En febrero de 2015, al amparo del Barómetro de Metroscopia para El País y de las encuestas de la consultora MyWord para la Cadena SER, realizadas de cara a las entonces lejanas elecciones generales de fin de año, ya advertimos que la dinámica demoscópica comenzaba a mostrar el partido liderado por Albert Rivera como otra seria amenaza al bipartidismo, junto a la más explosiva de Podemos.
Y señalamos que, por su tono y sus planteamientos políticos ‘centristas’, Ciudadanos tenía una doble capacidad para dañar la posición del PP y del PSOE. Pero restando también votos a otros partidos como UPyD (al que se ha terminado engullendo) e incluso a Podemos, que, de entrada, había conectado de forma ‘transversal’ con muchos votantes entonces ‘huérfanos’ o sin adscripción de partido.
Hace ocho meses, Metroscopia asignaba a Ciudadanos un 12,2% de los votos y MyWord un 13,4%, registrando dicha formación un crecimiento muy llamativo de más de 8 puntos desde el mes anterior; mientras Podemos, como fuerza más explosiva luego decaída, llegaba a situarse en cabeza de las expectativas electorales. Es decir, se palpaban tanto el agotamiento del modelo bipartidista como el apoyo ciudadano a las nuevas fuerzas políticas.
Todo ello con un dato bastante ilustrativo. Según Metroscopia, Podemos era la opción ganadora en todos los tramos de edad, y sobre todo entre los más jóvenes (18-24 años), obteniendo un 32,6% de esos votos frente al 4,7% que lograría el PP. Por su parte, Ciudadanos se imponía ya como el segundo partido más votado entre las personas de 25 a 34 años, con un 9,6% de los votos, y también entre las de 45 a 54 años, con un 14,5%. Estábamos, pues, ante una agitada revitalización y captación de voto ‘joven’ que, de mantenerse, perjudicaría el futuro electoral tanto del PP como del PSOE, ambos sin capacidad de ilusionar a ese electorado, en beneficio de Podemos y Ciudadanos.
Ahora, la misma Metroscopia nos ratifica el subidón de Ciudadanos, quizás gracias a un corrimiento de expectativas de votos de circulación variable: del PP a Ciudadanos, de Podemos al PSOE, del PSOE a Ciudadanos… Lo que, y está es la gran cuestión, va dibujando en torno al partido de Albert Rivera una imagen de utilidad para desbancar del Gobierno al PP y mantener aún al PSOE en la oposición.
Sorpresa, sorpresa. En tiempos muy medidos y gracias a una plataforma de marketing y comunicación muy cuidada, la imagen limpia y moderada de Rivera se ha ido colocando por delante de sus competidores y tomando la posición del centro político, que es la dominante en un escenario electoral maduro como el nuestro (aunque algunos no lo quieran ver), acompañado de forma casi ejemplar por el conjunto de su partido. Una muestra de este sensato y eficaz posicionamiento ha sido la idea-fuerza que ha manejado Ciudadanos en las elecciones catalanas del 27-S, con notable éxito: ‘Mejor unidos’ (integrando gráficamente en un corazón las banderas de Cataluña de España y de la UE).
Pero es que, además, esta inteligente actitud de Ciudadanos se está viendo generosamente beneficiada por los errores contumaces de su competencia. Destacando a este respecto el inmovilismo a ultranza del PP y su apelación al ‘voto del miedo’; el sistemático ‘despiste’ del PSOE en la defensa de la españolidad y en su afán por desdibujarla aún más con su propuesta de una reforma constitucional ‘federal’ y, finalmente, la falta de rigor y seriedad de Podemos para asumir y capitalizar su brillante eclosión inicial.
Así se las ponían a Felipe II y así se las están poniendo a Albert Rivera, que, en el fondo, es quien está demostrando más sentido común, más limpieza de miras y mejor voluntad para representar políticamente a la defraudada mayoría de electores españoles. Sólo así se puede entender el estirón que Ciudadanos ha pegado en las mediciones barométricas de expectativa de voto: una dinámica que, de seguir creciendo, sobre todo a costa del PP y del PSOE, le puede colocar en La Moncloa o, en el peor de los casos, situarle como árbitro indiscutible entre PP y PSOE.
Y el triunfo electoral de Ciudadanos es tan verosímil que el PP, asumiendo la imposibilidad de revalidar su mayoría absoluta, ya se plantea el blindaje de Rajoy ante un eventual acuerdo político con el partido de Rivera. Según El País (12/10/2015), la ‘línea roja’ para acordar un gobierno en minoría con el apoyo de Ciudadanos, ratificada al menos por tres miembros de la dirección popular, es el liderazgo de Rajoy: “La cabeza de Rajoy es intocable” (lo que conociendo a la clase política viene a significar que si hay que cortársela, se le cortará)…
Claro está que, según van las encuestas, la aspiración de Rivera ya no sería desplazar a Rajoy al frente del PP (antes de su éxito en Cataluña dijo de forma tentativa: “Si hay que quitar a Rajoy se le quita, como se quitó a Sanz, el presidente de La Rioja”). Ahora es evidente que aspira a ganar a Rajoy y a Sánchez, firmemente convencido de que España necesita ser gobernada por un partido nuevo, “con las manos limpias”, que es a lo que tiene que aspirar cualquier líder político que se precie de serlo.
Lo cierto es que la dirección del PP ya teme seriamente a Rivera (ahí están las insistentes advertencias lanzadas por Aznar desde FAES), viéndole poco manejable, con ideas y aspiraciones propias. Hasta el punto de catalogar tendenciosamente a Ciudadanos como formación de centro-izquierda y especular sobre sus posibles acuerdos con el PSOE, quizás porque ellos desconocen qué es de verdad eso de la centralidad política (un espacio que, digan lo que digan, nunca han ocupado) y porque, en un escenario de pactos -concluyen con acierto-, los ‘riveristas’ se entendería siempre mejor con los socialistas, más flexibles, que con los intransigentes populares.
El roto que Ciudadanos puede hacerle al PP en circunscripciones clave como Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia, Málaga y Sevilla, donde se reparten casi la mitad de las actas de diputados, puede ser considerable, dado que en ellas es donde su discurso dirigido a las clases medias y a los jóvenes profesionales cala mejor, y donde su imagen de limpieza política tiene más impacto.
Y no digamos del pánico que produce esa misma formación en las pequeñas provincias (17), en las que PP y PSOE se repartían tranquilamente sus tres o cuatros escaños por efecto de la Ley d´Hont. Ahora, con un poco más de presencia y acción electoral local -de la que todavía carece- les podría arrebatar el último escaño en cada una de ellas, lo que supondría otro roto considerable, difícil de consumar pero posible.
Por eso, y porque las posibles rectificaciones ya llegan tarde, Rajoy se va a jugar las elecciones por la tremenda, insistiendo en lo de “el PP o la nada” con copyright de la inoperante María Dolores de Cospedal; es decir, que él es su único candidato a la presidencia pase lo que pase. Y ello siendo conscientes de que si las urnas dejan al PP lejos de los 150 escaños, que sería el límite para poder gobernar en minoría con el respaldo externo de Ciudadanos, estarían ante una debacle absoluta y de consecuencias irreparables: entonces sería inevitable convocar un congreso nacional casi de refundación del partido y enterrar políticamente a Rajoy y su corte de alfombrillas y palmeros mediáticos, no sin razón y hasta con iracundia.
Pero si para el PP sería malísimo perder las elecciones (y no sólo la mayoría absoluta), quedar en escaños por detrás de Ciudadanos sería infinitamente peor, porque entonces la desbandada tomaría proporciones gigantescas. Y a eso es a lo que también hay que atender ahora en materia demoscópica: desde luego viendo en primer lugar quien gana los comicios del 20-D, pero también quienes ocupan el segundo, el tercero y el cuarto puesto en el pódium electoral y cómo pueden entenderse entre ellos con un mínimo de coherencia.
Ahora, a principios de octubre, Metroscopia presentaba una estimación del resultado electoral del próximo 20-D colocando en un puño al PSOE, al PP y a Ciudadanos (respectivamente con el 23,6%, el 23,4% y el 21,5% de los votos). Eso quiere decir que con un leve crecimiento de Ciudadanos, bien a costa de los dos partidos tradicionalmente mayoritarios o por un trasvase desde Podemos y desde los restos de UPyD, la formación liderada por Albert Rivera sería la más votada…
Más allá de que Ciudadanos fuera decisivo ante el empate técnico entre PP y PSOE, la posibilidad de que siga creciendo, básicamente por el deseo de ruptura con su agotado antagonismo bipartidista y por una apuesta social por la reforma del modelo, también parece avalarse con la más reciente encuesta de la consultora Simple Lógica.
Los resultados de su último Índice de Opinión Pública (IOP), con trabajo de campo realizado entre el 1 y el 9 de octubre (1.047 entrevistas telefónicas), indican que Ciudadanos habría rebasado ya al PSOE con los siguientes porcentajes de estimación de votos: PP 28%, Ciudadanos 22,6%, PSOE 20,3%, Podemos 11,9%, IU 6,2%). Además, Rivera continuaría siendo el líder mejor valorado socialmente, con el mayor nivel de aprobación de su actuación política (42,8%), seguido a mucha distancia de Pedro Sánchez (25,9%), Mariano Rajoy (23,9%), Pablo Iglesias (22,7%) y Alberto Garzón (21,5%): ¡ojo al dato!
Chocando en esa encuesta el hecho de que entre PP y Ciudadanos sumen más del 50% de los votos, y que el PP continúe con una ventaja desmedida sobre el PSOE (casi de ocho puntos) como partido más votado y eventual ganador de las elecciones, eso no invalida el progreso de la que ya sería segunda fuerza política y su inmejorable situación para pactar de forma alternativa con el PP o con el PSOE, e incluso para optar a la presidencia del Gobierno.
No obstante, la gran incertidumbre sobre el resultado del 20-D se acaba de realimentar también con otra encuesta realizada por la consultora GAD 3 para el diario ABC (21/10/2015). En ella se confirma que el PP sigue siendo el partido ganador, con un 27,7% de los votos, pero obteniendo sólo 128 escaños, muy distantes de su objetivo de 150 (o hasta de 145) necesario para forzar un apoyo externo y relativamente fácil de Ciudadanos.
La estimación electoral de GAD 3 se completa con unos resultados para las otras tres fuerzas políticas más destacadas a nivel nacional tan curiosos como complicados: el PSOE obtendría el 21,8% de los votos con 84 escaños, Ciudadanos el 17,6% con 56 escaños y Podemos el 14,1% con 39 escaños. De esta forma, se podría dar una teórica alternativa de pacto entre PP y Ciudadanos (45,3% de los votos y 184 escaños) y otra tripartita conformada por el PSOE, Ciudadanos y Podemos (con el 53,5% de los votos y 179 escaños (la mayoría parlamentaria es de 176 escaños).
Un resultado a nuestro entender demasiado complaciente con la intención conservadora de forzar un pacto PP-Ciudadanos y que, además, deja otros 43 escaños distribuidos entre 10 formaciones políticas periféricas de distinto pelaje pero, hoy por hoy, todas muy enfrentadas a los populares.
Ese mismo orden de preferencias de los votantes es el recogido también en la última medición barométrica realizada por la consultora INVYMARK en el mes de octubre para La Sexta. En ella, el PP sigue ocupando el primer puesto con una intención de votos de cara al 20-D del 27,6%, seguido del PSOE con el 24,6%, de Ciudadanos con el 17,2% y de Podemos con el 16,1% (no hay más partidos de ámbito nacional con posibilidad de obtener representación parlamentaria).
Un estudio en el que se evidencian igualmente el estancamiento electoral del PP y del PSOE (sin respaldos suficientes para alcanzar el Gobierno), el claro crecimiento de Ciudadanos (un 5,7% más desde la medición de junio) y la caída no menos significada de Podemos (que pierde un 5,8% de los votos).
Según INVYMARK, y en contra de lo que sostienen Rajoy y el PP, un 62% de los encuestados sitúan a Ciudadanos en el centro-derecha y un 26% en el centro, mientras sólo un 8% cree que Ciudadanos se sitúa en el centro-izquierda. Y esa posición centrista es la que convierte a la formación de Albert Rivera en la ‘llave del poder’.
Pero es que, además, también en esta ocasión Rivera es el candidato presidencial mejor valorado por los electores, lo que refuerza su posibilidad de seguir creciendo en la fase de campaña. Obtiene una puntuación de 4,5 puntos sobre 10, seguido de Pedro Sánchez con 4,1 puntos y de Pablo Iglesias y Mariano Rajoy prácticamente empatados con 3,3 puntos…
Por otra parte, el último estudio de previsión electoral realizado por la consultora JM&A (Jaime Miquel & Asociados) para Público, basado en un tracking continuado de toda la demoscopia publicada en 2015 y hasta mediados del mes de octubre (un desk research), confirma igualmente que Ciudadanos se dispara en los sondeos hasta el punto de poder imponer sus condiciones al PP -sumido en un auténtico hundimiento electoral con 66 diputados menos de los actuales- para formar una mayoría parlamentaria absoluta de 179 escaños (120 del PP y 59 de Ciudadanos). ¿Se resistiría entonces el PP a sacrificar a su líder fracasado…?
Y como también se refleja en el cuadro siguiente, otra alternativa más sólida, pero más difícil de armar, sería un ‘pacto de progreso’ a tres bandas, alcanzando los 192 escaños (59 de Ciudadanos, 94 del PSOE y 39 de Podemos). Ante esa posibilidad, la posición de Albert Rivera seguiría siendo prevalente frente a la de Pedro Sánchez, no menos fracasado que Rajoy dado que perdería 16 escaños más sobre los ya perdidos por Rubalcaba en los comicios legislativos de 2011.
El progresivo crecimiento de Ciudadanos hasta alcanzar su ya privilegiada posición en el escenario de los pactos post electorales, queda de nuevo muy claro comparando, por ejemplo, el resumen de la media de las encuestas electorales actualizadas a 7 de agosto y a 23 de octubre de 2015 (publicado en la web de ElElectoral.Com); es decir, antes y después de celebrarse las elecciones catalanas del 27-S. Un resumen que, como tal media, minimiza el posible error o desviación interesada de cada una de las encuestas que lo nutren:
MEDIA DE LAS ÚLTIMAS ENCUESTAS ELECTORALES
(Actualizada a 7 de agosto de 2015)
(Actualizada a 23 de octubre de 2015)
Lo cierto es que el PP se ha desgastado bastante y ha podido tocar su suelo electoral, aunque su división interna -y las decepciones y luchas personales de última hora por sobrevivir dentro de la debacle-, junto con el devastador fuego de la corrupción aún sin apagar, pueden seguir haciéndole daño en vía de la abstención. Y no es menos evidente que el PSOE no progresa lo suficiente como para recuperar el liderazgo político nacional perdido tras el desastre de la época zapateril, todavía inmerso en no pocas contradicciones y confusiones internas sobre las reformas necesarias.
Y esos topes -digan lo que quieran decir el ABC y La Sexta- son los que pueden marcar, en efecto, un triple empate técnico como señala la encuesta de Metroscopia, beneficiando en última instancia a Ciudadanos justo por haberse posicionado en el espacio de centro, que -insistimos- en estos momentos es el territorio clave a efectos electorales. Teniendo en cuenta, además, que Rivera se ha consolidado según la demoscopia al uso como el líder mejor valorado por el electorado entre todos los que se encuentran en liza política: un in-put de afectividad muy importante a la hora de depositar el voto en las urnas, sobre todo en el caso de los indecisos.
Ya sabemos que las encuestas pre electorales no son infalibles, entre otras cosas porque casi nunca coinciden entre sí. Pero siempre es mejor tenerlas en cuenta en vez de construir castillos de expectación en el aire, y sobre todo en lo que muestran como tendencias sostenidas. Queda por confirmar si el tirón de Ciudadanos se consolida, aunque todo indica que va por mejor camino que el de Podemos, sobre todo si Pablo Iglesias sigue empecinado en su desentendimiento con IU y continúa sin racionalizar un radicalismo que ha podido servir como motor de arranque de su nacimiento pero que tiene poco recorrido en la realidad de la política actual.
De hecho, un análisis minucioso de la demoscopia política en su conjunto señala una triple pasarela de votos hacia Ciudadanos: desde el PP, desde el PSOE y desde Podemos (UPyD ya no cuenta). Y también que el 20-D parece concitar una alta participación electoral, arrastrando más votantes jóvenes que nunca, lo que supone otra ventaja para los dos partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos, que, en cualquier caso, van a triturar la forma caciquil de hacer política en España con un nuevo modelo de pactos y consensos más sociales y democráticos.
La mala praxis política del bipartidismo, rancia y caduca, se resiste a morir, mientras se va imponiendo otra forma de gobernar con aromas de frescura que avanza firmemente impulsada por la juventud, que es la dueña del futuro. Esto es lo que hay.
El PP podrá sobrevivir, pero Mariano Rajoy caerá el 20-D, sí o sí, porque su contumacia en el error ha sido infinita y porque es un candidato gastado y sin carisma que, aferrado a la política ‘casposa’, concita una antipatía inmensa. Será desplazado del poder por políticos de otra generación, sin la pátina de carcunda y corrupción que él no se ha sabido sacudir y, aunque con menos experiencia (la suya ha defraudado al electorado), aportando una visión de la realidad social más auténtica y por tanto con miras más justas.
El ejemplo de Portugal, con la mayoría social progresista aliada en contra de Passos Coelho, cuya coalición de cuatro partidos conservadores -Portugal al Frente- fue la formación más votada en las elecciones generales del pasado 4 de octubre, es bastante elocuente al respecto.
Pablo Iglesias se ha auto descartado de la lucha presidencial reconociendo sus limitaciones presentes y quedando, de momento, como una simple muletilla del PSOE, insuficiente para llevar al atascado Pedro Sánchez a La Moncloa. Hoy por hoy, con la frustración del zapaterismo todavía presente y sin una adecuada reconversión interna ni un líder del partido arrollador (ya veremos cómo queda el decisivo ‘mano a mano’ particular entre Sánchez y Rivera), parece que los socialistas no terminan de mostrar mérito suficiente para volver a gobernar España…, lo que les llevaría obviamente a apoyar una ‘solución Rivera’.
Piénsenlo: ¿Puede ser Albert Rivera el próximo presidente del Gobierno…? La verdad es que los votantes siguen hartos de la llamada ‘casta política’ y del bipartidismo PP-PSOE (digan lo que digan, ambos partidos continúan en lo mismo) y que sus líderes -Rajoy y Sánchez- tienen muy difícil alcanzar de nuevo ese objetivo.
La última palabra la tendrán las urnas, expectantes ante la decisión final de los tres millones de electores que hoy todavía confiesan no saber a quién van a votar (o incluso si votarán). Algunos politólogos sostienen que su veredicto siempre es acertado, aunque nosotros lo dudamos (entre otras cosas por los fallos de representatividad del sistema y por el propagandismo y las mentiras con que se envuelve), sin negar que se deba aceptar: ya se verá qué nos deparan el 20-D.
Fernando J. Muniesa