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Torpeza de Maduro asumiendo la leyenda negra anglosajona contra España y cediendo el relato histórico a la oposición

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
lunes 04 de octubre de 2021, 19:00h

El presidente de Venezuela ha declarado este sábado que España debe ofrecer disculpas por los crímenes cometidos durante la conquista de América Latina.

El mandatario venezolano, Nicolás Maduro, se sumó el domingo a la petición de su par mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para que España reconozca su responsabilidad en los crímenes cometidos contra los aborígenes de América Latina durante la conquista.

“Tiene España que hacer una gran rectificación histórica de los crímenes cometidos por el imperio español contra los pueblos de la América”, subrayó Maduro en una alocución transmitida por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV).

El líder chavista resaltó que el colonialismo europeo llegó al continente americano para “masacrar, saquear, robar, arrasar y esclavizar toda la América”.

El pasado jueves, el expresidente de España José María Aznar realizó declaraciones desacertadas sobre la petición de López Obrador para el Gobierno español se disculpe por los crímenes contra los indígenas latinoamericanos. En medio de la polémica, el dignatario mexicano reiteró: “deben disculparse”.

En esta tesitura, Maduro ha reiterado que Aznar “no quiere ver cómo el colonialismo español [...] masacró, asesinó, desterró y esclavizó a millones de habitantes originarios de los pueblos indígenas” y luego “trasladó, esclavizó y masacró, a 50 millones” de africanos.

En varias ocasiones, los mandatarios latinoamericanos han pedido al rey de España, Felipe VI, admitir la responsabilidad del imperio español en el genocidio acaecido durante la conquista contra los pueblos originarios. Sin embargo, el Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez, desestima la solicitud

“España, la primera globalización”: contra la leyenda negra, historia y contexto

Matías G. Rebolledo

Hace años que las batallas de la cultura son conscientes de que la revisión histórica es su última frontera. Cuando el caso es contemporáneo, y el crimen obedece más a lo contextual que a lo épico, como cuando hablamos del #MeToo o de la discriminación histórica que han sufrido ciertos colectivos y es hora de reparar, el consenso es más amplio que cuando la vergüenza tiene ecos en los libros de Historia, con mayúscula, y la historia, con minúscula, no permite identificar con facilidad e índice acusados a los «malos» y a los «buenos». Es decir, nuestra propia naturaleza humana, históricamente, también es la de nuestros errores y se disputará siempre en el gris.

En ese contexto tan tormentoso, y con tres Premios Goya a sus espaldas, el director José Luis López-Linares se lanzó a poner en pie el documental «España, la primera globalización», que se vio ayer por primera vez en el cine Capitol de Madrid y que, gracias al apoyo de RTVE y a más de 1500 mecenas privados, se estrenará en salas el próximo viernes 15 de octubre. Apenas unos días después del Día de la Hispanidad, la película de López-Linares verá la luz en un momento que, quizá, no le podría venir mejor: tras el asedio político y el torrente de declaraciones ventajistas y poco acertadas del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, exhortando de nuevo a España y a la Iglesia Católica a «pedir perdón» por las «atrocidades» cometidas desde 1492 en el continente americano; y las «perlas» de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, comparando el nuevo indigenismo latinoamericano con el comunismo, sin explicar muy bien en qué se parecían, un filme como el que se presentó ayer, de firme pulsión histórica y ajeno a patriotismos modernos, intenta verter luz sobre asuntos que, por turbulentos, todavía duelen, pero que deben esclarecerse y narrarse desde el ángulo más aséptico posible, a fin de que las generaciones futuras puedan vivir en paz con ellas mismas y con su memoria.

Adiós a las vergüenzas

«La historia del mundo no se puede explicar sin explicar la historia de España», opina Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia, en una de las decenas de entrevistas que se cruzan testimonialmente en «España, la primera globalización». El documental, estructurado cronológicamente desde la urgencia por la plata que dio alas a expediciones como la de Colón, allá por finales del s. XV, hasta las fechas de la independencia de México y el gran genocidio indígena que supuso la división territorial de América del Norte, es una sucesión de testimonios que hablan del descubrimiento y el asentamiento en el «Nuevo Mundo» como una época de florecimiento cultural.

López-Linares, que presentó en la mañana de ayer el documental a la prensa y a algunos de sus mecenas, lo explica meridiano: «He querido que esta película sea un toque de clarín para que los españoles vean que no tenemos que avergonzarnos de nada en relación con la historia de España, una historia que ha sido enterrada bajo una montaña de propaganda, mentiras y medias verdades que nos hace crecer de alguna manera acomplejados. Como dice Alfonso Guerra en la película, “nuestro caso es un caso especial, los españoles la asumimos desde el primer momento, y nos regocijamos en esa denigración externa”». Y sigue, sobre los puntos clave de la Historia sobre los que el documental intenta desmentir mitos: «Desde el testamento de Isabel I, que es una maravilla, a Cortés aliándose con todas las tribus mesoamericanas contra los aztecas, o Carlos I deteniendo la conquista para plantearse los derechos de los pobladores del Nuevo Mundo; pasando por Magallanes y Elcano recorriendo por primera vez el planeta, el mestizaje -que es algo excepcional-, la Universidad de Salamanca definiendo el calendario que usamos ahora, hasta las hazañas de Blas de Lezo y de Isabel Barreto, son muchos los hombres y mujeres que hicieron de la historia de España y de su imperio la más rica y la más apasionante de todas las historias», añade en defensa del filme.

Esa misma salvaguarda del legado cultural, que por supuesto en el documental también incluye voces de catedráticos argentinos, colombianos o mexicanos, pasa por rostros más conocidos de la historiografía española contemporánea, como María Elvira Roca Barea (autora del súperventas «Imperiofobia»), Stanley G. PaineRamón Tamames, quienes dan su punto de vista respecto a los mitos de la colonización. Y quizá ahí radique uno de los triunfos del documental, cuando aborda el nacimiento de la Leyenda Negra achacada al Imperio español y ofrece una tesis del origen de la propaganda negativa sobre España y, de manera satelital, también sobre la Iglesia Católica. Trasladándose incluso al Rijkmuseum de Ámsterdam, el filme se entrevista con comisarios y expertos que no dudan en señalar la imprenta como el gran invento que propició la expansión del argumentario británico y neerlandés: «La propaganda holandesa basaba su eficacia en hablar de buenos y malos en el proceso histórico. Los españoles eran representados como ejecutores y perseguidores del pensamiento», explica Gijs Van Der Ham, uno de los portavoces del museo.

Aunque el ritmo del filme lo asemeje más a un reportaje de corte televisivo y su metraje, generoso, solo pueda pasar por encima de episodios como el de la llegada de Hernán Cortés a México, la muerte de Magallanes «metiéndose en una guerra que no era suya» o la proliferación del tejido universitario en América casi un siglo antes de que los ingleses hicieran lo propio en sus colonias, «España, la primera globalización» busca huir de lo coyuntural y ofrecer, de una vez por todas, una visión no acomplejada de la Historia del imperio español.

De la plata al clavo

Además de los testimonios de los historiadores, que aportan veracidad a un relato «de hombres y no de ángeles, capaces de lo mejor pero también de lo más monstruoso», como explica el experto en geopolítica argentino Marcelo Gullo, «España, la primera globalización» es también un proceso de aprendizaje sobre los elementos que determinaron las expediciones: si la dinastía china Ming no hubiera decidido mutar al patrón plata, no se habría aumentado la demanda, no se habría financiado una expedición como la de Colón y, tras completarse la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, el tráfico de especias como el clavo no hubiera supuesto la cantidad de muertes que le achaca la historia. Para ello, también aparece en el documental el cocinero Ferrán Adriá, José María Moreno Martín, del Instituto Naval o el filósofo y escritor Pedro Insua, una de las voces más nítidas del documental y quizá el faro del mismo a la hora de traducir esos avances en aplicaciones modernas.

Al final, si nos despojamos de fobias y filias modernas, más asociadas al populismo barato y a la cita más inmediata con las urnas, lo que nos queda es un registro de nuestra historia, a este y aquel lado del charco que, por irreparable es mejor aprender a apreciar. Ojalá los esfuerzos casi de orgullo del documental, esos que hablan de una lengua común y una cultura hegemónica, se aplicaran también a otras, como la árabe, que tuvieron incluso más peso en la historia de una nación milenaria.

Análisis: El Papa, el indigenismo y la trampa posmoderna del perdón

Rebeca Argudo

Leía el cardenal Rogelio Cabrera, presidente del Episcopado Mexicano, en el marco del bicentenario de la independencia del país, una misiva firmada por el Papa Francisco en la que pedía disculpas al pueblo mexicano. El perdón papal «por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización» (¿los que contribuyeron son otra cosa?) ha sido interpretado como un respaldo al revisionismo de López Obrador, empecinado en exigir a la España de hoy un perdón retroactivo al México actual por los actos cometidos por los hombres de ayer contra pueblos indígenas pretéritos. Incluso el Delorean de la conmiseración se haría un lío viajando con sus disculpas de Antaño a Hogaño y volviendo.

Alberto Gil, escritor y ensayista, doctor en Derecho y en Ciencias de las Religiones, autor de «La Conjura silenciada contra España» «La leyenda negra: historia del odio a España», considera que el Papa ha caído, ingenuamente, en la «trampa postmoderna del perdón». Ha tratado, cree él, «de entonar el “sua culpa” por los “errores muy dolorosos” y “pecados personales y sociales ajenos a la evangelización”, de un sujeto que no identifica (pero que parece claro), como vía indirecta para recordar y contrastar los ataques producidos contra “el sentimiento religioso cristiano del pueblo mexicano”, tras la independencia», añade el autor sobre el contexto.

Para Alejandro Rodríguez de la Peña, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad San Pablo CEU de Madrid, estas disculpas «no tienen nada de nuevo, pues ya Juan Pablo II las formuló en repetidas ocasiones y el propio Francisco no es la primera vez que habla en este sentido». «Lo que ha cambiado no es el discurso de la Iglesia» explica, «es la recepción social y mediática de ese discurso». Y sigue: «La nefasta cultura de la cancelación ha hecho que en América se interprete por algunos sectores como una especie de aval a las políticas de supresión y demonización del pasado español (occidental) de la América latina. Por otro lado, en España se empieza a detectar un cierto hartazgo hacia el discurso necrolegendario sobre nuestra época imperial. Y esto ha provocado lo que a mi juicio es una sobrerreacción en algunos ámbitos, políticos y mediáticos, interpretando la carta del Papa como un insulto a España o un ataque a la Conquista de América, cuando ninguno de los dos términos aparece en ella», opina.

Contra la hispanofobia

María Gelpi, profesora de filosofía y teóloga, que interpreta el perdón como «acto muy loable y cristiano por la asunción de una culpa reconocida y un propósito de enmienda», añade que «lo cierto es que el perdón, en su misma etimología (para dar), lo que busca y pide es cancelar el conflicto, todo lo contrario a una revisión continua».

También Gil Ibañez presupone como bien intencionada la disculpa papal, pero considera que esta resulta «poco afortunada, pues tenía que saber que iba a ser utilizada por López Obrador, y los hispanófobos, en su batalla personal contra el pasado español, que abunda en un relato negrolegendario que en nada favorece ni a España ni a la propia Iglesia». Pero, ¿es posible que las disculpas del Papa tengan que ver con el hecho de que sea en Latinoamérica precisamente donde la iglesia sigue manteniendo su poder y relevancia frente a la pérdida de fieles o católicos practicantes en Europa? ¿Qué otros factores podrían valorarse? ¿Influye el auge de las iglesias evangélicas, que amenazan el statu quo histórico de la región?

En opinión de Alberto Gil, «la Iglesia católica está perdiendo fieles en Europa por efecto del ateísmo y el agnosticismo, pero en América está sufriendo una competencia todavía más peligrosa: el empuje de las iglesias evangélicas y protestantes que vienen del norte. Por eso se entiende todavía menos el enfoque papal, que se equivoca de diana. Si la Iglesia católica quiere recuperar el peso que tuvo cuando los evangelizadores españoles predicaban en el Nuevo Mundo, debe defender su enorme y valioso legado (Fray Junípero Serra o las misiones jesuíticas) ¿La iglesia anglicana o las protestantes de los EEUU han pedido disculpas por el sistemático exterminio indígena al norte del Río Grande o porque este fuera “justificado” expresamente por más de un pastor y escritor protestante, como John Underhill, John Mason y Martin Kreiger? Nada que ver con la doctrina de la Escuela de Salamanca, la Controversia de Valladolid o nuestro mestizaje», explica.

Rodríguez de la Peña, por su parte, considera que este tipo de cálculos no encaja en la forma de actuar del Papa Francisco. En su opinión, un factor que sí debe valorarse es que «en Latinoamérica el asunto de la protección de los indígenas frente a las oligarquías criollas ha sido siempre una preocupación de la Iglesia, ya desde las Reducciones jesuíticas del Paraguay. Además, hay que comprender que el Papa Francisco procede de un país, Argentina, que destaca por ser, junto a Chile y Uruguay, una nación donde apenas quedan indígenas. Esta casi desaparición se debió a las brutales políticas de sus gobiernos en el siglo XIX y no tienen nada que ver con el periodo virreinal español. Pero la preocupación casi obsesiva por los indígenas de Francisco le lleva a pedir disculpas en un contexto mejicano donde la prensa, tanto española como internacional, lo atribuye a la Conquista española, cuando Méjico es uno de los países con mayor mestizaje indígena de América. Este factor psicológico en la personalidad de Jorge Bergoglio, el bonaerense antes que el Papa, pesa mucho».

La mentira del paraíso americano

«Por supuesto que la Iglesia busca ese diálogo de permanencia, visibilidad y voluntad de entendimiento con Latinoamérica, que le garantiza estar presente, y que tantas ambivalencias puede generar». Habla Gelpi, para quien «todas las declaraciones de todos los interlocutores son intencionales y estratégicas, al margen de su honestidad». «Sin embargo» apostilla «en relación al contexto cultural, yo veo otro factor: un guiño a la Teología de la Liberación que fue la que formuló el concepto de pecado estructural. Tradicionalmente, el pecado, para la Iglesia, es un acto personal y así se mantiene en el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1868. El sujeto moral responsable es por tanto el individuo y no las instituciones. Otra cosa distinta es que se pueda hacer un juicio moral y crítico de los hechos del pasado».

«El problema» tercia Gil Ibáñez «es que tras la Independencia de Hispanoamérica se produce una gran decadencia en todos los órdenes de la región e incluso matanzas de indígenas que se han tratado de ocultar: destrucción de los indios Pastos de Ecuador por Bolívar, erradicación de los araucanos y mapuches en Chile y la confiscación de sus tierras, campaña del desierto en la Patagonia argentina donde perecieron unos 14.000 indios, muerte del 67% de los indios paraguayos sin respetar ni edad ni sexo... Como las nuevas élites criollas no querían asumir su propia responsabilidad, crearon como cortina de humo y maniobra de distracción un relato “fake” lleno de bulos, con el apoyo entusiasta de escritores y políticos anglosajones, señalando como culpable de todo al “pasado español” y apelando a un supuesto paraíso pre-hispánico, con el que ellos se identificaron. La América pre-hispana no era ningún paraíso idílico rousseaniano: las guerras internas eran moneda de cambio, existían pueblos sometidos por otros pueblos, había sacrificios humanos, canibalismo y el Imperio Maya había desaparecido siglos antes de llegar los españoles. Por el contrario, el periodo de mayor esplendor de América, norte y sur, fue durante la época virreinal donde los Virreinatos de Nueva España y de Perú figuraban entre las regiones más prósperas del mundo en todos los órdenes. Por eso la mayoría de ellos se opuso a la Independencia».

«Lo que tiene que hacer la Iglesia, y los países hermanos de América hoy», concluye Gil Ibáñez, «es precisamente recuperar y actualizar ese “modelo de éxito que arteramente se les ha ocultado” y que a ellos pertenece, en lugar de tirar piedras contra su propio tejado o seguir a líderes de cartón piedra que sólo buscan sembrar la división y la cizaña».

Para Rodríguez de la Peña lo interesante sería «poner en valor la aportación del Cristianismo y la civilización occidental que España llevó a América. Buena parte del continente pasó del Neolítico al Renacimiento en unos pocos años. Y la otra parte pasó de pertenecer a imperios sacrificadores en proporciones industriales no igualadas en ningún otro lugar del globo, a pertenecer a una Monarquía universal humanista que velaba por la dignidad de sus súbditos americanos, más allá de los abusos de algunos conquistadores», remata sobre la artificial polémica de estos días.