Desde que se produjo el golpe de Estado encubierto que el pasado 22 de febrero depuso al presidente constitucional de Ucrania, Víktor Yanukóvich, con el apoyo de la Unión Europea, ElEspíaDigital.Com comenzó a incluir análisis y comentarios premonitorios sobre las graves derivas de todo tipo (militar, político, económico y social) que dicho acontecimiento tendría en Ucrania, pero también en la relación bilateral ruso-ucraniana y con el equilibrio geoestratégico entre Rusia y el conjunto UE-OTAN.
Novedades como la inmediata adhesión de la región autónoma de Crimea a Rusia y las réplicas de esa misma actitud separatista en otras provincias orientales de mayoría ruso-parlante, nos permitieron anticipar sin margen de error una situación de pre-guerra civil que la Comisión Europea no dejó de realimentar con unas absurdas represalias económicas contra Rusia sin el menor efecto sobre el escenario bélico ni para solucionar el problema de fondo.
El desprecio de la realpolitik aparejó graves errores analíticos y la toma de decisiones nefastas. Así, la posición inicial adoptada por la UE frente a la más que discutible ‘causa ucraniana’, se pudo descalificar de muchas formas (como injeridora, anexionista, desestabilizadora…), pero antes que nada como inoportuna, incoherente y temeraria.
Inoportuna ante la propia situación interna de la ‘Europa de los 28’, inmersa en una profunda crisis de crecimiento desestructurado y desmedido, indigesto por demás y que no deja de realimentar el euroescepticismo. Incoherente ante el apoyo dado previamente a la proclamación unilateral de independencia de Kosovo frente a Serbia (17 de febrero de 2008) bajo la propia supervisión de Estados Unidos y la UE, con el antecedente de las graves consecuencias producidas por la anterior desmembración poco afinada de la antigua Yugoslavia. Y desde luego temeraria porque ha pretendido romper nada menos que el estatus geopolítico en la Europa Central y del Este de forma gratuita y sin considerar la realidad histórica, cultural, social y por supuesto económica de Ucrania.
Y claro está que, tras promover el amenazador expansionismo de la UE hasta las fronteras rusas -con todo lo que eso representaría en el plano político y geoestratégico-, alentar un acuerdo de asociación de Ucrania a la UE rechazado por el poder legítimo de la parte asociable e instigar el derrocamiento violento de su Gobierno constitucional por parte de grupos de ultraderecha con el respaldo de Estados Unidos (un Golpe de Estado en toda regla según la lectura rusa), las cosas tendrían que acabar torcidas.
Con su torpe, gratuito y avasallador enfrentamiento con Rusia, se ha visto de nuevo una UE poco realista, políticamente inoperante y demasiado burocratizada, apoyada por un supuesto ‘Gendarme Universal’ empeñado en meterse donde no le llaman, y enfrentada al Putin de la decisión y la acción conjugadas con la fuerza. En otras palabras, una actitud política sin duda extemporánea en el gallinero que hoy supone la Europa ‘a 28 bandas’, y que en pleno periodo electoral para la renovación de su Parlamento no ayudó en lo más mínimo a fortalecer su imagen institucional, sino más bien a acrecentar el desánimo y la abstención de los votantes.
Tras la política del error, la política mentirosa
En consecuencia, dentro de Ucrania, el embrollo ha tenido efectos no de contención, sino extensivos y claramente orientados a una guerra civil. En la que la verdad aparecerá como una de las primeras víctimas, en perfecto alineamiento con lo advertido detalladamente por el político pacifista Arthur Ponsonby (1871-1946), quien puso de relieve cómo los países beligerantes han aprendido a mentir tanto al enemigo como a sus propios ciudadanos para hacer de la guerra una causa siempre justificada en su favor.
Así, la información oficialista de Ucrania, que es la que se recoge de forma preferente en la mayoría de los medios de comunicación occidentales, choca con la realidad gráfica y literaria que circula intensamente por la Red y con las crónicas y artículos de opinión que ‘cuelan’ los analistas independientes en los medios convencionales. Un mundo paralelo que muestra la reacción patriótica y verdadera de una histórica región ‘rusa’ (mucho más que pro ‘rusa’) que se rebela de común acuerdo y con total firmeza contra el neofascismo violento que pretenden su entrega (por no decir su ‘venta’) a los países socios de la OTAN, para satisfacer oscuros intereses políticos y económicos.
Centrados en el fenómeno de la intoxicación informativa con el que los dirigentes de Kiev envuelven el conflicto ucraniano (con la complicidad de Estados Unidos y de la UE), es bien evidente que la región autónoma de Crimea se ha adherido de forma voluntaria y unánime a la Federación de Rusia. Pero sólo después de que el legítimo Gobierno de Ucrania (el del depuesto Víktor Yanukóvich) fuera derrocado por un golpe de Estado apoyado entre bastidores por los países miembros de la OTAN, cuando no convenido por la propia Angela Merkel, y de que los nuevos dirigentes inconstitucionales pretendieran arrastrar a los crimeos al mercado de la UE y al redil estadounidense de la Alianza Atlántica, enfrentándoles con sus raíces históricas.
E igual de cierto es el hecho de que, tras la adhesión de Crimea a Rusia, la sublevación de otros territorios orientales de Ucrania, particularmente y de momento las provincias de Luganst y Donetsk, se ve apoyada tanto por la población civil como por las fuerzas militares y policiales locales. Y con independencia de que la respuesta armada de Kiev sobre la zona esté generando una tragedia humana intolerable dentro de Europa con cientos de miles de refugiados huidos a territorio ruso.
Pero es que, centrados en el hecho más trágico de este proceso, la mentira informativa surge con su propia enunciación. De entrada se habla de un avión de transporte civil, el Boeing 777 que realizaba el vuelo MH17 de la Malaysia Airlines, ‘derribado por un misil tierra-aire’, cuando todavía nadie ha podido mostrar prueba alguna de que esa haya sido la causa cierta y concreta del supuesto abatimiento, que en todo caso también podría deberse al ataque con un misil aire-aire, o al fuego ametrallador lanzado desde un avión de combate (lo que provocaría su caída en pérdida hasta estrellarse). O, cosa igualmente posible, debido a una explosión o cualquier otro tipo de accidente a bordo, de naturaleza terrorista o no…
¿Y qué pruebas fehacientes hay disponibles para sostener cualquiera de estas hipótesis…? En realidad todavía ninguna, porque la última explosión en tierra del avión, su incendio subsiguiente y las pruebas visuales de la caída, nada esclarecen al respecto, pudiéndose hablar de momento de forma inequívoca sólo de un avión ‘estrellado’ (sin precisar la causa), salvo el conocimiento de otros datos o circunstancias no reveladas.
Y aquí, la localización y disponibilidad de las dos ‘cajas negras’ del avión siniestrado, es esencial y de total relevancia. De entrada, se supuso que una de las cajas estaba retenida por los rebeldes pro-rusos (dispuestos a intentar manipularla o a destruirla), y la otra en manos de las fuerzas ucranianas también desplegadas en la zona del suceso.
La realidad ha sido bien distinta: quienes fueron precipitadamente acusados por Estados Unidos, la UE y el Gobierno de Ucrania del abatimiento del avión de la Malaysia Airlines, provocando un ‘crimen de guerra’ nada menos que con 298 víctimas mortales, resulta que se han aplicado a rescatar, custodiar y hasta entregar tan decisivos elementos de comprobación al coronel Mohd Saqri, representante especial del Gobierno de Malasia, quien aseguró que las cajas negras no habían sufrido ninguna “manipulación externa” (como después han ratificado los investigadores aeronáuticos). La entrega fue consumada el pasado 21 de julio personalmente por Alexander Borodai, jefe de los separatistas que controlaron los restos del avión, ante una nutrida representación de los medios informativos… y punto pelota.
Pero, siendo Borodai el principal acusado como responsable del ataque al Boeing 777 de Malaysia Airlines, ¿se puede entender una muestra de colaboración con sus detractores tan transparente y quizás inculpatoria…? De ser cierto el abatimiento del avión por parte de los rebeldes pro-rusos, es obvio que a estas alturas, y una vez rescatadas, las cajas negras estarían destruidas o resguardadas sine die en paradero desconocido…
Y esta actitud contrasta bastante con la del Gobierno de Ucrania que, tras el suceso, requisó de forma inmediata la grabación de las comunicaciones generadas en la torre de control del aeropuerto de Kiev afectas al vuelo en cuestión (el MH17) no menos significativas, y que han quedado separadas sospechosamente de la investigación de los hechos. De esta forma, lo primero que se debe aclarar son las razones por las que el pasado 17 de julio el avión siniestrado alteró su ruta habitual para sobrevolar una zona tan conflictiva como Donetsk (oeste de Ucrania) y exactamente al alcance de las fuerzas militares en ella combatientes, responsabilidad principal de las autoridades ucranianas y causa sine qua non de la tragedia, que va a generar de forma indefectible las oportunas reclamaciones por parte de la Malaysia Airlines y de los familiares de las víctimas.
Un cambio incomprensible de trayectoria en la ruta ordinaria que se vio acompañado de una indicación muy precisa de los controladores ucranianos para reducir la cota del vuelo de 10.668 metros a 10.058 metros (¿por qué razón y con qué objeto?). Y además puntualmente muy similar a la del vuelo del avión presidencial de Putin que el mismo 17 de julio regresaba a Moscú una vez concluida su visita oficial a América Latina; con la coincidencia añadida de que el color y las grafías del fuselaje de los dos aviones son muy semejantes.
Informaciones fechadas en Moscú y sin eco en la prensa de la UE, apuntan al oligarca ucraniano Ígor Kolomoiski como hombre clave en el contexto del suceso. Se trata de la tercera persona más rica de Ucrania, con una fortuna personal de 2.400 millones de dólares, que desde el pasado mes de marzo ocupa el cargo del gobernador de la región de Dnepropetrovsk y que financia la Guardia Nacional ucraniana que combate contra las autodefensas del sudeste, con un importante arsenal armamentista fuera de control.
El parlamentario y vice-portavoz de la Duma Estatal de Rusia, Serguéi Nevérov, ha pedido en unas declaraciones a la cadena de televisión Rossiya que Kolomoiski sea investigado, apelando a que da órdenes directas al servicio de control de vuelos: “Las actividades de Ígor Kolomoiski y las órdenes que él dio el 17 de julio y en vísperas de esta fecha deben ser objeto de una atención más escrupulosa por parte de la comisión internacional que está investigando las circunstancias de la catástrofe del vuelo de Malaysia Airlines”.
Nevérov aseguró: “El oligarca Kolomoiski posee varias compañías aéreas ucranianas, pero esto no es todo. Está financiando por completo los servicios de control de vuelos de Dnepropetrovsk, que eran responsables de controlar el trágico vuelo y hasta un importante grado está financiando también la parte técnica de los servicios de control de vuelos de toda Ucrania. En otras palabras, este oligarca no solo influye directamente en los servicios del control de vuelos de Ucrania, sino también puede dar órdenes directas a varios de ellos, incluidos aquellos que debían acompañar el vuelo del Boeing malasio el pasado 17 de julio”.
Y lanzó el revelador mensaje público de que “Kolomoiski posee fuerzas armadas propias bien equipadas. Es seguro que cuenta con tanques, carros blindados, vehículos de combate de infantería y lanzacohetes múltiples”; añadiendo “y aquí surge la pregunta de si posee también aviones y sistemas misilísticos Buk”. Finalmente subrayó: “Le aconsejo al presidente de Estados Unidos y a los líderes de los Estados europeos considerar esto muy detalladamente”…
Una recomendación en modo alguno desdeñable que se debería relacionar con la inmediata declaración del presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, asegurando que la tragedia del Boeing 777 de Malaysia Airlines no devenía de un accidente, sino que fue un “atentado terrorista”, por supuesto sin aportar prueba alguna y sin que nadie se las reclamara.
Otra de las intoxicaciones informativas de parte pro-ucraniana, es que los rebeldes pro-rusos disponen del sofisticado sistema BUK M1de misiles tierra-aire, que Rusia ha negado haber facilitado y sin que el Gobierno de Kiev haya reconocido en ningún momento que le fueran capturadas por las fuerzas rebeldes de Alexander Borodai, careciendo por otra parte de la necesaria capacidad técnica para operarlas. Otra cosa son la artillería y los misiles de corto alcance con los que días antes derribaron dos aviones militares ucranianos a baja cota (y posteriormente otros dos).
Lo incuestionable es que las baterías BUK son fabricadas y comercializadas en Ucrania por la empresa UKROBORONSERVICE (UOS), subsidiaria de la empresa estatal UKRSPACEEXPORT, como se evidencia en su propia página web (http://en.uos.ua/produktsiya), teniendo en consecuencia sus Fuerzas Armadas la completa y compleja capacidad de operarlas. Y todo ello sin que nadie discuta el evidente despliegue ucraniano de esos sistemas de armas en zonas de alcance al avión siniestrado.
Ante esta evidente paradoja, no han faltado también posteriores intenciones de acusar a Rusia de haber abatido desde territorio propio el Boeing 777 de Malaysia Airlines, como si sus militares se dedicasen a la caza de aviones civiles, porque sí y como quien sale a cazar perdices. Un absurdo que no merece mayor atención y en el que tampoco cabe la posibilidad de ningún error por parte del Ejército ruso (hoy por hoy los ‘errores’ de Ucrania serían algo más verosímiles, como además da a entender Estados Unidos con su oferta para ‘entrenar’ a sus militares).
Y otra consideración esencial es que tanto Rusia como Estados Unidos (y por supuesto Ucrania) tienen plena capacidad de observación, control aéreo y alerta temprana sobre esa particular zona de conflicto, máxime con despliegues y maniobras navales de la OTAN en el Mar Negro (que tuvieron respuesta con otros de la Armada rusa) y con las fuerzas ucranianas atacando a las provincias rebeldes de Luganst y Donetsk. Dicho de otra forma, hay información técnica suficiente para certificar lo que sucede en ese espacio aéreo prácticamente en tiempo real.
Por ello también es significativo el hecho de que fuera Putin quien llamara de forma inmediata a Obama informándole personalmente de la tragedia, y no al revés. Así, el presidente ruso advertía sobre su particular conocimiento de los hechos, sin necesidad de lanzar previamente al público ninguna versión interesada de los mismos ni cualquier otro tipo de intoxicación informativa.
Las especulaciones y acusaciones sin pruebas partieron prematuramente del Gobierno ucraniano, tratando de condicionar la interpretación del suceso tanto en la UE como en Estados Unidos, con argumentos pueriles, sin el menor contraste y difundidos por extraños personajes poco identificables. Ese fue el caso de la conversación grabada por el Servicio de Inteligencia Ucraniano (SBU) y subida a la Red al parecer incluso antes de la hora real del siniestro, con toda la apariencia de una intoxicación informativa rayana en la conspiración.
Sin embargo, quienes hasta ahora se han puesto a disposición de los medios informativos sin subterfugios y de forma más trasparente, han sido las autoridades rusas. Y, de hecho, quien ha lanzado diez preguntas muy sensatas a las autoridades ucranianas todavía sin respuesta, a través de una entrevista concedida RT, ha sido Anatoli Antónov, viceministro ruso de Defensa:
1. Inmediatamente después de la tragedia, las autoridades ucranianas, naturalmente, atribuyeron la responsabilidad a los autodefensa ucranianos. ¿En qué se basan para lanzar estas acusaciones?
2. ¿Puede Kiev explicar detalladamente cómo es que usa los lanzadores de misiles Buk [un sistema ruso equipado con misiles tierra-aire] en la zona de conflicto? Y ¿por qué estos sistemas están desplegados allí, teniendo en cuenta que las fuerzas de autodefensa no tienen ningún avión?
3. ¿Por qué las autoridades ucranianas no hacen nada para formar una comisión internacional? ¿Cuándo empezará esta comisión su trabajo?
4. ¿Dejarían las Fuerzas Armadas de Ucrania que los investigadores internacionales hagan un inventario de sus misiles aire-aire y tierra-aire, incluidos los ya lanzados?
5. ¿Tendrá la comisión internacional acceso a los datos de los movimientos de los aviones de guerra ucranianos el día de la tragedia de fuentes fiables?
6. ¿Por qué los controladores aéreos ucranianos permitieron al avión desviarse de la ruta regular hacia el norte, hacia la llamada 'zona de la operación anti-terrorista'?
7. ¿Por qué el espacio aéreo sobre la zona de guerra no se cerró para los vuelos civiles, teniendo en cuenta que la zona no estaba totalmente cubierta por los sistemas de navegación de radar?
8. ¿Cómo puede comentar oficialmente Kiev las palabras difundidas en los medios de comunicación social por un supuesto controlador de tráfico aéreo español que trabaja en Ucrania, sobre la presencia de dos aviones militares ucranianos volando junto con el Boeing 777 en territorio de Ucrania?
9. ¿Por qué el Servicio de Seguridad de Ucrania empezó a trabajar con las grabaciones de las comunicaciones entre los controladores aéreos de Ucrania y la tripulación del Boeing, así como con los sistemas de almacenamiento de datos de radares ucranianos, sin esperar a los investigadores internacionales?
10. ¿Qué lecciones aprendió Ucrania de un accidente similar en 2001, cuando un avión ruso Tu-154 se estrelló en el Mar Negro? En aquel entonces, las autoridades ucranianas negaron cualquier implicación por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania hasta que una evidencia irrefutable demostró oficialmente que Kiev fue el culpable.
Con todo, las críticas internas sobre la posición fijada por Estados Unidos en la ‘cuestión ucraniana’, comienzan a ser significativas. El periodista Ethan Miller suscribía la siguiente crónica lanzada por la ‘Agence France-Presse’ (AFP) el pasado 23 de julio:
Sin el “cambio de régimen” patrocinado por EE.UU. en Ucrania es poco probable que se hubieran producido los disturbios posteriores, que costaron centenares de vidas, cree el excandidato a la presidencia y excongresista estadounidense Ron Paul.
“Tampoco habría tenido lugar el accidente de Malaysia Airlines”, aseguró en una columna publicada por la página web de su fundación, el Instituto Ron Paul por la Paz y la Prosperidad. El texto está dedicado a la estrategia a la que recurren constantemente los medios de comunicación norteamericanos de omitir los hechos reales con el fin de denigrar a Rusia.
En los pocos días transcurridos desde el trágico accidente del vuelo malasio en el este de Ucrania “los políticos y los medios de Occidente se unieron para aprovecharse al máximo del desastre en su propaganda”, admite el líder del ala moderada de los republicanos. “Tenía que ser Rusia, tenía que ser Putin, dijeron”.
“Mientras las agencias de información occidentales se apresuran a reproducir la propaganda de su gobiernos respecto a lo ocurrido, hay cosas que no contarán”, supone el político. Así, dice, omitirán el hecho de que la crisis en Ucrania comenzó a finales del año pasado después de que la UE y los manifestantes apoyados por EE.UU. conspiraran para derrocar al presidente legítimo ucraniano, Víktor Yanukovich.
No contarán que el Gobierno de Kiev posterior al golpe, según los observadores de la OSCE, ha matado a 250 personas en la región independizada de Lugansk desde junio, entre ellos las 20 víctimas de un bombardeo del centro de la capital regional perpetrado el día después del accidente del MH17, exclama Ron Paul. La mayor parte de estas víctimas mortales son civiles y en total casi igualan el número de los muertos en el siniestro del avión.
Tampoco se dirá en los medios que EE.UU. ha apoyado fuertemente al Gobierno ucraniano en estos ataques contra civiles, calificados por una portavoz del Departamento de Estado de “mesurados y moderados”, adelanta el autor.
El caso es que es muy difícil conseguir información precisa sobre el derribo, y por lo tanto cada uno usa la que tiene para sus propios fines, dice el excongresista. “A estas alturas sería imprudente decir que lo hicieron los rusos, o el gobierno ucraniano, o los rebeldes. ¿Es tan difícil exigir simplemente que haya una auténtica investigación?”, se pregunta.
Ron Paul compara la situación mediática en torno al siniestro del vuelo MH17 con lo que pasaba en la prensa estadounidense después de los supuestos ataques con gas tóxico contra civiles en la ciudad siria de Guta el pasado agosto. Las tropas de Bashar al Assad estaban a punto de realizar un gran avance contra los insurrectos patrocinados por Occidente, por eso EE.UU. urgió un ataque que fue atribuido inmediatamente y sin ninguna investigación a las autoridades sirias.
Solo la presión que ejercida sobre Obama por la oposición los obligó a dar un paso atrás, y ahora se sabe que las reclamaciones estadounidenses sobre el ataque de gas eran falsas, recuerda el político.
Mientras tanto, altos funcionarios de la inteligencia de EE.UU. afirman que sus servicios no han encontrado ningún indicio de que Rusia estuviera implicada en el derribo del MH17 en el este de Ucrania.
(Ver http://www.ronpaulinstitute.org/)
Mucho se ha escrito y leído ya sobre la desvergüenza que supuso la campaña de intoxicación informativa desarrollada por Estados Unidos a nivel mundial para justificar la Guerra de Irak de 2003 (‘Operación Libertad Iraquí’), con la excusa falsaria de unas inexistentes ‘armas de destrucción masiva’ en manos de Saddam Hussein, que jamás se encontraron.
Poco se puede añadir al respecto, porque ese tipo de intoxicaciones y prácticas desinformativas, son de sobra conocidas y se muestran de forma especial en cada conflicto internacional que afecte interesadamente a Estados Unidos. Son inherentes a su forma de entender la política exterior y a su afán por ejercer de ‘Gendarme Universal’.
Los acontecimientos irán poniendo las cosas en su sitio
Cierto es que podríamos sumarnos a quienes elaboran hipótesis más o menos razonadas sobre la realidad que subyace en el caso del vuelo MH17 de la Malaysia Airlines, las más asumibles orientadas todas en contra de los salvajes ucranianos protegidos por Estados Unidos y la UE. Pero dejémoslo ahí.
De momento, lo que observamos son muchas y lamentables incongruencias en nuestra posición europea y nacional, por no hablar de despropósitos y servilismo irracional. Ya sabemos cómo nos fue con Bush, Blair y Aznar en la desgraciada ‘aventura iraquí’, cómo están las cosas en Oriente Medio y qué tipo de males se alimentan con las torpes jugadas políticas de póker fulero a las que solemos servir de palanganeros, olvidando el juego más inteligente del ajedrez y que quienes luchan de verdad por su libertad siempre terminan ganando. O si no al tiempo.
Un capítulo subsiguiente ha sido el del derribo cierto de dos aviones de combate ucranianos Su-25 por parte de las fuerzas rebeldes que operan en la zona de Lugansk y Donetsk. Los abatimientos se produjeron el miércoles 23 de julio y con ellos ya son cuatro los aviones militares perdidos por Ucrania, tres de combate y uno de transporte.
Las autoridades de Kiev han vuelto al latiguillo de denunciar (sin pruebas) que fueron derribados desde Rusia, porque les duele la dura respuesta que sus ataques están recibiendo de los insurrectos pro-rusos. Andréi Lysenko, portavoz del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, explicó que cuatro aviones de combate Su-25 “daban fuego de apoyo a las divisiones de las Fuerzas Armadas en la zona de la aldea de Dmítrovka, cerca de la frontera de nuestro país” (se entiende que a baja cota) y que “después de realizar con éxito su tarea fueron disparados desde un potente sistema de misiles”, cuando estaban a 5.200 pies de altura, subrayando que los equipos lanzamisiles portátiles que usan los combatientes de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD) no tienen ese alcance (la realidad es que las prestaciones de los sistemas de armas siempre son superiores a las que figuran oficialmente en los catálogos de venta)…
Y otro suceso de última hora también significativo, es que el día siguiente, el 24 de julio, se produjo la dimisión del primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, el hombre de confianza de Estados Unidos y la EU. Su decisión se anunció horas después de que la coalición parlamentaria Opción Europea que sostenía al Gobierno quedase rota por el abandono de dos de los tres partidos que la formaban, los ultranacionalistas de Svoboda y UDAR, obligando a disolver el Parlamento y a convocar nuevas elecciones; quizás con la esperanza de que los afines al presidente Poroshenko obtengan una mayoría cualificada en unas nuevas elecciones legislativas, considerando las dificultades que tendrán los pro-rusos del Este ucraniano para participar en ellas libremente.
El origen del problema (visiblemente tratado a puñetazos en el Parlamento), es la incapacidad de sacar adelante una reforma fiscal que habría subido los impuestos a la población para combatir la ruina económica del Estado y el rechazo al proyecto de ley para crear una operadora del sistema de transporte de gas en Ucrania que, de entrada, permitiría vender a los inversores de Estados Unidos y la UE el 49% de todos los gasoductos ucranianos. Algo verdaderamente crucial y que evidencia el trasfondo de intereses económicos que envuelve la crisis ucraniana.
Un escenario ciertamente lamentable para enmarcar una situación de guerra civil y que Ucrania y sus padrinos occidentales deberían rectificar con urgencia, aplicándose a buscar soluciones políticas al problema y a entender mejor las razones de la historia, el sentimiento de sus ciudadanos pro-rusos, las trágicas consecuencias de la propia contienda y las peligrosas derivas que suelen tomar los enfrentamientos asimétricos.
Fernando J. Muniesa