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Un experto en Información Militar de la línea ‘cristiana’
(...) Fue jefe de Estado Mayor de la I Región Militar, destino en el que vivió los acontecimientos del 23-F, y miembro del Consejo Superior de Justicia Militar siendo ya teniente general. El 11 de enero de 1984 fue nombrado JEME, permaneciendo en el cargo hasta el 31 de octubre de 1986 y siendo por ello ascendido a general de Ejército el 21 de mayo de 1999, a tenor de lo establecido en la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas)...
Un JEMAD solvente, crítico con el modelo profesional de las FAS
(…) La realidad histórica es que el teniente general Rodrigo, en su condición de JEMAD, fue un crítico plausible de la escalada electoralista desatada a propósito de las elecciones legislativas del 3 de marzo de 1996, que llevaron por primera vez a José María Aznar a la Presidencia del Gobierno. En su programa electoral, el PP alimentó el desmantelamiento del modelo de Defensa Nacional vigente (mixto con soldados de reemplazo y creciente incorporación de voluntarios profesionales), encontrándose con la razonable oposición del PSOE, entonces todavía en el Gobierno, apoyado decididamente por la cúpula militar…
De experimentado piloto a JEMA eficaz, discreto y leal
(…) afrontó con discreción los sucesos del 23-F, aunque como miembro de la JUJEM suscribió una precipitada asunción de “todos los poderes necesarios para cubrir el vacío de poder al estar retenido el Gobierno en el palacio del Congreso”, reconducida de inmediato y sin mayor problema a la autoridad civil de la “Comisión Permanente de secretarios de Estado y de subsecretarios” presidida por Francisco Laína, un gobierno interino formado por indicación del rey Juan Carlos I con el fin de evitar un vacío de poder que hubiera podido facilitar la asonada militar…
Un franquista indiscutible comprometido con la democracia
(…) Su único protagonismo en relación con aquel lamentable suceso (23-F) lo tuvo al preparar un precipitado comunicado oficial anunciando que la JUJEM asumiría “todos los poderes necesarios para cubrir el vacío de poder al estar retenido el Gobierno en el palacio del Congreso”. Sabino Fernández Campo, a la sazón secretario general de la Casa Real, le disuadió para que, aun sabiendo que aquella era una actuación bienintencionada, no la hiciera pública, puesto que alguien hubiera podido interpretarla como que, en aquellas delicadas circunstancias, los Jefes de Estado Mayor eran quienes se hacían directamente cargo del poder…
El marino incansable y prestigioso que fue primer JEMAD
(...) Durante su colaboración con Gutiérrez Mellado en política de Defensa, fue especialmente reconocida su intervención en los trabajos de la adhesión de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que era firme partidario, culminada en Bruselas el 10 de diciembre de 1981.
El peso inexorable de una reconocida familia militar
En junio de 2006, tras pronunciar en el Alcázar de Segovia una conferencia sobre la enseñanza militar, Pardo de Santayana propuso un brindis por el Rey como garante de la unidad de España ante un posible riesgo de división territorial, palabras que provocaron el airado abandono del acto por parte de varios representantes socialistas. El jefe del Ejército de Tierra, Carlos Villar, abrió una investigación (sin mayores consecuencias) aunque aquél puntualizara que cuando pronunció el brindis “no estaba pensando ni en el Gobierno ni en el Estatuto de Cataluña porque no tenía ninguna intencionalidad política”.
Un militar de “sangre azul” al servicio del poder
(...) Partiendo de estos éxitos tan artificiales y cuestionables, pero que no obstante permitieron a Felipe González aludir de manera insistente a la “deuda que los demócratas mantienen con el general Alonso Manglano”, el nuevo director del CESID fue rindiendo la institución de forma progresiva al Gobierno socialista, y muy en particular ante Narcís Serra, que fue su primer ministro de Defensa, con efectos simbióticos evidentes. De acuerdo con esa entrega a la causa gubernamental, el ascenso en los empleos militares de Emilio Alonso fue ciertamente vertiginoso…
El controvertido “cerebro” de la lucha contraterrorista
(...) De hecho, su implicación en aquel tipo de guerra sucia ha sido tan evidente que el periodista de investigación Alfredo Grimaldos, autor de “La CIA en España” (Editorial Debate, 2006) no ha dudado en reiterarlo públicamente. Por ejemplo, a la pregunta sobre si la CIA había controlado los GAL (“Periodista Digital” 09/10/2006), contestaba: “No directamente. Pero el cerebro de los GAL fue un hombre de la CIA en España, el general Andrés Cassinello. Pero se quitó de en medio cuando implicaron a Rodríguez Galindo por temor a salir mal parado”…
Una pirueta entre la connivencia golpista y el favor político
(…) Su recorrido profesional, marcado por cierta discreción hasta su ascenso a coronel (empleo en el que mandó el Regimiento de Misiles Antiaéreos nº 74), sorprendió en los medios políticos progresistas y también dentro de las Fuerzas Armadas al alcanzar el generalato en febrero de 1998, por designación del gobierno del PP que presidía José María Aznar, precisamente a los 17 años de su implicación en el golpe de Estado del 23-F. Menos comprensible aún es que ese ascenso se produjera antes que el de bastantes compañeros mejor clasificados en dos promociones sucesivas…
El “pensador” oficial del Ministerio de Defensa
(…) El 25 de enero de 1991, desatada ya la “operación Tormenta del Desierto” contra Irak, Alonso Baquer volvió a ejercer de estratega visionario mostrándose partidario ante los micrófonos de Canal Sur Radio de que España se incorporara activamente al conflicto, caso de que las fuerzas iraquíes atacaran Turquía, dado que entonces “se sentiría legalmente obligada a intervenir”. Preguntado sobre la posición concreta que se debería adoptar en ese supuesto, afirmó que “la respuesta es extremadamente fácil; cuando no pasa nada no hay que aportar nada; cuando pasa mucho y pasa mucho más, hay que aportar mucho y mucho más”…
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