
Mucho antes de convertirse en el trovador oficial de la Revolución cubana, Carlos Puebla rondaba por La Bodeguita del Medio en La Habana cantando a ritmo de son su canción "Los caminos de mi Cuba nunca van a donde deben". En el actual laberinto político español, los caminos parecen conducir al punto de partida e incluso más atrás, a un pasado remoto pero latente. Tras dos campañas electorales y unas intermedias e infructuosas negociaciones, la intención de voto apenas ha variado según encuestas coincidentes y la perspectiva de formar un Gobierno es remota. El encastillamiento de los líderes, con sus líneas rojas y sus antipatías personales, ayuda poco. Ya se habla incluso de unas terceras elecciones que no se sabe si resolverían algo. Nadie se pone de acuerdo, pero lo que parece claro es que la nueva política que ha acabado con el bipartidismo fraguado en la ahora denostada Transición ha traído ciertos ecos del pasado. También se debate si debe gobernar el que consiga más votos o más escaños en el Congreso. El electorado nuevamente dividido entre derechas (con todos los matices de centro que se quiera) e izquierdas (con todos los matices de centro o socialdemócrata que se quiera). Y una ideologización del debate que tiende a solapar los auténticos problemas de una población cuyo tejido social afortunadamente es muy distinto al que predominaba en las elecciones de 1936, las últimas celebradas antes de la llegada de la democracia en 1977. A los aficionados a la memoria histórica, que aquí tiende no a ser una memoria colectiva sino una selectiva de malos y buenos a la espera de revancha, habría que recordarles que entonces, y con muchos más partidos que ahora, se enfrentaron dos bloques. ¿Votos o escaños? En aquella ocasión ganaron las derechas en votos (4.457.000 contra 4.356.000), pero la ley electoral concedió una mayoría al Frente Popular y luego pasó lo que pasó.
Tal vez alguien debería buscar una brújula para encontrar un camino.
Comandante Puebla