El poder se ejerce hoy de una forma cada vez más enmascarada. La política tiene que ver cada vez menos con la actividad de los «políticos» y más con todo un conjunto de fenómenos que irrumpen con regularidad en los medios, que buscan el impacto emocional en los espectadores, para que estos acepten medidas de excepción que poco tienen que ver con el Estado de derecho.
El terrorismo internacional y sus atentados, las pandemias, las revoluciones de colores, las crisis de migración, el cambio climático, las catástrofes «naturales»… son, en general, crisis fabricadas de manera ficticia en las cúpulas del poder imperial, para imponer agendas encubiertas que avanzan progresivamente hacia la instauración de un Nuevo Orden Mundial totalitario. De ahí que para comprender el poder hoy sea necesario hacerlo como imperio de la ficción.
Y es que la ficción --desde los medios de desinformación hasta Hollywood, cada vez más indistinguibles-- juega un papel fundamental para hacernos creer toda esta farsa.
Pero la aportación más singular de esta obra es la tesis de que este imperio de la ficción no es más que una nueva versión de técnicas inquisitoriales en las que la violencia sacrificial era protagonista en el espectáculo del poder.
Para entender ciertos fenómenos conviene analizarlos en paralelo a otros fenómenos aparentemente independientes pero que de hecho operan como distintas balanzas, como distintos equilibrios de fuerzas, que se inscriben todos ellos en una misma balanza y contribuyen al movimiento general.
Esta forma comprender la realidad puede aplicarse hoy a numerosos fenómenos. Es especialmente oportuna en un contexto en el que el panorama política y geopolítico, económico, social, mediático, tecnológico, etc. se complica exponencialmente, conformando un complejo conglomerado de fuerzas en liza, siempre inestable, relativamente imprevisible, y que a pesar de esta complejidad no deja de ser en última instancia lo decisivo en las transformaciones de la realidad. Esta compleja interacción de fuerzas se está dando hoy en numerosos frentes. Utilizamos intencionadamente un término bélico.
Porque de lo que se trata en última instancia es de la tercera guerra mundial, aunque todavía sea del tipo de cuarta y quinta generación en la mayoría de los escenarios. Vemos algunos de ellos.
Uno de estos frentes de confrontación es el de los regionalismos. Pero que abarcan todo el espectro que pasa por las revoluciones de colores, hasta llegar a la guerra civil y a la balcanización de los Estados. La situación se suele presentar en los medios de desinformación como la de dos partes en conflicto: región y Estado. Pero lo que a la mayoría de los analistas y de la ciudadanía se les está escapando o están intencionadamente ocultando es, volviendo a nuestra imagen de la balanza, como este equilibrio de poderes se inscribe en otros equilibrios de mayor escala. Nuestra tesis es que, tal como ha mostrado el politólogo francés Pierre Hillard, lo que está en el trasfondo de estos regionalismos es una estrategia encubierta de debilitamiento de los Estados-nación para avanzar hacia la instauración de un Nuevo Orden Mundial totalitario.
La foto de Shimon Peres con Artur Mas, en noviembre de 2013, ambos representados por sendas banderas de Israel, es suficientemente expresiva de lo que se esconde detrás del movimiento soberanista catalán.
No decimos que este sea el interés ni de los que están de parte de la soberanía estatal ni de los que lo están de la soberanía regional. Lo que decimos es que estas dos partes son los dos platillos de una balanza, pero esta balanza pertenece de hecho a otras balanzas mayores, de manera que, sin ser conscientes de ello, los que apoyan el regionalismo estarían apoyando sin saberlo un movimiento de mayor alcance que a la larga resultaría en lo contrario de lo que pretenden. La paradoja es que un movimiento regionalista que parecería contribuir a una mayor soberanía local estaría sirviendo, según nuestra tesis, a mayores transferencias de soberanía hacia el orden global.
Veamos otros fenómenos en los que una parecida dinámica paradójica está en juego. Analicemos hasta qué punto fenómenos aparentemente heterogéneos e independientes responden en realidad a una misma estrategia y están empujando los platillos de la balanza global en la misma dirección. Observemos si en otros movimientos encontramos la misma mecánica paradójica, según la cual los ciudadanos mismos contribuyen a transformaciones que de hecho les perjudican.
Este es el caso, como muchos analistas independientes están señalando, de la gran ficción fabricada del terrorismo. De nuevo, la supuesta lucha contra el terrorismo le sirve al poder fáctico para legitimar guerras de conquista en las periferias y para instaurar estados policiales en los centros, todo ello en alianza encubierta con el terrorismo.
Lo que nos venden como una "guerra contra el terrorismo" es en realidad una guerra en alianza con el terrorismo. Webster Tarpley, Michel Chossudovsky, Thierry Meyssan, William Engdahl, Adrián Salbuchi, entre otros, lo están mostrando de manera brillante, en ocasiones arriesgando sus vidas. La paradoja como fuente radical de la verdad y de las transformaciones de la realidad se pone aquí de manifiesto de una manera mucho más evidente que en otros fenómenos. El terrorismo es la mayor de todas las mentiras de nuestro tiempo, sobre las que se sostiene todo el edificio podrido de la civilización occidental, sin las que no sería capaz de mantenerse en pie. Guerra contra el terrorismo = guerra con el terrorismo. Doble moral como moral dominante en el imperio.
Veamos por último un tercer fenómeno puede analizarse también teniendo en cuenta esta dinámica paradójica, según la cual los ciudadanos son manipulados y salen a la calle para exigir a sus gobiernos medidas que de hecho les perjudican.
El orden dominante descalifica con el término de ’populismo’ todas aquellas dinámicas que lo ponen en cuestión. Pero de hecho este orden dominante es estructuralmente populista, podemos decir también fascista, en la medida en que se basa en buena medida en la manipulación de las masas para que estas sean las que exijan a los gobiernos criminalizados, que hoy ostentan el poder en todo Occidente, que tomen medidas represivas contra todos y a favor del gran capital criminal.
Este es el caso de la polémica sobre el control de armas en Estados Unidos. El todavía gigante americano arma con una mano a terroristas y a traficantes internacionales, en las diversas guerras de cuarta generación que libra en las periferias, al mismo tiempo que pretende desarmar a sus propios ciudadanos pacíficos. He aquí otra aparente paradoja. Las armas de defensa se prohíben pero las de agresión ilegal e impune se generalizan.
Una vez presentados someramente estos tres fenómenos, insistimos, aparentemente independientes, veamos hasta qué punto los tres responden a una misma estrategia de fondo de transformación socio-política. Para ello, como decimos, nos parece clave problematizar estos fenómenos precisamente en lo que tienen de paradójicos.
En la medida en que las contradicciones y las paradojas son acicates para comprender la realidad en su complejidad, para cambiar la escala de observación, para analizar las interacciones entre distintos fenómenos, en suma, para comprender hasta qué punto estas contradicciones son solo aparentes.
Y es que si estas contradicciones son solo aparentes es precisamente porque de lo que se trata es de que lo parezcan, para concitar las energías de la ciudadanía y la de las diversas fuerzas de oposición, de manera que estas terminen contribuyendo, sin saberlo, a agendas encubiertas de signo contrario.
La clave para reconocer estos equilibrios de poder ficticios es tan vieja como los mitos o la tragedia:
colocar en escena un falso enfrentamiento que enmascara otro de mayor alcance, oculto entre bambalinas. De hecho el dispositivo de la balanza coincide con el de los dos héroes luchando en escena, como pone de manifiesto la kerostasia griega. Se trata por lo tanto de comprender estas aparentes paradojas a otro nivel, por encima o por detrás del nivel de la escena. En otras palabras, comprender hasta qué punto los tres fenómenos que hemos escogido, aparentemente heterogéneos, responden en realidad a una misma estrategia de largo alcance.
La clave para ello es identificar cuáles son las fuerzas en liza que definen las coyunturas políticas y sociales en cada momento.
Estas son hoy, con carácter general, a nivel global, la confrontación del orden unipolar occidental con un nuevo orden emergente y multipolar, representado por los BRICS, sobre todo por Rusia y China. Y a nivel local, la confrontación entre el orden globalizante del capital y el orden estatal que, eventualmente, le puede hacer frente. Como es evidente estos dos niveles se solapan, en la medida en que el orden unipolar occidental coincide con el globalizante, de la misma manera que los intereses que defienden la soberanía estatal tienden a coincidir con los que están por el orden multipolar de los BRICS.
Pues bien, en este contexto hay que analizar las tres paradojas ficticias que hemos propuesto. Al orden globalizante occidental le interesa por el momento enmascararse detrás de los Estados-nación, pero su objetivo último es desintegrarlos y someterlos a estructuras de poder globales y centralizadas. El terrorismo, el control de armas civiles y la regionalización o la balcanización de los Estados son tres frentes complementarios de una misma estrategia. La afinidad entre el terrorismo y el control de armas es evidente, si tenemos en cuenta que ambas farsas ingenierizadas operan de manera muy similar: fabricando ataques de bandera falsa, por parte de agencias de inteligencia occidentales, mediante elementos infiltrados en estos y en general al más alto nivel de los Estados, trabajando al servicio de los intereses capitalistas globalistas.
Las tres estrategias se basan en la misma dinámica de fondo, que de hecho atraviesa la mayoría de las transformaciones en curso: involucrar a la ciudadanía en la adopción de medidas excepcionales, de manera que en la vorágine de las basculaciones de los equilibrios de poder, la balanza termine inclinándose en su contra. Todo ello infantilizando a la sociedad a través del terror y su dramatización mediática, para que ella misma demande un orden más paternalista, más autoritario, más represor. Para que ella solita se meta en la boca del lobo. ¡Heil Obama! ¡Heil Merkel! ¡Heil Hollande! ¡Heil Rajoy! ¡Heil marionetas del Nuevo Orden Mundial!
Lo que los moderados, los idealistas y los utopistas deberían entender es que el mundo no se transforma solo con ideas o con buenas intenciones. El mundo se transforma solo con fuerzas que se alían y enfrentan con otras fuerzas para transformar los equilibrios de poder. Volviendo al tema de la balanza, las viejas representaciones cristianas del tema del Juicio Final son muy expresivas al respecto. Al margen de la supuesta neutralidad del Arcángel Miguel sosteniendo el fiel de la balanza, encontramos a menudo en estas imágenes pequeños ángeles y pequeños diablos, que empujan literalmente los platillos de la balanza en un sentido o en otro.
De la misma manera, cualquier forma de militancia, de activismo o de compromiso políticos debería comprender que la manera más realista de acercarse a sus ideales es empujando el correspondiente platillo de la balanza, estableciendo alianzas estrategias o tácticas con otros "ángeles", para contrarrestar las fuerzas de los "diablos". Cualquier iniciativa de transformación política y social debería comprender esta dinámica inherente de la balanza.
También el hecho de que, a menudo, puede ser más fácil inclinarla en un sentido cuando, paradójicamente, esta se inclina primero hacia el lado contrario para ganar inercia. Esto lo saben muy bien los grandes estrategas, pero se le escapa a buena parte de las bases de los movimientos sociales, que son así recuperados por la matrix.
Todo esto está implícito de diversas maneras en los tres fenómenos que hemos escogido. El terror instrumentalizado por los poderes fácticos del capital global está ahí para que los ciudadanos exijan a sus Estados más seguridad, sin saber que se están metiendo ellos solos en la boca del lobo, que están pidiendo a gritos un Estado policial, que en realidad es un instrumento de la dictadura global capitalista. De la misma manera, los regionalismos deberían comprender que al inclinar la balanza a su favor, en contra de los Estados, están contribuyendo a imprimirle inercia para que finalmente se incline en sentido contrario, en el del orden global totalitario.
Perfil del autor
PEDRO BUSTAMANTE es arquitecto de formación pero autodidacta todoterreno por vocación. Lector empedernido, investigador obsesivo, ensayista apasionado, artista delirante, viajero sabático, políglota simultáneo. Todo ello en régimen de rigurosa independencia. Porque en estos tiempos en que el sistema está podrido hasta los tuétanos, es prácticamente imposible hacer algo de interés desde los marcos institucionales y corporativos.
Ha hecho muchas cosas diferentes en su vida y en algunas he tenido algunos reconocimientos. Pero desde hace algunos años se dedico a tratar de comprender cómo funciona este mundo delirante y transmitir lo que pueda comprender. Mediante el pensamiento y la creación, la investigación teórica y práctica, la escritura y el arte.
Este es su primer libro donde trata de mostrar cómo funciona el mundo de una manera comprensiva, general, pero también, en lo posible, estructural, profunda.