“La Codorniz” fue un exitoso semanario humorístico fundado en 1941 por Miguel Mihura (director de la publicación en su primera etapa) que subsistió hasta 1978 bajo las sucesivas direcciones de Álvaro de Laiglesia (1944-1977), Manuel Summers (1977-1978) y Carlos Luis Álvarez (1978). Fue, por tanto, una publicación coetánea del franquismo, régimen que no dejó de sufrir sus mordaces críticas.
Se autoproclamaba “La revista más audaz para el lector más inteligente” y también, posteriormente, “Decana de la prensa humorística”. Fue una de las más longevas publicaciones de humor, sirviendo de inspiración a muchas posteriores: “El Papus”, “Hermano Lobo”, “Por Favor”, “El Jueves”…
Tuvo varios problemas con la censura en aplicación de la Ley 14/1966, de Prensa e Imprenta, sufriendo numerosas “llamadas al orden”, multas y, de forma irremediable, suspensiones en 1973 y 1975, sobre todo en relación con el artículo 2 que limitaba la libertad de expresión, derogado en abril de 1977. También fue víctima, o quizás se benefició, de no pocas leyendas urbanas referidas a contenidos (portadas, chistes y artículos) que nunca publicó y que, aun sin existir realmente, se hicieron famosos.
En 1951, el genio desbordante de Álvaro de Laiglesia alumbró una sección sin firma titulada “La Cárcel de Papel”. En ella se ponía en solfa a figuras del mundo de las letras y, más adelante, a periodistas, deportistas y personajes famosos, hasta incluir a miembros de la autoritaria clase política del momento, por las faltas sintácticas, prosódicas, de opinión o de cualquier otro tipo, publicadas bajo su autoría en caracteres de imprenta, bien en libros, bien en periódicos y revistas o en soportes similares.
“La Cárcel de Papel” apareció publicada por primera vez en el número 521 del semanario, editado el 4 de noviembre de 1951, dedicada en aquella primera ocasión al escritor y biógrafo alemán, de origen judío, Emil Ludwig. La caricatura era doble: por un lado se denunciaban las “coladuras” del autor “encarcelado” y, por otro, se analizaba el aspecto formal de la redacción crítica, adoptando para ello el estilo de los documentos forenses al uso, con sus considerandos, su exposición de las presuntas faltas, sus resultandos y la conclusión final condenando siempre al encausado a la prisión correccional de una semana y un día en la imaginaria Cárcel de Papel.
A lo largo de los años, en aquella cárcel simbólica dieron con sus huesos infinidad de figuras relevantes, que raramente admitían con buen espíritu su “encarcelamiento” virtual. Llamativa fue, por ejemplo, la respuesta de un sector de la sociedad valenciana cuando en los años 50 fue “encarcelada” la Fallera Mayor de su “Fiesta Josefina”, llegando a arrojar al fuego todos los ejemplares de “La Codorniz” que sus irascibles defensores tuvieron a mano.
Más notable todavía sería la reacción de los últimos políticos del franquismo cuando fueron a parar a la humorística Cárcel de Papel (por ejemplo, Laureano López Rodó, “Los Noventa Ministros de Franco”, Torcuato Fernández-Miranda…). Esto desencadenaría una serie de expedientes y sanciones que, a la larga, determinaron la desaparición de “La Codorniz” por asfixia económica.
EL RECHAZO CIUDADANO AL GOBIERNO DE RAJOY
De existir en nuestros días una Cárcel de Papel ciudadana, y habilitada sólo para la actual clase política, a buen seguro que no tendría capacidad suficiente para acoger a todos los “encarcelados” por decisión popular. Aunque por vía de la justicia ordinaria tengamos visto que las imputaciones delictivas, las eventuales sentencias condenatorias y las penas señaladas a los políticos serían muy distintas y apenas relevantes, con el deleznable punto y aparte de los “indultos” que suponen una vergonzosa burla del Estado de Derecho.
Las faltas cometidas por Rajoy al incumplir sus promesas electorales, combatir la crisis económica con recortes y tijeretazos antisociales, proteger de forma contumaz los intereses de los mismos sectores del poder que la propiciaron y posponer por conveniencia partidista las decisiones políticas imprescindibles para atajarla, serían sin duda alguna merecedoras de purgarse con arrestos muy superiores a los de una semana y un día que imponía “La Codorniz” en su Cárcel de Papel.
Lo merecido en este caso flagrante de “traición” a la base electoral y de “compadreo” con el establishment político del sistema, hoy como es obvio absolutamente asentado en la corrupción, sería un “encarcelamiento” de legislatura completa. Dicho de otra forma, una condena equivalente a la convocatoria anticipada de elecciones, que, con el atenuante de disponer de mayoría parlamentaria absoluta, quedaría reducida a una crisis de Gobierno con cambio total de titulares y claro compromiso de rectificar su acción política.
La realidad es que el propio Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que es un organismo autónomo dependiente del Ministerio de la Presidencia, ha dejado bien patente en su Barómetro de Octubre de 2012 (Estudio 2.960) el continuado declive de la valoración de los miembros del Gobierno y del jefe de la Oposición por parte de la ciudadanía, hasta llegar a mínimos inéditos e intolerables. El “suspenso radical” se manifiesta con las siguientes puntuaciones establecidas de 0 a 10 (todas por debajo del 4):
Mariano Rajoy |
2,78 |
Alberto Ruiz-Gallardón |
3,54 |
Miguel Arias Cañete |
3,32 |
Ana Pastor |
3,28 |
Soraya Sáenz de Santamaría |
3,28 |
José Manuel García-Margallo |
3,20 |
José Manuel Soria |
3,02 |
Luis de Guindos |
2,92 |
Ana Mato |
2,90 |
Pedro Morenés |
2,81 |
Jorge Fernández Díaz |
2,77 |
Cristóbal Montoro |
2,77 |
Fátima Báñez |
2,71 |
José Ignacio Wert |
2,15 |
Alfredo Pérez Rubalcaba. |
3,70 |
EL PRESIDENTE PEOR VALORADO DESDE LA TRANSICIÓN
En efecto, la secuencia de encuestas “barométricas” del CIS desvela la continua reprobación social del Gobierno en pleno, con una progresión a la baja que ahora ni siquiera llega a otorgarle una nota media de 3 puntos sobre 10. Y también muestra que Rajoy alcanzó ya en el mes de octubre la peor valoración jamás otorgada por la ciudadana a un presidente del Gobierno desde la Transición, con un 2,78 (muy por debajo del aprobado estricto de los 5 puntos y menor incluso que la media del conjunto del Ejecutivo).
El record en valoración negativa la ostentaba hasta entonces José Luis Rodríguez Zapatero, con el 3,07 que alcanzó un mes antes de perder las elecciones, nota todavía superior al 2,78 que ahora tiene Rajoy en un claro décalage electoral con el apoyo que obtuvo hace un año en los comicios del 20-N. La peor valoración de José María Aznar fue de 3,99 puntos; la de Felipe González de 3,86 en septiembre de 1995, poco antes de perder el Gobierno, y la de Adolfo Suárez de 3,99 en octubre de 1981, al hundirse UCD.
Pero lo más significativo de estas mediciones “oficiales” del CIS, es que el propio Pérez Rubalcaba, actual jefe de la Oposición y candidato socialista que perdió las últimas elecciones legislativas frente a Rajoy, todavía tenía en el mismo mes de octubre una mejor valoración ciudadana (un 3,70 frente al 2,78 del presidente del Gobierno), a pesar de sus escasos méritos políticos. Y esto es lo que hay, respaldado con el marchamo demoscópico del Ministerio de la Presidencia; una proyección negativa de imagen ante la sociedad sin precedentes y realmente bochornosa para el PP.
Paréntesis: En términos comparativos, el record alcanzado por la valoración negativa del Gobierno de Rajoy, significa que en el supuesto de unos comicios legislativos anticipados (posibilidad latente y quizás fuera del control gubernamental), el PP estaría electoralmente hundido. De hecho, y sin considerar otros aspectos del problema, la tendencia alcista que en los sondeos de intención de voto registran partidos como IU y UPyD es bien significativa al respecto, doblando con mucho los porcentajes que obtuvieron el 20-N (Barómetro de Metroscopia con trabajo de campo realizado el 9 y 10 de enero de 2013)…
Claro está que desde la instauración del nuevo régimen democrático ningún presidente del Gobierno, incluido Rodríguez Zapatero, estuvo peor valorado que Mariano Rajoy (lo que ya es mucho decir). Pero es que, en la presente legislatura, dos ítems como “la corrupción y el fraude” y “los políticos, los partidos y la propia política”, superan con mucho en la lista de las máximas preocupaciones de los españoles a los de la sanidad, la educación, los recortes o los bancos, siendo calificados socialmente como los “mayores problemas”, detrás sólo del paro y de la situación económica (Barómetro del CIS de Diciembre de 2012, Estudio 2.972).
LA DESAFECCIÓN POLÍTICA Y EL DESBORDAMIENTO DEL SISTEMA
El grado de desafección política es cada vez mayor y más peligroso, aunque el interés por la política (o “contra” la política) sea alto. A nivel de calle, que también es el de la Red, slogans como “no les votes” y “no nos representan” han dado paso a otros más agresivos como “rodea el Congreso” y a cuestionar en su integridad el sistema político establecido y a reclamar cada vez con más insistencia un proceso constituyente: dinámica social que puede desembocar en un movimiento de desestabilización y ruptura social con el sistema ante la pasividad conjunta de la Corona, el Gobierno y la Oposición.
Como ha recogido con acierto la periodista María Fabra en un reportaje titulado “Objetivo: lavar la cara de los políticos” y publicado en “El País” (14/01/2013), “los índices de confianza de los ciudadanos sobre las instituciones y los partidos políticos no viven su mejor momento y tan solo el 2,8 por 100 de la población pertenece y participa activamente en un partido político”.
En su trabajo, la periodista introduce la opinión de José Ramón Montero, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid (ha ocupado la subdirección general del CIS), sosteniendo que la situación es propia de una “democracia joven” que vive las consecuencias de una época en la que ha habido “engaño, abuso y persecución” y en la que varias generaciones aprendieron que en política era todo negativo y eso es lo que ha trasladado a sus hijos. “Eso ocurre desde los años 80 de forma clara y con muchos indicadores”, señalaba el profesor Montero.
Esa creciente desafección provoca el rechazo del sistema, porque, cosa grave, “se piensa que está todo amañado y que por mucho que se intente no se va a conseguir nada”, afirmaba el experto politólogo. Pero al mismo tiempo, como también ha recogido el CIS, en España se vienen registrando niveles de interés por la política muy elevados, de más del 25 por 100, propios, según Montero, “de países comunistas”. A continuación advierte: “Y los ciudadanos, enfadados, empiezan a querer participar en las decisiones políticas y se desencadena una ola de protestas intensísima”.
A partir de esa situación, para Montero caben dos posibilidades: que los políticos reciban el mensaje y cambien esa realidad o que no se cambie nada, caso en el que se produciría algo desastroso, “el hundimiento de la moral política de la gente”. El ejemplo que pone es el de las intensas protestas generadas por la privatización de la sanidad en la Comunidad de Madrid, augurando una tragedia democrática: “Después de tanto esfuerzo, tanto tiempo invertido, si no se mueve nada, la desafección puede prolongarse durante generaciones”.
Por otra parte, el reportaje de María Fabra incorpora también la opinión de la politóloga Marta Romero, ex investigadora del CSIC y ex analista de la Presidencia del Gobierno, quien en un estudio realizado para la Fundación Ideas (vinculada al PSOE) ha expuesto que “el profundo descontento que siente la ciudadanía con los políticos y los partidos se ha convertido desde hace meses en una especie de ‘trending topic’ diario [tema más repetido del momento]”.
Marta Romero señala que una de las causas del enquistamiento del problema es la falta de reacciones de la clase política y argumenta que “el inmovilismo podría acabar desbordando al Gobierno de Rajoy”. Y agrega sin complejo alguno que “la falta de contundencia o de iniciativa también podría acabar desbordando, como principal partido de la oposición, al PSOE”.
En paralelo con este reportaje de advertencia sobre la deriva que está tomando la desafección política de la sociedad española, el artículo de Carlos E. Cué publicado en “El País” (13/01/2013) con el título “La crisis política se recrudece en 2013”, arrancaba de esta forma: “En público no se habla mucho de este asunto, no está en la gran agenda. Pero en privado, buena parte de las conversaciones entre políticos versan sobre la misma cuestión: ¿Hasta dónde puede llegar el deterioro de la política y las instituciones? ¿Cómo frenarlo? Un arranque de año explosivo, con varios escándalos de corrupción, sobre todo el de José Luis Baltar (PP) y el ‘caso Pallerols’ (Unió), la crisis de imagen del Banco de España, nuevos escándalos del ‘caso Urdangarin’ que afectan al prestigio de la Corona, el fichaje de Rodrigo Rato por Telefónica, dimisiones en Interior, la deriva independentista catalana y un sondeo del CIS que vuelve a señalar, cada vez con más gravedad, a los políticos como tercer problema del país, tras paro y crisis, han devuelto al primer plano la sensación de crisis política e institucional generalizada…”.
Además, veremos que resulta del “caso Bárcenas”, que es una de las muchas minas del “caso Gürtel” con explosión retardada que Rajoy no ha sabido desactivar en tiempo y forma, reabierto ahora a sangre y fuego por “El Mundo”. La naturaleza del escándalo, su alta capacidad destructiva incrustada en la línea de flotación del PP y su largo alcance, anuncian problemas añadidos para el Gobierno de muy difícil superación en la actual situación de crisis, posiblemente con secuelas políticas tan definitivas e irreparables como las producidas por la degenerativa corrupción socialista en los estertores del “felipismo”.
EL BARÓMETRO DE METROSCOPIA, UNA “BEAC” POLÍTICA
Nuestros lectores iniciados en temas de Defensa y Seguridad conocen la naturaleza y efectos de la “BEAC” (Bomba Explosiva Aire-Combustible). Un arma táctica de invención y fabricación española “clasificada”, incorporada hace años a la dotación del Ejército del Aire, que bien pudiera considerarse “excesivamente nociva y de efectos indiscriminados” y, en consecuencia, estar prohibida por el Derecho Internacional a tenor de la Convención de 1980.
La enorme potencia destructora de la “BEAC” y la relativa simplicidad y bajo costo de su fabricación, llevaron a bautizarla como “bomba atómica de los pobres”. Esta súper-bomba se lanza desde el aire y hace explosión antes de llegar a tierra, dispersando pequeñas gotas de combustible líquido que, al mezclarse con el aire, producen una intensa onda de presión expansiva que destroza de forma indiscriminada a cualquier ser vivo que encuentre a su paso.
El Gobierno español siempre ha sido remiso a reconocer la disponibilidad de este tipo de armamento perfectamente “incivilizado”, aunque el Mossad y la CIA hayan filtrado a los medios informativos que, junto a sus propios países, el nuestro también lo fabrica y almacena. Un hecho que el Ministerio de Defensa admite de forma oficiosa, aunque toda la información técnica sobre el mismo sea “secreta”.
Pues bien, al igual que la efectividad devastadora de la “BEAC” es total en núcleos de población o grandes concentraciones de tropas, provocando en sus víctimas asfixia, estallidos pulmonares, embolias cerebrales y quemaduras letales, la sucesión de sondeos de opinión de Metroscopia publicados por “El País”, demuelen irremisiblemente el actual sistema político “bipartidista” y en particular al Gobierno del PP presidido por Rajoy. No en base a fotogramas puntuales de la realidad social, sino en una proyección demoscópica de continuidad que marca tendencias definitivas.
LA INTENCIÓN DE VOTO, ¿FIN DEL BIPARTIDISMO?
Así, la serie prolongada del Barómetro de Metroscopia sobre intención de voto evidencia, por ejemplo, no sólo el declive electoral progresivo del PP y del PSOE, sino también un crecimiento galopante y paralelo de opciones políticas antes casi “marginales”, como IU y UyPD, que ahora apuntan de forma clara a una desaparición del “bipartidismo”.
Los resultados previstos para el supuesto de unas elecciones generales que se celebrasen en estos momentos con una participación esperada de entre un 60 y un 62 por 100 del electorado, con su evolución a lo largo del último año (enero 2012 a enero 2013) arrojan el siguiente resultado:
PP…………… Del 46,4 baja al 29,8 por 100
PSOE……… Del 28,7 baja al 23,3 por 100
IU…………… Del 07,7 sube al 15.6 por 100
UyPD……… Del 04,6 sube al 10,1 por 100
En esta evolución de la intención del voto, cabe destacar la brutal pérdida de un 16,6 por 100 de apoyo electoral registrada por el PP, con un nivel resultante que nunca ha permitido a ningún partido ganar unos comicios legislativos. Y también es llamativa la pérdida de un 5,4 por 100 de los votos del PSOE, acaso más significativa que la del PP (aunque no se quiera ver así) porque parte de un nivel inferior de votos y el porcentaje de caída sobre el punto de partida es muy superior.
Por otra parte, en sentido inverso aparecen el gran crecimiento del respaldo popular a IU, que sube un 7,9 por 100, porcentaje superior al 100 del obtenido en el punto de partida, y el arrollador avance de UyPD, que incrementa en 5,5 puntos su nivel inicial del 4,6 por 100 de los votos, es decir que aumenta nada más y nada menos que en un 120 por 100. Una vez sobrepasado el 10 por 100 de los votos, ambas formaciones deberían quedar liberadas del castigo que supone para las minorías políticas aplicar el sistema D’Hondt al reparto de escaños electorales.
Ambas tendencias, la tremenda caída de apoyo electoral que registran PP y PSOE, definitoria del fortísimo rechazo social que provocan ambos partidos, y el no menos significado ascenso de IU y de UyPD, sin duda alguna en mayor sintonía con el electorado, muestran un nuevo mapa de reparto de votos (a completar básicamente con las opciones nacionalistas) que señala una ruptura del “bipartidismo imperfecto” existente desde la Transición (cuyo establecimiento fue objetivo encubierto de sus inspiradores más conspicuos) y abre la puerta a inéditas combinaciones y formas de gobierno cuando menos “revulsivas” y con efectos impredecibles.
EL DESPRESTIGIO TOTAL DEL GOBIERNO Y LA OPOSICIÓN
Pero si la infravaloración social del Gobierno y la Oposición detectada por el propio CIS en su Barómetro del pasado mes de octubre no fuera bastante expresiva, el Barómetro de Metroscopia, con su trabajo de campo realizado el 9 y 10 de enero, también corrobora la misma descalificadora realidad.
Mientras el 21 por 100 de los encuestados “aprueba” la gestión de Rajoy, el 74 por 100 la “desaprueba” (saldo -53). Mientras el presidente del Gobierno sólo inspira “mucha o bastante” confianza al 16 por 100, al 84 por 100 le inspira “poca o ninguna” (saldo -68). Mientras el 27 por 100 opina que el Gobierno “sabe lo que hace”, el 68 por 100 opina que “improvisa sobre la marcha” (saldo -41). Mientras que el 20 por 100 cree que el Gobierno “sí” está sabiendo hacer frente a la situación económica de forma adecuada, el 74 por ciento cree que “no” (saldo -54)…
La conclusión sobre el conjunto de la acción gubernamental, es que sólo el 19 por 100 de los encuestados cree que es “positiva” y el 76 por 100, cuatro veces más, que es “negativa”. Todo ello define un cuadro sintomático de opinión sobre la gestión del Gobierno del PP en el que la valoración positiva ha venido decreciendo mes a mes y la negativa avanza en continuo crecimiento…
Además, el mismo Barómetro ya muestra también un descalabro similar para el jefe de la Oposición. Mientras el 12 por 100 de los encuestados aprueba la gestión desarrollada al efecto por Alfredo Pérez Rubalcaba, un 81 por 100 la desaprueba (saldo -69) y, mientras el mismo personaje inspira “mucha o bastante” confianza sólo a un 8 por 100, a un determinante 91 por 100 lo que le inspira es “poca o ninguna” confianza; es decir, que ni siquiera la mitad de quienes todavía se muestran dispuestos a votar al PSOE creen en sus propios dirigentes, lo que, dicho de otra forma, significa que les votarían con “los dedos apretando la nariz”.
La descalificación global del Gobierno y la Oposición ya comentada en base a los datos ofrecidos por el CIS en octubre de 2012, resulta corroborada en enero de 2013 también por el Barómetro de Metroscopia, con un criterio de valoración en el que el saldo entre el porcentaje de los encuestados que aprueban o desaprueben a cada ministro del Gobierno siempre resulta muy negativo, comportando por tanto el mismo “suspenso radical” (se incluye la valoración de Rajoy y de Pérez Rubalcaba):
Mariano Rajoy |
Saldo -53 |
Alberto Ruiz-Gallardón |
Saldo -49 |
Miguel Arias Cañete |
Saldo -26 |
Ana Pastor |
Saldo -24 |
Soraya Sáenz de Santamaría |
Saldo -25 |
José Manuel García-Margallo |
Saldo -29 |
José Manuel Soria |
Saldo -30 |
Luis de Guindos |
Saldo -40 |
Ana Mato |
Saldo -40 |
Pedro Morenés |
Saldo -35 |
Jorge Fernández Díaz |
Saldo -41 |
Cristóbal Montoro |
Saldo -41 |
Fátima Báñez |
Saldo -50 |
José Ignacio Wert |
Saldo -56 |
Alfredo Pérez Rubalcaba. |
Saldo -81 |
En esta medición resultan significativas las caídas de valoración de Alberto Ruiz-Gallardón, que baja muchos puestos desde el pasado mes de octubre, y la de Alfredo Pérez Rubalcaba, que ahora llega a ser el peor valorado de todos.
LA CORRUPCIÓN, PUESTA EN LA PICOTA
Claro está que los factores más determinantes de la frustración social y de la desacreditación del actual sistema democrático de convivencia, son, sin la menor duda, el de la corrupción política y el de la prevalencia de los intereses partitocráticos. Una realidad claramente certificada por el Barómetro de Metroscopia.
Entre todos los ítems que avalan esta convicción ciudadana, baste destacar que un 96 por 100 de los españoles cree que la corrupción existente en la vida política española es “mucha o bastante”, frente a un 3 por 100 que cree que es “poca o ninguna”; o también que un 95 por 100 de los encuestados están “de acuerdo” en que los partidos tienden a tapar y proteger a aquellos de sus militantes corruptos en vez de denunciarles y expulsarles, frente a un exiguo 3 por 100 que se muestra “en desacuerdo”. Además, un 92 por 100 está igualmente de acuerdo en que la lentitud de la Justicia a la hora de investigar y juzgar los casos de corrupción, hace muy difícil conseguir luchar contra ella de forma eficaz.
Por otra parte, existe una mayoría también desbordante de encuestados que, en efecto, cree que los políticos actuales están más preocupados por sus propios problemas e intereses que por resolver los de nuestra sociedad (el 88 por 100 frente al 9 por 100). Otra creencia firmemente asentada entre los encuestados es que, en esencia, los políticos actuales crean problemas en vez de resolverlos (el 81 por 100, frente a un 15 por 100 que no lo cree)…
En definitiva, la percepción social sobre la política y los políticos españoles es tan brutalmente negativa, que pone en cuestión el sistema en toda su integridad. Dicho de otra forma, la democracia española está quebrada, de forma que plantear disquisiciones aisladas o puntuales sobre alguno de sus aspectos en apariencia más urgentes o importantes, que además suelen ser los que retroalimentan el problema de base, parece gratuito e inoperante.
Condenar a la Cárcel de Papel a los responsables del desaguisado, aunque fuera de por vida, ya no sirve de nada. Está claro que va siendo hora de dejar de “remendar” el sistema sin ton ni son, que es lo que parecen tener in mente la Corona, el Gobierno y la Oposición, y comenzar a definir y promover alternativas verdaderamente revulsivas, cueste lo que cueste y caiga quien caiga; porque, de no pararle los pies a la actual clase política y de no cortar por lo sano la corrupción que genera, podemos encontrarnos de la noche a la mañana con una auténtica revolución.