La guerra multifacética de Inglaterra contra la España católica que conquistó a buena parte del continente americano tuvo motivos políticos, militares y comerciales, pero —sobre todo— de índole religiosa. La corona británica había hecho suya la predestinación luterana y, en especial, la calvinista, porque se ajustaba perfectamente a sus planes expansionistas. Resultaba inevitable, pues, el enfrentamiento contra el imperio español que llevaba la fe católica a sus posesiones en ultramar.
Jorge Santa Cruz
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