Editoriales Antiguos

NÚMERO 167. Elecciones del 24-M: Un batacazo de poder para el PP que anuncia su debacle en las próximas elecciones generales

Elespiadigital | Domingo 24 de mayo de 2015

Como hemos venido anticipando en nuestras sucesivas Newsletters, y han negado de forma contumaz los corifeos del poder, el PP se la ha pegado bien pegada en las elecciones locales y autonómicas del 24-M. Mariano y sus ‘marianitos/as’ han quedado para el arrastre, debiendo poner ahora en marcha, a todo correr, un plan B para evitar la debacle definitiva en los próximos comicios legislativos, anunciada con toda claridad por los estudios demoscópicos del curso político y por la propia dinámica electoral.

De momento, Rajoy y sus huestes populares van a ser desalojados del poder prácticamente en todas las capitales de provincia y comunidades autónomas puestas en liza electoral. Allí donde puedan mantenerse, será gracias al apoyo de Ciudadanos que, visto como ha quedado la situación, se tendrá que pensar hasta dónde quiere jugar como ‘muletilla’ del PP.

Esta es la primera lectura extraíble del 24-M. La segunda es que el PSOE no ha podido rehacerse del fracaso que ya cosechó en las elecciones del 2011 (aunque ha recuperado posiciones municipales en Andalucía), perseguido ahora a tiro de piedra por Podemos, que prácticamente ya se ha merendado a IU (lo mismo que ha hecho Ciudadanos con UPyD). Los socialistas harán bien en dilucidar cuanto antes quién, y con qué nuevo enfoque político, asume el liderazgo electoral del partido de cara a los próximos comicios legislativos.

Así, y como tercera lectura, se confirma la caída del bipartidismo PP-PSOE, que algunos analistas políticos contumaces tratarán de mantener con cierta esperanza de vida hasta que les vuelva a coger el toro electoral de la nueva legislatura. La contrapartida de este hecho es evidente: Podemos ha llegado para quedarse y para crecer a partir de que elabore un marketing político y electoral adecuado (el éxito de Manuela Carmena y Ada Colau en Madrid y Barcelona es un revulsivo político que marca paquete) y Ciudadanos empujará al PP a su espacio natural conservador (robándole los votos del centro)…

Ya hemos visto que cómo, calentando la respuesta ciudadana del 24-M, la lucha partidista PP-PSOE se ha revestido con promesas regeneracionistas falsarias, excesos propagandistas, descalificaciones mendaces de las fuerzas políticas y sociales emergentes, manipulaciones de todo tipo… Y hasta con programas distintos a la ‘línea de gobierno’ prevista en la trastienda de sus propios partidos, a veces desconocida incluso por los directores de campaña, ocupados en ofrecer a los votantes lo que estos ‘desean’ y no lo que en realidad van a recibir después.


La mentira electoral es un juego vergonzoso de reiterada traición a los votantes, perfectamente ‘asumible’ porque, según establecen las reglas de la democracia, al final de cada legislatura todo el mundo tiene opción a que le siga engañando el mismo partido o que, si lo prefiere, vuelva a engañarle otro que hasta ese momento electoral no existía o estaba en la oposición… De esta forma, el engaño político prevalecerá mientras los electores hallen placer en ser engañados.

Y esa es una situación difícilmente reversible en razón de la ‘dinámica rotacional’ del electorado. Cierta es la dificultad de engañar continuamente a las mismas personas y de la misma forma; pero la realidad es que el censo electoral está sujeto a continuas ‘entradas y salidas’ de ciudadanos que van alcanzando la condición de votantes o que desaparecen como tales, bien por fallecimiento o porque, desengañados, renuncian a su derecho de sufragio.

Así, los ‘huecos’ en el núcleo de participación electoral son ocupados de forma automática por las nuevas generaciones ingenuamente ilusionadas con transformar el mundo a través de esa misma política. Y, así, la práctica electoral engañosa puede prevalecer perfectamente ‘inmutable’ frente a una ciudadanía ‘mutable’; es decir engañando siempre aunque no siempre a las mismas personas.

Un ejercicio mentiroso de la política que, para el observador perspicaz, no ha dejado de estar presente también en la campaña de las últimas elecciones municipales y autonómicas. Sin embargo, el hecho de que en esta ocasión hayan participado en la batalla de las urnas dos nuevos partidos de corte regeneracionista, ha tenido un efecto revulsivo evidente.

 

La política española de ámbito nacional, ya no es cosa de dos sino al menos cosa de cuatro, como se ha venido advirtiendo a partir de la eclosión de Podemos en las elecciones europeas del año pasado, y como se corroboró en las andaluzas del pasado mes de abril. Que PP y PSOE quieran o no quieran entenderlo (su contumacia en el ‘sostenella y no enmendalla’ ya no merece más comentarios), o que entendiéndolo no quieran apearse de su vieja política ni abrirse de verdad a las nuevas exigencias ciudadanas, es cosa suya.

Pero los resultados electorales ciertos de este mismo domingo, más allá de las predicciones demoscópicas previas y de las lecturas interesadas que suelen hacer los perdedores, son bien elocuentes al respecto. Insistimos: el PP se ha dado un batacazo colosal y el PSOE no ha logrado recuperarse del que se dio en las elecciones municipales y autonómicas del 2011.

El reflejo de esa situación en las capitales de provincia, es que, estando gobernando el PP en 37 de las 52 existentes (en 34 con mayoría absoluta y en 3 en minoría), podría pasar a la oposición prácticamente en todas. Aunque en algunas el PP pudiera conseguir apoyos externos para gobernar, a la vista de su desastre general y de su escasa cintura política, cerrarlos parece realmente difícil.

Pero es que en el ámbito autonómico, la lección dada por las urnas será, lógicamente, muy pareja (en el momento de cerrar esta Newsletter todavía no ha concluido el escrutinio correspondiente). Considerando las 13 comunidades en las que se han celebrado elecciones (excluidas Galicia, País Vasco, Cataluña y Andalucía), el PP puede perder la mayoría absoluta en 8 de las 9 en las que estaba gobernando, incluidos sus bastiones de Madrid y Valencia, quedando en el ámbito autonómico en la misma situación de precariedad negociadora.

Ello conlleva una pérdida de poder político brutal y una posición de extrema debilidad para establecer posibles pactos de gobierno. En los pocos casos que estos fueran posibles, de no manejarse con suficiente inteligencia (el PP nunca ha demostrado tener cintura para ello), su fracaso puede perjudicar todavía más su imagen pública y aumentar su caída electoral en las próximas elecciones generales…

Claro está que el presidente Rajoy no está, ni se le espera, en este tipo de consideraciones, y sus asesores áulicos menos. Por eso, ni corto ni perezoso -que lo es para otras muchas cosas-, ya se proclamó candidato in péctore del PP para seguir liderando el partido en las próximas elecciones legislativas, sin haber esperado al resultado de las decisivas elecciones previas, que eran un test o prueba del algodón ineludible para poder viabilizar sus nuevas aspiraciones de gobierno. Una decisión personal que desde luego evidencia su ceguera política, porque, simplemente, en mayo de 2015 podía convertirse -como ha sucedido- en un muerto viviente al que sólo le quedaría por decidir la forma de su enterramiento (sepulcro o incineración) y los pequeños detalles ceremoniales…

Dice un sabio proverbio japonés que “se aprende poco con una victoria, pero mucho con una derrota”. El caso es que como buen gallego, brumoso y retraído, Rajoy no tiene costumbre de asumir consejos ajenos, ni interés por ver lo que pasa más allá de sus narices. El presidente del Gobierno es muy suyo, pero quienes le votaron masivamente en el 2011, obligados por el desastre del ‘zapaterismo’, no le conocían: ahora sí.

Fernando J. Muniesa