la espera, claro está, de un programa electoral rompedor que sigue inédito.
En su mitin toledano del pasado 11 de abril, Arias Cañete se limitó a lanzar un esbozo de programa electoral para Europa, que es la pieza de convicción esperada por los votantes, basado según dijo en cuatro ejes: crecimiento y empleo como prioridad; modernización y progreso como objetivo; los ciudadanos como eje de la política social y la unión e integración como ejes del proyecto europeo... Ejes -insistió- de un programa ambicioso que se va a explicar por todos y cada uno de los pueblos de España, “porque vamos a hacer una campaña pueblo a pueblo” (pidiendo el voto con los argumentos con los que lo está pidiendo quizás fuera más prudente para el PP pasar el trago con mucha más humildad y discreción).
Pero lo cierto y preciso es que, transcurrido todo un mes desde que se lio la manta a la cabeza con aquella alharaca propagandista, ya en campaña electoral (iniciada ‘oficialmente’ el 9 de mayo) y a muy pocos días de ir a las urnas, los votantes españoles siguen sin ver ni de lejos una propuesta programática del PP convincente para moverles a la participación y a otorgarle su confianza. Ni tampoco una mínima intención de reconocer y rectificar los errores de Bruselas en la gestión de la crisis, que han sido muchos y notables aunque nadie del PP hable de ellos.
Porque lo que se ha presentando como tal programa, sin la menor autocrítica y lleno de vacíos y ocultaciones expresas, sólo es un remedo de lo que debería ser y todo un ‘parto de los montes’ o la cosa ridícula e insignificante que sucede cuando se espera otra más importante y sustancial, como recogió Horacio en su Ars Poetica (“Parturient montes, nascetur ridiculus mus” o parieron los montes y nació un insignificante ratón). Lleno de especulaciones sobre una eventual acción europea conectadas de forma confusa con la problemática nacional y adornadas con ideas incluso contradictorias con lo hecho hasta ahora en la legislatura, poco creíbles y poco adecuadas sobre todo en un partido en el Gobierno, que al menos tiene que saber perfectamente dónde está y a dónde quiere ir, en lo que ha acertado y en lo que ha de rectificar de forma abierta, en corto y por derecho.
En la reciente ‘Convención Nacional 2014’ del PP, que es donde se tendría que haber discutido y perfeccionado el programa para las elecciones europeas con más atención que nunca, se exhibió un lema ciertamente críptico que decía: ‘España en la buena dirección’. Pero ni entonces ni al presentar el PP la candidatura de Arias Cañete se ha explicado cuál es el destino final al que se llega por esa ‘buena dirección’ y cómo vamos a transitar por ella, seguramente porque nadie lo sabe y porque se trata de una mera aspiración, cuyo buen fin se encuentra en manos de la fortuna.
Y si supuestamente Rajoy sabe lo que nos aguarda al final de ese camino, se lo calla como buen gallego para seguir siendo el más listo de la clase (o el más torpe, según se mire) y que nadie le adelante por la izquierda ni por la derecha, ni siquiera su candidato Arias Cañete. Lo extraño es que al mismo tiempo pretenda que en las elecciones europeas se le dé otro cheque en blanco como el del 20-N.
Porque, puestos a votar, lo que interesa a los electores es saber qué Europa proponen el PP y el PPE: si la del liberalismo a ultranza, los recortes y la desigualdad social, o la del bienestar y la justicia social, por ejemplo. Y saber también cuáles van a ser las vías para desarrollar su modelo político, económico y de convivencia; qué van a tener que poner encima de la mesa europea y qué recibirán a cambio; si se habla de una Europa unitaria y convergente o de la de dos velocidades, con unos países cada vez más ricos y dominantes y otros cada vez más pobres y dominados; cuál será su política exterior, su política monetaria, su política de inmigración…
Hasta ahora, lo que el PP ofrece a los votantes son más intenciones a futuro de bajar los impuestos (sin aclarar cuáles, cuándo y cuánto); alcanzar un crecimiento medio del PIB del 1,5% de media en 2014-2015 (es una mera previsión política, como tantas otras que se han visto incumplidas); situar el desempleo a final de legislatura en el mismo nivel que tuvo en 2011 con el Gobierno socialista, cosa que está por ver y que en todo caso incumple al cien por cien la promesa electoral de crear tres millones de puestos de trabajo durante la presente legislatura...
Promesas, promesas y sólo más promesas, sin ninguna credibilidad política, que justamente es de lo que Arias Cañete acusa al PSOE, y acompañadas de alguna patochada como afirmar que “el PP lidera la caída del paro en Europa” o replicar al PSOE que “Rajoy y Báñez son los grandes defensores de la igualdad”. Enredando de paso continua y falazmente con las cifras del mercado laboral.
Un asunto éste del engañoso manoseo que se trae el Gobierno con las cifras relativas al empleo y al desempleo -una de cal y otra de arena que siempre nos dejan donde estamos- que ya huele verdaderamente a podrido. Joaquín Estefanía lo advertía así en un artículo publicado en El País (04/05/2014), llamando además la atención sobre la vacuidad del programa europeo del PP (“es la apología de la nada”):
Duchas de agua fría y caliente
Cuando el presidente del Gobierno, en un mitin de apoyo a Arias Cañete, candidato del PP a las elecciones europeas, anuncia que en los próximos días los españoles van a recibir noticias muy positivas para todos ellos, quizá se refiera a las cifras del paro registrado y afiliaciones a la Seguridad Social del mes de abril, que se conocerán mañana. Hace tiempo que algunas estadísticas han dejado de ser patrimonio de todos y sus tendencias se adelantan de forma partidista en el debate político.
Estos datos, al parecer, serán bastante buenos. Los precedentes lo son: el paro y la Seguridad Social de febrero y marzo fueron positivos, luego más lo serán los de abril, Semana Santa por medio, con los récord preanunciados en materia de ocupación turística. No los ocultará precisamente el Ejecutivo, abrumado todavía por la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre del año. Los datos de la EPA fueron demoledores, en el sentido contrario a la publicitada recuperación: 424.500 personas menos en la población activa (ciudadanos en edad y disposición de trabajar), un porcentaje de paro que ronda el 26% y que hace que España siga ganando la Champions League del ramo (5,93 millones de desempleados), y tres notas relacionadas con el crecimiento de la pobreza relativa en nuestro país: el número de hogares en los que ninguno de los dos cónyuges trabaja ronda los dos millones; el de hogares en los que no entra ningún ingreso es de 736.000; y los parados de larga duración, aquellos que llevan un año o más sin puesto de trabajo, es el 61,6% del total (3,6 millones). Para olvidar.
Y siendo sin duda el paro el problema central de nuestro país, nada de nada hay sobre el mismo en el programa europeo del PP que se resume, según su eslogan, en “seguir en la buena dirección”. Sólo frases desiderativas y buenas intenciones. Como el texto del programa electoral con el que el PP ganó las elecciones generales ha sido permanentemente enarbolado para acusar al Gobierno de incumplir una a una las más importantes promesas electorales, en el caso de las europeas se han quitado el problema de encima. Es la apología de la nada. Lo más concreto que se dice en él es que el 70% de las normas nacionales tienen su origen en la UE. A título de ejemplo, unas frases textuales sobre el empleo y el paro juvenil: “Continuaremos trabajando y centrando nuestros esfuerzos en las políticas de empleo”; el PP ha conseguido que “la lucha contra el empleo juvenil sea una prioridad para la UE, con la puesta en marcha de la Iniciativa de Empleo Joven por la que España recibirá 1.800 millones de euros” [lo que significa menos del 8% de la ayuda a Bankia]; “una de las principales preocupaciones del PP y del Gobierno de Rajoy ha sido trabajar para ofrecer a los jóvenes un futuro de oportunidades”: o, por último, “todas las reformas impulsadas por el Gobierno han tenido una clara perspectiva de juventud, desde la reforma de la educación hasta la reforma laboral, pasando por la Estrategia del Emprendimiento y Empleo Joven 2013-2016: en total, más de 100 medidas para impulsar el empleo juvenil que ya ha beneficiado a 135.000 jóvenes y a la que se han adherido más de 400 empresas”.
¿Tomadura de pelo? Repasemos el Programa de Estabilidad y el Programa Nacional de Reformas que tiene que visar Bruselas (antes de que lo haya conocido el Congreso de los Diputados). En él se contempla que a final de la legislatura el paro seguirá en el 23,3% de la población activa. Entre las reformas relacionadas con el mercado de trabajo se contemplan la creación de una Oficina de Lucha contra el Fraude Laboral; retoques en la reforma laboral, en lo referente al despido colectivo; y, “políticas de apoyo al empleo y, especialmente, a la promoción del empleo juvenil”. ¿Sería abusivo demandar algo más concreto? Pues ahí va: también se habla de “una estrategia española de activación para el empleo 2014-2018”.
Si no ocurre algo imprevisible, la actual legislatura será perdida para el empleo. Esto es lo que dicen los números del Gobierno y todos los pronósticos.
En definitiva, y hasta el momento, el dudoso as que el PP se ha sacado de la manga para tratar de ganar las elecciones europeas, no es otro que un eslogan publicitario sin garra ni contenido político (‘Seguir en La Buena Dirección’), enarbolado en las consabidas peleas barriobajeras con el PSOE (las del ‘y tú más’ y ‘la herencia envenenada’): al fin y a la postre otra de sus muchas frases hechas con las que ha venido acompañando la apolillada y cansina musiquilla del ‘taachán, taachán, tachántatachán’…
Paréntesis: La campaña electoral del PSOE tampoco tiene punta por dónde cogerse a tenor de dónde está el partido y de dónde viene, sin saber tampoco a dónde va, y limitada sin más a enfatizar la sumisión de Rajoy a los dictados de la troika (también merecería una dura crítica monográfica), pero al menos afirma genéricamente que llevará al Parlamento Europeo la reivindicación de los derechos y la igualdad de los ciudadanos, proponiendo su protagonismo (‘Tú mueves Europa’), cosa que, estando donde estamos y demagogias aparte, suena mucho mejor, en línea además con lo que IU aspira a representar en Europa (“El poder de la gente”). Mientras que la de UPyD no pasa de ser tan gris y anodina como su lema básico: ‘La unión hace la fuerza’.
El empate técnico PP-PSOE y la caída del bipartidismo
Al presidente Rajoy se le ha llenado la boca a la hora de proponer ‘más Europa’ (y en consecuencia ‘menos España’) como fórmula magistral para solucionar todos nuestros graves problemas, llegando a afirmar incluso en una entrevista concedida al diario ABC (16/0372014) que “la gran reforma de la Constitución española vendrá por Europa”. Cuando lo cierto es que nuestra batalla es básicamente interna, porque ‘nuestros’ (y no europeos) son esos problemas y que, creados por ‘nuestros políticos’, ellos son quienes han de solucionarlos, tanto si son del PP como del PSOE o si pertenecen a cualquier eventual coalición post electoral.
Y la triste realidad es que el PP afronta las elecciones europeas (que Arias Cañete calificó -recordémoslo- como más importantes que las municipales y autonómicas que vendrán a continuación, y todavía más que las generales), con una percepción pública de su Gobierno muy negativa, como reitera la demoscopia política. Con el dato añadido de que Mariano Rajoy es también el presidente del Gobierno peor valorado desde la Transición, con cuatro líderes políticos de la oposición mejor puntuados que él, según Sigma Dos (El Mundo 20/04/2014): Rosa Díez de UPyD con 4,3 puntos sobre 10, Albert Rivera de Ciutadans con 4,2 puntos, Alfredo Pérez Rubalcaba del PSOE con 4 puntos y Cayo Lara de IU con 3,7 puntos (Rajoy obtiene 3,6 puntos como Josep Duran i Lleida).
Esa misma encuesta de Sigma Dos, con trabajo de campo realizado entre el 10 y el 15 de abril, confirmaba una estimación de voto en los comicios del próximo 25 de mayo del 33,1% para el PP y del 30,2% para el PSOE, con lo que el partido ganador tendría una tremenda pérdida de 9 puntos sobre sus resultados precedentes de 2009 y el perdedor otra no menos considerable de 8,6 puntos. Una brutal desbandada de 17,6 puntos que en su mayor parte recalaría en IU, formación que alcanzaría el 10,4% de los votos, y en UPyD que obtendría un 7,2%.
Pero apenas dos semanas después, con encuestas realizadas entre el 22 y el 24 de abril, Sigma Dos aumentaba de 2,9 a 3,5 puntos la diferencia de votos del PP sobre los del PSOE. Una evolución poco creíble al no conocerse novedades ni datos objetivos para que se modifique la percepción pública sobre la política y la economía nacionales, posiblemente derivada, como ya hemos advertido en otras ocasiones, del nuevo apoyo interesado que el periódico patrocinador de esas encuestas, El Mundo, presta al Gobierno de Rajoy tras defenestrar al combativo Pedro. J. Ramírez…
En una tercera oleada de esa misma medición demoscópica realizada a la semana siguiente (o no, como diría Rajoy), los populares todavía ganarían más terreno electoral aumentando su favorable distancia con los socialistas en algo más de otro punto, alcanzando ya una considerable diferencia de 4,6 puntos: el 34,3% de los votos serían para el PP y el 29,7% para el PSOE. Supuesto voluntarista que señalaba también una tendencia a la baja de los partidos pequeños y que -se veía venir- terminaría llevando al PP a ganar las elecciones europeas antes en las páginas de El Mundo que en las propias urnas, tratando incluso de conjurar grotescamente la evidente ruptura del bipartidismo PP-PSOE.
Pero es que, por si este tercer discutible avance electoral del PP fuera poco, en una cuarta oleada del mismo ‘tracking’ electoral de Sigma Dos (otra chapuza de 1.000 entrevistas telefónicas realizadas los días 7 y 8 de mayo), el PP ya se subía a la parra alcanzando una ventaja sobre el PSOE nada menos que de 6,5 puntos: 34,9% de votos para el PP y 28,4% para el PSOE…
En cualquier caso, el equilibrio esencial de los datos demoscópicos se vio reconfirmado en el último Barómetro de Metroscopia, con trabajo de campo realizado entre los días 21 y 24 de abril. En él, los dos partidos mayoritarios se acercan todavía más al empate técnico (32,6% de votos para el PP y 32,2% para el PSOE), siendo por tanto más visible una posible victoria socialista, que ya es decir, y también una perdida conjunta de votos de ambos partidos del 16,1% respecto de los resultados obtenidos en las precedentes elecciones de 2009 (9,7 puntos perdidos por el PP y 6,4 puntos perdidos por el PSOE).
Lo que pasa es que la fuga de votos del PSOE parece canalizarse hacia IU, circunstancia que añadida al mantenimiento de la fidelidad propia lleva a que este partido alcance una estimación de votos del 12%(en junio de 2013 llegó al 14,7%). Sumada esta estimación a la de votos socialistas, se computa una amplia mayoría de votos de izquierda entre los partidos de ámbito nacional (44,2%), apuntando hacia una ruptura del bipartidismo, máxime si también se consolida a nivel nacional UPyD, que tras alcanzar una estimación del 10,3% de los votos para los comicios europeos en junio de 2013 ha caído hasta el 4,6% (por no fijar una posición electoral más transparente y concreta en términos ideológicos y de interés ciudadano y por mantener una posición confusa en materia de pactos políticos).
Otro dato relevante reflejado en el Barómetro de Metroscopia del mes de abril, es que, cuando se pide opinión a los electores sobre el objetivo prioritario de las medidas a adoptar por el nuevo Parlamento Europeo que salga elegido tras los comicios del 25 de mayo, un mayoritario 59% se pronuncia a favor del desarrollo de políticas sociales en los países de la UE, mientras una minoría (el 32%) lo hace a favor del crecimiento económico. La primera es una opinión muy sobresaliente entre los votantes del PSOE, IU y UPyD; pero es que entre los del PP ambas opiniones se dividen al 50%, señalando claramente por donde deberían ir las propuestas electorales de unos y otros, aunque al PP no le sea fácil superar la mala imagen obtenida con sus recortes sociales.
Sin entrar en más profundidades, porque conviene esperar a ver cómo se resuelve definitivamente el ‘empate técnico’ PP-PSOE, esos datos señalan en cualquier caso el fin hegemónico de las dos formaciones políticas y su sucesiva alternancia en el gobierno unipartidista. Cuestión capital, dado que la nueva vía bipartita o tripartita podría tener ya un asentamiento claro en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, imponiendo un nuevo estilo de gobierno abierto a varias opciones políticas y forzado en consecuencia a los pactos y consensos que tanto han repudiado PP y PSOE. Con el corolario implícito de una mayor transparencia y mayor control de la vida pública, más atención a las demandas de un espectro social más amplio, más capacidad de lucha contra el fraude y la corrupción, más posibilidades de reformar la ley electoral y generar más democracia, menos soberbia gubernamental…
Pero, más allá de esa apreciable ruptura de la bipolaridad y del privilegio de los dos partidos mayoritarios, que sin duda ha sido el caldo de cultivo para muchos de nuestros males políticos, lo prudente es contener otras lecturas de los sondeos demoscópicos hasta ver cuál de esas dos formaciones gana las elecciones europeas, aunque su victoria -la de cualquiera de ellas- no deje de ser pírrica. Lo que pasa es que de ganar el PSOE, cosa que tampoco parece fácil por el chorro de votos que le puede quitar IU, el mal trago del PP sería insufrible y con graves consecuencias internas: se vería con claridad la debacle electoral que puede producirse a continuación en las elecciones municipales y autonómicas, se podría forzar una crisis de Gobierno -hasta ahora no deseada por Rajoy- e incluso se empezarían a contemplar unas elecciones generales anticipadas para afrontarlas desde la actual posición de poder territorial del PP…
Y esa victoria del PSOE, posible a pesar de que Rubalcaba venga de donde viene y sea un auténtico muerto político ‘viviente’ sin recambio a la vista (digamos que alcanzada no por méritos propios sino por el demérito del oponente), agravada por el hecho de que el PP disponga de una mayoría parlamentaria absoluta, podría justificar el fusilamiento simbólico de Rajoy en el paredón de su propio partido de forma inmediata, al amanecer del mismo 26 de mayo. De ahí que el presidente del Gobierno haya decidido ‘volcarse’ en la campaña electoral acudiendo nada menos que a 10 mítines en un apretado calendario de 14 días, remarcando así su éxito o su fracaso político personal.
El CIS se tienta la ropa y deja las espadas en alto
Otra confirmación significativa tanto de la caída del bipartidismo PP-PSOE como del ‘empate técnico’ registrado hasta el momento en las estimaciones de voto de ambas formaciones políticas para las elecciones europeas, es el reflejado por una encuesta preelectoral específica del CIS (Estudio 3022) hecha pública el pasado 8 de mayo horas antes de que comenzara la campaña electoral de forma ‘oficial’, siendo la primera de tal naturaleza realizada por el organismo dependiente del Ministerio de la Presidencia. Cosa curiosa porque, ¿para qué derrochar el dinero público en un sondeo, realmente innecesario, para ‘estimar’ lo que va a ser una realidad palpable dentro de quince días…?
Sea como fuere, en la gratuita encuesta del CIS se registra un ‘voto directo’ (ya decidido) del 14,2% para el PP, del 14,1% para el PSOE, del 5,2 para IU y del 3,0% para UPyD. Porcentajes que se alteran sensiblemente al cuadrar el resultado de ‘Voto+Simpatía’, correspondiendo entonces al PSOE un 20,7%, al PP un 18,4%, a IU un 8,0% y a UPyD un 4,2%.
No obstante, el imaginativo CIS traduce los datos recogidos objetivamente en una curiosa ‘estimación final propia’ (en porcentaje sobre voto válido) del 33,7% para el PP (20-21 escaños), del 31,0% para el PSOE (18-19 escaños), del 9,3% para IU (5 escaños) y del 5,3% para UPyD (3 escaños), aunque, con todo, la distancia entre PP y PSOE se estrecha a 2,7 puntos. Aclarando desde luego en una ‘nota técnica’ -no podía ser de otra forma- que los mismos resultan “de aplicar un modelo de estimación a los datos directos de opinión proporcionados por la encuesta” y que “obviamente, la aplicación de otros modelos a los mismos datos podría dar lugar a estimaciones diferentes”…
Pero, además, cuando en el previo Estudio 3021 del CIS, que es el último Barómetro correspondiente al mes de abril, con trabajo de campo realizado entre el 1 y el 7 de dicho mes, se solicita a los encuestados que señalen al partido político que votarían en el supuesto de que se celebrasen nuevas elecciones generales (no europeas) de forma inmediata, el empate técnico PP-PSOE y la ruptura de su bipolaridad en la política nacional seguían ahí. Un 13,6% de los electores votarían al PP, un 13,4% al PSOE, un 7,2% a IU (ICV en Cataluña) y un 4,9% a UPyD.
Una situación que se arrastra como tendencia desde hace muchos meses y que se mantiene en esencia cuando los encuestados también señalan a los partidos nacionales por los que sienten más simpatía o a los que consideran más cercanos a sus propias ideas. Así, el 18,4% de los electores se identifica con el PSOE, el 16,0% con el PP, el 8,1% con IU (+ICV) y un 5,1% con UPyD.
De esta forma, y volviendo a caer como continuamente cae en el Barómetro del CIS la negativa valoración social de los trece ministros del Gobierno, con una nota media de 2,33 puntos en una escala del cero al diez, difícil será que el PP gane la batalla de las elecciones europeas en la forma y manera que hoy por hoy auguran las ‘encuestas de encargo’. Con la nota añadida de que desde hace meses el CIS obvia incluir en este mismo ítem de valoración al propio Rajoy, quizás para que no aparezca públicamente todavía con peor nota que sus ministros.
Aunque si se pregunta a los encuestados sobre el nivel de ‘confianza’ que les inspira el Presidente del Gobierno. Al 59,7% Rajoy les inspira ‘ninguna confianza’, al 26,7% ‘poca’, al 9,1% ‘bastante’ y al 3,0% ‘mucha’. Total, que a una abrumadora y hasta insólita mayoría de electores, el 86,4%, Rajoy les inspira ‘ninguna o poca confianza’ y a sólo un 12,1% ‘bastante o mucha’.
‘Misión imposible’: Mariano Rajoy no es Tom Cruise
Y, con estos datos del CIS sobre opiniones y actitudes electorales al día de hoy, programas y no-programas aparte, ¿de verdad espera el PP salir airoso de los comicios europeos del 25 de mayo…?
Con todo, los dirigentes del PP siguen en su contumacia estratégica de entusiasmar a los votantes en una verdadera ‘misión imposible’. Mariano Rajoy les asegura que España va “en la buena dirección”, pero sin decirles a dónde; mientras Maria Dolores de Cospedal se lanza al ruedo con el desafortunado invento del ‘agujero negro’ electoral y les advierte que a la hora de votar tienen dos opciones irremisibles: “El PP o la nada”.
Lo chocante del caso es que estas salidas de tono, que pretenden ser ingeniosas sin conseguirlo, sean de un partido en el Gobierno que, además de estar fuertemente reprobado en todas las encuestas de opinión y valoración social, tiene todas sus promesas electorales archivadas en el baúl de los recuerdos y su proyecto político diluido en el éter, simplemente porque “lo que está sin acabar no es nada”, como sostenía el filósofo y moralista suizo Henri-Frédéric Amiel. Ya se verá qué queda de esas y otras boutades en las elecciones del próximo 25 de mayo.
Fernando J. Muniesa